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Servicio diario -
16 de junio de 2006


Santa Sede
La Eucaristía, «el pan del cielo», explica Benedicto XVI en el Corpus Christi
El presidente de Costa Rica pide al Papa su apoyo para la campaña mundial a favor del desarme
El Papa recibe en audiencia al director general de los Legionarios de Cristo

Mundo
Formar discípulos, propuesta del Papa para la Iglesia en América Latina
Las religiosas, clave en la pastoral de la diócesis más extensa y pobre de Bolivia
El representante papal en La India apremia a llevar la compasión de Jesús a los pobres
Obispos de Centroamérica y de los Estados Unidos analizan el desafío de la movilidad humana
Despega la RIIAL en México
Curso de renovación espiritual para sacerdotes en Jerusalén

Espiritualidad
Predicador del Papa: Si la fiesta de Corpus Christi «no existiera, habría que inventarla»

Documentación
Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi

 




 


Santa Sede



La Eucaristía, «el pan del cielo», explica Benedicto XVI en el Corpus Christi
Se renueva la procesión eucarística entre San Juan de Letrán y Santa María la Mayor

ROMA, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- La Eucaristía es el «pan del cielo», en el que Dios se entrega a los hombres como alimento, explicó Benedicto XVI este jueves de Corpus Christi.

Según por la tradición que volvió a instituir Juan Pablo II en 1979, poco antes del ocaso del sol, el Papa celebró la misa en la basílica de San Juan de Letrán, catedral del obispo de Roma, que concluyó con la procesión del Sacramento por la calle de Roma (la Vía Merulana) que termina en la Basílica de Santa María la Mayor.

«La Hostia es nuestro maná con el que el Señor nos alimenta, es verdaderamente el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo», explicó el Santo Padre en la homilía de la celebración eucarística.

Su alocución se convirtió en una profunda meditación sobre el simbolismo del pan, la «Hostia blanca», el «pan de los pobres», «la forma más sencilla de pan y de alimento, hecho simplemente con algo de harina y de agua», «síntesis de la creación», pues en él «se unen el cielo y la tierra, así como actividad y espíritu del hombre».

La meditación concluyó con una imploración elevada por el Papa a Cristo Eucaristía por las intenciones que llevaba en su corazón: «¡guíanos por los caminos de nuestra historia! --exclamó-- ¡Vuelve a mostrar a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo!».

«¡Mira a la humanad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le atormenta!», siguió diciendo.

«¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mismo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros!», insistió.

«Haznos comprender que sólo a través de la participación en tu Pasión, a través del “sí” a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su auténtico cumplimiento».

«Reúnenos desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! ¡Danos tu salvación!», concluyó, pronunciando la milenaria fórmula: «¡Amén!».

Tras la misa, ya de noche, entre las velas de los fieles, se desarrolló la procesión eucarística, que como había explicado el Papa, es un signo con el que los creyentes quieren decir que «de este modo seguimos» a Cristo con la vida.

El Papa se subió a un pequeño camión blanco para ponerse de rodillas, en adoración, ante la Hostia, que estaba expuesta en un gran ostensorio.

Algunos de los fieles tiraban a su paso pétalos de flores para manifestar su amor al sacramento.
ZS06061605

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El presidente de Costa Rica pide al Papa su apoyo para la campaña mundial a favor del desarme


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recibió este viernes en audiencia al presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, quien le pidió su apoyo a favor de la campaña mundial del desarme que está promoviendo.

«Vamos a necesitar mucho apoyo en esta tarea», reconoció el presidente costarricense con motivo del encuentro que, según fuentes vaticanas, fue «muy cordial».

El coloquio privado entre el Santo Padre y el Premio Nobel de la Paz 1987 duró 24 minutos y, como es costumbre, tuvo lugar en la biblioteca privada del Papa.

Arias Sánchez entregó como regalo al pontífice un libro fotográfico, obra de Mario Bozzo, sobre los maravillosos parques naturales de Costa Rica y Benedicto XVI le entregó las medallas del pontificado y una copia, en español, de la encíclica «Deus caritas est».

Tras la audiencia, el presidente visitó la Basílica de San Pedro y se recogió en oración unos minutos en las grutas vaticanas, ante la tumba de Juan Pablo II.

