Y ahora, a la final
 

Ricardo Benjumea


Terminó el sueño del Mundial, con uno de esos partidos en que los dos equipos merecían ganar. Y la verdad, así da gusto. Pero me supo mal la cerveza en el bar cuando recordé a todas esas personas en la “Vigilia por la Dignidad”. Sé que más de uno no se hubiera perdido el partido por nada del mundo. O por casi nada…

Hoy puede ser el día en que el Presidente del Gobierno de España anuncie en el Congreso que va a iniciar conversaciones con ETA. Quizá algún asesor le diga al señor Rodríguez Zapatero que sería mejor esperar siquiera un día a que se nos pase a todos la pena futbolera, pero no me hago muchas ilusiones, porque nadie le avisó hace unas semanas de que la luz verde al encuentro con la ilegal Batasuna coincidiría con el juicio a los confesos asesinos de Miguel Ángel Blanco, y eso sí que es falta de previsión y de delicadeza.

Mucho me temo que, en este asunto, no nos estamos entendiendo. Una parte de la sociedad le dice, le exige al Gobierno que no negocie con los terroristas. Y no es por ganas de tocar las narices ni porque quieran que otro partido político se ponga las medallas. Es porque, en realidad, hay muy poco margen para negociar por parte de un Estado que quiera llamarse de Derecho, y nada, nada en absoluto, mientras ETA no abandone todas las formas de terrorismo y sus presos y simpatizantes no demuestren inequívocamente que su actitud ha cambiado, lo cual exige, en primer lugar, su arrepentimiento.

ETA juega la baza del miedo al futuro. Si el Gobierno no quiere más muertos, tendrá que ceder. Pero también el Gobierno piensa que éste puede ser su gran triunfo. Miles de españoles están de su lado, y no hay motivos para pensar que lo hacen de mala fe, por ganas de deconstruir España.

Es aquí donde entran las víctimas. A mí nadie me ha amenazado y puedo decir sin miedo que prefiero resistir frente a los últimos estertores de la serpiente, antes que regalar sin más el justo triunfo que España entera ha conquistado con mucho sudor, sangre y lágrimas. Sin la presión de una pistola que me apunte, razono que ceder ahora, cuando casi habíamos ganado, no tiene sentido, y que si el proceso sigue adelante se generará una dinámica terrible para quienes no se plieguen al credo nacionalista.

Las víctimas, en cambio, que sí tienen muchos motivos para sentir miedo, no necesitan argumentos tan abstractos. Porque tengo hijos, dice la socialista Rosa Díez, “me bato por la dignidad”. Hace falta un enorme valor para decir eso. Si las cosas no salen como quieren los terroristas, no será a mí a quien vengan a buscar.

ETA no es la selección francesa de fútbol, legítima vencedora en un partido que mereció terminar sin vendedores ni vencidos. Ésta es una eliminatoria en la que sólo España debe ganar. La victoria puede estar muy cerca. Con un 4 a 0 en el marcador, no hay por qué jugársela en los penaltis. Evitaríamos algún doloroso golpe en el período de descuento, sí, pero lo contrario significa expornernos a males mucho mayores, cuando empiecen los debates estatutarios y las exigencias de autodeterminación. ¿Recuerdan el clamor del Pastor Martin Niemöller, atribuido a Bertolt Brecht? “(…) Luego vinieron a por mí”.