LARGO VIAJE. Los Reyes Magos, subidos en sus tres dromedarias, a su
entrada ayer en Pamplona para la cabalgata. / EFE
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«Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el rey
de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a
adorarle ( ). Después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la
estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a posarse
encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa
alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y cayendo
de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra». De este modo relata el Evangelio de San
Mateo la llegada de los magos de Oriente al pesebre en el que nació Cristo
para llevarle sus presentes.
Aunque Mateo es el único evangelista que cita la venida de los magos
siguiendo la estrella de Belén, lo cierto es que la festividad de la
Epifanía (o «entrada del rey en la ciudad») se celebraba en el Oriente
cristiano desde los primeros siglos de nuestra era. Tanto esta fecha como la
propia Navidad fueron aceptadas por las primeras comunidades cristianas como
una cristianización del culto romano al dios solar, sobre todo a partir del
siglo IV. Ya en la Edad Media, la Epifanía se transformó en la fiesta de los
Reyes Magos, la más esperada por millones de niños -y no tan niños- en todo
el mundo.
Magos o Reyes
¿Cuántos fueron los magos de Oriente? ¿Eran reyes o astrólogos? En el siglo
III se les representaba como dos, aunque algunas pinturas anteriores al
Medievo reflejaban hasta media docena. Durante siglos, las iglesias siria y
armenia defendieron la existencia de una docena de magos, reflejo de los
apóstoles y de las 12 tribus de Israel. Para los coptos no eran menos de 60,
y daban los nombres de varios de ellos.
El primero que los convirtió en Reyes fue Tertuliano, quien descubrió en el
Antiguo Testamento un pasaje que aseguraba que unos reyes acudirían a ver al
Mesías poco después de su nacimiento.
San Agustín, basándose en evangelios apócrifos, indicó que los magos habían
llegado hasta Belén en dromedarios, animal íntimamente ligado desde entonces
a los Reyes Magos. Desde el siglo V, la Iglesia -contraria a las prácticas
de magia y brujería- dictaminó que los magos no eran sino Reyes, y en 520 un
mosaico bizantino encontrado en Rávena incluso señalaba los nombres de los
tres -en conexión con los tres dones que llevaron al niño Dios: oro,
incienso y mirra-: Melchor con el incienso; Gaspar con el oro; y Baltasar
con la mirra.
La tradición señala que los restos de los Reyes Magos descansan, desde
1.164, en la catedral de Colonia, donados por el emperador Federico
Barbarroja. Según el relato popular, fue la emperatriz Elena -madre del
emperador Constantino- se dedicó a rescatar reliquias religiosas,
encontrando en la ciudad de Saba los cadáveres de los magos, que fueron
trasladados a Estambul, y de allí a Milán hasta el saqueo del norte de
Italia llevado a cabo por el emperador alemán en el siglo XII.
Según algunos teólogos, los magos son símbolos de la Trinidad y encarnan los
tres papeles de Cristo, mientras que sus regalos representan el poder
político (oro), la divinidad (incienso) y la resurrección (mirra). Otros
apuntan que simbolizan el paso del tiempo, con un rey anciano (Melchor),
otro de mediana edad (Gaspar) y un mago joven (Baltasar).
Necesidades ecuménicas
Durante siglos, los Reyes Magos fueron de raza blanca. Desde el siglo XVI,
las necesidades ecuménicas llevaron a identificar a los tres magos con los
tres hijos de Noé, las tres partes del mundo conocido y las tres razas que
se creía lo ocupaban. Así, Melchor simbolizó a los herederos de Jafet
(europeos); Gaspar, a los semitas (Asia); y Baltasar a los camitas o
africanos, tornando de este modo su color y convirtiéndose, en adelante, en
el Rey negro.
Desde mediados del siglo V, los magos de Oriente reparten regalos y juguetes
a los niños. En un principio, Gaspar repartía golosinas, miel y frutos
secos; Melchor, más práctico, optaba por ropa o zapatos; Y Baltasar corría
con el peor papel de los tres, puesto que castigaba a los niños traviesos
dejándoles carbón o leña. Esta madrugada, como todos los años, los Reyes
Magos regresarán con sus camellos y sus regalos para inundar de felicidad
millones de casas en todo el mundo.
POR MAR. Sus Majestades llegaron a San Sebastián en barca. / EFE
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Los magos de Oriente llegaron a Belén, según San Mateo, siguiendo una
estrella, astro que durante siglos se ha convertido en un enigma para
destacados científicos, que trataron de buscar una respuesta sobre la luz
que había guiado a los Reyes hasta el pesebre de Belén.
A este respecto, se han suscitado numerosas teorías, desde que se trataba de
Venus hasta que era el propio cometa Halley. En 1606, Kepler sostuvo que la
estrella de Belén, según sus cálculos, fue una conjunción de la Tierra con
Júpiter y Saturno, acaecida el año 7 a. de C.
En todo caso, la tradición religiosa equipara la estrella a los signos de
los tiempos, y señala su función de guía del camino de los magos como una
senda de conversión.
Los regalos, por su parte, serían señales de compromiso y alianza para con
el «rey de los judíos», que es rechazado por Herodes y, sin embargo,
ensalzado por reyes de pueblos extraños.