ACOSO ESCOLAR
Beatriz se quería morir
Una adolescente de Guarnizo estuvo cerca del suicidio y tuvo que cambiar de centro escolar al descubrirse a fin de curso que estaba siendo acosada
 
Beatriz se quería morir
Los padres de la chica y ella misma, en su casa, la semana pasada. / CELEDONIO
Durante todo el curso escolar que ahora termina, Beatriz se ha querido morir. Tiene ojos azules y 13 años, es rubia, alta y de facciones delicadas. Hasta hace unos meses, además, era buena estudiante. Y si es que le quedaba algo de infancia, este año se le acabó bruscamente, cuando dos chicos y una compañera de su clase del colegio San José de El Astillero empezaron a insultarla cada vez que pasaban por su lado: virus, viroja, patosa, payasa. Se lo tragó a solas desde noviembre. En febrero se quiso tirar por la ventana de su casa nueva, en Guarnizo, y su padre se lo impidió. Se inició un rosario de consultas psicológicas. En mayo, la adolescente estalló. Lo contó todo. Ahora quiere que se castigue a los acosadores.

Ellos siguen en el centro educativo sin que se les haya abierto expediente o expulsado unos días mientras ella se ha tenido que ir al instituto público de la localidad, donde espera haber terminado segundo de la ESO. La familia ha puesto el maltrato sufrido por su hija en conocimiento tanto de la Fiscalía de Menores de Cantabria, como de la Oficina del Defensor del Menor, dependiente del Defensor Pueblo. En ambos estamentos está siendo investigado.

Beatriz dio un cambio radical a finales de 2005. De repente las notas cayeron en picado, no quería seguir estudiando, lloraba por cualquier cosa, adelgazó dos tallas. Del colegio salía «sola, triste y mustia». Que había un problema estaba claro pero ¿cuál?. Marta, su madre, y Rafael, su padre, pensaron primero en la anorexia y estuvieron pendientes. Avisaron al colegio, al que se pidió un poco de atención para la niña.

No regresó al aula

En febrero, el panorama se puso peor. Tras el intento que hizo Beatriz de tirarse por la ventana, acudieron de urgencia a una cita con un psiquiatra del sistema público de salud. Los padres intensificaron las visitas al centro escolar para reclamar, tanto a la tutora como al servicio de orientación que la tuvieran controlada, por si esto sirviera para detectar qué pasaba. El 9 de mayo, Beatriz salió de clase con un ataque de ansiedad, fuera de sí. Llorando y diciendo que no volvía. Fue entonces cuando contó que estaba siendo insultada y humillada.

No regresó al aula y hubo que gestionar, a la carrera, su ingreso en el instituto público de la localidad. Cuentan los padres que su expediente académico no llegó a tiempo, por lo que la chica ha tenido que repetir gran parte de los exámenes que ya tenía aprobados.

A Rafael y Marta les hierve la sangre al recordar todo lo que han pasado sin que nadie tomara el caso en consideración. «Sólo el educador de calle de El Astillero nos ha apoyado y nos ha ido dando soluciones». Ahora ponen en tela de juicio la postura de la inspectora de Educación, la de los psicólogos del sistema público y, sobre todo, la del colegio, que todavía no ha establecido una sanción para los hostigadores de su hija.

Defenderse por sí misma

De la inspectora de Educación cuestionan que, tras la entrevista, les dijera -poco más o menos- «que la niña tenía que aprender a defenderse por sí misma». Algo similar se lee en uno de los informes psiquiátricos de Valdecilla, en el que se afirma que a Beatriz «hay que ayudarla a superar estas situaciones, evitando la intervención de los padres, que deben tener un simple papel de mediadores». Tanto al padre (que ha estado más de dos meses de baja) como a la madre (que ha dejado su trabajo como autónoma), estas recomendaciones les parecen una completa ironía. «Yo he cogido a la niña del alféizar de la ventana. Que no me digan que haga de mediador», señala Rafael.

Aunque la mayor crítica la reservan para el centro escolar, al que solicitaron que reuniera a las familias de los fustigadores para informarles del problema. Se les denegó. La presidenta de la Asociación de Padres, Emilia Palazuelos, miembro del Consejo Escolar y vocal de la Concapa de Cantabria, apoya la versión de los padres, que creen que el colegio «no ha hecho nada» y, si lo ha hecho, «ha sido sin informarnos como merecíamos». Incluso, señalan, se les sugirió que se lleven a su hija pequeña del centro.

Mientras tanto, la directora del San José, que fue invitada a explicar la actuación del colegio, declinó el ofrecimiento afirmando que el procedimiento interno sigue su curso, por lo que no consideró pertinente dar detalles al respecto.

