
Padre Pío de Pietrelcina: "He visto al Papa Pío XII en el Cielo"
30.08.07 @ 06:34:56. Archivado en Iglesia en el mundo, Benedicto XVI, Jerarquía
El 29 de agosto de 1997, hace ahora diez años, murió en un pequeño convento de Bregenz (Austria) la madre Julia, fundadora de la Familia Espiritual de la Obra (Familia Spiritualis Opus), o la Obra a secas (Das Werk). A ella nunca le gustó aplicarse el título de "fundadora", y solía decir en su humildad que Jesucristo fundó ya todo al fundar la Iglesia. Nacida en Bélgica en 1910, Dios la escogió para difundir la devoción al Sagrado Corazón a través precisamente de la Obra, institución que en el año 2001 recibió aprobación pontificia como Familia de Vida Consagrada (a quien quiera ampliar, le sugiero que siga el enlace: http://www.thework-fso.org/index.html ).La Obra tiene una casa en Roma, llamada el Collegium Paulinum, y allí se custodia una interesante carta, cuya historia es el objeto del post de hoy. Se trata de una breve misiva de respuesta escrita en alemán y firmada por el padre Domingo de Milwaukee, un capuchino del convento de San Giovanni in Rotondo. Destinataria de la carta era nada menos que sor Pascalina Lehnert, aquella pintoresca religiosa que fue asistente del Papa Pío XII hasta su muerte.
En efecto, el 9 de noviembre de 1958, un mes después de la muerte del Papa Pacelli en Castel Gandolfo, sor Pascalina escribió una carta al padre Pío de Pietrelcina (hoy san Pío de Pietrelcina). Consciente del gran afecto que el difunto pontífice guardaba hacia el fraile de los estigmas, afecto que era recíproco, sor Pascalina quiso relatar al padre Pío los pormenores relativos a los últimos días del Papa, que fueron de una lenta y dolorosa agonía. Con motivo de esta carta, la religiosa alemana aprovechó para pedir al padre Domingo de Milwaukee, que ayudaba al padre Pío con la correspondencia, que le dijera si el padre Pío había "visto" algo en relación con el destino último del alma del Papa.
Unos días después, el padre Domingo respondió en nombre del padre Pío con una carta manuscrita de su puño y letra. En ella, el fraile agradecía a sor Pascalina su relato de la muerte del Papa. Y añadía: "ayer por la tarde, cerca de las siete menos cuarto, fui a su habitación [la del padre Pío]. No sé por qué, pero siempre me recibe con particular amabilidad... Entonces le conté todo lo que usted me había comunicado: la piadosa muerte del Santo Padre, lo del Magnificat [al morir el Papa, los presentes en la habitación habían recitado espontáneamente el conocido himno mariano]... y también la convicción de usted y de otros de que ya está contemplando a Dios. El padre Pío escuchaba todo maravillado". A renglón seguido, el padre Domingo explicaba cómo se las había arreglado para interrogar al santo capuchino sobre el alma del Papa: "Formulé la pregunta de esta manera: “Sor Pascalina pregunta: ¿qué piensa el padre Pío?”. Con el rostro casi transfigurado me contestó: “Está en el Paraíso. Lo he visto en la Santa Misa”. No me fié de mis oídos y repetí: “¿Que lo ha visto en el Paraíso?”. “Sí”, me respondió con una sonrisa casi celestial".
Después de esta revelación, terminaba la carta: "Querida Madre Pascalina, estamos todos convencidos de que el Santo Padre es un santo. Estas palabras del padre Pío son una confirmación gozosa y llena de consuelo. Cómo me alegro de poder comunicarle todo esto... Querría menciona una cosa más: el día de la muerte [del Papa], padre Pío recibió la noticia justo antes de celebrar la Santa Misa. Como todo padre celebra al menos una Misa por un Papa difunto, pudo decir la Misa por él inmediatamente. Tal vez ya vio entonces al Santo Padre en la Gloria. Lloró durante toda la Misa".
Este testimonio ha permanecido oculto durante casi cincuenta años y sale a la luz ahora que el proceso de beatificación de Pío XII ha recibido un nuevo impulso: el pasado 8 de mayo, la reunión ordinaria de cardenales y obispos miembros de la Congregación para las Causas de los Santos votó unánimemente a favor de la proclamación de las virtudes heroicas del siervo de Dios Eugenio Pacelli. La promulgación del decreto está ahora en manos del Papa Benedicto XVI.