La Oficina de Prensa no ofreció detalles sobre los argumentos afrontados en la conversación entre el Papa y el Premio Nobel.
ZS06061606

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El Papa recibe en audiencia al director general de los Legionarios de Cristo


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- Al ser recibido en audiencia por Benedicto XVI, el padre Álvaro Corcuera, director general de los Legionarios de Cristo, renovó la «adhesión incondicional» de esta congregación religiosa y del movimiento de apostolado «Regnum Crhisti» al Papa.

La audiencia, según confirmó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, tuvo lugar en la mañana de este viernes.

En el encuentro, el padre Corcuera entregó una carta al Santo Padre en la que renueva su compromiso al servicio de la Iglesia, según puede leerse en la página web de los Legionarios de Cristo.

«Con profunda humildad y veneración, los Legionarios de Cristo y los miembros del Movimiento “Regnum Christi” quieren hacerLe presente, por mi conducto, su afecto filial y renovar su adhesión incondicional a Su persona y a Su ministerio, como Vicario de Cristo y cabeza visible de la Iglesia», explica la misiva.

«Nos mueve la certeza de fe de que sólo en la barca de Pedro navegamos hacia el puerto seguro de nuestra salvación. Y nos anima así mismo el amor "ardiente y personal" hacia el Sucesor de Pedro (Constituciones de la Legión de Cristo, n. 226,2), que en la Congregación y en el Regnum Christi hemos aprendido desde los primeros días de nuestra fundación», añade el texto.

La audiencia sirvió asimismo para que el padre Corcuera renovara el compromiso de las dos instituciones a las que representa «de seguir entregando nuestro tiempo y nuestras personas al servicio de la Iglesia, ofreciendo nuestro carisma a los obispos diocesanos para la difusión del Reino de Jesucristo».

Según fuentes de los Legionarios de Cristo, tras la audiencia, el padre Corcuera reveló: «el Santo Padre, con delicada y paternal benevolencia, me pidió transmitirles su cercanía, sus oraciones y su bendición a los Legionarios de Cristo y a los miembros del Movimento “Regnum Christi”».
ZS06061607

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Mundo



Formar discípulos, propuesta del Papa para la Iglesia en América Latina
Explica monseñor Héctor Gutiérrez, miembro del CELAM

APARECIDA, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- «Nosotros, miembros de la Iglesia Católica, estamos empeñados, mediante nuestra predicación, nuestra acción sacramental, litúrgica y ministerial, en formar discípulos», afirmó en Aparecida, Brasil, un obispo miembro del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

Es esta la propuesta de Benedicto XVI para América Latina, dijo monseñor Héctor Gutiérrez, obispo de Engativá, Colombia, y miembro del Departamento de Comunicación del CELAM.

El tema elegido por el Papa para la V Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica y del Caribe, que tendrá lugar del 13 al 31 de mayo de 2007, en Aparecida, Brasil, es precisamente «Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida».

La magna reunión episcopal se celebrará en el Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil, que acoge unos ocho millones de visitantes al año. Benedicto XVI viajará a Brasil para la inauguración del evento.

Con motivo de los preparativos de la V Conferencia, monseñor Gutiérrez concedió una entrevista colectiva el pasado martes en Aparecida, a unos 170 kilómetros de Sao Paulo, junto a monseñor Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida; monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, Venezuela, y presidente del Departamento de Comunicación del CELAM; el padre David Gutiérrez, funcionario de prensa del CELAM, y el padre Sidney Fones, secretario ejecutivo del CELAM.

Según el obispo de Engativá, es necesario formar «hombres y mujeres que escuchen la palabra de Dios, la mediten, reflexionen sobre ella y la encarnen en el modo de comportarse en el ámbito laboral, en el fútbol, en la familia, en el perdón, en la reconciliación», afirmó.

«Los obispos de América Latina vienen aquí a Brasil, al Santuario de Nuestra Señora Aparecida, para decir a América que hay una vía de salida, que es posible, y que la vía es hacer discípulos. Construyamos hombres y mujeres que comprendan la palabra de Dios y la encarnen en su vida cotidiana, en el amor a Dios y al prójimo», insistió el prelado.

«Algunos se preguntarán qué importancia tiene la V Conferencia para Brasil, Colombia, la zona meridional. Qué importancia tiene en este mundo de tratados de libre comercio? ¿Qué quieren los obispos latinoamericanos», inquirió.

