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22 de junio de 2006


Santa Sede
El cardenal Bertone, arzobispo de Génova, es nombrado secretario de Estado
El arzobispo Lajolo será presidente de la Comisión Pontificia para la Ciudad del Vaticano
El Papa confiesa su dolor ante las dificultades que atraviesan los cristianos en Tierra Santa
Los desafíos de la migración de desde y hacia los países de mayoría islámica

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Santa Sede



El cardenal Bertone, arzobispo de Génova, es nombrado secretario de Estado
En sustitución del cardenal Angelo Sodano

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado secretario de Estado al cardenal Tarcisio Bertone, S.D.B, arzobispo de Génova, en sustitución del cardenal Angelo Sodano, quien había presentado su renuncia por motivos de edad.

Según informó este jueves la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Papa ha pedido al cardenal Sodano que siga en su cargo hasta el 15 de septiembre de 2006, con todas las facultades propias de este oficio.

«En esa ocasión, Su Santidad recibirá en audiencia a los superiores y oficiales de la Secretaría de Estado, para agradecer públicamente al cardenal Angelo Sodano su servicio amplio y generoso a la Santa Sede y para presentarles al nuevo secretario de Estado», afirma la nota vaticana.

Tras el anuncio, el cardenal Sodano publicó una declaración en la que expresó su «gratitud al Santo Padre Benedicto XVI, quien ha querido, a pesar de mis límites de edad, renovarme la confianza que me había expresado el difunto Papa Juan Pablo II, llamándome a esta responsabilidad hace quince años».

«Ya desde ahora anticipo mi más fraternas felicitaciones a mi futuro sucesor, el cardenal Tarcisio Bertone, con quien me unen, desde hace mucho tiempo, lazos de estima y amistad», añade el comunicado.

El purpurado concluye anunciando a los «amigos periodistas» que más adelante ilustrará «el trabajo desempeñado por la Secretaría de Estado y las diferentes oficinas de la Curia Roma», anunció.

«Es un trabajo metódico y profundo, un trabajo "de equipo" con gran espíritu de servicio, del que pretendo dar un agradecido testimonio», concluyó.

El cardenal Tarcisio Bertone, de 71 años, es piamontés --al igual que el cardenal Sodano--. Nació en Romano Canavese, provincia de Turín, en una familia de ocho hijos (fue el quinto).

Desde pequeño sintió la atracción de la vocación salesiana. Tras hacer la profesión religiosa en la familia de san Juan Bosco, fue ordenado sacerdote a los 25 años.

En 1989 fue nombrado rector de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y, en 1991, Juan Pablo II le nombró arzobispo de Vercelli (Italia). El mismo Papa le nombró secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, convirtiéndose así en la mano derecha del entonces cardenal Joseph Ratzinger.

El Papa Karol Wojtyla le pidió que se ocupara de la publicación de la tercera parte del «secreto» de Fátima.

En 2002, fue nombrado arzobispo de Génova y, al año siguiente, Juan Pablo II le creó cardenal.

El cardenal Angelo Sodano, de 79 años, es el decano del Colegio Cardenalicio. Como nuncio apostólico en Chile (1977-1988) contribuyó al éxito de la mediación pontificia entre ese país y Argentina para solucionar una controversia territorial que hubiera podido acabar en guerra.

El 28 de mayo de 1988, Juan Pablo II le nombró secretario de lo que entonces era el Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia. Desde el 1 de marzo de 1989, con la entrada en vigor de la constitución apostólica «Pastor Bonus», asumió el título de secretario para las Relaciones con los Estados.

El 1 de diciembre de 1990, Juan Pablo II le nombró pro-secretario de Estado y el 29 de junio de 1991, secretario de Estado, un día después de haber sido creado cardenal.

El 30 de abril de 2005, Benedicto XVI, que acababa de ser elegido Papa, le confirmó como secretario de Estado.
ZS06062206

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El arzobispo Lajolo será presidente de la Comisión Pontificia para la Ciudad del Vaticano


CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- El arzobispo Giovanni Lajolo, secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, será a partir del 15 de septiembre el nuevo presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Gobernación del mismo Estado.

Según informó este jueves la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el prelado italiano sustituirá en esa fecha al cardenal estadounidense Edmund Casimir Szoka, de 78 años, quien había presentado su renuncia por razones de edad.

Monseñor Lajolo era «ministro» de Asuntos Exteriores de la Santa Sede, como es comúnmente denominado el cargo, desde octubre de 2003 por decisión de Juan Pablo II.

Nacido en Novara (Italia) hace 71 años, monseñor Lajolo, había sido antes nuncio apostólico en Alemania, procediendo de la carrera diplomática en la Santa Sede, emprendida en 1970.

Según la ley fundamental del estado de la Ciudad del Vaticano, el poder legislativo es ejercido por una Comisión compuesta por el presidente, que normalmente es un cardenal, y por otros cardenales nombrados por el Papa.

De la gobernación dependen las instituciones que garantizan la vida ordinaria de esa Ciudad Estado, en particular, los Museos Vaticanos.
ZS06062207

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El Papa confiesa su dolor ante las dificultades que atraviesan los cristianos en Tierra Santa
Al encontrarse con la reunión de agencias de ayuda a las Iglesias Orientales

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI manifestó públicamente su dolor este jueves al constatar las dificultades que experimentan los cristianos que viven en Tierra Santa.

Sus preocupadas palabras fueron escuchadas por el centenar de participantes en la Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO, según sus iniciales en italiano), comité surgido en 1968, dependiente de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, del que forman parte agencias de todo el mundo que ayudan a esas comunidades católicas.

Recordando que, en esta reunión la ROACO ha analizado en particular la situación de los cristianos en Tierra Santa, el obispo de Roma reconoció que «todos desean poder encontrar siempre en la tierra en la que nació nuestro Redentor una comunidad cristiana viva».

«Las graves dificultades que está viviendo, a causa del clima de grave inseguridad, por la falta de trabajo, por las innumerables restricciones con la creciente pobreza que se deriva, constituyen para todos nosotros un motivo de sufrimiento», aseguró.

«Se trata de una situación --añadió-- que hace particularmente incierto el futuro educativo, profesional y familiar de las generaciones jóvenes, que por desgracia experimentan la tentación de dejar para siempre la tierra natal que tanto aman».

«Esto se da también en otras áreas de Oriente Medio, como Irak e Irán», que también reciben la ayuda de la ROACO, siguió diciendo.

«¿Cómo afrontar problemas tan graves?», se preguntó el Santo Padre.

«Nuestro primero y fundamental deber sigue siendo el de perseverar en una confiada oración al Señor, que nunca abandona a sus hijos en la prueba», respondió.

A ésta, añadió, «debe acompañarle una solicitud concreta fraternal, capaz de encontrar caminos siempre nuevos y en ocasiones inesperados para salir al paso de las necesidades de esas poblaciones».

El Papa concluyó haciendo un llamamiento «a los pastores y a los fieles, a todos los que desempeñan papeles de responsabilidad en la comunidad civil para que, favoreciendo el respeto mutuo entre las culturas y religiones, se creen cuanto antes, en toda la región de Oriente Medio, las condiciones de una serena y pacífica convivencia».

El pasado 14 de junio, una declaración de Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, manifestó la cercanía del Papa a las poblaciones de Tierra Santa en estos momentos en que tiene lugar un nuevo estallido de violencia».

La nota alentaba a reanudar «con valentía el camino de la negociación, el único que puede llevar a la paz justa y duradera a la que todos aspiran».

En la asamblea de la ROACO celebrada en Roma se ha analizado, en particular, la situación de las escuelas católicas en Israel, particularmente en Galilea, para ver cómo es posible intensificar su labor en la promoción de la convivencia pacífica entre los diferentes pueblos y religiones.
ZS06062205

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Los desafíos de la migración de desde y hacia los países de mayoría islámica
Síntesis de las intervenciones en la sesión plenaria del Consejo Pontificio para los Emigrantes y los Itinerantes

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la síntesis que los organizadores han distribuido este jueves de las intervenciones en la sesión plenaria del Consejo Pontificio para las Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes celebrada en el Vaticano del 15 al 17 de mayo de 2006 con el tema «Migración e itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica».

 

* * *




Signo de los tiempos, el fenómeno de la movilidad humana plantea no pocos problemas también religiosos y espirituales, además de sociales, económicos y políticos. Cuando se trata de «Migración e itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica», la complejidad, la actualidad y la importancia del argumento se presentan ante los ojos de todos. Esa problemática fue la que se contempló en la XVII Sesión Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en la que participaron los Miembros y Consultores del Dicasterio, junto con Agentes de pastoral y expertos.

Al saludar, en el Vaticano, a los participantes, Su Santidad Benedicto XVI afirmó que el diálogo interreligioso es parte integrante del compromiso eclesial de servicio a la humanidad, hoy, y constituye casi el «pan de cada día» para quienes trabajan en contacto con los migrantes, refugiados e itinerantes. «Todo creyente – agregó el Santo Padre – está llamado a abrir sus brazos y su corazón a cualquier persona, – especialmente a los pequeños y a los pobres – sea cual sea el país de donde provenga, dejando que las autoridades responsables de la vida pública establezcan en este campo las leyes que consideren oportunas para una sana convivencia», dentro del respeto de los derechos humanos de todos. El Papa así terminó: «Es de esperar que también los cristianos que emigran a los países de mayoría islámica encuentren allí acogida y respeto de su identidad religiosa», definiendo la pastoral de los emigrantes «una vanguardia significativa de la nueva evangelización en el actual mundo globalizado».

