Cañizares arremete contra el hedonismo

RD
Jueves, 16 de agosto 2007

 

Cuenta R. Nogués en La Tribuna que el cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, aseguró ayer que uno de los problemas más importantes de la sociedad actual es la «debilidad en la esperanza y la falta de fe» y sin ésta última, el cristiano «perdería el mordiente» para enfrentarse al «hombre light» de la civilización de nuestros días, que vive a «ras» de tierra y que no ha experimentado la felicidad ni la paz interior.

El cardenal hizo estas afirmaciones en la Catedral Primada, en el transcurso de la homilía con motivo de la festividad de la Virgen del Sagrario.

El prelado insistió en que el nuevo hombre lleva por bandera «una tetralogía nihilista: hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo, todos ellos enhebrados por el materialismo» y le acusó de estar tan inmerso en las vicisitudes de cada día que «a veces olvidamos esta consoladora realidad espiritual que constituye una importante verdad de fe».

Para el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, el «hombre light» es un hombre «sin sustancia, sin contenido, entregado al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones», por lo que, a su juicio, «carece de referentes, tiene un gran vacío moral y no es feliz aún teniendo materialmente casi todo», aunque le falta «lo principal: Dios».

El ejemplo de María.

Cañizares puso como ejemplo a María, en el día de la Asunción, de quien dijo ser «apoyo de todos los creyentes» e insistió en que estamos tan inmersos en las ocupaciones diarias que «corremos el riesgo de creer que aquí en este mundo se encuentra el fin último de la existencia humana».

El cardenal también habló de la paz, para lo cual recordó algunas citas del libro del Apocalipsis que «apuntan a una paz que ya no es de este viejo mundo». En este sentido, afirmó que «la muerte, el dolor y el llanto tienen su lugar propio en este viejo mundo y mientras éste dure no habrán de faltar ni muerte, ni dolor, ni llanto».

Pese a ello, aseguró que «con lo dicho, no se menosprecian naturalmente los esfuerzos para apagar el odio, ni la guerra y establecer la paz, todo lo contrario».

«Los esfuerzos por lograr la paz pueden ser anticipaciones todo lo precarias y provisionales que se quiera, de la paz perpetua. Dios nos librará del sufrimiento y de la muerte», aseveró el prelado.

Resurrección.

El cardenal también habló de la resurrección y dijo que en estos años se ha debilitado la fe en la resurrección y en la vida eterna. «Se han producido demasiados silencios sobre estas afirmaciones del credo en la enseñanza de la catequesis y en la predicación», por lo que consideró que «con todo ello se ha mutilado la fe cristiana, se le ha reducido a un sistema moral más».

«Es un contrasentido declararse cristiano y negar o dejar a un lado la fe en la resurrección y en la vida eterna», agregó. El cardenal se preguntó sobre la realidad de la resurrección e insistió en que «si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado nuestra fe no tiene sentido».

Por otro lado, aseguró que «con la caída de las ideologías utópicas en las últimas décadas se ha producido en la Historia un cambio muy importante», por el cual muchos se contentan, resignados o satisfechos, con disfrutar las pequeñas cosas y las pequeñas satisfacciones de cada día y sortear como se pueda los sufrimientos de la vida. «Para muchos, la historia parece ya terminada no avanza hacia una injusticia, una igualdad una fraternidad y libertad completas».

A juicio del prelado, el último siglo ha estado marcado por la voluntad de llegar a una sociedad «perfecta» liberada de toda injusticia y explotación. «Parecía ya llegado el tiempo en que el hombre iba a ser dueño de su propia historia -insistió- que podía y quería dominar la naturaleza, pero este gran experimento fracasó se volvió contra el propio hombre».

En este sentido dijo que este gran experimento ha probado que el hombre sólo en parte es dueño de su historia y de su vida.

«No se puede volver a caer en la falsa ilusión de construir por nuestras propias fuerzas y dentro de la Historia, una humanidad o una sociedad eternamente reconciliada», concluyó.

Finalizada la misa, los asistentes participaron en la procesión por el templo catedralicio para, posteriormente, cumplir con la tradición de beber de los botijos.