«La Iglesia no es indiferente a las cuestiones políticas, sociales, deportivas, familiares, juveniles, económicas, ecológicas. Cada uno en la Iglesia tiene como tarea estar presente en América Latina», indicó.

El prelado subrayó también que «la Iglesia tiene contenidos, de amor, de perdón, de antropología, de justicia, de deporte... El desafío es cómo hacer que estos valores lleguen a la sociedad, a todas las personas que están en torno a la Iglesia y que son, o no, parte de ella».

«Es necesario encontrar las vías para que la persona que escucha el mensaje de la Iglesia lo comprenda, lo medite y lo ponga en práctica. Debemos tener éxito en esto porque la palabra de Dios es la única vía que tienen América Latina y el mundo para encontrar la solución a los problemas de justicia que vivimos».

Frente a la dificultad de lograr que el mensaje de la Iglesia penetre en nuestro corazón y en la vida cotidiana de cada persona, monseñor Gutiérrez explicó que mucha veces «hablamos en una longitud de onda diferente a la de las personas».

«Muchos hablan con un lenguaje y la Iglesia con otro. Las personas tienen una preocupación y la Iglesia no responde a esta preocupación. Esta es nuestra tarea: sintonizar, ponernos de acuerdo», añadió.

«Hablemos en la lengua de las madres, de los jóvenes, de los deportistas, de los pobres, de los ricos; estudiemos y preguntemos ¿qué quieres? ¿Qué tienes en el corazón? ¿Qué te preocupa? Esta es la propuesta que la Iglesia hará para buscar una respuesta. Es un proceso largo en el que la Iglesia se empeñará. No es fácil, pero lo lograremos», afirmó.

El Departamento de Comunicación del CELAM trabaja desde hace un año en la formación de un equipo de comunicación de la V Conferencia, con todos los medios de comunicación de la Iglesia y algunos privados de todo el continente, como explicó monseñor Baltazar Porras.

«La base de apoyo de cada red de comunicación, sin embargo, es la brasileña y la que hay aquí en Aparecida --dijo el arzobispo de Mérida--. Para nosotros es una alegría constatar que hay una estructura bastante amplia, con una gran calidad técnica», porque el mensaje tendrá resonancia no sólo en América Latina y Caribe sino en todo el mundo, concluyó.
ZS06061620

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Las religiosas, clave en la pastoral de la diócesis más extensa y pobre de Bolivia
Reconoce el obispo auxiliar de Potosí

KÖNIGSTEIN, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- De acuerdo con el obispo auxiliar de Potosí (Bolivia), «sin el desinteresado servicio de las religiosas de diferentes congregaciones, la labor pastoral» en la diócesis «sería simplemente inviable».

Monseñor Ricardo Ernesto Centellas Guzmán trazó la realidad de su circunscripción eclesiástica, «la más extensa y pobre de Bolivia», en su visita a la sede internacional de «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN) en Königstein (Alemania).

Un millón de habitantes, en su mayoría católicos, se distribuyen por los aproximadamente 120.000 kilómetros cuadrados de Potosí.

Cuentan con la asistencia de 48 sacerdotes.

Las condiciones de vida en el lugar son extremadamente difíciles, con una altitud de 4.000 a 5.500 metros sobre el nivel del mar.

«Dada la cruda realidad, lo que más necesitamos en mi diócesis, tanto laicos como miembros del clero y religiosos, es esperanza y dinamismo», reconoció el prelado, según cita una nota de AIN del martes.

Xavier Legorreta, jefe de la Sección de Iberoamérica I en AIN, ha ofrecido a la diócesis de Potosí el apoyo de esta Obra de Derecho Pontificio principalmente para la formación de sacerdotes, seminaristas y religiosos y la construcción de edificios eclesiales.
ZS06061604

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El representante papal en La India apremia a llevar la compasión de Jesús a los pobres
Al inaugurar la reforma del Hogar de Maternidad Vinaya

NUEVA DELHI, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- La inauguración de la reforma del Hogar de Maternidad Vinaya dio oportunidad, el miércoles, al nuncio en La India a exhortar al personal sanitario para que se haga llegar la compasión de Jesús a los pobres y a cuantos sufren.

El centro, en los suburbios de Delhi sur, está gestionado por las Salesianas Misioneras de María Inmaculada (SMMI).

