Algo preocupante está sucediendo en la sociedad y la cultura española
cuando día tras día tenemos que estar recordando nuestro origen, cuando
día tras día hemos de volver la mirada atrás y reconocer lo que hemos
sido y lo que somos.
Mi amiga Cristina acaba de abrir una Agencia de Viajes y, como buena
agente, intentó el pasado fin de semana convencerme con una de sus
ofertas para disfrutar de un más que merecido descanso vacacional. He de
confesar que soy de aquellas personas fáciles de convencer, y mientras
ella intentaba una y otra vez embelesarme, yo intenté mentalmente buscar
cualquier excusa para rechazar de manera cortés su ofrecimiento.
Finalmente decidí tirar por la calle de en medio y pedirle un viaje
original: “Quiero hacer un viaje cultural e histórico por la España no
católica”, le dije, y argumenté ante su mirada de incredulidad el querer
visitar ciudades, monumentos culturales e históricos, cunas de
escritores, filósofos o lugares significativamente importantes de la
historia de España donde no aparezca ningún elemento católico. Nada de
catedrales, nada de iglesias, nada de universidades, nada que tenga que
ver con la religión.
“Estás loco, si no te apetece o ya tienes algo planeado puedes
decírmelo”, me contestó.
¿Alguien cuerdo puede plantearse una recorrido por una España que olvide
sus raíces católicas? ¿Alguien puede plantearse un recorrido por la
historia de España olvidando y obviando el legado del cristianismo en
nuestra sociedad? ¿Cómo justificaríamos pasajes tan básicos e
importantes de nuestra historia como la Reconquista o el descubrimiento
de América? Y lo que es más importante, ¿no sería de locos intentar
edificar un futuro para España sin los sólidos pilares de una cultura
católica?
Como decía la poetisa rumana Doria Cornea, “si rompes tus cadenas, te
liberas; pero si cortas con tus raíces, mueres”. Sin nuestras raíces no
somos nada, estaremos a merced del viento, a merced del relativismo que
nos mecerá según aparezcan las modas imperantes.
¿Qué sería de España si de pronto olvidáramos la influencia de literatos
como Juan de Mena, Jorge Manrique, Antonio de Lebrija, Juan de Mariana,
Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Góngora, Quevedo,
Cadalso, Samaniego, Iriarte, Carmen Laforet, Miguel Delibes o Julián
Marías?, sólo por poner algunos ejemplos.
El intento de edificar una nueva concepción del mundo y del hombre
rompiendo con las tradiciones y las raíces ha sido siempre la tentación
y la trasgresión a la que tantas generaciones han sucumbido, pero
también ha sido el germen de su posterior derrumbamiento.
Así sería un intento de edificar una España olvidando sus raíces: un
rotundo fracaso.