En la misma línea de lo que había afirmado el Santo Padre, el Presidente del Dicasterio, Cardenal Renato Raffaele Martino, al introducir los trabajos con un discurso titulado «El lema de la Plenaria a partir de nuestros recientes documentos y congresos», puso de relieve que para resolver de modo positivo los problemas que plantea el número siempre creciente de migrantes e itinerantes desde y hacia los países de mayoría islámica, se requiere un diálogo interreligioso franco y leal, un testimonio vivido de caridad y de acogida, el respeto escrupuloso de la libertad religiosa, una adecuada integración social y cultural que observe las leyes civiles vigentes, y una reciprocidad bien entendida. Entre los puntos que se destacaron en el discurso del Cardenal está el voto de que no sólo por parte de los católicos, sino también de los musulmanes, haya una «creciente toma de conciencia sobre el carácter imprescindible del ejercicio de las libertades fundamentales, de los derechos inviolables de la persona humana, de la dignidad de la mujer y del hombre, del principio democrático en el gobierno de la sociedad y de la correcta laicidad del Estado» (Instrucción Erga migrantes caritas Christi – en adelante EMCC – 66).

Por su parte, el Secretario del Consejo Pontificio, Arzobispo Agostino Marchetto, en su intervención titulada «Los cambios, el pensamiento y la obra del Consejo Pontificio, desde la última Sesión Plenaria», subrayó que uno de los objetivos de esta Reunión consistía en convencer acerca de la importancia de un verdadero diálogo, que tenga siempre un mayor alcance, sacando de él algunas conclusiones concretas para garantizar la acogida y la comprensión a quienes se encuentran en condiciones de movilidad humana, también desde y hacia los países de mayoría islámica. A estas personas o grupos, se les pide que den una aportación leal y generosa al bien de la comunidad que los acoge y a la misma Iglesia local. Mons. Marchetto agregó después que las comunidades más estables están invitadas a comprender las necesidades particulares de los «hospedados» o de los inmigrados, desarrollando un sentido de gran solidaridad. De este modo, todos juntos, los del lugar y los recién llegados, pueden contribuir a realizar una cultura de convivencia, de comprensión y de paz, dentro del respeto de los derechos humanos de cada uno. Mons. Secretario, partiendo luego de un análisis más crítico de los acontecimientos históricos que hoy condicionan todavía la movilidad, afirmó que es posible, para las Iglesias (a qua y ad quam), dar una aportación indispensable a la sociedad, para una adecuada regulación de la movilidad misma y la protección de las personas en ella implicadas, y a todos. Su fundamento son el respeto recíproco y la justicia en los tratamientos jurídico-religiosos. «La reciprocidad es también una actitud del corazón y del espíritu, que nos hace capaces de vivir, todos juntos, en todas partes, con iguales derechos y deberes» (EMCC, 64).

En su intervención, en la tarde del primer día de la Plenaria, el P. Maurice Borrmans, M.Afr., Profesor emérito del Pontificio Instituto de Estudios Árabes y de Islamística, presentó un cuadro completo (numérica y geográficamente) y detallado (estadísticamente) de las dimensiones actuales «de la ‘convivencia’ en los países con una población musulmana mayoritaria y presencias cristianas minoritarias, antiguas o recientes». Según el P. Borrmans, para el futuro, la posibilidad de tal ‘convivencia’ se hace precaria por los choques entre las distintas facciones y por los atentados terroristas de los últimos años. De hecho, – afirmó él – «las minorías son siempre las que corren el riesgo de volverse ‘chivos expiatorios’ debido a las fáciles generalizaciones y a las amalgamas simplistas que hacen revivir antiguos prejuicios y sueños de cruzadas o de jihâd». El mundo islámico no es monolítico. La movilidad humana ha renovado las problemáticas de las convivencias. De ello se desprende una relación original, y a veces contradictoria, entre religión, cultura, Estado y ordenamiento jurídico, tanto más en cuanto que al acoger la modernidad, la democracia y la laicidad, cada país realiza una síntesis completamente contextualizada.

El Secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Arzobispo Pier Luigi Celata, quien habló después, observó que «el creciente fenómeno de la movilidad humana sigue determinando la superación de los límites geopolíticos que en otros tiempos constituían, en muchos casos, también las líneas de separación entre el mundo cristiano y el mundo islámico». Para llegar a una convivencia pacífica, Mons. Celata recordó las palabras del Santo Padre Benedicto XVI: «el diálogo es una necesidad vital», sobre todo para los cristianos que están llamados a amar al prójimo con el vigor y a ejemplo de Cristo. Remitiéndose a la enseñanza del Papa en el discurso que dirigió a los musulmanes en Colonia el año pasado, el Arzobispo destacó los desafíos comunes a los cuales los cristianos y los musulmanes están llamados a responder. Entre ellos, ante todo el terrorismo; para luchar contra él es preciso lograr «extirpar de los corazones el sentimiento de rencor, contrarrestar toda forma de intolerancia y oponernos a cualquier manifestación de violencia». Mons. Celata subrayó luego la importancia de la colaboración entre cristianos y musulmanes para garantizar los valores relacionados con la dignidad de la persona humana, como la libertad religiosa, el respeto recíproco, la solidaridad y la paz. Refiriéndose a las tensiones heredadas del pasado, el Secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso invitó a que hiciéramos nuestro el deseo expresado por el Santo Padre de «buscar caminos de reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro». Mons. Celata señaló, además, en el relativismo cognoscitivo y moral, y en el secularismo inmanentista, tan difundido hoy en nuestras sociedades, un desafío - para cristianos y musulmanes – a testimoniar juntos lo trascendente. Ante la dificultad, más bien difundida entre los musulmanes, de comprender y vivir el principio de una sana laicidad, y teniendo en cuenta la necesidad de su correcta integración en las sociedades occidentales, «estamos llamados», como cristianos y como ‘ciudadanos’, «a través de una oportuna obra de diálogo, a ofrecerles, mediante una actitud de respetuosa amistad», el testimonio de nuestra experiencia.

El segundo día de la plenaria, afrontando el tema de las migraciones desde los países de mayoría islámica, el Secretario General del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas, Mons. Aldo Giordano, en nombre del P. Hans Vöcking, M. Afr., imposibilitado para participar, presentó la situación de los inmigrados musulmanes en Europa. Su presencia ha aumentado muchísimo, contribuyendo a dar una dimensión multirreligiosa a la sociedad europea. El dilema ante el cual se enfrentan los musulmanes en la diáspora europea es la modernidad y la post-modernidad. Desde luego, algunos musulmanes entreven el camino de una «inculturación» en la sociedad europea («Islam de las luces»), pero la mayoría considera la cultura europea en términos muy problemáticos y aspira a un retorno del modelo medieval del Islam, con un fuerte vínculo entre religión, sociedad y política. Según el P. Vöcking, para hallar un camino de integración, es importante la garantía de la libertad religiosa, la independencia de las financiaciones del exterior, la creación de estructuras para la formación de responsables, la atención a la educación cívica, a la democracia y a los derechos humanos, el diálogo entre las religiones y también una correcta información en los media. Así, terminó él, se hallará el camino para una interpretación del Islam que tenga en cuenta los valores, más que las leyes, y las opciones personales, más que una «edad de oro».

En Brunei, la presencia de los migrantes representa, para la Iglesia local, un reto para expresar su solidaridad de manera tangible y fraterna; todavía más, – subrayó el Obispo Cornelius Sim, Vicario Apostólico – la Iglesia, al responder a sus necesidades espirituales, garantiza un servicio aún más necesario que la ayuda material. «Los trabajadores migrantes encuentran en la Iglesia un camino para servir a sus compañeros católicos, enriqueciendo así la experiencia mutua de ser Iglesia», participando también en la promoción cultural y económica del país.

El Prof. Stefano Zamagni, Presidente de la Comisión Católica Internacional para las Migraciones, hablando de la acogida que se da hoy a un gran número de refugiados musulmanes, puso de relieve cómo ellos tienen concepciones de vida y creencias religiosas profundamente distintas de aquellas de los habitantes autóctonos. Por tanto, invitó a evitar los dos escollos que impiden su armoniosa inserción en el tejido social, es decir, el sincretismo relativista – según el cual todas las religiones son iguales – y el intento de asimilación, más o menos forzosa. Luego animó a que se elaborara un modelo de diálogo intercultural que proporcione la respuesta, incluso en materia de recursos públicos, a la «posibilidad de aceptación» («moral consecuencial») de sus solicitudes.

El Arzobispo de Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, Mons. Anselme T. Sanon, al no poder estar presente, envió una relación sobre el tema de la acogida a los refugiados cristianos en los países de África Occidental con mayoría islámica. S. E. Mons. Béchara Raï, Obispo de Jbeil en el Líbano, leyó la relación, en la que se destacó y sintetizó, en un panorama articulado, las distintas situaciones que caracterizan esas llegadas. Al subrayar el importante papel que debe desempeñar la Iglesia en este campo, se ofreció una amplia gama de respuestas pastorales que se pueden dar, entre ellas, en particular, la creación, en las diócesis, de una capellanía para los refugiados, con el objeto de tratar de responder a sus peticiones. Al mismo tiempo, se solicitó un compromiso responsable, por parte de las Instituciones internacionales, y una preciosa obra de sensibilización de los medios de comunicación social.

El Dr. Michael Galligan-Stierle, Asistente Secretario para la Pastoral Universitaria de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, presentó la realidad de los estudiantes extranjeros (internacionales) en EE.UU., procedentes de los países islámicos. Resumió brevemente la historia de los múltiples encuentros, de las consultas y declaraciones conjuntas, en un diálogo entre musulmanes y católicos, desde 1987. Y luego señaló los datos estadísticos relativos a los 16,3 millones de estudiantes universitarios de su país, de los cuales 591.188 son extranjeros (internacionales). Después ilustró algunas de las mayores preocupaciones que deben afrontar los estudiantes musulmanes, principalmente el lugar para orar en los Campus, enumerando una gran cantidad de programas que se ofrecen a la población estudiantil musulmana, mediante las respuestas a un cuestionario que se envió a los 1.200 capellanes de la pastoral universitaria. En fin, recomendó que todos los proyectos pastorales para los estudiantes extranjeros (internacionales) sean una expresión de respeto, diálogo, apertura cultural y libertad.

