Los curas no tienen dinero para pagar un hotel

«En vacaciones vamos de okupas»

PD/HoyDigital
Sábado, 11 de agosto 2007

 

La llegada del verano también se ha hecho notar en la Iglesia Católica de Badajoz. Numerosos pueblos de la provincia despiden estos días, aunque temporalmente, a los sacerdotes encargados de dirigir sus respectivas parroquias.

Las localidades más pequeñas son las que presentan mayores dificultades para la organización de las vacaciones.

En aquellos pueblos suficientemente voluminosos como para contar con dos sacerdotes, este problema se soluciona con un acuerdo entre ambos a través del cual deciden en qué momento se va uno de ellos y cuándo se va el otro.

Pero esto no es tan fácil en las localidades que solamente cuentan con un sacerdote para todo el pueblo. Allí, el párroco tiene que ponerse de acuerdo con el cura del municipio más cercano, en el tiempo determinado en el que va a descansar cada uno, mientras que el otro le sustituye dirigiendo las dos parroquias: la propia y la del compañero.

Esto es así cuando el proceso transcurre sin problemas, pero, en determinados casos, se añade una dificultad más: no es muy extraño que, por cualquier razón, los dos sacerdotes de los pueblos más cercanos no puedan compenetrarse para sustituirse. En estas circunstancias, el párroco no tiene más remedio que irse de vacaciones de lunes a viernes y regresar los fines de semana para celebrar las misas del domingo y de las vísperas.

Durante los días de diario el pueblo se quedaría sin misas, aunque el sacerdote del municipio vecino se haría cargo de los casos de más urgencia, como son los entierros.

Las vacaciones

El tipo de vacaciones de los clérigos depende de las circunstancias de cada uno. Así, están los que prefieren regresar a su pueblo natal para pasar unos días de descanso junto a su familia, o los que se van con otros compañeros a conocer nuevas ciudades o países. Los más tradicionales eligen la playa o la montaña como destino para su descanso.

Pero no todos los curas disponen del tiempo suficiente para hacer viajes personales, por lo que deciden organizar campamentos en los que participen los feligreses, o diferentes actividades, como el Camino de Santiago.

Distinto es el caso de don Francisco Portalo, uno de los curas de la Parroquia de San José. Este joven sacerdote pasará las vacaciones en su pueblo con su familia pero aprovechará los días de descanso para preparar su próximo viaje a Roma, donde concluirá la tesis doctoral que está realizando.

Según Santiago Ruiz, uno de los vicarios episcopales, «muy pocas veces un cura va de vacaciones a un hotel. Muchos van a apartamentos de amigos que se lo prestan y aprovechan para irse con otros sacerdotes».

«Con nuestro sueldo no podemos permitirnos mucho. Hay que disfrutar de las vacaciones pero sin tirar muchos cohetes porque no da la economía para tanto. Por eso aprovechamos las invitaciones y nos vamos de okupas», bromea Ruiz.

El sueldo de los curas

Los sacerdotes de la provincia, con anterioridad al sistema actual, vivían del 40% de los ingresos de la parroquia que dirigía cada uno, a lo que se añadía un porcentaje del dinero que el obispado recibía del IRPF.

Según Santiago Ruiz, «esto provocaba que los sacerdotes de los pueblos más pequeños quisieran cambiarse a uno mayor, mientras que los párrocos de las iglesias con más ciudadanos a los que atender preferían quedarse donde estaban».

«Aquí se producía una situación clara de injusticia y eso hacía que, incluso, el servicio de las parroquias no fuera tan bueno como debía ser», apunta el vicario.

El sistema vigente no permite grandes diferencias en el sueldo de los sacerdotes. Para ello, existe una bolsa común en la que cada sacerdote ingresa el sueldo que recibe de su trabajo. Así, tanto un profesor de instituto como el capellán de un hospital incorpora su salario en esta bolsa.

A toda esta suma se le incluye una parte del dinero que llega del IRPF para el mantenimiento del clero.

Todo el dinero reunido se distribuye entre los sacerdotes de la diócesis a través de un sistema de puntos que funciona de la siguiente manera: Por cada dedicación que tiene un sacerdote, se le va sumando una serie de puntos, así, el que tiene muchos cargos tendrá algunos puntos más. También hay una serie de baremos como el número de habitantes atendidos, el número de bodas celebradas, entierros, etc., lo que hace que la distribución sea mucho más equitativa y no haya grandes diferencias.

Si se da el caso en el que un sacerdote no tiene los suficientes puntos para tener un sueldo digno, existe un mínimo fijado en 660 euros. «La media del sueldo de los sacerdotes está en 815 euros, por lo que no cobramos una gran cosa; los sacerdotes no somos mileuristas», explica de forma simpática Santiago Ruiz.

Vuelta a la vida diaria

Una vez acabada las vacaciones, los sacerdotes regresarán a sus puestos encomendados. Cada uno volverá a celebrar sus misas, bodas, bautizos y entierros. Pero esto es sólo la parte sacramental, lo que los ciudadanos ven a diario.

«A parte de lo sacramental hay una dimensión pastoral que también tenemos que cubrir los sacerdotes. Normalmente, si en una parroquia hay mucho trabajo, como las catequesis, los cursos de formación, las reuniones, etc., ocurre que el cura está trabajando mucho por detrás, aunque no se le vea. El trabajo de un cura no es escaso, aunque, gracias a Dios, nunca me he encontrado con ninguno que se queje de lo que hace», afirma el vicario.