El programa PISA (Programme for International Student Assessment) es un
estudio de evaluación auspiciado por la UNESCO y la Organización para el
Desarrollo Económico (OCDE) que viene desarrollándose desde el año 2000. El
estudio trata de medir, a través de cuestionarios y pruebas, en qué medida
los alumnos de 15 años que se aproximan al final de la escolaridad
obligatoria están preparados para satisfacer los desafíos de la sociedad
actual. Recientemente se han publicado los resultados del Informe PISA 2003
y según lo que se desprende del mismo el alumnado español se sitúa por
debajo de la media de los alumnos de los países desarrollados en lo que se
refiere a la Lectura, las Matemáticas, las Ciencias y la Solución de
problemas. La aparición de estos datos, extraídos descontextualizadamente de
un informe de más de 450 páginas, han hecho saltar las alarmas y verter
opiniones, en algunos casos con un desconocimiento total sobre el estado de
nuestro sistema educativo, que intentan legitimar medidas y posiciones que
pudieran ser un freno para la educación. Señalar, como se ha dicho, que la
culpabilidad la tiene el sistema educativo LOGSE es, además de un
desconocimiento total del informe, no centrar el problema desde un punto de
vista global considerando las distintas variables que inciden en el mismo.
Son ciertos los problemas y es necesario abordarlos desde el nivel de
responsabilidad que a cada uno compete, pero también es verdad que nuestro
sistema educativo tiene aspectos altamente positivos que suponen un mérito
de toda la sociedad. Por ello, es necesario abordarlo desde el debate social
y no exclusivamente desde planteamientos políticos y partidistas. En este
sentido, el estudio, además de las pruebas señaladas, analiza aspectos tales
como los contextos socioeconómicos de los sistemas educativos, las
diferencias de género, la dedicación al aprendizaje, los efectos del entorno
familiar o las características de las escuelas.
Hablar del Informe PISA, por lo tanto, supone "hablar de educación" teniendo
en cuenta las distintas variables que inciden en ella: el fracaso escolar,
la formación del profesorado, la implicación de las familias en el
desarrollo educativo de los niños, el gasto en educación, los centros: su
estructura y autonomía....No trataremos de disculpar los resultados sino de
analizar algunos aspectos que han contribuido a los mismos.
Primero: Las pruebas del programa PISA examinan a los alumnos de 15 años
independientemente del curso en el que estén matriculados. Esto nos lleva a
pensar que la elevada tasa de repetidores sitúan a nuestros alumnos en
niveles escolares distintos a los que les corresponderían por su edad.
Recordemos que alrededor del 40% de los alumnos de 15 años no están en el
curso de pertenencia por lo que se han enfrentando a pruebas sobre
contenidos a los que todavía no habían tenido acceso.
Segundo: ¿Es muy elevado el fracaso escolar? Evidentemente a la luz de los
datos sí (27% de fracaso en España respecto del 20% de los países de la
OCDE) por lo que el dato hay que tenerle en cuenta. Sin embargo, ¿es posible
comparar datos de fracaso escolar entre sistemas educativos tan dispares
como los que aparecen en el informe? ¿tiene algo que ver la visión social de
la escuela en estas tasas de fracaso? ¿y la participación de la familia?¿y
la percepción personal del profesorado sobre su tarea docente? ¿y la
importancia que la sociedad concede a la figura del profesorado? . El
fracaso escolar es un tema recurrente precisamente en los países con un
cierto nivel educativo (aquellos que garantizan el acceso al sistema de
amplios sectores sociales a la educación). No existe fracaso escolar cuando
determinados grupos no acceden a la escolaridad obligatoria en lo que
llamaríamos procesos de alfabetización primaria.
