Terminó el sueño del Mundial, con uno de esos partidos en que los dos
equipos merecían ganar. Y la verdad, así da gusto. Pero me supo mal la
cerveza en el bar cuando recordé a todas esas personas en la “Vigilia
por la Dignidad”. Sé que más de uno no se hubiera perdido el partido por
nada del mundo. O por casi nada…
Hoy puede ser el día en que el Presidente del Gobierno de España anuncie
en el Congreso que va a iniciar conversaciones con ETA. Quizá
algún asesor le diga al señor Rodríguez Zapatero que sería mejor esperar
siquiera un día a que se nos pase a todos la pena futbolera, pero no me
hago muchas ilusiones, porque nadie le avisó hace unas semanas de que la
luz verde al encuentro con la ilegal Batasuna coincidiría con el
juicio a los confesos asesinos de Miguel Ángel Blanco, y eso sí que es
falta de previsión y de delicadeza.
Mucho me temo que, en este asunto, no nos estamos entendiendo. Una parte
de la sociedad le dice, le exige al Gobierno que no negocie con los
terroristas. Y no es por ganas de tocar las narices ni porque quieran
que otro partido político se ponga las medallas. Es porque, en realidad,
hay muy poco margen para negociar por parte de un Estado que quiera
llamarse de Derecho, y nada, nada en absoluto, mientras ETA no abandone
todas las formas de terrorismo y sus presos y simpatizantes no
demuestren inequívocamente que su actitud ha cambiado, lo cual exige, en
primer lugar, su arrepentimiento.
ETA juega la baza del miedo al futuro. Si el Gobierno no quiere más
muertos, tendrá que ceder. Pero también el Gobierno piensa que éste
puede ser su gran triunfo. Miles de españoles están de su lado, y no hay
motivos para pensar que lo hacen de mala fe, por ganas de deconstruir
España.
Es aquí donde entran las víctimas. A mí nadie me ha amenazado y puedo
decir sin miedo que prefiero resistir frente a los últimos estertores de
la serpiente, antes que regalar sin más el justo triunfo que España
entera ha conquistado con mucho sudor, sangre y lágrimas. Sin la presión
de una pistola que me apunte, razono que ceder ahora, cuando casi
habíamos ganado, no tiene sentido, y que si el proceso sigue
adelante se generará una dinámica terrible para quienes no se plieguen
al credo nacionalista.
Las víctimas, en cambio, que sí tienen muchos motivos para sentir miedo,
no necesitan argumentos tan abstractos. Porque tengo hijos, dice
la socialista Rosa Díez, “me bato por la dignidad”. Hace falta un enorme
valor para decir eso. Si las cosas no salen como quieren los
terroristas, no será a mí a quien vengan a buscar.
ETA no es la selección francesa de fútbol, legítima vencedora en un
partido que mereció terminar sin vendedores ni vencidos. Ésta es
una eliminatoria en la que sólo España debe ganar. La victoria puede
estar muy cerca. Con un 4 a 0 en el marcador, no hay por qué jugársela
en los penaltis. Evitaríamos algún doloroso golpe en el período de
descuento, sí, pero lo contrario significa expornernos a males mucho
mayores, cuando empiecen los debates estatutarios y las exigencias de
autodeterminación. ¿Recuerdan el clamor del Pastor Martin Niemöller,
atribuido a Bertolt Brecht? “(…) Luego vinieron a por mí”.