«Se encarga de unos 180 casos de maternidad de los sectores más pobres de los alrededores de Delhi», explica la superiora, según cita una nota informativa de la Conferencia de los Obispos Católicos de la India (CBCI).

En la inauguración del centro renovado --ubicado en una localidad muy poblada--, el representante papal –el arzobispo Pedro López Quintana—apremió al personal médico y a los trabajadores sanitarios a «promover la cultura de la vida promocionado ésta y especialmente cuidando de las niñas».

E hizo presente el ejemplo del recién beato Kunjachan --el sacerdote Augustine Thevarparampil, apóstol de los «dalits» o intocables (Zenit, 30 abril 2006)--, quien era frágil y pequeño, pero realizó una inestimable contribución a la sociedad a través de su amor por los pobres y necesitados.

«¿Dónde están los altos y poderosos de su tiempo?», interrogó el prelado.

Recordó asimismo que «todos los católicos que facilitan atención sanitaria representan la compasión de la Iglesia por los pobres y necesitados».

El arzobispo López Quintana quiso además elogiar la labor de estas religiosas salesianas por hacer llegar cuidados sanitarios y socorro a los pobres de la localidad, que es frecuentada por personas de diferentes estados de la India.

La comunidad de las SMMI declaró por su parte que el nuncio apostólico se tomó personal interés en hallar los recursos necesarios para enfrentar los costes de la renovación (muy necesaria) del Hogar de Maternidad Vinaya.

El centro comenzó su labor como dispensario hace veinticinco años.

La mayoría de sus beneficiarios son personas que viven al día, o que tiran de «rickshaws» (carritos que usan como medio de transporte otras personas), empleadas de hogar y trabajadores.

1.095 millones de habitantes tiene La India, hindúes en un 80,5% y musulmanes en un 13,4%.

Más de 220 millones siguen viviendo bajo el umbral de pobreza.

Según datos que recordó recientemente el cardenal indio Ivan Dias, los cristianos sólo representan el 2,3% de la población (1,8% del total de habitantes del país es católico), pero atienden el 20% de toda la educación primaria del país, el 10% de los programas comunitarios de alfabetización y sanidad, el 25% de la atención de los huérfanos y viudas, y el 30% del cuidado de los discapacitados, leprosos y pacientes con Sida.

La gran mayoría de los beneficiarios de estas instituciones pertenecen a religiones distintas del Cristianismo --o a ninguna--.
ZS06061601

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Obispos de Centroamérica y de los Estados Unidos analizan el desafío de la movilidad humana
La Iglesia católica quiere hacer aportaciones valiosas al fenómeno de la migración

VILLAHERMOSA, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org-El Observador).- En el marco de las discusiones que se están llevando a cabo en los Estados Unidos, en el camino de la reforma migratoria que debería adoptar ese país, obispos de México y de los Estados Unidos, así como invitados especiales de Centroamérica, se reunirán del 20 al 22 de junio en la capital del estado sureño de Tabasco.

Durante dos días, los obispos de las Comisiones Episcopales de Pastoral de la Movilidad Humana y de atención a Migrantes de las Conferencias Episcopales de México y de los Estados Unidos, sostendrán un encuentro de trabajo para reafirmar el papel conjunto que ambos episcopados han dado a la reforma integral, que permita a Estados Unidos salvaguardar sus fronteras y, al mismo tiempo, respete los derechos humanos de los trabajadores inmigrantes y de sus familias.

El Encuentro de Villahermosa, según han declarado sus organizadores, tiene como finalidad «revisar los avances en los trabajos que ambas comisiones vienen realizando de manera conjunta a favor de nuestros hermanos migrantes en ambos países».

Un dato importante es que, además de los obispos de México y los Estados Unidos, fueron invitados a participar obispos de las Conferencias Episcopales de Centroamérica, dado que el fenómeno migratorio en América Latina es un tema que comparten y sobre el cual pueden hacer aportaciones valiosas.

El flujo migratorio de la región se ha convertido en un problema de seguridad nacional sobre todo para México y los Estados Unidos. La frontera sur con Guatemala presenta violaciones constantes de los derechos humanos de trabajadores procedentes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, principalmente.

La frontera con Estados Unidos, con más de un millón de cruces diarios plantea urgencias humanitarias en las que la Iglesia católica contribuye con su labor evangelizadora humanitaria.