El P. Bernard Lapize de Salée, S.J., al ilustrar la situación de los estudiantes extranjeros (internacionales) en Argelia, cuyo número es creciente, relató que allí la Iglesia considera que la presencia de esos estudiantes es una grande gracia y un excelente testimonio en la Argelia musulmana. De hecho, aunque los estudiantes musulmanes son los más numerosos, hay muchos cristianos, procedentes esencialmente de los países francófonos de África occidental. Dichos estudiantes participan activamente en la vida de la Iglesia y constituyen el elemento más joven de las comunidades cristianas en el país. Además, ofrecen su experiencia directa con la juventud argelina musulmana, con la que viven en contacto en las ciudades universitarias. El P. Lapize de Salée terminó diciendo que sería deseable una colaboración, o por lo menos contactos, entre las Iglesias de los países de procedencia y las del Maghreb (África del norte). Esto se realiza ya en parte.

Pasando a la itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica, al referirse a la problemática de los Rom, la Dra. Hannelore Valier, de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa, puso de relieve que la mayoría de ellos, excluyendo a India, vive principalmente en Europa central y oriental. A pesar de que se les asocie por lo general al nomadismo, viven establemente en los países europeos desde hace centenares de años. Entre los problemas que ellos deben afrontar están la marginación, la xenofobia y el racismo, así como el bajo nivel de instrucción (50-90%), la asistencia sanitaria insuficiente y las condiciones muy pobres de vivienda. A pesar de todo ello, la voluntad de sobrevivir ha sido la que ha dado impulso a los Rom en el transcurso de los siglos. La comunidad internacional está trabajando, de todos modos, para mejorar su integración social, dentro del respeto de su identidad cultural, basándose en el principio de un tratamiento justo. Es necesario, por tanto, fortalecer la madurez de las sociedades democráticas y su capacidad de comprender y respetar la diversidad social, cultural y religiosa.

En el sector del Apostolado del Mar, el diácono Ricardo Rodríguez Martos, de Barcelona (España), informó que esa actividad pastoral ofrece servicios fundamentalmente iguales a todos los marinos, sea cual fuera su religión. Según cálculos estadísticos, el 18% de los marinos mercantiles serían musulmanes, es decir, unas 200 mil personas. Generalmente son muy religiosos y practicantes. Los musulmanes, en todo caso, no piden asistencia religiosa a los cristianos, y si se les propone (por ej., proporcionando un contacto con una mezquita), por lo general no la aceptan. Aprecian, en cambio, una ayuda material - cuando es necesario – y los testimonios de caridad y de amistad. El Apostolado del Mar ha solicitado en la última década una colaboración con las mezquitas de Barcelona, pero no ha tenido éxito. Recientemente, sin embargo, el Consejo Islámico de la ciudad se ha mostrado favorable a una colaboración, a través de la cual el AM podrá dirigir a los marinos musulmanes que solicitan asistencia religiosa a su propia comunidad local.

Por su parte, el P. Xavier Pinto, C.Ss.R., Director nacional del Apostolado del Mar en India, declaró que el 70% de los marinos que allí visitan los centros Stella Maris son filipinos y el 30% restante está constituido por marinos indios, de Bangladesh y pakistaníes, en ese orden. Según el relator, para muchos musulmanes Jesús es un ejemplo de santidad y de piedad, que habría vivido el verdadero Islam. Este sería el punto de partida que permite una interacción con los musulmanes y un trabajo conjunto. El P. Pinto agregó luego que para poder practicar el apostolado para los marinos a bordo y que se detienen en los puertos, es necesario, ante todo, respetar las leyes del país que recibe y lograr integrar el Apostolado del Mar en la pastoral de conjunto de la Iglesia local, también en los países de mayoría islámica.

Sor Patricia Ebegbulem, SSL, explicó, en relación con la asistencia a las «mujeres de la calle» nigerianas, tanto en su patria como en tierra extranjera, que la mayor parte de ellas practica el triste comercio de su cuerpo por motivos de pobreza y de discriminación. La Iglesia católica se halla a la vanguardia en la rehabilitación y promoción de la dignidad de las mujeres y de la feminidad (con cita de Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Ecclesia in Africa, n. 121). Sor Patricia propuso que el año 2010 sea declarado Año de la Dignidad de las Mujeres, e invitó a apoyar esa propuesta.

El P. Martin McDermott, S.J., refiriéndose al Líbano, subrayó que actualmente existen dos tipos de «mujeres de la calle» en el país: las ex-domésticas, a la merced de sus «protectores», tanto musulmanes como cristianos, y las denominadas artistas. La prostitución está prohibida en teoría, pero en la práctica es reglamentada. Esas mujeres, una vez que han llegado al Líbano, se hallan imposibilitadas para cambiar de vida e incluso para desplazarse en el interior del país, con un mecanismo que las despoja de los derechos, de los documentos y, por tanto, de la libertad.

En su intervención la Sra. Thérèse Farra, libanesa, indicó en las peregrinaciones denominadas «compartidas» - es decir, realizadas por cristianos y musulmanes juntos - una ocasión para crear amistades durables y establecer una red de relaciones constructivas. La organización «Darb Maryam» (El camino de María), que trabaja en este campo, se propone ser ocasión de encuentros para practicar el «diálogo de la vida» y animar a la búsqueda de los valores comunes. Los participantes descubren en él la religión de los otros, caminando y orando juntos por la paz, lado a lado, tratando de construirla entre ellos y de difundirla a su alrededor.

Mons. Liberio Andreatta, Administrador Delegado de la «Opera Romana Pellegrinaggi», al afrontar el tema de las peregrinaciones católicas en los países de mayoría islámica, hizo notar cómo el encuentro con los musulmanes es bastante frecuente en varias etapas de la peregrinación. En dichas ocasiones, se entablan conversaciones, diálogos y a veces discusiones que, no obstante, no llevan a un acercamiento de las posturas religiosas o de las ideas, debido a convicciones muy arraigadas. Es posible, además, incluso es un deber, que los cristianos redescubran en la peregrinación su propia identidad, quiere decir, que son discípulos de Cristo y están comprometidos en la «Misión ad Gentes». Desde luego, el arquetipo del peregrinar consiste en ir en busca del rostro de Cristo en la persona de los hermanos.

En fin, en el campo del apostolado de la aviación civil, Don Paschal Ryan, Capellán del Aeropuerto de Heathrow, en Londres, observó que, debido a la «mundialización», los aeropuertos se han transformado también en cruce de caminos de la civilización contemporánea. Ellos no reflejan únicamente la propia comunidad local, sino también la comunidad global. Por los aeropuertos pasan numerosos creyentes de distintas religiones, que viajan igualmente por motivos religiosos, ya que la noción de peregrinación es común entre los cristianos, los judíos, los hinduistas, los musulmanes y otros. En el Islam, además, se exhorta a los creyentes a que vayan a los distintos santuarios que recuerdan a su profeta Muhammad, por lo menos una vez en la vida. En el aeropuerto de Heathrow trabajan 65/70.000 personas de distintas religiones. Desde luego, lo típico de los aeropuertos es el carácter fugaz de los muchos encuentros entre las personas, pues son millones los pasajeros que allí transitan rápidamente cada año. No obstante, esta situación no acostumbrada permite encontrarse con el extranjero y comprender cómo los contactos entre los cristianos y los seguidores de otras religiones pueden llevar incluso a una fecunda colaboración. Además, al ver a hombres y mujeres de distintas religiones, razas y clases sociales que trabajan juntos, o que comparten el mismo espacio de oración multirreligiosa, es posible imaginarse cómo podría o, mejor, como debería ser el mundo.

En el último día de la Plenaria, el Arzobispo Giovanni Lajolo, Secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, afirmó que más allá de los temores y titubeos, una gestión sensata y transparente de las migraciones podría proporcionar beneficios, tanto a los países de origen como a aquellos de destino. Afrontó, pues, un tema que se ha discutido en varias naciones europeas que temen abrir su propio territorio pero que, sin embargo, presentan una necesidad crónica de mano de obra joven, flexible y barata, cuya utilización para el trabajo no parece ocasionar graves efectos negativos para la ocupación de los trabajadores autóctonos. «La Iglesia», dijo el Arzobispo, «de acuerdo con la naturaleza católica de su misión y con su opción preferencial por los pobres, está en favor del derecho a emigrar y de la tutela de los derechos de los migrantes. Eso no impide la tarea importante de los políticos, de reglamentar la consistencia y la forma de los flujos migratorios, de manera que los inmigrados puedan sentirse acogidos humanamente, con dignidad, y que la población del país receptor no se vea puesta en condiciones objetivamente favorables al rechazo, con consecuencias nefastas para los inmigrados, pero no menos para la cultura humana de la población que recibe y para las relaciones entre los pueblos». Haciendo notar que la religión constituye, para varias personas procedentes de países con mayoría islámica, un elemento de profunda identificación, el Arzobispo reafirmó la necesidad de un riguroso y recíproco respeto de la libertad religiosa, con la consiguiente defensa de las minorías y de sus derechos humanos. «Si desde varias partes – subrayó Mons. Lajolo – se solicita por lo menos la reciprocidad del respeto y de las concesiones (libertad de culto, construcción de lugares de culto...), sin embargo, este concepto, entre muchos Estados de varios continentes, parece por el momento ajeno, en materia religiosa, a una gran parte de los países musulmanes que invocan para sus ciudadanos en el extranjero la totalidad de los derechos que ellos no reconocen, en cambio, a los migrantes de otras creencias en el propio territorio». Según Mons. Lajolo, la Santa Sede seguirá declarando su firme oposición a todo intento por utilizar la religión para justificar el terrorismo y la violencia. En fin, el Secretario para las Relaciones con los Estados, señaló el delicado problema de la falta de protección para los cristianos en países de mayoría islámica, que está llevando a miles de fieles a dejar su propia patria.

