Educación para la Ciudadanía (I)

 

La Razón
Cardenal Ricardo María Carles
14-06-2006



Hace una justamente siete días que el presidente de la CONCAPA advirtió que los padres católicos se opondrán «de todas las maneras y con todos los instrumentos posibles» que otorga la Constitución a la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Ya escribí sobre ello en marzo, pero lo que seguimos sabiendo nos obliga a todos a oponernos a que haya una llamada «educación», pero que es más bien un «troquelar» las conciencias de todos los futuros ciudadanos, pues será obligatoria, a partir de las ideas que una minoría impondría a España entera.

No es aceptable que se haya decidido excluir a padres y profesores de la discusión. Ya se intuía, pero ahora es evidente que se excluye a colectivos incómodos. Y son muchos los colectivos que no aceptan que se cree una asignatura que comienza con unos prejuicios no aceptables para millones de españoles. Ya se habló de «el confinamiento de la religión en el culto y la indiferencia ante el hecho religioso que lleva a que la palabra “Dios” carezca de significación real, es una voz sin sentido que no afecta para nada a la mayoría de los ciudadanos de nuestra sociedad».

La religión no está confinada en el «culto», sino expresada y vivida en la «cultura», y llevada a la vida en los comportamientos de millones de españoles. Además, llegar a decir que «la palabra “Dios” carece de significación real» es algo que se aproxima a la blasfemia. No sólo es falso, sino profundamente insultante para cuantos amamos a Dios -y no somos pocos- decir eso.

Es francamente difícil decir más inexactitudes irrespetuosas con menos palabras. Ya es triste, y lo digo con corazón sacerdotal, que algunos pasen su única e irrepetible vida como si Dios no existiera. Pero es muy grave que, desde una posición de Gobierno, intenten separar de la fe en Dios a muchos niños y jóvenes españoles.

Porque lo antes expresado conduce -dicen- a «un mínimo común ético como obligatorio para todos (...) una parámetro de valoración de los demás valores diferenciales». Se impondrá como asignatura obligatoria y dictaminaría qué conductas son merecedoras, o no, de «respeto». «Entre las reglas de convivencia debe destacarse la laicidad como principio informador del ordenamiento y de la acción del Estado».