Lo hizo, aunque a su manera. El Presidente del Gobierno compareció ante
los periodistas acreditados en el Congreso de los Diputados para
anunciar que va a dialogar con ETA. Bueno, al fin y al cabo fue en el
Congreso…
La incógnita que queda abierta es sobre qué va a hablar el Presidente.
Sin duda, fue una buena señal que reafirmara la vigencia de la Ley de
Partidos y que dejara claro que “la democracia no va a pagar ningún
precio político”. Pero más que palabras, lo que hoy cabe exigir son
hechos. Con el aval de Rodríguez Zapatero, los socialistas vascos van a
incumplir abiertamente esa Ley de Partidos al reunirse con Batasuna. El
gesto se presta a malentendidos, puesto que equivale a ceder a
las exigencias de los terroristas: una mesa para las cuestiones
militares y otra para las políticas.
Lo más preocupante, sin embargo, es esta frase del Presidente: “Les digo
que el Gobierno respetará las decisiones de los ciudadanos vascos que
adopten libremente, respetando las normas y procedimientos legales, los
métodos democráticos, los derechos y libertades de los ciudadanos, y en
ausencia de todo tipo de violencia y de coacción”.
El único problema hoy en el País Vasco es que existen “violencia” y
“coacción”. Por lo demás, éste y todos los Gobiernos respetan las
“decisiones de los ciudadanos vascos” con respeto a las “normas” y a los
“procedimientos legales”. ¿De qué hablamos entonces?
La respuesta está en Cataluña. La única interpretación que logro extraer
de las palabras del Presidente es que el PSOE se unirá con entusiasmo a
los delirios de los nacionalistas para alcanzar “un gran acuerdo
político de convivencia”. Salvo el Partido Popular, todos los grupos de
la Cámara vasca, más ETA-Batasuna, darán al nuevo Estatuto “el máximo
consenso posible”. La diferencia es que los pistoleros seguirán de cerca
todo el proceso: si las cosas no van como ellos quieren -ya sea
en Vitoria, en Navarra, en el Congreso de los Diputados o en un eventual
recurso de inconstitucionalidad-, ya sabemos a qué atenernos. En otras
palabras: para evitar nuevos asesinatos, habrá que darles por las
buenas lo que no han conseguido en casi 40 años de terror.
Todo cuadra con los denunciados proyectos de refundación de España del
Presidente. Desde varios sectores, sobre todo conservadores, se ha dicho
con frecuencia que fue un error otorgar la autonomía al País Vasco sin
haber resuelto antes el problema del nacionalismo. Precisamente la
autonomía ha sido el precio político que ha pagado Tony Blair al IRA,
disimulado con cesiones de competencias anteriores a Escocia y Gales,
que prosperaron en sendos referendos por un margen muy estrecho de
votos.
Ése es el proceso que se ha abierto ya en España. El primer acto
fue el Estatuto catalán. Es el inicio de una reforma constitucional -por
el momento- encubierta, con la que este Gobierno quiere zanjar la
cuestión de los nacionalismos. La diferencia es que España ya otorga el
mayor nivel de autonomía a las regiones que se conoce en Europa. Con
nuevas cesiones, sólo se alimentará aún más una voracidad insaciable,
que aumentará el desamparo de los no nacionalistas.
Abróchense pues los cinturones. Esto no ha hecho más que comenzar.