Orar por las vocaciones

Permalink 24.08.07 @ 13:31:55. Archivado en Vocaciones

Una de las preocupaciones que más se hace sentir en nuestras iglesias es la necesidad de vocaciones al sacerdocio. Los seminarios están menos llenos de lo que sería deseable. No obstante, el porcentaje de seminaristas con relación al de jóvenes católicos practicantes estimo – sin datos objetivos – que es muy alto. Si pocos chicos van a Misa, si muy pocos se confiesan, equivaldría a pedir un milagro continuo exigir que hubiese listas de espera para ingresar en los seminarios.

Pese a todo, hay muchas cosas que se pueden hacer a favor de las vocaciones. En primer lugar, rezar. Y rezar mucho, sin cansarse. En algunas diócesis es práctica frecuente dedicar los primeros jueves de mes a orar por las vocaciones. Sin que esa oración quede reducida sólo a ese día, aunque se haga especialmente intensa ese día.

Si esa plegaria se hace ante el Santísimo Sacramento expuesto, bien en la exposición breve o en la solemne, creo que resulta especialmente significativa. Se adora a Cristo presente en la Eucaristía y a Él, que es el dueño de la mies, se le implora que no prive, por falta de ministros, a su pueblo del alimento de su Cuerpo y de su Sangre.

En muchas parroquias apenas se hace esa adoración eucarística. Y creo que es una pérdida. La Eucaristía es para celebrar y para adorar. Es más, no se puede celebrar sin adorar. Y la adoración fuera de la Misa ayuda a adorar y a celebrar mejor. Una comunidad reunida en torno al Santísimo, dedicada a escuchar la palabra de Dios, a cantar las alabanzas del Señor, a meditar en silencio, a recitar conjuntamente otras oraciones, es una comunidad que sabe que todo – también las vocaciones – hay que esperarlo de Dios.

Es verdad que el sacerdote no está sólo para celebrar la Santa Misa. Debe anunciar la Palabra de Dios; debe guiar al “pequeño rebaño” de la Iglesia; debe “re-presentar” a Cristo, Sacerdote, Maestro y Pastor. Pero, sin negar esto, se puede decir, sin exageración alguna, que el sacerdote está, sobre todo, para celebrar la Santa Misa, fuente y cumbre de toda la vida cristiana.

Oremos, pues, con confianza. Para que Dios envíe a su Iglesia sacerdotes santos, que construyan en lugar de destruir, que unan en lugar de dividir, que ayuden a amar, a creer, a esperar.

Guillermo Juan Morado.