Además de revisar y dar seguimiento a lo hecho hasta ahora tanto en México como en Estados Unidos en apoyo a los migrantes, el Encuentro tiene como finalidad proyectar y planificar los siguientes pasos en esta materia; siempre abogando para que haya políticas de migración favorables y justas

Los episcopados de México y EE UU han emitido varios documentos conjuntos, destacando «Juntos por el camino de la esperanza», en el que la Iglesia católica opta por los derechos de los inmigrantes, por encima de toda otra consideración de seguridad fronteriza.

«Los obispos de ambas naciones han acompañado a los migrantes como comunidades de discípulos de Cristo en ambos lados de la frontera, para que su viaje sea un viaje de esperanza y no de desaliento, y que en el lugar al que lleguen sepan que ya no son extranjeros, sino miembros de la familia de Dios», concluye diciendo el comunicado.
ZS06061608

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Despega la RIIAL en México


MÉXICO, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org-El Observador).- Con una participación de 80 asistentes de 36 diversas diócesis de México, se llevó a cabo del 5 al 9 de junio del presente año el Encuentro Nacional de la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL) en la nación mexicana.

La sede del Encuentro fue la Ciudad de Guadalajara, Jalisco. El lema: «Hacia una cultura de redes», logró su objetivo: «sembrar en cada asistente la semilla de la espiritualidad RIIAL, que es la eficacia de conformar redes locales, regionales y Nacionales de Comunicadores e informáticos que compartan su trabajo y se apoyen mutuamente en el campo de la Comunicación Evangelizadora», según explican los organizadores



En una declaración final, los participantes afirman que en «estos días hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias y conocimientos con la intención de articular los aspectos organizativos y tecnológicos de las soluciones informáticas, con una visión pastoral de la nueva cultura mediática que integra a los diversos medios en una realidad más compleja que desafía a la Iglesia».

La reunión se organizó según los tres grupos de trabajo de la RIIAL; técnico, contenidos y análisis/prospectiva.

«Nuestro objetivo no ha sido otro que el de lograr la espiritualidad de una "mesa común" en la que todos participan con generosidad bajo el amparo de Nuestra Señora de Guadalupe», afirman los participantes.

El espíritu del encuentro lo resumen con estas palabras de Benedicto XVI: «Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida --¡el único tesoro, la perla preciosa!-- corre para compartirlo por doquier, en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes de su propia existencia».
ZS06061609

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Curso de renovación espiritual para sacerdotes en Jerusalén
Patrocinado por los dicasterios para el Clero y la Evangelización de los Pueblos

JERUSALÉN, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- En un mes comenzará en Jerusalén el curso de renovación espiritual abierto a sacerdotes de todo el mundo, con el patrocinio de las Congregaciones vaticanas para el Clero y para la Evangelización de los Pueblos.

La incitativa también se orienta a la profundización de la vocación sacerdotal.

El próximo curso, del 15 de julio al 3 de agosto, es el tercero que se celebra, bajo la organización del «Pontifical Institute Notre Dame of Jerusalem Center» y del Instituto «Sacerdos» de Roma.

En pasadas ediciones se ha contado con la presencia de personalidades como el cardenal Darío Castrillón Hoyos –prefecto del dicasterio para el Clero--, Su Beatitud Michel Sabbah –patriarca latino de Jerusalén--, el arzobispo Piero Sambi –nuncio apostólico en los Estados Unidos y precedentemente en Jerusalén--, el padre Pierbattista Pizzaballa –Custodio franciscano de Tierra Santa--, o el rabino David Rosen, director internacional de los asuntos interreligiosos del Comité Judío Estadounidense.

Durante la estancia en Jerusalén se ofrecerá a los participantes del curso la posibilidad de celebrar la Eucaristía en distintos puntos de los Santos Lugares, como Nazaret, el Cenáculo, Getsemaní, el Calvario o el Santo Sepulcro, entre otros.

El curso se organiza en tres módulos; presenta una visión bíblica, histórica y especialmente espiritual de los lugares de la historia de la Redención.

Entre las actividades del programa destacan tres días de ejercicios espirituales ignacianos, conferencias de espiritualidad sacerdotal, un seminario de actualización bíblica, momentos litúrgicos, oración personal, adoración diaria al Santísimo Sacramento, estudio, encuentros ecuménicos e interreligiosos y visitas a las comunidades cristianas locales.

