Los derechos
solamente son tales en la medida que pueden ser ejercidos. Su enunciado
teórico, la afirmación retórica, no basta para verificar su
cumplimiento. Solo la práctica señala con claridad si su ejercicio y,
por tanto, su existencia, es posible.
La libertad
de expresión en nuestra sociedad, y para lo que son colectivos y
organizaciones, necesita de un intermediario, los medios de
comunicación. Sin ellos, la posibilidad de expresarse es una pura
falacia. Las distintas gradaciones que se dan en las situaciones
totalitarias oscilan desde los extremos más brutalmente visibles donde
nadie tiene la posibilidad de asociarse y hablar, hasta aquellos en que
sobretodo lo que funciona es el impedimento a que su mensaje llegue a
los ciudadanos.
Mucho de
esto está sucediendo con la campaña del Referéndum del Estatuto de
Autonomía de Cataluña y las actividades del Pacte per la Vida i la
Dignitat y E-Cristians. Los hechos demuestran que resulta imposible que
los medios de comunicación de Cataluña se hagan eco de los contenidos de
una campaña que por su dimensión y singularidad debería tener un mínimo
de presencia.
El hecho es
que organizaciones de la sociedad civil, de concepción cristiana en este
caso, abordan de una manera sistemática y razonada un tema de interés
global como es el Estatuto de Autonomía. Plantean una posición
claramente diferenciada de la de los partidos políticos: oposición al
Título I del Estatuto de Autonomía, referido a Derechos, deberes y
principios.
Han puesto
en marcha un conjunto de actividades: carteles, presentaciones en
distintas poblaciones, reparto de folletos en la calle y una campaña de
publicidad importante. Nada de esto ha merecido el menor eco, excepto en
los medios de orientación cristiana.
La campaña
de publicidad de la que ya informó ForumLibertas se caracteriza por su
fuerza y originalidad, y solo por ello si nos ciñésemos a los criterios
generales de lo que es periodismo, resaltar lo diferente, presentar lo
inesperado, los medios de comunicación deberían haberse hecho eco en un
grado mínimo.
No digamos
ya, desde el punto de vista de la responsabilidad social, que tiene la
obligación de informar, porque en este caso es un estado de opinión que
expresa el sentir de una franja numerosa de la sociedad catalana.
Cuando el
silencio y la ocultación substituyen a la información periodística.
Cuando los medios de comunicación se convierten en sujetos activos de
determinadas tesis y se alinean con el poder y el “stablishment”, la
libertad de expresión se convierte en un mito y la tendencia totalitaria
aunque sea de perfil blando, emerge con toda su crudeza.