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«Es difícil olvidar la sonrisa de un niño que no tiene nada»
Federico Huidobro, odontólogo, ha viajado a Mauritania en dos ocasiones para ayudar a los más desfavorecidos
 
JUAN DAÑOBEITIA/SANTANDER
 
PROTAGONISTAS. Representantes cántabros en Mauritania. / DM
El mundo es grande, muy grande. Tan inmenso que está dividido en dos. En la primera parte del mundo están los afortunados, los que tienen dinero, un médico cada mil personas, universidades, mascotas con veterinario, hipotecas de cantidades infames... Y está el segundo (tan deprimido que se llama tercero): la hambruna, las plagas, la muerte de un niño cada dos segundos.

Porque hay niños, muchos niños. Con lágrimas en los ojos a veces, pero también con muchas sonrisas de inocencia descarnada. Y para que esa sonrisa nunca se apague, a quienes tenemos la suerte de disfrutar el día a día, nos toca ayudar.

Como a Federico Huidobro, odontólogo cántabro que en dos ocasiones ha viajado a Mauritania «a prestar una ayuda que no quiero que se confunda con lavar mi conciencia», explica. «Lo que pretendemos con estas expediciones (en noviembre viajaron quince profesionales, entre los cuales había cirujanos, enfermeras...) es que sea una ayuda que perdure en el tiempo; pretendemos que nuestros viajes sirvan para crear una rutina de trabajo en la gente que queda allí». No darles un pez, sino enseñarles a pescar.

Pero también trabajar: caries, enfermedades, pequeñas y grandes curas. Ni un minuto para el descanso sin más recompensa que saber que uno está haciendo algo importante sin esperar nada a cambio.

Un serio compromiso

Profesionales «con un serio compromiso adquirido hace tiempo con la cooperación y la ayuda al desarrollo», comenta Huidobro. «Desde la primera junta que organizó el Colegio, nos comprometimos a aportar un granito de arena en pro de la igualdad de recursos».

Pero el problema, aunque suene irónico, es el dinero. «Hasta ahora, hemos logrado marchar gracias a las aportaciones personales, pero es caro; así que hemos presentado una propuesta a las instituciones para recavar ayudas», según el odontólogo. «El problema, como en muchas cosas, es que estas ayudas institucionales quedan en sólo palabras, obviando los hechos, que son lo fundamental».

Lo que queda claro es que intentará volver a marchar. «En noviembre», asegura. Porque hay algo que no olvida: «Las sonrisas de unos niños que no son conscientes del futuro que les espera». Y lo dice el paradigma de la sonrisa en Occidente, alguien que ha aprendido a racionalizar los 'problemas' que nos asolan en el día a día. Alguien consciente de «la perversión moral» que suponen las donaciones 'desinteresadas' de las multinacionales.

Alguien que, a pesar de las comodidades de una vida resuelta, ha recibido de quienes no tienen nada más de lo que ha dado.