El Instituto Pontificio «Notre Dame» de Jerusalén es presencia religiosa, caritativa, cultural y educativa de la Santa Sede en la Ciudad Santa. Está situado a unos pasos del Santo Sepulcro.

Ofrece hospitalidad a los peregrinos procedentes de todas partes del mundo que visitan Tierra Santa, en especial al clero y a las personas consagradas.
Cinco meses antes de morir, Juan Pablo II confió la administración y gestión de este centro a los Legionarios de Cristo con la finalidad de promover peregrinaciones a los Santos Lugares, ofrecer cursos de renovación espiritual, sostener la presencia cristiana en la región y favorecer el diálogo interreligioso.

Desde el inicio de esta gestión, el «Pontifical Institute Notre Dame of Jerusalem Center» ya ha ofrecido dos cursos de renovación espiritual para sacerdotes en la Ciudad Santa.

En el primero, el verano pasado, participaron 40 sacerdotes de 16 países (pertenecientes a 26 diócesis diferentes). El pasado invierno lo realizaron 65 sacerdotes de 23 países (pertenecientes a 42 diócesis).

La organización confirma a Zenit que todos los años se celebrarán dos cursos de renovación espiritual en fecha fija: verano (del 15 de julio al 3 de agosto) e invierno (del 21 de enero al 9 de febrero).

Más información e inscripciones a través de la web www.notredamecenter.org o enviando un correo electrónico a src@notredamecenter.org.
ZS06061603

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Espiritualidad



Predicador del Papa: Si la fiesta de Corpus Christi «no existiera, habría que inventarla»
Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., a la liturgia del próximo domingo

ROMA, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del próximo domingo, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi) en numerosos países en los que se traslada la fiesta litúrgica del jueves pasado.

 

* * *



 

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Éxodo 24, 3-8; Hebreos 9, 11-15; Marcos 14, 12-16. 22-26



 

¡En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis!



Creo que lo más necesario que hay que hacer en la fiesta del Corpus Domini no es explicar tal o cual aspecto de la Eucaristía, sino reavivar cada año estupor y maravilla ante el misterio. La fiesta nació en Bélgica, a principios del siglo XIII; los monasterios benedictinos fueron los primeros en adoptarla; Urbano IV la extendió a toda la Iglesia en 1264, parece también que por influencia del milagro eucarístico de Bolsena, hoy venerado en Orvieto.

¿Qué necesidad había de instituir una nueva fiesta? ¿Es que la Iglesia no recuerda la institución de la Eucaristía el Jueves Santo? ¿Acaso no la celebra cada domingo y, más aún, todos los días del año? De hecho, el Corpus Domini es la primera fiesta cuyo objeto no es un evento de la vida de Cristo, sino una verdad de fe: la presencia real de Él en la Eucaristía. Responde a una necesidad: la de proclamara solemnemente tal fe; se necesita para evitar un peligro: el de acostumbrarse a tal presencia y dejar de hacerle caso, mereciendo así el reproche que Juan Bautista dirigía a sus contemporáneos: «¡En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis!».

Esto explica la extraordinaria solemnidad y visibilidad que esta fiesta adquirió en la Iglesia católica. Por mucho tiempo la del Corpus Domini fue la única procesión en toda la cristiandad, y también la más solemne.

Hoy las procesiones han cedido el paso a manifestaciones y sentadas (en general de protesta); pero aunque haya caído la forma exterior, permanece intacto el sentido profundo de la fiesta y el motivo que la inspiró: mantener despierto el estupor ante el mayor y más bello de los misterios de la fe. La liturgia de la fiesta refleja fielmente esta característica. Todos sus textos (lecturas, antífonas, cantos, oraciones) están penetrados de un sentido de maravilla. Muchos de ellos terminan con una exclamación: «¡Oh sagrado convite en el que se recibe a Cristo!» (O sacrum convivium), «¡Oh víctima de salvación!» (O salutaris hostia).

Si la fiesta del Corpus Domini no existiera, habría que inventarla. Si hay un peligro que corren actualmente los creyentes respecto a la Eucaristía es el de banalizarla. En un tiempo no se la recibía con tanta frecuencia, y se tenían que anteponer ayuno y confesión. Hoy prácticamente todos se acercan a Ella... Entendámonos: es un progreso, es normal que la participación en la Misa implique también la comunión; para eso existe. Pero todo ello comporta un riesgo mortal. San Pablo dice: «Quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual a sí mismo y después coma el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo».