Marta Pérez compara el caso de su hija con el de Jokin, el chico guipuzcoano que se suicidó en 2004 tras sufrir acoso. «Mi hija ha estado tan mal, que poco faltó para acabar así. Todos los que han mirado para otro lado, se hubieran rasgado las vestiduras si esto hubiera pasado a mayores».

Libre ya del hostigamiento, la chica recupera poco a poco la normalidad. Mañana, viernes, tiene que recoger las notas en el instituto, donde se ha sentido muy arropada.

Por supuesto, la protagonista de esta historia no se llama Beatriz. Éste ha sido el nombre que eligió la adolescente, a petición de este periódico, cuando hace unos días decidió hacer público su caso para que sus acosadores no se vayan de rositas. Esa tarde, al ser preguntada sobre qué hacía cuando la insultaban, Beatriz bajó la cabeza y contestó: «Nada».

 

ANÁLISIS / Castigo para las víctimas
 
 
 
El verano pasado, Roberto se volvió a casa después de sólo tres días en el campamento. Es un niño espabilado, incluso algo lanzado para su edad. Esto no evitó que se topara con un grupito que, en todas las comidas y en todas las cenas, se dedicó a llamarle gafoso y maricón. Él, siempre tan sobrado, esta vez se vino abajo. Hubo que ir a rescatarle.

Otra adolescente santanderina, pongámosle Jana, también tuvo que dejar su colegio de toda la vida por un problema de acoso que, aún hoy, sigue sufriendo. Aunque cueste creerlo, poner tierra de por medio le ha servido de poco. Sus hostigadores se desplazan a su nuevo centro educativo para continuar insultándola.

A los padres, en ocasiones, les cuesta poner nombre a estas situaciones, que pueden empezar pareciendo juegos de críos y acabar en verdaderos descalabros si no se identifican a tiempo. Pero en todas las familias hay un sentimiento común: la total impotencia. El momento en que se constata que es el acosado el que se tiene que ir, lo que provoca que la víctima sea castigada por partida doble. Primero la agresión, sea del tipo que sea. Después, la ruptura de sus planes y el ver cómo los acosadores siguen adelante con los suyos. Con o sin amonestación. Tal día hizo un año, dicen en mi pueblo.

El ocultamiento, además, solía rodear hasta hace bien poco estos casos. Recientemente se supo que un 10% de los alumnos cántabros ha sufrido violencia continuada en el centro escolar y que la consejería de Educación ha abierto este curso 20 de estos expedientes en Cantabria. El informe añadía que en Secundaria lo habitual es que los agredidos se lo callen.

Dicen los expertos que esto se debe a que los agredidos sienten vergüenza por haberse convertido en el blanco de las burlas y acaban creyendo que se las merecen. Nora Rodríguez, pedagoga y autora de 'Stop bulliying. Estrategias para prevenir y frenar el acoso escolar', señalaba hace unos días que nadie puede sentirse ajeno al problema, ya que afecta a niños de entre tres y 16 años de edad. Aunque añadía que no hay que desesperar, dado que existen recetas para ayudarles a evitarlo.

Otra fórmula, más vieja que la orilla de la mar, es la de repetirse que los enemigos no siempre hacen daño, porque también nos enseñan a defendernos. Sólo que agarrarse a esta máxima quizá le sirva a un adulto, pero no a esos estudiantes que, cuando se están vistiendo para ir a clase, saben lo que les espera aunque no acierten a explicarse la eterna pregunta. «¿Por qué a mí?».

 

Educación: «Se actuó en cuanto se tuvo conocimiento del problema»
 
 
 
La Consejería de Educación tuvo conocimiento del problema de esta familia a principios de mayo y, en una semana, ya había trasladado a la adolescente de centro escolar, tal como reclamaron los afectados. Ramón Ruiz, director general de coordinación , centros y renovación educativa, defendió ayer tanto la actuación del colegio como la de la autoridad educativa regional diciendo que se ha seguido el protocolo establecido para estos casos.

Éste tiene en cuenta, lo primero, al alumno. «El bienestar de la niña es lo primero que nos ha importado», señaló, tras afirmar que el expediente que se ha abierto está a punto de ser concluida. «Sabemos que los padres se habían reunido cinco veces con la tutora de la clase de la chica y tres con la orientadora, pero el problema concreto, el que tenía lugar en el aula, no se supo hasta el 9 de mayo», insistió.

De esta forma, Ruiz rechazó que no se haya actuado con rapidez. «Todo lo contrario, las decisiones han sido ágiles. El acoso podía venir de atrás, pero si no se sabía en concreto cuál era el conflicto, mal se podían tomar decisiones ».

El alto cargo de la Consejería lamentó que la familia quisiera alejar a la víctima del colegio antes de que se acabara el proceso informativo.