Para terminar, el Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Arzobispo Robert Sarah, después de haber trazado un perfil de los migrantes procedentes del África sub-sahariana, explicó que las causas de su éxodo están relacionadas con la historia, con la situación sociopolítica, con situaciones dramáticas de inseguridad y de guerra, con las condiciones económicas y con fenómenos culturales como la globalización. Además, por causa de las guerras civiles en algunos países, más de 4 millones de personas han huído de esa región. El Arzobispo explicó luego que el estado crónico de pobreza e inseguridad, que deja el continente africano en una situación de subdesarrollo permanente, influye negativamente en las personas y en las instituciones, reduce las inversiones del exterior, fomenta la criminalidad, etc... Al delinear, luego, el camino que recorren los migrantes para llegar al Maghreb, Mons. Sarah definió como un verdadero vía crucis la tragedia que viven estas personas, que a su llegada son tratadas de manera humillante e inhumana. Mons. Sarah, después de haber señalado los mayores problemas que deben afrontar los migrantes, presentó algunas soluciones y perspectivas. «La Iglesia, en especial la que está en África, tiene el deber de asumir siempre más integralmente la función de buen samaritano». Los cristianos, por su parte, están invitados a realizar, claramente y con plena entrega, el papel que les compete con los inmigrados y refugiados. Las Conferencias Episcopales de los países emisores y receptores podrían dar su propia aportación informando, ayudando y acompañando a los que quieren migrar dentro de la legalidad. Habría que prestar una especial atención a la ayuda para la integración, dentro del respeto de la cultura, de la religión y de los valores humanos fundamentales. Mons. Sarah invitó, pues, a promover el diálogo social, intercultural y también interreligioso.

[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio para las Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes]
ZS06062202

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Mundo



Si Amnistía Internacional promueve el aborto, se desacreditará; asegura el cardenal Martino


SINGAPUR, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Amnistía Internacional, la organización comprometida con los derechos humanos, se desacreditará si promueve el aborto a nivel mundial, ha afirmado el cardenal Renato R. Martino, presidente de los Consejos Pontificios para la Justicia y la Paz y para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

Amnistía Internacional, fundada por el abogado católico Peter Benenson en 1961, con sede central en Londres, ha emprendido una consulta entre sus dos millones de miembros repartidos por el mundo para preguntar si debe abandonar su posición de neutralidad ante el aborto y pasar a luchar por su introducción legal en el mundo.

«Estimo a Amnistía Internacional, pero de este modo se pillarían las manos. Espero que no lo hagan pues se desacreditarían como defensores de los derechos humanos», afirmó el cardenal Martino en una entrevista concedida a la agencia Reuters desde Singapur.

Según han declarado a Zenit testigos presenciales de la entrevista, el cardenal Martino afirmó que el embrión humano debe ser tratado como una persona, con su dignidad humana, con los derechos de cualquier ser humano, según declara la Carta de las Naciones Unidas en 1948 y en 1992.

Si Amnistía Internacional da este paso, añadió el purpurado, surgirá la pregunta: «¿De quién defienden los derechos humanos? ¿De todos? No. No del no nacido, que sera asesinado».

El cardenal se encuentra realizando una visita de tres días a Singapur para celebrar los 25 años de las relaciones diplomáticas de esta República con la Santa Sede.
ZS06062208

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Una Biblia del Niño en 150 lenguas


ROMA, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- La asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha terminado la 150ª traducción de su Biblia del Niño, «Dios habla a sus hijos».

Concretamente, se trata de la traducción al sindi, una lengua indo-aria hablada por unos 20 millones de personas en la provincia de Sind (sureste de Pakistán) y en los Estados de Gujarat y Rajastán (noroeste de India). Para escribir el sindi se ha utilizado un alfabeto árabe modificado. La primera edición en sindi de «Dios habla a sus hijos», que alcanzará los 10.000 ejemplares, se está imprimiendo actualmente en Pakistán.

María Zurowski, jefa de la Sección de Pastoral de la Familia de AIN, explicó este jueves: «Mientras que las Escrituras a menudo son olvidadas en Occidente, para innumerables pueblos de los países del Tercer Mundo revisten una importancia extraordinaria, sobre todo, para los niños y jóvenes, incluidos los niños soldado y los presos».

«Además, obispos de todo el mundo han calificado este pequeño libro como ‘excelente herramienta para la evangelización’. La obra ha sido traducida a algunas de las lenguas más raras del mundo, tales como el tukano de los indígenas de la región amazónica brasileña o el tshiluba, una lengua tribal hablada en la República Democrática del Congo».

Hasta el momento, más de 43 millones de copias de la Biblia del Niño de AIN han sido distribuidas, y la asociación prevé imprimir otros 1,35 millones de ejemplares más en el transcurso de este año.

En Internet se pueden consultar versiones en 30 lenguas: www.kirche-in-not.org/kinderbibel.html
ZS06062204

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Se renueva la consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús


BOGOTÁ, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).-El viernes 23 de junio se llevará a cabo una Eucaristía solemne en la catedral de Bogotá para celebrar y renovar la consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús.

La celebración tendrá lugar a las 12 del día en la Catedral Primada.

«La Arquidiócesis de Bogotá invita a todos los católicos a participar en este homenaje y a orar al Sagrado Corazón de Jesús por la paz y la reconciliación de los colombianos», afirma un comunicado emitido por la Conferencia Episcopal de ese país.
ZS06062214

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Multitudinaria peregrinación en México para pedir por la paz
La convocan la Iglesia y organizaciones sociales de cara a las elecciones del 2 de julio

MÉXICO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org-El Observador).-Este sábado 24 de junio, miles de personas se reunirán en peregrinación hacia la Basílica de Guadalupe para rezar por la paz y la unidad de los mexicanos tras las próximas elecciones del 2 de julio.

El clima previo a las elecciones ha causado mucha crispación en la sociedad. Por este motivo, la Iglesia y organismos como la Unión Nacional de Padres de Familia están invitando a esta gran marcha que, también, aprovechará para renovar la consagración de México al Sagrado Corazón de Jesús y a Maria de Guadalupe.

Antes de la marcha, mañana viernes, en el corazón geográfico de México --la Montaña de Cristo Rey-- se realizará la renovación de la Consagración de México al Sagrado Corazón de Jesús aprovechando que es el día de la festividad y la presencia en el santuario de la Montaña de Cristo Rey de las reliquias de Santa Margarita María Alacocque, confidente del Sagrado Corazón.

La anterior Consagración había sido en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México en 1924.
La peregrinación del próximo sábado saldrá a las diez de la mañana desde la Cruz de la Evangelización, en el cruce de las calles de Reforma y Calzada de los Misterios, en la Ciudad de México. Ahí, el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, dará su bendición a los peregrinos.

Acto seguido, irán por Calzada de los Misterios hasta la Basílica de Guadalupe, donde se tiene prevista la santa misa a las doce del día. Los organizadores están esperando una asistencia cercana a los 250 mil peregrinos que irán vestidos de blanco.
ZS06062212

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Tras las elecciones, los obispos de Perú piden unidad y apoyo para los más necesitados
Mensaje del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana

LIMA, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el Mensaje emitido por el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana tras las elecciones presidenciales celebradas en ese país.

 

MENSAJE DEL CONSEJO PERMANENTE
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA
«Dispuestos a dar respuesta a la Esperanza» (1Pedro 3,15)
 




1. El pueblo peruano ha elegido un nuevo Presidente, un nuevo Congreso y los miembros del recién creado Parlamento Andino. El proceso electoral ha finalizado y observamos que nuestra democracia se va fortaleciendo, por lo cual todos nos felicitarnos.

2. Al concluir una etapa electoral, ahora está frente a nosotros el compromiso y el reto de construir el futuro, buscar el bien común, atender responsablemente a nuestras mayorías marginadas, construir con generosidad, cultivar la sana tolerancia y buscar un diálogo fecundo de todas las fuerzas políticas y sociales. Deben quedar atrás las divisiones, las confrontaciones y todo aquello que perjudique la búsqueda del entendimiento común.

3. Los Obispos del Consejo Permanente hacemos una invocación fraterna para que todos los ciudadanos centremos nuestros esfuerzos en el desarrollo y promoción de la persona humana "que es y debe ser el principio, sujeto y fin de todas las Instituciones sociales" (CCIC n 441).

4. En esta hora solemne del Perú se requiere urgentemente fortalecer nuestra convivencia social en base al respeto de la justicia; al compromiso inequívoco por la paz; a la defensa por la vida; al respeto irrestricto de los derechos humanos y a la lucha frontal contra todo aquello que afecte a nuestras Instituciones democráticas, porque "el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política" (B.XVI, Dios es amor n.28,a).

5. Toda Política de Estado debe respetar los principios éticos y morales vinculados con la promoción del bien común, porque el único recurso válido es el diálogo fecundo y alturado que genere espacios de concordia. El recurso a la violencia, a la fuerza y a la intolerancia serán siempre caminos destructivos de confrontación y beligerancia. Los peruanos queremos la paz, el desarrollo y el progreso de nuestra Patria, y para lograr esto se requiere el esfuerzo y la colaboración de todos los partidos políticos y de todos los grupos sociales sin exclusión.

6. Al contemplar el vasto panorama del Perú vemos los avances cualitativos logrados, sobre todo en el marco de la macro-economía; no obstante, la Iglesia Católica desea hacer un llamado al nuevo Gobierno, a todas las clases políticas representadas en el Congreso de la República y a los empresarios para abogar por los más necesitados del Perú y generar así una esperanza auténtica.

7. El denominado "Perú profundo", representado por las regiones y departamentos más alejados, reúne condiciones de vida envueltas en pobreza, marginación y olvido. Un país como el Perú, rico en recursos naturales, es trágicamente pobre en la condición en la que viven la mayoría de sus pobladores. La exclusión de los beneficios económicos de muchos hermanos nuestros exige una solución justa en la lucha contra la pobreza a fin de garantizar la justicia social, además de condiciones dignas para una calidad de vida que abarque el acceso a los servicios generales indispensables: salud, educación, vivienda, agua, electrificación y vías de comunicación.

8. Nos queda un camino arduo y difícil pero debemos mirar hacia el futuro con optimismo confiando en el compromiso y capacidad del espíritu humano para trabajar por la unidad, para ayudar y dirigir a nuestro país hacia el progreso y bienestar.

