Tribuna Libre
¿Crisis personal, crisis de fe o crisis de la Iglesia?
 
 
 
La Iglesia está en crisis, los templos vacíos, la feligresía en acedía, los jóvenes alejados de la fe, los obispos y los sacerdotes incapaces de liderar la Iglesia en el tercer milenio y las familias desmoralizadas? Quizá la Iglesia esté en crisis en España, pero es erróneo identificar una posible crisis de la fe en España con una crisis de fe católica en el resto del mundo. La Iglesia goza, a pesar de los ataques externos y escándalos internos -algunos nefandos- que sufre, de buena salud en los cinco continentes.

También es equivocado, científica y teológicamente, buscar el remedio a la crisis de la Iglesia en España mezclando el celibato sacerdotal, la ordenación de las mujeres o la Confesión como sacrílega absolución general. Metodológicamente, son naturalezas teológicas distintas. Culturalmente, España no es el centro del Universo y temas que se plantean en nuestra sociedad en otros países son una quimera. Espiritualmente, para un católico la Iglesia no rige su fe por los criterios del mundo, sino al contrario. El celibato es una ley canónica que puede cambiar sin alterar el depósito de la fe. El sacerdocio de las mujeres no es dogma de la fe católica, sino derivación teológica de la Tradición, que con la Escritura y el Magisterio expresan la fe de la Iglesia católica. Y mutar el Sacramento de la Confesión en una absolución general es, simplemente, un sacrilegio. Allende sus diferentes naturalezas teológicas e históricas, sólo sería católicamente posible la supresión del celibato sacerdotal; y no está demostrado que los Ortodoxos o los Coptos católicos tengan más vocaciones o mejores índices de práctica religiosa por ordenar sacerdotes a hombres casados.

Tal vez la Iglesia atraviese una crisis en España, pero ni es una agonía eclesial, porque la fe sigue viva en las familias y en los jóvenes, ni la respuesta estriba en rebajar las exigencias de fe cristianas. La sociedad española está influida por el paganismo sincretista de la New Age, el materialismo que anula la libertad de elección, el relativismo que opina y duda de todo, el anticatolicismo de quienes no asumen el principio democrático en la Constitución española de cooperación entre la Iglesia y el Estado en aras del bien común, y la tibieza espiritual de nosotros -sacerdotes y obispos-, incapaces de testimoniar con claridad y valentía nuestra fe en Dios y la Iglesia. Formidables obstáculos para la fe, pero la Iglesia ha padecido peores crisis en su historia, y nunca fue solución someter su identidad dogmática a las modas y usos sociales. La Iglesia no es una multinacional, es anterior a las sociedades y estados occidentales y, según la fe, perdurará al fin de los tiempos porque es universal y el carácter de sus cuatro notas -Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad- colma la fe de los hombres y centra su esperanza en Dios.

¿Cuál es, entonces, la medicina para la crisis de fe de la Iglesia en España? Rezar, entregando el corazón al amor a Dios y al prójimo. Aunque nuestra paganizada sociedad no lo comprenda, en la vida de piedad y el trato con Dios radica la recuperación espiritual de la fe católica en España. En la mística están la respuesta, la fuerza y la Gracia para superar la crisis de fe en la Iglesia española, trabajando por el bien común y por los valores cristianos, por la belleza del Cristianismo, la liturgia y de la religiosidad popular, la piedad en la Eucaristía, la confianza en el Hijo de Dios, y la justicia y la misericordia con los pobres y necesitados. La sociedad española necesita la fe y la esperanza cristianas para no perder el regalo sublime de Dios al hombre por la Iglesia: el amor. En este amor los cristianos debemos perseverar frente al acoso interno y externo a la Iglesia, sabedores de que en la crisis de fe que atraviesa España tenemos una misión apostólica sencilla y hermosa: rezar.

Una apasionada y romántica apuesta de la razón por la sinrazón del todo o nada del amor a Cristo, que también exige que los cristianos conozcamos la fe católica que predicamos y practicamos. Rezar es amar a Dios -no se ama lo que no se conoce-, y sólo conociendo a Dios se le puede amar, y amándole conocerle. Amor a Dios y al prójimo que requiere el conocimiento intelectual de los Evangelios y la Escritura a la luz de la Tradición y del Magisterio, penetrada la razón del asentimiento de la fe profesada en el Credo y los Sacramentos. Y fe en la que sobran las medias verdades, las concesiones a la galería, esclavizar el alma a las banalidades sociales, el adulteramiento del dogma y la fe según opiniones, complejos o frustraciones particulares, o confundir lo moral con lo dogmático y lo espiritual con lo subjetivo. A nadie se le obliga a creer pero quien crea hoy en España ha de creer de verdad. Como en otras épocas difíciles para la Iglesia en la Historia, la crisis de fe católica que padece la sociedad española desaparecerá si quien es cristiano se entrega a Dios sin reservas, apasionadamente, con alegría y firmeza de corazón, inteligencia y voluntad. Para vencer la crisis espiritual de España, nuestra sociedad necesita cristianos de verdad.