La Encíclica, a ras de suelo

Por Alejandro Córdoba
RD
Martes, 14 de julio 2009

 

Ante la crisis que nos rodea son muchas las voces que reclaman otro modelo socioeconómico. ¡Qué gran satisfacción que nuestro Papa se haya unido a ese movimiento y, en muchos aspectos, no limitándose a sobrevolarlo sino mojándose! Redactada en el contexto de la crisis económica mundial contribuye a analizar las causas de lo ocurrido y, en ese contexto, denuncia la corrupción y la ilegalidad, y cuestiona el capitalismo sin alma.

Nuestro Papa sostiene que la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, y no de cualquier ética, sino de una ética amiga de la persona. Y si alguno todavía no lo entiende eso, a ras de suelo, significa que la ética personal y la ética empresarial no pueden ser dos mundos disjuntos.

Sin dar soluciones técnicas a la crisis sí que ofrece referentes claros y principios de actuación: reivindicar una sociedad a la medida del hombre, de su dignidad y de su vocación, apelando a la responsabilidad de las empresas y de las personas.

¡Qué gran regalo y qué espaldarazo para quienes creemos y queremos redefinir el modelo socioeconómico desde la Responsabilidad Social Corporativa! Porque leyéndola con detenimiento y meditando cada expresión podemos ir incorporándola a nuestra existencia, tal y como recomienda Osoro.

¡Qué gran documento para escribir sobre él largo y tendido, para que sea como el chirimiri que día a día va impregnado el trabajo por forjar un desarrollo basado en hombres rectos, en operadores económicos y agentes políticos que sienten en su conciencia la llamada al bien común!

A ras de suelo, y en términos de responsabilidad empresarial, de la encíclica deduzco que el empresario y el directivo cristiano deben ser transparentes en su gestión; deben rechazar la manipulación de las pruebas de calidad de los productos o servicios con los que operan, las faltas de garantía de los mismos, el incumplimiento de plazos o la publicidad engañosa; deben huir de la tentación de la facturación indebida, las comisiones no contractuales o la manipulación de los estados financieros; deben renunciar al aprovechamiento de su posición en la empresa y de los abusos de autoridad; deben evitar las discriminaciones por razón de sexo, raza, o clase social y el incumplimiento de las normas de seguridad e higiene en el trabajo; deben velar por minimizar el impacto medioambiental de la actividad de su empresa, por el vertido de residuos y por la ecoeficiencia en el consumo de recursos no renovables; deben contribuir al desarrollo del entorno socioeconómico en el que actúan.

Y si a las empresas les reclama una mayor responsabilidad social a los hombres y mujeres nos interpela a comportarnos como personas creyentes y responsables, que piensan y actúan en términos tanto de derechos como de deberes y que participan activamente en los asuntos públicos, como ciudadanos concienciados y consumidores exigentes.