Que los santos peruanos y el Señor de los Milagros concedan las gracias para lograr un Perú más noble, más digno, más justo y más humano.


Lima, 21 de junio de 2006
ZS06062211

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Flash



Cetelmon TV iniciará sus emisiones por satélite el 1 de julio


ALICANTE, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org-Veritas).-La televisión católica Cetelmon iniciará sus emisiones por satélite el próximo 1 de julio, con motivo del V Encuentro Mundial de las Familias (EMF), concretamente a través de Hispasat, según comunicó hoy su director, el padre Alberto María.

El canal de la Fraternidad Monástica de la Paz, que tiene sus estudios centrales en la localidad alicantina de Muchamiel, ya emite señal analógica en diversas ciudades españolas y también digital por Internet.

Su director destacó ahora su intención de ofrecer «el mensaje de salvación de Cristo nos ha dejado» siendo «como una ciudad colocada sobre la cima de un monte, como una lámpara sobre el candelero».

[Más información en http://www.cetelmon.tv].
ZS06062213

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Entrevista



La actualidad de la devoción al Sagrado Corazón
Entrevista al padre Massimo Taggi, director del Apostolado de la Oración en Italia

ROMA, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- En este año, con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, este viernes 23 de junio, se celebra el 50 aniversario de la encíclica del Papa Pío XII «Haurietis Aquas», sobre este culto.

Benedicto XVI con este motivo ha escrito una Carta dirigida al padre Meter-Hans Kolvenbach S.I., prepósito general de la Compañía de Jesús.

En esta entrevista concedida a Zenit, el padre Massimo Taggi, director nacional del Apostolado de la Oración en Italia presenta la devoción al Sagrado Corazón como un medio eficaz para responder al fenómeno de secularización, pues no es una espiritualidad pietista o sentimental, sino impregnada de amor por Cristo y por la Iglesia.

--¿Cuál es el sentido y la actualidad del culto al Sagrado Corazón hoy?

--Padre Taggi: En un mundo que, por una parte, se caracteriza por maravillosos aspectos positivos, tanto a nivel científico, como técnico, cultural y social, con un fuerte anhelo de crecimiento en la justicia, en la paz y en la solidaridad, pero que, por otra parte, aparece terriblemente ambiguo y confuso, en crisis de valores, sustancialmente materialista, el culto del Corazón de Cristo ofrece una indicación fundamental para captar la imagen verdadera de Dios y el sentido profundo de la vida.

Si es verdad lo que dice estupendamente un pensador francés, que «la calidad de la vida depende de la calidad de los sentimientos» (Bertrand de Jouvenel), el retorno al Corazón --entendido en sentido bíblico, como el centro de la persona, donde pensamientos, decisiones y sentimientos encuentran su punto existencial de síntesis--, y concretamente al Corazón de Jesús, Verbo encarnado, se convierte en la vía regia para «sacar con alegría las aguas en las fuentes de la salvación» («Haurietis Aquas»).

Como dice el Santo Padre Benedicto XVI en la encíclica «Deus Caritas Est»: « Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don. Es cierto… que el hombre puede convertirse en fuente de la que manan ríos de agua viva. No obstante, para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios» (nº 7).

--¿Por qué en los últimos treinta años se ha perdido esta devoción?

--Padre Taggi: A decir verdad no se ha perdido nunca del todo. Incluso en el periodo postconciliar, la devoción al Sagrado Corazón siguió existiendo, sobre todo a nivel de religiosidad popular, y en prácticas devocionales muy difundidas, como la oración del ofrecimiento diario, promovida por el Apostolado de la Oración, las Horas de adoración del primer viernes del mes, etc. Ahora bien, es verdad que ha sido cuestionada o marginada con la crítica, bastante fundada, de pecar de «devocionismo»; o con el presupuesto, bastante menos fundado, de que después del Concilio Vaticano II no hubiera ya lugar para algo semejante.

El motivo de fondo de tal crisis es que no se había comprendido que no se trata de una devoción menor, facultativa, sino de una espiritualidad, de un culto cuyo fundamento, como ha escrito el Santo Padre Benedicto XVI, en el mensaje al padre Kolvenbach del 15 de mayo «es antiguo como el cristianismo mismo».

--¿Cómo y por qué celebrarán ustedes, en el Apostolado de la Oración, el quincuagésimo aniversario de la encíclica «Haurietis Aquas» de Pío XII?

--Padre Taggi: Hemos decidido celebrar un Congreso Nacional de la Apostolado de la Oración, con motivo del 50 aniversario de la «Haurietis Aquas» por dos motivos: porque aquella encíclica fue un documento importante, que trató de manera completa y profunda el tema del culto al Corazón de Jesús, tomando en consideración las objeciones que ya surgían y dándoles una respuesta autorizada y porque estamos convencidos de que el mundo de hoy tiene gran necesidad de descubrir que Dios es amor; que la afectividad, y no el sentimentalismo, es un componente esencial de una relación auténtica con Dios en Jesucristo; que una actitud de misericordia, acogida y donada, es el fundamento de la paz auténtica a todos los niveles, desde la familia a las relaciones interétnicas e internacionales. Como se ve de manera evidente en el magisterio de Juan Pablo II, y ahora de Benedicto XVI.

El Apostolado de la Oración nació en Vals, cerca de Le Puy, en Francia, el 3 de diciembre de 1844, por iniciativa del padre jesuita Francisco Javier Gautrelet. La actividad se inició como propuesta de vida espiritual para un grupo de seminaristas de la Compañía de Jesús, y se difundió enseguida como una mancha de aceite en los diversos estratos de la Iglesia. A este desarrollo dio un gran impulso otro jesuita, el padre Enrique Ramière, tanto que a finales del siglo XIX había ya, en Europa y también fuera de ella, 35.000 centros locales (parroquiales o en institutos religiosos) con más de trece millones de inscritos, en todo el mundo.

El carisma de la Apostolado de la Oración puede definirse como «vivir conscientemente y activamente el bautismo, y en especial el sacerdocio común que es propio de todos los bautizados». Se vive mediante el ofrecimiento diario de toda la vivencia personal, en unión con el Sacrificio eucarístico de Jesús, y por las intenciones particulares que el Papa indica cada mes a nivel universal; el espíritu de reparación, que se traduce también en acciones concretas a nivel social; y con actos de consagración (personal, de la familia, etc.) al Corazón de Jesús, como expresión específica de la consagración bautismal.

Respecto a los seguidores, según estimaciones recientes y fiables, resulta que en el mundo siguen al Apostolado de la Oración al menos cincuenta millones de personas de todos los continentes.
ZS06062201

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Documentación



Benedicto XVI: El secreto para transmitir la fe a los jóvenes
«La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones»

CUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que Benedicto XVI dirigió en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma el 5 de junio a los participantes en la asamblea eclesial de la diócesis de Roma que tenía por argumento «La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones».

 

* * *




Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra estar de nuevo con vosotros para introducir con una reflexión mía esta Asamblea diocesana, dedicada a un tema de gran belleza y de suma importancia pastoral: la alegría que proviene de la fe y su relación con la educación de las nuevas generaciones. Así reanudamos y desarrollamos ulteriormente, desde una perspectiva que atañe más directamente a los jóvenes, el discurso iniciado hace un año, con ocasión de la anterior Asamblea diocesana, en la que nos ocupamos del papel de la familia y de la comunidad cristiana en la formación de la persona y en la transmisión de la fe.

Os saludo con afecto a cada uno de vosotros, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos, comprometidos a testimoniar nuestra fe. En particular, os saludo a vosotros, jóvenes, que además de seguir vuestro itinerario formativo personal queréis asumir una responsabilidad eclesial y misionera con respecto a otros muchachos y jóvenes. Agradezco de corazón al cardenal vicario las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.

Con esta Asamblea, y con el año pastoral que se inspirará en sus contenidos, la diócesis de Roma prosigue el itinerario de larga duración que comenzó hace diez años con la Misión ciudadana impulsada por mi amado predecesor Juan Pablo II. En efecto, la finalidad es siempre la misma: reavivar la fe en nuestras comunidades y tratar de despertarla, o suscitarla, en todas las personas y familias de esta gran ciudad, donde la fe fue predicada y la Iglesia fue implantada ya por la primera generación cristiana y, en particular por los Apóstoles san Pedro y san Pablo.

En los últimos tres años vuestra atención se ha centrado sobre todo en la familia, para consolidar con la verdad del Evangelio esta realidad humana fundamental, hoy por desgracia fuertemente amenazada y atacada, para ayudarle a cumplir su insustituible misión en la Iglesia y en la sociedad.
Al poner ahora en primer lugar la educación en la fe de las nuevas generaciones, ciertamente no abandonamos el compromiso en favor de la familia, a la que pertenece la principal responsabilidad educativa. Más bien, tratamos de afrontar una preocupación generalizada en muchas familias creyentes, que en el actual marco social y cultural temen no lograr transmitir la valiosa herencia de la fe a sus hijos.

En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria; es el "creemos" de la Iglesia.

Así pues, la alegría de la fe es una alegría que se ha de compartir: como afirma el apóstol san Juan, "lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. (...) Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo" (1 Jn 1, 3-4). Por eso, educar a las nuevas generaciones en la fe es una tarea grande y fundamental que atañe a toda la comunidad cristiana.

Queridos hermanos y hermanas, como habéis podido comprobar, esta tarea resulta hoy especialmente difícil por varias razones, pero precisamente por esto es aún más importante y sumamente urgente. En efecto, se pueden descubrir dos líneas de fondo de la actual cultura secularizada, claramente dependientes entre sí, que impulsan en dirección contraria al anuncio cristiano y no pueden menos de influir en los que están madurando sus orientaciones y opciones de vida.

La primera de esas líneas es el agnosticismo, que brota de la reducción de la inteligencia humana a simple razón calculadora y funcional, y que tiende a ahogar el sentido religioso inscrito en lo más íntimo de nuestra naturaleza. La segunda es el proceso de relativización y de desarraigo que destruye los vínculos más sagrados y los afectos más dignos del hombre, y como consecuencia hace frágiles a las personas, y precarias e inestables nuestras relaciones recíprocas.