Considero que es una gracia saludable para un cristiano pasar a través de un período de tiempo en el que tema acercarse a la comunión, tiemble ante el pensamiento de lo que está apunto de ocurrir y no deje de repetir, como Juan Bautista: «¿Y Tú vienes a mí?» (Mateo, 3,14). Nosotros no podemos recibir a Dios sino como «Dios», esto es, conservándole toda su santidad y su majestad. ¡No podemos domesticar a Dios!

La predicación de la Iglesia no debería tener miedo --ahora que la comunión se ha convertido en algo tan habitual y tan «fácil»-- de utilizar de vez en cuando el lenguaje de la epístola a los Hebreos y decir a los fieles: «Vosotros en cambio os habéis acercado a Dios juez universal..., a Jesús, Mediador de la nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una nueva sangre que habla mejor que la de Abel» (Hebreos 12, 22-24). En los primeros tiempos de la Iglesia, en el momento de la comunión, resonaba un grito en la asamblea: «¡Quien es santo que se acerque, quien no lo es que se arrepienta!».

Uno que no se acostumbró a la Eucaristía y habla de Ella siempre con conmovido estupor era San Francisco de Asís. «Que tema la humanidad, que tiemble el universo entero, y el cielo exulte, cuando en el altar, en las manos del sacerdote, está el Cristo Hijo de Dios vivo... ¡Oh admirable elevación y designación asombrosa! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, que el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, tanto se humille como para esconderse bajo poca apariencia de pan!».

Pero no debe ser tanto la grandeza y la majestad de Dios la causa de nuestro estupor ante el misterio eucarístico, cuanto más bien su condescendencia y su amor. La Eucaristía es sobre todo esto: memorial del amor del que no existe mayor: dar la vida por los propios amigos.

[Traducción del italiano realizada por Zenit]
ZS06061602

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Documentación



Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi


ROMA, viernes, 16 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI este jueves por la tarde al celebrar la misa de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), en la Basílica de San Juan de Letrán.

 

* * *



Queridos hermanos y hermanas:
En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos --como hemos escuchado hace poco en el Evangelio-- y, tras pronunciar la bendición, lo rompió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos» (Marcos 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que anticipan también el futuro, la venida del Reino de Dios en el mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que Él dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.

Estas palabras son inagotables. Quisiera meditar con vosotros en este momento en un solo aspecto. Jesús, como signo de la presencia, escogió el pan y el vino. Con cada uno de los dos signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca a nosotros y se une a nosotros. Los signos, sin embargo, representan de manera clara cada uno de los aspectos particulares de su misterio y, con su manera típica de manifestarse, nos quieren hablar para que aprendamos a comprender algo más del misterio de Jesucristo. Durante la procesión y en la adoración, nosotros miramos a la Hostia consagrada, la forma más sencilla de pan y de alimento, hecho simplemente con algo de harina y de agua. La oración con la que la Iglesia durante la liturgia de la misa entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogido el cansancio humano, el trabajo cotidiano de quien cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo un producto nuestro, algo que nosotros hacemos; es fruto de la tierra y, por tanto, es también un don. El hecho de que la tierra dé fruto no es mérito nuestro; sólo el Creador podía darle la fertilidad. Y ahora podemos también ampliar algo esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan es fruto de la tierra y al mismo tiempo del cielo. Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los dones de lo alto, es decir, del sol y de la lluvia. Y el agua, de la que tenemos necesidad para preparar el pan, no la podemos producir nosotros. En un período en el que se habla de la desertización y en el que escuchamos denunciar el peligro de que los hombres y los animales mueran de sed en las regiones sin agua, volvemos a darnos cuenta de la grandeza del don del agua y de que no podemos proporcionárnoslo por nosotros mismos. Entonces, al contemplar más de cerca este pequeño pedazo de Hostia blanca, este pan de los pobres, se nos presenta como una síntesis de la creación. Se unen el cielo y la tierra, así como actividad y espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que hace posible en nuestro pobre planeta el misterio de la vida y de la existencia del hombre nos sale al paso en toda su maravillosa grandeza. De este modo, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge este pedazo de pan como su signo. La creación con todos sus dones aspira más allá de sí misma hacia algo que es todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, más allá de la síntesis de naturaleza y espíritu que en cierto sentido experimentamos en el pedazo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia los santos desposorios, hacia la unificación con el Creador mismo.

