Viajando por el Norte de Uganda (IV) A los pobres, siempre lo mejor

Permalink 06.08.07 @ 08:12:50. Archivado en Desarrollo, Gentes y rostros, Artículos José Carlos (JCR)

(JCR)
En uno de los rincones más apartados del Norte de Uganda, Kalongo, cuyos habitantes han sufrido más las consecuencias de la guerra desde 1986, se acaba de inaugurar una escuela de formación profesional en la misión católica, que desde septiembre proporcionará una educación de calidad a 220 chicas que han vuelto de la guerrilla después de pasar por los traumas del secuestro, la guerra y la esclavitud sexual.

No es casualidad que el complejo escolar lleve el nombre de Santa Josefina Bakhita, la monja canosiana sudanesa canonizada por Juan Pablo II en 2000, que antes de ser religiosa pasó todos los años de su infancia y juventud como esclava, a principios del siglo pasado, comprada y vendida por distintos amos, hasta que un cónsul italiano la liberó.

Hace apenas una semana tuve la suerte de entrar en sus instalaciones, inauguradas a finales de mayo por el vice-presidente de Uganda Gilbert Bukenya. El proyecto, que ha costado 600.000 euros, ha sido financiado en su totalidad por la Cooperación Italiana. Su ingeniero constructor, Carlo Grossi, de 60 años, es todo un personaje: Natural de Roma, ha pasado casi toda su vida realizando proyectos de desarrollo en países como Mozambique, Libia, Egipto, Nigeria, Burundi e Indonesia. En este último país conoció a la que es ahora su esposa.

Además de las instalaciones de la Escuela Técnica San Bakhita, con sus aulas, dormitorios, pistas deportivas, comedor, llama la atención los jardines artísticos de sus amplios patios y los alegres colores de sus edificios, a juego con los miles de flores presentes en todos sus rincones. Carlos Grossi es un artista, como demuestra el hecho de que en sus ratos libres se entregue con pasión a su hobby de la pintura a la acuarela, y según sus propias palabras “este ambiente está diseñado para hacer que estas chicas que han sufrido cruelmente vivan felices y relajadas para que se concentren mejor en sus estudios”.

Recuerdo haber visitado el lugar en abril del año pasado, y me llama poderosamente la atención que varios árboles de mango que en aquellas fechas estaban enfermos y medio secos, tras realizar una poda y una cura adecuada, ahora destacan en el patio verdes y frondosos. A Carlo Grossi no se le escapa el simbolismo: “Si este milagro se puede realizar con un árbol a punto de ser talado y echado al fuego, cómo no se podrá hacer con una persona”.

Actualmente, Grossi da los últimos toques a una última instalación de esta escuela: un poblado de cabañas para jóvenes madres alumnas. No se puede olvidar que muchas de las muchachas secuestradas por la guerrilla y entregadas como “esposas” a sus comandantes volvieron a sus casas con niños pequeños nacidos durante su periodo en cautividad. Con este poblado se pretende que el hecho de tener niños pequeños a los que cuidar no sea un obstáculo para realizar estudios.

Durante los meses de julio y agosto se recibieron miles de solicitudes para ingresar en el centro escolar, donde se cursarán estudios de corte y confección, informática y catering. Tras realizar una selección, sólo 220 podrán acceder a sus cursos. La administración de la escuela correrá a cargo de las Hermanas de María Inmaculada, una congregación femenina fundada en el norte de Uganda en 1940 por el obispo comboniano Angelo Negri.

La mayor satisfacción para Carlos Grossi, según sus propias palabras, es coronar su obra con la convicción de que “a los más pobres les hemos dado lo mejor de lo mejor”.