Precisamente en esta situación todos, especialmente nuestros muchachos, adolescentes y jóvenes, necesitan vivir la fe como alegría, gustar la serenidad profunda que brota del encuentro con el Señor. En la encíclica Deus caritas est escribí: "Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (n. 1).


La fuente de la alegría cristiana es esta certeza de ser amados por Dios, amados personalmente por nuestro Creador, por Aquel que tiene en sus manos todo el universo y que nos ama a cada uno y a toda la gran familia humana con un amor apasionado y fiel, un amor mayor que nuestras infidelidades y pecados, un amor que perdona. Este amor "es un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo", como se manifiesta de manera definitiva en el misterio de la cruz: "Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor" (ib., 10).

Queridos hermanos y hermanas, esta certeza y esta alegría de ser amados por Dios debe hacerse de algún modo palpable y concreta para cada uno de nosotros, y sobre todo para las nuevas generaciones que están entrando en el mundo de la fe. En otras palabras: Jesús dijo que él era el "camino" que lleva al Padre, además de la "verdad" y la "vida" (cf. Jn 14, 5-7). Por consiguiente, es preciso preguntarse: ¿cómo pueden nuestros muchachos y nuestros jóvenes encontrar en él, práctica y existencialmente, este camino de salvación y de alegría? Precisamente esta es la gran misión por la que existe la Iglesia, como familia de Dios y compañía de amigos, en la que somos insertados con el bautismo ya desde muy niños y en la que debe crecer nuestra fe, así como la alegría y la certeza de ser amados por el Señor.

Así pues, es indispensable —y es la tarea encomendada a las familias cristianas, a los sacerdotes, a los catequistas, a los educadores, a los jóvenes mismos con respecto a sus coetáneos, a nuestras parroquias, asociaciones y movimientos, y, por último, a toda la comunidad diocesana— que las nuevas generaciones puedan experimentar a la Iglesia como una compañía de amigos realmente digna de confianza, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida, tanto en los alegres y gratificantes como en los arduos y oscuros; una compañía que no nos abandonará jamás ni siquiera en la muerte, porque lleva en sí la promesa de la eternidad. A vosotros, queridos muchachos y jóvenes de Roma, quisiera pediros que os fiéis de la Iglesia, que la améis y confiéis en ella, porque en ella está presente el Señor y porque lo único que busca es vuestro verdadero bien.

Quien se sabe amado, se siente a su vez impulsado a amar. Precisamente así el Señor, que nos ha amado primero, nos pide que también nosotros pongamos en el centro de nuestra vida el amor a él y a los hombres que él ha amado. En particular los adolescentes y los jóvenes, que sienten fuertemente en su interior el atractivo del amor, deben verse libres del prejuicio generalizado según el cual el cristianismo, con sus mandatos y prohibiciones, pone demasiados obstáculos a la alegría del amor, y en especial impide gustar plenamente la felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor mutuo.

Al contrario, la fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo sano, fuerte y realmente libre: precisamente este es el sentido de los diez Mandamientos, que no son una serie de "no", sino un gran "sí" al amor y a la vida. En efecto, el amor humano necesita ser purificado, madurar y también ir más allá de sí mismo, para poder llegar a ser plenamente humano, para ser principio de una alegría verdadera y duradera; por consiguiente, para responder al anhelo de eternidad que lleva en su interior y al que no puede renunciar sin traicionarse a sí mismo. Este es el motivo fundamental por el cual el amor entre el hombre y la mujer sólo se realiza plenamente en el matrimonio.

Por tanto, en toda la obra educativa, en la formación del hombre y del cristiano, no debemos dejar de lado, por miedo o por vergüenza, la gran cuestión del amor: si lo hiciéramos, presentaríamos un cristianismo desencarnado, que no puede interesar de verdad al joven que se abre a la vida. Sin embargo, también debemos introducir en la dimensión integral del amor cristiano, donde el amor a Dios y el amor al hombre están indisolublemente unidos y donde el amor al prójimo es un compromiso muy concreto. El cristiano no se contenta con palabras, y tampoco con ideologías engañosas, sino que sale al encuentro de las necesidades de sus hermanos comprometiéndose de verdad a sí mismo, sin contentarse con alguna buena acción esporádica.

Así pues, proponer a los muchachos y a los jóvenes experiencias prácticas de servicio al prójimo más necesitado forma parte de una auténtica y plena educación en la fe. Al igual que la necesidad de amar, el deseo de la verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre. Por eso, en la educación de las nuevas generaciones, ciertamente no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al interrogarnos por la verdad ensanchamos el horizonte de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo.

Es precisamente aquí donde tiene lugar el encuentro de la razón con la fe, pues en la fe acogemos el don que Dios hace de sí mismo revelándose a nosotros, criaturas hechas a su imagen; acogemos y aceptamos esa Verdad que nuestra mente no puede comprender por completo y no puede poseer, pero que precisamente por eso ensancha el horizonte de nuestro conocimiento y nos permite llegar al Misterio en el que estamos inmersos y encontrar en Dios el sentido definitivo de nuestra existencia.

Queridos amigos, como sabemos bien, no es fácil aceptar esta superación de los límites de nuestra razón. Por eso, la fe, que es un acto humano muy personal, sigue siendo una opción de nuestra libertad, que también puede rechazarse. Ahora bien, aquí emerge una segunda dimensión de la fe, la de fiarse de una persona: no de una persona cualquiera, sino de Jesucristo, y del Padre que lo envió. Creer quiere decir entablar un vínculo personalísimo con nuestro Creador y Redentor, en virtud del Espíritu Santo que actúa en nuestro corazón, y hacer de este vínculo el fundamento de toda la vida.

En efecto, Jesucristo "es la Verdad hecha persona, que atrae hacia sí al mundo. (...) Cualquier otra verdad es un fragmento de la Verdad que es él y a él remite" (Discurso a la Congregación para la doctrina de la fe, 10 de febrero de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de febrero de 2006, p. 3). Así, colma nuestro corazón, lo dilata y lo llena de alegría, impulsa nuestra inteligencia hacia horizontes inexplorados y ofrece a nuestra libertad su decisivo punto de referencia, sacándola de las estrecheces del egoísmo y capacitándola para un amor auténtico.

Por consiguiente, en la educación de las nuevas generaciones no debemos tener miedo de confrontar la verdad de la fe con las auténticas conquistas del conocimiento humano. Los progresos de la ciencia son hoy muy rápidos y a menudo se presentan como contrapuestos a las afirmaciones de la fe, provocando confusión y haciendo más difícil la aceptación de la verdad cristiana. Pero Jesucristo es y sigue siendo el Señor de toda la creación y de toda la historia: "Todas las cosas fueron creadas por él y para él (...), y todo tiene en él su consistencia" (Col 1, 16-17). Por eso, el diálogo entre la fe y la razón, si se realiza con sinceridad y rigor, brinda la posibilidad de percibir de modo más eficaz y convincente la racionalidad de la fe en Dios —no en un Dios cualquiera, sino en el Dios que se reveló en Jesucristo— y de mostrar que en el mismo Jesucristo se encuentra la realización de toda auténtica aspiración humana.

Así pues, queridos jóvenes de Roma, avanzad con confianza y valentía por el camino de la búsqueda de la verdad. Y vosotros, queridos sacerdotes y educadores, no dudéis en promover una auténtica "pastoral de la inteligencia" y, más ampliamente, de la persona, que tome en serio los interrogantes de los jóvenes —tanto los existenciales como los que brotan de la confrontación con las formas de racionalidad hoy generalizadas— para ayudarles a encontrar las respuestas cristianas válidas y pertinentes, y finalmente para hacer suya la respuesta decisiva que es Cristo nuestro Señor.

Hemos hablado de la fe como encuentro con Aquel que es la Verdad y el Amor. También hemos visto que se trata de un encuentro al mismo tiempo comunitario y personal, que debe tener lugar en todas las dimensiones de nuestra vida, a través del ejercicio de la inteligencia, de las opciones de la libertad y del servicio del amor. Sin embargo, existe un espacio privilegiado en el que este encuentro se realiza de la manera más directa, se refuerza y se profundiza, y así realmente es capaz de impregnar y caracterizar toda la existencia: este espacio es la oración.

Queridos jóvenes, ciertamente muchos de vosotros estabais presentes en la Jornada mundial de la juventud, en Colonia. Allí, juntos, oramos al Señor, lo adoramos presente en la Eucaristía, ofrecimos su santo sacrificio. Meditamos en el decisivo acto de amor con el que Jesús, en la última Cena, anticipó su propia muerte, la aceptó en su interior y la transformó en acto de amor, en la única revolución realmente capaz de renovar al mundo y de liberar al hombre, venciendo el poder del pecado y de la muerte.

Os pido a vosotros, jóvenes, y a todos los que estáis aquí, queridos hermanos y hermanas, pido a toda la amada Iglesia, en particular a las almas consagradas, especialmente de los conventos de clausura, que intensifiquéis la oración, espiritualmente unidos a María nuestra Madre, que adoréis a Cristo vivo en la Eucaristía, que os enamoréis cada vez más de él, nuestro hermano y nuestro verdadero amigo, el esposo de la Iglesia, el Dios fiel y misericordioso que nos ha amado primero.
Así vosotros, jóvenes, estaréis dispuestos y disponibles a acoger su llamada, si él os quiere totalmente para sí, en el sacerdocio o en la vida consagrada.

En la medida en que nos alimentamos de Cristo y estamos enamorados de él, sentimos también dentro de nosotros el estímulo a llevar a los demás a él, pues no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe; debemos transmitirla. Esta necesidad resulta aún más fuerte y urgente a causa del extraño olvido de Dios que existe hoy en amplias partes del mundo y, en cierta medida, aquí en Roma. De este olvido nace mucho ruido efímero, muchas discusiones inútiles, y también una gran insatisfacción y un sentido de vacío.