Pero todavía no hemos explicado plenamente el mensaje de este signo de pan. El Señor hizo referencia a su misterio más profundo en el Domingo de Ramos, cuando le presentaron la petición de unos griegos que querían encontrarse con Él. En su respuesta a esta pregunta, se encuentra la frase: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24). En el pan, hecho de granos molidos, se esconde el misterio de la Pasión. La harina, el grano molido, presupone el morir y el resucitar del grano. El ser molido y cocido manifiesta una vez más el mismo misterio de la Pasión. Sólo a través del morir llega el resurgir, llega el fruto y la nueva vida. Las culturas del Mediterráneo, en los siglos anteriores a Cristo, habían intuido profundamente este misterio. Basándose en la experiencia de este morir y resurgir, concibieron mitos de divinidades, que muriendo y resucitando daban nueva vida. El ciclo de la naturaleza les parecía como una promesa divina en medio de las tinieblas del sufrimiento y de la muerte que se nos imponen. En estos mitos, el alma de los hombres, en cierto sentido, se orientaba hacia ese Dios que se hizo hombre, que se humilló hasta la muerte en la cruz y que de este modo abrió para todos nosotros la puerta de la vida. En el pan y en su devenir, los hombres han descubierto una especie de expectativa de la naturaleza, una especie de promesa de la naturaleza de que esto habría tenido que existir: el Dios que muere de este modo nos lleva a la vida. Ha sucedido realmente con Cristo lo que en los mitos era una expectativa y lo que el mismo grano esconde como signo de la esperanza de la creación. A través de su sufrimiento y de su muerte libre, Él se convirtió en pan para todos nosotros y, de este modo, en esperanza viva y creíble: Él nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta la muerte. Los caminos que Él recorre con nosotros y a través de los cuales nos conduce a la vida son caminos de esperanza.

Al contemplar en adoración a la Hostia consagrada, nos habla el signo de la creación. Entonces nos encontramos con la grandeza de su don; pero nos encontramos también con la Pasión, con la Cruz de Jesús y su resurrección. A través de esta contemplación en adoración, Él nos atrae hacia sí, penetrando en su misterio, por medio del cual quiere transformarnos, como transformó la Hostia.

La Iglesia primitiva encontró en el pan un signo más. La «Doctrina de los doce apóstoles», un libro redactado en torno al año 100, refiere en sus oraciones la afirmación: «Que así como este pan partido estaba esparcido sobre las colinas y es reunido en una sola cosa, del mismo modo tu Iglesia sea reunida desde los confines de la tierra en tu Reino» (IX, 4). El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión: el convertirse en pan de granos molidos es un proceso de unificación. Nosotros mismos, de los muchos que somos, tenemos que convertirnos en un solo pan, en su solo cuerpo, nos dice san Pablo (1 Corintios 10, 17). De este modo, el pan se convierte al mismo tiempo en esperanza y tarea.

De manera semejante también nos habla el signo del vino. Ahora bien, mientras el pan hace referencia a lo cotidiano, a la sencillez y a la peregrinación, el vino expresa la exquisitez de la creación: a través de este signo menciona la fiesta de alegría que Dios quiere ofrecernos al final de los tiempos y que anticipa ahora, siempre de nuevo. Pero el vino también habla de la Pasión: la vid tiene que ser podada repetidamente para poder purificarse; la uva tiene que madurar bajo el sol y la lluvia y tiene que ser pisada: sólo a través de esta pasión madura un vino apreciado.

En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre todo el signo del pan. Nos recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el desierto. La Hostia es nuestro maná con el que el Señor nos alimenta, es verdaderamente el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo. En la procesión, seguimos este signo y de este modo le seguimos a Él mismo. Y le pedimos: ¡guíanos por los caminos de nuestra historia! ¡Vuelve a mostrar a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo! ¡Mira a la humanad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le atormenta! ¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mismo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros! Haznos comprender que sólo a través de la participación en tu Pasión, a través del «sí» a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su auténtico cumplimiento. Reúnenos desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! ¡Danos tu salvación! ¡Amén!

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
ZS06061623

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