Tercero: El estado general del sistema educativo tiene un referente
socio-histórico que, querámoslo o no, nos da una idea de su situación y, en
este sentido el caso español es significativo por varias cuestiones, a mi
entender, muy importantes: la ampliación de la escolaridad obligatoria hasta
los 16 años, la presencia, muy significativa, de alumnos extranjeros a los
que se está dando respuesta desde el sistema escolar, la participación en la
educación de los grupos más desfavorecidos socialmente, la apuesta seria por
la atención en situaciones ordinarias de los alumnos con necesidades
educativas especiales, la descentralización de la enseñanza, la
participación de diversos agentes sociales. Es evidente que todos estos
aspectos problematizan el trabajo de la institución escolar, pero lo que es
un logro desde el punto de vista social y escolar en relación a la equidad
no puede ponerse en entredicho a la luz de unos pocos datos sacados de
contexto.
Cuarto: Es cierto que nuestro referente deben de ser los países más
desarrollados y con los índices educativos mejores. Nos superan Finlandia,
Suecia, Japón, Canadá, Nueva Zelanda entre otros, pero estamos por encima de
los países mediterráneos como Italia, Grecia y Portugal. Es claro que
debemos apostar por los índices más altos, pero también es necesario pensar
que el punto de partida de los países más desarrollados respecto del nuestro
es bien distinto. Ahora bien, si que podemos hacer un análisis en términos
de cercanía socio-cultural con países como Italia, Grecia y Portugal con los
que tenemos más afinidad en aspectos que condicionan, en cierta medida, el
rendimiento de los alumnos como pueden ser la inversión educativa, el papel
de la familia, la percepción personal sobre la escolaridad, las formas de
vida, los índices de paro juvenil, etc. Hacer depender el análisis sólo de
los contenidos escolares es, a mi entender, un error que no refleja la
situación global del sistema educativo español.
Quinto: Existe una relación entre resultados e inversión educativa, es
decir, los países con mayor gasto educativo suelen tener mejores resultados,
aunque ésta no es una condición suficiente (hay países con baja inversión y
niveles buenos de rendimiento y al contrario). Pero lo que es cierto es que
en España estamos por debajo de la media de la UE en lo que se refiere a
gasto educativo (20% menos), sobre todo respecto de los países de referencia
(Finlandia, Suecia, Alemania...).
Sexto: La recurrente frase de que nuestros alumnos cada vez saben menos
respecto de "otras épocas mejores" conlleva una idea del sistema escolar y
de sus instituciones claramente anclada en el pasado y por la que
aparentemente no ha pasado, ni debe, pasar el tiempo. ¿Debemos de seguir
haciendo lo mismo que hace 20 ó 30 años?. A la vez, sitúa el problema del
rendimiento de los alumnos sólo en la parte que les afecta a ellos y no en
lo que se refiere a la institución escolar. Parece que nuestros estudiantes
no estudian, pero según los datos del informe nuestros alumnos están en el
puesto 8º en horas dedicadas al estudio y tareas escolares. El informe PISA
es en este sentido muy claro: ante las diferencias individuales de partida
en relación a los niveles socioeconómicos y culturales, es sobre los centros
cuya situación de partida es peor, en relación al rendimiento de los
alumnos, sobre los que se debe de hacer una política de intervención más
clara.
Y séptimo: El diagnóstico de nuestro sistema educativo no puede aislarse del
entorno en donde se sitúa. Los apoyos de las familias, el capital cultural
de los padres y entorno más cercano a los jóvenes, los valores del ambiente,
los estímulos del medio, los hábitos de lectura, el acceso a las nuevas
tecnologías y los mensajes de los medios de comunicación juegan un papel
importante en la educación de los jóvenes. Parece meridianamente claro
entonces, que la intervención educativa ha de hacerse más sobre aspectos
educativos globales en relación a la sociedad que sobre aquellos que
exclusivamente están vinculados sólo con los contenidos escolares. El
fracaso escolar es un tema recurrente precisamente en los países con un
cierto nivel educativo. No existe cuando determinados grupos no acceden a la
escolaridad obligatoria