Por eso, queridos hermanos y hermanas, en nuestro humilde servicio de testigos y misioneros del Dios vivo debemos ser portadores de la esperanza que nace de la certeza de la fe: así ayudaremos a nuestros hermanos y compatriotas a encontrar el sentido y la alegría de la vida.

Sé que estáis decididamente comprometidos en los diversos ámbitos de la pastoral; eso me alegra y, juntamente con vosotros, doy gracias por ello al Señor. En particular, durante mi primer año de pontificado ya he podido experimentar y apreciar la fuerza de la presencia cristiana entre los jóvenes y los universitarios de Roma, así como entre los niños de primera Comunión. Os pido que prosigáis con confianza, intensificando cada vez más vuestro vínculo con el Señor, para que así sea más eficaz vuestro apostolado.

En este compromiso, no descuidéis ninguna dimensión de la vida, porque Cristo vino para salvar a todo el hombre, tanto en lo más íntimo de las conciencias como en las expresiones de la cultura y en las relaciones sociales.


Queridos hermanos y hermanas, os dejo de buen grado estas reflexiones como contribución a vuestro trabajo en las tardes de la Asamblea y luego durante el próximo año pastoral. Mi afecto y mi bendición os acompañan hoy y en el futuro.

Gracias por vuestra atención.
[Traducción realizada por la Santa Sede
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
ZS06062209

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Encuentro Mundial de las Familias – Catequesis preparatoria IX
«La santísima Virgen María»

CUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- «La santísima Virgen María» es el tema de la novena y última catequesis del programa que, para todas las parroquias del mundo, han elaborado el Pontificio Consejo para la Familia y el arzobispado de Valencia en preparación al V Encuentro Mundial de las Familias (EMF) --convocado por el Papa en la ciudad española del 1 al 9 de julio--.

Estas catequesis tratan los grandes temas del Catecismo de la Iglesia Católica en una reflexión sobre la esencia de la familia cristiana, los valores del matrimonio y la transmisión de la fe.

Sumándose a esta preparación, Zenit ha difundido semanalmente el texto íntegro de dichas catequesis.

La web plurilingüe www.wmf2006.org ofrece amplia información sobre el EMF.

 

Catequesis novena
La santísima Virgen María


1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Jn 19, 25-27.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. La Virgen María está unida con vínculo indisoluble a la vida y la obra salvífica de su Hijo. Esta unión se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. En el nacimiento, cuando presentó a los pastores y a los magos a su Hijo primogénito; en el Templo cuando, hecha la ofrenda propia de los pobres, lo presentó a Dios y oyó profetizar a Simeón que una espada atravesaría su alma; en la vida pública, con su intercesión en las bodas de Caná, suscitó el comienzo de los milagros de Jesús; durante la pasión, con su unión fiel a Cristo hasta el pie de la Cruz, sufriendo profundamente con Él y asociándose a su sacrificio con entrañas de Madre; en el momento de pasar de este mundo al Padre, siendo dada por Jesús agonizante al discípulo como Madre; y en Pentecostés, implorando, junto con los Apóstoles, el don del Espíritu y ejerciendo su maternidad en los comienzos de la Iglesia.

2. De este modo, concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con Él cuando moría en la Cruz cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador -con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad- en la restauración de la vida sobrenatural en las almas. Así se convirtió en Madre de los hombres en el orden de la gracia. No obstante, esta misión maternal no oscurece ni disminuye la mediación única de Cristo, sino que sirve para demostrar su poder.

3. María está también profundamente unida a la vida y misión de la Iglesia. En efecto, la Iglesia, contemplando su profunda santidad, imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también Madre; ya que, por la predicación de la Palabra de Dios, aceptada con fidelidad y por el Bautismo, engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios.

4. Además, en María la Iglesia admira y ensalza al fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.

5. Por todo esto, la Iglesia presenta a María a los fieles para que la contemplen como primera obra de la redención, la veneren como Madre de Jesús y Madre suya y la imploren como su intercesora, tanto en el culto litúrgico como en las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos.

6. Así mismo recuerda a los fieles que la verdadera devoción a María no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad; sino que procede de la fe auténtica que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, a un amor filial hacia ella y a la imitación de sus virtudes.

7. Todos somos conscientes de haber recibido la devoción de la Virgen en el ámbito de nuestro hogar, como una herencia preciosa, a través del ejemplo y el testimonio de nuestros padres: el rezo del rosario en familia, el Ángelus y la Salve, la celebración de las fiestas marianas, el mes de mayo, las visitas a algún santuario, etc.

8. Las fiestas marianas han sido siempre momentos especiales para frecuentar los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Con frecuencia, la Patrona de tantas parroquias es un misterio de la vida de María, el cual se convierte por ello en punto importante de la vida de esa comunidad cristiana.
5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:
• ¿Qué relación existe entre Santa María y Cristo, único Mediador?
• ¿La devoción a María favorece, dificulta o impide el amor a Dios? ¿Por qué?
• ¿Qué virtudes naturales y sobrenaturales resaltarías en la vida de María?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: «Regina familiae. Ora pro nobis».

9. Oración por la familia: «Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquélla de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Él que vive y reina por los siglos de los siglos».

10. Canto final.

[© Pontificio Consejo para la Familia y Arzobispado de Valencia 2005]
ZS06062210

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Recomendaciones ante el fenómeno de la migración desde y hacia los países de mayoría islámica
Tras la sesión plenaria del Consejo Pontificio para las Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos las «Conclusiones y recomendaciones» emitidas por el Consejo Pontificio para las Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes tras haber celebrado su asamblea plenaria del 15 al 17 de mayo de 2006 sobre el tema «Migración e itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica». El documento ha sido distribuido este jueves en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.


 

Conclusiones y recomendaciones
Migrantes musulmanes en los países de mayoría cristiana





1) Se ha observado, a este respecto, un aumento de la inmigración de los musulmanes hacia los países europeos y hacia Norteamérica, de antigua tradición cristiana (v. EMCC 59 y 65), en busca de trabajo o de democracia o con motivo de la reunificación familiar.

2) Esto ha tenido como resultado el anhelo de una integración (no asimilación) de los musulmanes inmigrados (v. EMCC 2, 60-61).

3) Por consiguiente, los católicos, especialmente, están llamados a ser solidarios y a estar abiertos a compartir con los inmigrados musulmanes, conociendo mejor su cultura y su religión, y testimoniando, al mismo tiempo, los propios valores cristianos también desde la perspectiva de una nueva evangelización, respetuosa – desde luego – de la libertad de conciencia y de religión (v. EMCC 59 y 69).

4) Los cristianos deben, por tanto, profundizar su identidad (v. EMCC 60) como discípulos de Cristo, dando testimonio de ella en su vida y redescubriendo el papel que les corresponde en esa nueva evangelización (v. EMCC 86-88).

5) Ha sido, pues, importante, afirmar la necesidad del respeto mutuo y de la solidaridad humana, en un clima de paz, fundándose en la centralidad de la persona humana, de su dignidad y de sus derechos-deberes.

6) Naturalmente, los derechos humanos y las libertades de cada uno van junto con los de las otras personas.

 

Diálogo




7) Entre los participantes en la Plenaria, se ha manifestado con fuerza la conciencia de la necesidad de un diálogo auténtico entre creyentes de varias religiones y especialmente entre cristianos y musulmanes (v. EMCC 69).

8) En dicho contexto, se ha considerado importante una relación fundada en la “emulación espiritual”.

9) Así, si el diálogo entre cristianos y musulmanes es necesario en todas partes, lo es especialmente en las sociedades occidentales, para mejorar en ellas el conocimiento recíproco, la comprensión, el mutuo respeto y la paz.

10) En todo caso, del mismo modo que es necesario acoger a los inmigrados musulmanes, respetando su libertad religiosa, es imprescindible respetar la identidad cultural y religiosa de las sociedades que los acogen.

11) Ha parecido importante, además, saber distinguir, en esto, lo que dichas sociedades pueden o no pueden tolerar de la cultura islámica y lo que se ha de respetar o compartir, con relación a los creyentes de otras religiones (v. EMCC 65 y 66), con la posibilidad de dar indicaciones, al respecto, también a los políticos, para una justa formulación de la legislación civil, dentro del respeto de las competencias de cada uno.

12) Esto significa que se debe proponer también un modelo de diálogo religioso que no sea una mera conversación, o un simple escucharse, sino que llegue a revelar las propias, mutuas y profundas convicciones espirituales.

13) Es, pues, importante, seguir al partner dialogante en el proceso de reflexión sobre las dimensiones éticas y actuales, y no sólo teológicas y religiosas, de las consecuencias de peticiones que se hacen a la sociedad civil, respetando siempre la distinción entre diálogo civil y diálogo religioso.

14) Dada la importancia, reafirmada, del principio de reciprocidad (v. EMCC 64), confirmado por el Santo Padre en su discurso a los participantes en la Plenaria, es necesario establecer una distinción entre esfera civil y esfera religiosa, también en los países islámicos.

15) En todo caso, es fundamental en dicho contexto, distinguir entre Occidente y Cristianismo, puesto que con frecuencia los valores cristianos ya no inspiran actitudes, posturas o acciones (también en relación con la opinión pública) en el llamado mundo occidental (v. EMCC 60).

16) Los participantes en la Plenaria han expresado, además, la esperanza de que, dondequiera que vivan juntos los cristianos y los musulmanes, ellos puedan unir sus esfuerzos a los de los demás conciudadanos, para garantizar a cada uno, sin distinción de religión, el pleno ejercicio de los propios derechos y de las libertades individuales, como persona y como miembro de una comunidad.

 

Situación en algunos países de mayoría islámica




17) Por otra parte, en ciertos países de mayoría islámica, sucede que cristianos, y generalmente los trabajadores inmigrados pobres y sin un verdadero poder contractual, experimentan graves dificultades para que les sean reconocidos sus derechos humanos. Además, estos últimos tienen escasa posibilidad de hacer valer su propia causa, en justicia, pues pueden ser fácilmente castigados o expulsados.

