“La verdad os hará libres”
 

Ricardo Puente Garccía


Así titulaba el filósofo Julián Marías un artículo sobre la verdad y la mentira (escrito en la tercera de ABC el 21-2-2002) que tiene viva actualidad. Desde el principio manifiesta su pasión por la verdad y la interrelación entre verdad y libertad: “la una depende de la otra y la falta de una pone en peligro la otra”. Y sobre todo, como buen filósofo, nos alerta sobre los males que ocasiona la mentira: “Cada vez estoy más persuadido de que la causa más profunda de los males que padece la humanidad es la mentira” . Así de claro y tajante. No tiene pelos en la lengua para denunciar la mentira como causa de males, distinguiendo la mentira del error, que a veces es inevitable y es siempre superable.

Insiste J. Marías en la gravedad de la mentira, sobre todo cuando queda impune y llega a imponerse por la influencia de los medios: “La tendencia dominante en la actualidad a la impunidad en todos los aspectos adquiere particular gravedad cuando se trata de la mentira. Es lo que puede llamarse impunidad verbal, el que la mentira circule y pase sin corrección ni apenas conciencia de su existencia. El influjo de la mentira cuando está potenciada por la organización y los “medios de confusión” es enorme y rara vez hay reacción contra ella. Cada día en los periódicos, en los coloquios, en los programas de radio o televisión, se pueden contar mentiras evidentes, flagrantes, a las cuales no se pone coto, rectificación”.

Como buen observador, J. Marías parece estar describiendo la realidad de nuestros días. Abunda la mentira. No se tiene el más mínimo respeto a la verdad. Se hacen afirmaciones en cosas importantes para la vida pública que pocos días después se demuestra su falsedad. Los ejemplos son muchos y todos los tenemos en la mente. Desde las pruebas falsas del 11M, pasando por interpretaciones partidistas de la historia que poco o nada tienen que ver con la verdad, hasta las extorsiones de ETA anteriores y también posteriores a la tregua. Es más, dice J. Marías, “personas que tienen una vida pública adquieren influjo, crédito y hasta estimación porque no se muestra que su palabra es habitualmente vehículo de falsedad. Hay personas que cuando abren la boca -salvo para ingerir alimentos- sistemáticamente mienten. Si cada mentira tuviera la respuesta fácil y elemental de su confrontación con los hechos, quedaría desvirtuada, sería inoperante y nada peligrosa. Pero esto no se hace, sino muy excepcionalmente”.

A medio y largo plazo, nada bueno se construye sobre la mentira. No hay paz sin justicia, ni justicia sin verdad. Está demostrado por la experiencia. Mal futuro le espera a una sociedad que no respeta la verdad de las cosas y la realidad de los hechos. Hemos de tener valor para denunciar la mentira y defender y reclamar la verdad, aunque vaya contra corriente y no sea políticamente correcto. Sobre todo los que creemos en el evangelio de Jesucristo que nos ha dicho: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32).