Arturo Mari, una vida al lado de los papas

«Sueño con ver a JPII en los altares»

RD
Sábado, 4 de agosto 2007

 

Después de 51 años al servicio de seis papas, Arturo Mari, el fotógrafo papal ha decidido jubilarse. La foto que recuerda con más cariño, el abrazo entre Juan Pablo II y un niño indígena de Oaxaca en la primera visita del Papa a México. La foto que nunca hubiera querido sacar, la del atentado del 13 de mayo de 1981.
Arturo Mari empezó a fotografiar a los papas a los 16 años. Inició con Pio XII, siguió con Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y hasta su renuncia con Benedicto XVI.

A la pregunta: ¿Cuáles han sido sus años más intensos de su vida?, Mari responde sin titubeos que fueron los que pasó trabajando al lado de Juan Pablo II.

Arturo Mari, que acompañó a Pío XII hasta la sede de la Radio Vaticana, como si se tratara de un viaje a Australia, que asistió a la apertura del concilio Vaticano II y a las primeras salidas de Juan XXIII, a parroquias, hospitales y cárceles, que realizó los primeros viajes internacionales de un Papa, con Pablo VI, ha sacado millones de fotografías, pero las que guarda en el corazón son las que realizó al lado de Juan Pablo II.

“La que recuerdo con amor es la del rostro del Papa pegado al rostro de un niñito indígena de Oaxaca, los dos se veían felices", recordó Mari.

Arturo Mari asegura que no ha guardado ninguna foto secreta en sus cajones.

Las fotos que nunca hubiera querido tomar son las del atentado en la plaza de San Pedro:

“Ni siquiera sé cómo logré sacarlas. Lo mismo me pasó en el hospital Gemelli, cuando tuve que sacarle una foto en la cama. Me dijo: todavía estoy vivo. Me solté llorando y ya no vi nada…”

La foto más importante para Arturo Mari fue la que sacó durante el último víacrucis de Juan Pablo II cuando Juan Pablo II pidió un crucifijo. Luego apoyo la cruz sobre su frente y su corazón. Es la foto más emblemática de su Pontificado, dijo Arturo Mari.

Arturo Mari fue uno de los testigos en la causa de beatificación de Juan Pablo II.

“Yo sé que la Iglesia tiene sus parámetros, sus tiempos, pero por lo que vi y oí sé que fue un santo en vida.

A su lado asistió a milagros, curaciones y exorcismos, pero también a conversiones y actitudes impregnadas de santidad en los hospitales, leprosarios y cárceles.

Para su futuro, Arturo Mari, que tiene 68 años, desea un poco de descanso y mucha convivencia con su familia. En cuanto a los sueños:

“Tengo uno, el de ver a Juan Pablo II beato. Respeto los tiempos de la iglesia, pero me siento impaciente. Este es mi sueño…”