Marta Luisa, la vidente

Permalink 14.08.07 @ 13:05:28. Archivado en Fe y sociedad

En “Otro poema de los dones”, Borges evoca a “Swedenborg, que conversaba con los ángeles en las calles de Londres”. El místico sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772) quería descifrar los arcanos celestes y la sabiduría de los ángeles. Pero los ángeles de Swedenborg – y los de Borges – nos conducen más a un mundo de esoterismo que al mensaje cristiano sobre estas criaturas: “Los Ángeles de Swedenborg son las almas que han elegido el Cielo. Pueden prescindir de palabras; basta que un Ángel piense en otro para tenerlo junto a él. Dos personas que se han querido en la tierra forman un solo Ángel. Su mundo está regido por el amor; cada Ángel es un Cielo. Su forma es la de un ser humano perfecto” (J. L. Borges, “El libro de los seres imaginarios”).

A Swedenborg le ha salido una discípula aventajada. También de los Países Escandinavos; no de su Suecia natal, sino de la vecina Noruega. Una discípula posmoderna, de papel “couché”. De Noruega viene el salmón y la videncia. Los ahumados y la princesa Marta Luisa, que conversa con los ángeles en las calles de Oslo. El conocimiento de las jerarquías angélicas ha dejado de ser patrimonio de los sabios o de los teólogos. Ni el ortodoxo Pseudo Dionisio ni el heterodoxo Swedenborg. Para ángeles, Marta Luisa.

La reina Sonia no es que haya contribuido a aclarar las dudas. Ella, la reina, dice no creer en los ángeles, aunque comprende que, si la princesa posee unos poderes, debe disfrutar de la necesaria libertad para ejercerlos. El remedio peor que la enfermedad. La herejía queriendo destronar a la superstición.

Porque la existencia de los ángeles es una verdad de fe. Que yo sepa, compartida también por los luteranos (¿no es ésa, la luterana, la religión de la reina Sonia?). Aunque, claro, se entiende que con una hija así, uno tiene la tentación de no creer en muchas cosas.

Los ángeles no son “las almas que han elegido el cielo”; son espíritus que rodean a Dios, que le sirven y que son sus mensajeros. Pero ni el ángel se puede hacer hombre ni los hombres pueden convertirse en ángeles. Yo nunca he conversado con los ángeles, pero, si lo hiciese, tendría muy claro que no se trataría de un diálogo con las almas de los muertos.

Dice Marta Luisa de Noruega que, en otros tiempos, habría ardido en una hoguera. Hoy, quizá se juegue únicamente su título de princesa. Las hogueras han quedado – a Dios gracias – obsoletas. Pero el oficio de discernir entre lo que pertenece a la fe y lo que entra en el campo de la superstición y de la herejía, sigue siendo un oficio actual, necesario. Tanto o más que en la época de las hogueras.

Guillermo Juan Morado.