Así titulaba el filósofo Julián Marías un artículo sobre la verdad y la
mentira (escrito en la tercera de ABC el 21-2-2002) que tiene
viva actualidad. Desde el principio manifiesta su pasión por la verdad y
la interrelación entre verdad y libertad: “la una depende de la otra
y la falta de una pone en peligro la otra”. Y sobre todo, como buen
filósofo, nos alerta sobre los males que ocasiona la mentira:
“Cada vez estoy más persuadido de que la causa más profunda de los males
que padece la humanidad es la mentira” . Así de claro y tajante.
No tiene pelos en la lengua para denunciar la mentira como causa de
males, distinguiendo la mentira del error, que a veces es inevitable y
es siempre superable.
Insiste J. Marías en la gravedad de la mentira, sobre todo cuando queda
impune y llega a imponerse por la influencia de los medios: “La
tendencia dominante en la actualidad a la impunidad en todos los
aspectos adquiere particular gravedad cuando se trata de la mentira. Es
lo que puede llamarse impunidad verbal, el que la mentira circule y pase
sin corrección ni apenas conciencia de su existencia. El influjo de la
mentira cuando está potenciada por la organización y los “medios de
confusión” es enorme y rara vez hay reacción contra ella. Cada día en
los periódicos, en los coloquios, en los programas de radio o
televisión, se pueden contar mentiras evidentes, flagrantes, a las
cuales no se pone coto, rectificación”.
Como buen observador, J. Marías parece estar describiendo la realidad de
nuestros días. Abunda la mentira. No se tiene el más mínimo respeto a la
verdad. Se hacen afirmaciones en cosas importantes para la vida pública
que pocos días después se demuestra su falsedad. Los ejemplos son muchos
y todos los tenemos en la mente. Desde las pruebas falsas del 11M,
pasando por interpretaciones partidistas de la historia que poco o nada
tienen que ver con la verdad, hasta las extorsiones de ETA anteriores y
también posteriores a la tregua. Es más, dice J. Marías, “personas
que tienen una vida pública adquieren influjo, crédito y hasta
estimación porque no se muestra que su palabra es habitualmente vehículo
de falsedad. Hay personas que cuando abren la boca -salvo para ingerir
alimentos- sistemáticamente mienten. Si cada mentira tuviera la
respuesta fácil y elemental de su confrontación con los hechos, quedaría
desvirtuada, sería inoperante y nada peligrosa. Pero esto no se hace,
sino muy excepcionalmente”.
A medio y largo plazo, nada bueno se construye sobre la mentira. No hay
paz sin justicia, ni justicia sin verdad. Está demostrado por la
experiencia. Mal futuro le espera a una sociedad que no respeta la
verdad de las cosas y la realidad de los hechos. Hemos de tener valor
para denunciar la mentira y defender y reclamar la verdad, aunque vaya
contra corriente y no sea políticamente correcto. Sobre todo los que
creemos en el evangelio de Jesucristo que nos ha dicho: “Conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32).