En la actualidad hay temas de enorme atractivo para hacer comentarios o
redactar un artículo. La aparición, en primera línea, del impresentable y
anticonstitucional 'plan Ibarretxe', o el obscuro futuro del ferrocarril a
desarrollar en Cantabria, tienen, para el firmante, motivos de
preocupación e interés para hilvanar unas opiniones al respecto. Pero hoy
voy a escribir sobre una cuestión o asunto que me produce gran
satisfacción hacerlo.
El hecho es de gran calado social. Nuestra máxima institución, el
Parlamento de Cantabria ha sabido recoger un evidente sentir ciudadano,
concediendo la Medalla de Oro de la Cámara Regional, a la Diócesis de
Santander y al Hospital Marqués de Valdecilla.
Nuestros parlamentarios, con el voto unánime de todos ellos, han dado su
si para premiar la labor extraordinaria desarrollada tanto por la Diócesis
durante sus 250 años de existencia, como del Hospital que nació hace 75
años de las manos de aquel gran mecenas y ejemplar hombre que fue don
Ramón de Pelayo de la Torriente.
Como bien se señala en la propuesta aprobada por la Mesa del Parlamento, y
ratificada por el Pleno, la Medalla de Reconocimiento constituye la máxima
condecoración que puede conceder el Parlamento y es una distinción
reservada para premiar méritos excepcionales. Y se continuaba diciendo en
la citada propuesta, que en el caso de la Diócesis ha valorado su
contribución a la sociedad de esta región, incluidas sus señas de
identidad. Indicándose, también, que el edificio del Parlamento fue
fundado por la Diócesis en tiempos del obispo Menéndez de Luarca, como
hospital -San Rafael- para las clases más desfavorecidas de aquella época.
Y por lo que respecta al Hospital Marqués de Valdecilla, se ha tenido en
cuenta la gran labor de docencia, investigación y asistencia que el Centro
Hospitalicio ha realizado a lo largo de sus 75 años de existencia. Y
también se ha valorado su consideración por el Estatuto de Cantabria como
'centro de referencia nacional'.
Para el firmante es grato también recordar que en su etapa de Presidente
de la Cámara, tuvo el honor de entregar la primera Medalla de Oro, a don
Adolfo Suárez, que fue, ejemplar presidente del Gobierno de España.
El día uno de febrero será día de sincera alegría. Y estaremos en el Patio
del Parlamento festejando el 23 aniversario de nuestro Estatuto, y al
mismo tiempo adhiriéndonos a la doble concesión de la máxima condecoración
parlamentaria, a dos instituciones profundamente arraigadas en nuestra
región.
En esa jornada, sin duda, se echarán en falta la presencia de personas que
fueron trascendentes, importantes en el devenir de la Diócesis cántabra o
en la labor de engrandecimiento del Hospital Marqués de Valdecilla. Yo
recordaré a dos personas entrañables, a dos amigos: el obispo don Juan
Antonio del Val y el doctor don Segundo López Vélez.
Ambos son claros testimonios del quehacer en pro de la sociedad cántabra;
en el ámbito eclesial y apostólico, monseñor Del Val, y en la entrega
vocacional y de enorme eficacia al mundo sanitario del doctor López Vélez.
Y finalizo estas líneas. De estos temas es siempre agradable hablar. Pero
la vida sigue.