18) La Iglesia está, pues, llamada a ayudar a los migrantes cristianos en esos países, así como en todo el mundo, dentro del respeto de la legalidad y con el interés de que se elabore una justa legislación con relación a la movilidad humana y con protección legal de todos los que en ella están implicados. No ha faltado, en todo caso, alguien que haya recordado cómo en el interior de los distintos países debería existir una situación tal, que no exija la salida al exterior de los propios ciudadanos para sobrevivir.

19) Además, conforme al dictado del Decreto Conciliar Christus Dominus (n. 18), la Iglesia debe garantizar una pastoral específica, y además integrada, también a los que tienen dificultades o no pueden gozar de la atención pastoral ordinaria, es decir territorial, debido a su condición de movilidad. Esto vale también para los países de mayoría islámica.

20) En ellos, la tarea de la Iglesia consiste en la acogida a los inmigrados e itinerantes, no obstante la escasez de personal y la insuficiencia de las propias estructuras.

21) A este respecto, son necesarios el diálogo y la colaboración entre las Iglesias locales de origen de los inmigrados e itinerantes y aquellas de destino, para su asistencia espiritual. Esta es, por lo demás, la regla general para todos los países (v. EMCC 70 y 50-55).

22) Hay que ayudar, además, a los migrantes internacionales, a que den su propia aportación a la comunidad donde viven y a la porción local del Pueblo de Dios.

23) Al mismo tiempo, la comunidad receptora debe desarrollar el sentido de solidaridad con los inmigrados o con quienes se encuentran en circunstancias semejantes.


 

Solicitud de la Iglesia en los distintos sectores de la movilidad humana




Los Participantes en la Plenaria se detuvieron, además, a considerar los distintos sectores de migración e itinerancia. Todos están convencidos de que, para los migrantes:

24) La Iglesia debe velar por su justa integración, con el debido respeto por la cultura y la religión de cada uno (v. Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial de la Paz 2001, n. 8 y Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2005, n. 3).

25) Por eso la Iglesia fomenta un diálogo que sea intercultural, social y religioso, dentro del respeto de las debidas distinciones (v. Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial de la Paz 2001, n. 12).

Para los distintos sectores, se ha destacado ante todo lo siguiente:

26) La necesidad de crear vínculos de amistad, en un ambiente de consideración por las diferencias culturales y religiosas, también con aquellos que piensan, como migrantes, en regresar al lugar de origen, o con los estudiantes extranjeros (internacionales), que serán los futuros líderes de sus países.

27) Para los refugiados y los estudiantes extranjeros, pero no sólo para ellos, se ha formulado del deseo de la creación de capellanías.

28) Para las peregrinaciones, se ha subrayado la necesidad de que los peregrinos sean invitados a buscar el rostro de Dios también en los creyentes de otras religiones.

29) En los aeropuertos, cruce de caminos de distintas gentes, y en las estaciones de ferrocarril, se ha deseado la presencia de capillas específicamente católicas, o lugares de silencio, incluso multirreligiosos, cuando sólo estos últimos sean posibles.

30) En los centros “Stella Maris” (Apostolado del Mar) habrá que continuar la acogida, también a los marinos musulmanes, con una respetuosa ayuda espiritual, cuando la soliciten.

31) Por lo que se refiere a la población gitana, objeto de marginación, xenofobia y racismo, se estima necesario fortalecer la coherente madurez de las sociedades democráticas, así como su capacidad de comprender y respetar la diversidad social, cultural y religiosa de los Gitanos (v. Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos 50).

32) Para las “mujeres de la calle” – teniendo en cuenta que muchas veces la pobreza y el tráfico de seres humanos lleva al comercio del propio cuerpo, y que la prostitución puede depender de cristianos y de musulmanes – se estima necesario formar una conciencia que abarque toda la sociedad.

33) De todos modos, hay que renovar el empeño por implicar a las mujeres especialmente en las decisiones que les conciernen, así como en la obra de convencer a los padres de familia a que ofrezcan a las jóvenes una educación equiparada con la de los varones, que incluya, naturalmente, la formación ética.

 

Escuelas y educación




Los Participantes en la Plenaria subrayaron con fuerza lo siguiente:

34) Es importante garantizar la educación de las nuevas generaciones, también porque la escuela tiene un papel fundamental para ganar en la lucha contra la ignorancia y los prejuicios, y para conocer correctamente y objetivamente la religión de los demás, poniendo especial atención a la libertad de conciencia y de religión (v. EMCC 62). Por lo que se refiere a los cristianos, se les proporcionará el fundamento de un discernimiento evangélico de la experiencia religiosa de los otros creyentes (v. EMCC 65) y de los signos de los tiempos.

35) Resulta, por tanto, indispensable, realizar un trabajo de verificación de los textos escolares, también para la presentación histórica en conexión con las religiones, que forja la propia identidad y transmite una imagen de la identidad religiosa de los otros.

36) Se estima necesario, en todo caso, profundizar estudios, enseñanzas e investigaciones sobre los distintos rostros del Islam histórico y/o contemporáneo, incluso en sus diferentes aceptaciones de una sana modernidad (v. EMCC 66).

37) Los padres de familia musulmanes y sus responsables religiosos han de ser ayudados a comprender las rectas intenciones de los sistemas de educación occidentales y las consecuencias concretas de un rechazo a la educación impartida en las escuelas de estos sistemas, en cuyo interior ellos viven y crecen.


 

Los Estados y la libertad religiosa



38) Puesto que, muy a menudo, el Estado da la “forma” al Islam en una determinada Nación de mayoría islámica, organiza el culto, interpreta su espíritu y transmite su patrimonio, dando a la sociedad un carácter globalmente islámico, los no musulmanes se sienten allí, con mucha frecuencia, ciudadanos de segunda clase. Para los inmigrados cristianos, la dificultad, es, pues, aún mayor.

39) Por eso es necesario empeñarse, en todas partes, para que prevalezca la cultura de la convivencia entre los autóctonos y los inmigrados, con un espíritu de mutua comprensión civil y de respeto por los derechos humanos de todos. Hay que buscar, además, caminos de reconciliación y de purificación de las memorias (v. EMCC 65), así como tratar de ser abogados en la defensa de la libertad religiosa – constante imperativo nuestro – y del bien común para todos, y de respetar las minorías. Se trata, en tal caso, de un signo muy claro de auténtica civilización.

40) Se ha constatado, con satisfacción, que muchos Estados de mayoría islámica han establecido relaciones diplomáticas con la Santa Sede, haciéndose con esto más sensibles hacia los derechos humanos y mostrándose deseosos de un diálogo intercultural e interreligioso, dentro de un marco de sana pluralidad.

41) En tal contexto, hay que deplorar, en algunos países, las restricciones de los derechos humanos, vinculadas especialmente a las diferencias religiosas y a la falta de libertad incluso para cambiar de religión. Se espera, en todo caso, que las Autoridades públicas de los países de origen de los emigrados cristianos ayuden a sus ciudadanos, en los países islámicos, a lograr la posibilidad de ejercer efectivamente el derecho de libertad religiosa.

42) Se anima, pues, a esos países, a crear espacios de diálogo con los de mayoría islámica acerca de las cuestiones relativas al bien común universal, al respeto de las minorías, a los derechos humanos y especialmente a la libertad religiosa, fundamento de todas las libertades.

43) La Iglesia, de todos modos, debe continuar las iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso en distintos niveles, sobre todo cuando dicho diálogo es facilitado por los responsables políticos.

44) La cooperación entre instituciones cristianas y musulmanas en la ayuda a individuos y poblaciones necesitados, sin ninguna discriminación, es un signo eficaz para superar prejuicios y cerrazones, con el fin de llegar a una mutua y razonable apertura.

45) La creciente extensión de la convivencia de musulmanes y cristianos puede ofrecer una oportunidad para colaborar juntos, con miras a un mundo más pacífico, respetuoso de la identidad de cada uno, y más unido en el servicio al bien común, ya que formamos una única familia humana necesitada de esperanza (v. EMCC 101-103).

46) En tal contexto, la colaboración tiene una importancia capital, también entre los distintos Dicasterios de la Curia Romana, las Conferencias Episcopales y las Iglesias particulares.

47) Factor de unidad, dentro de las legítimas diversidades, será la conciencia de la dignidad de toda persona humana, sea cual fuera su etnia, cultura, ciudadanía o religión. Es un valor que se afirma siempre más universalmente, no obstante las muchas incoherencias y las concretas negaciones en la acción cotidiana.

48) En dicho contexto, los Participantes en la Plenaria dedicaron una atención especial al Continente africano, especialmente necesitado de estabilidad política y de cooperación multilateral, con miras a un desarrollo pacífico e integral.

49) También a este respecto, se consideraron algunas causas de tensión y conflicto, con el anhelo de resolver con justicia y prontitud esas situaciones, además para prevenir las guerras, la violencia y el terrorismo. Habrá que evitar, en todo caso, que la religión sea utilizada abusivamente para inculcar el odio hacia los creyentes de otras religiones, o por motivos políticos o ideológicos.

50) Se espera, pues, que los intelectuales musulmanes y cristianos, en nombre de un común humanismo y de sus respectivas creencias, se planteen los dramáticos problemas relacionados con el uso de la violencia, todavía con frecuencia perpetrada en nombre de la religión.

 

Papel de los medios de comunicación
 



51) Se les reconoce una importancia particular para crear, en la información, un clima adecuado de comprensión y de respeto sobre los fenómenos religiosos. Los periodistas y los agentes de los mass media, en general, deben asumir, por tanto, sus propias responsabilidades, no sólo en lo que respecta a la libertad de expresión, en un mundo siempre más globalizado, especialmente en lo referente a la información.

52) Los mass media pueden también dar una importante aportación a la “formación” (y, desafortunadamente, viceversa, a la deformación) de cristianos y musulmanes.


Terminamos este informe destacando la viva satisfacción de los Participantes por lo que se refiere al contenido, al método de trabajo y a la actualidad de esta Sesión Plenaria, que ha despertado vivo interés.


Ciudad del Vaticano, 19 de junio, 2006

[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio para las Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes]
ZS06062203

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