ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de julio de 2009



SANTA SEDE
El Papa afronta la vida ordinaria con el brazo inmovilizado
Nuevo obispo para la diócesis española de Cartagena

MUNDO
Ante la violencia que flagela a México

ESPIRITUALIDAD
Evangelio del domingo: Descansar con Jesús

DOCUMENTACIÓN
La “Caritas in veritate” y la mujer
El examen de conciencia
Revalorar el ministerio presbiteral

 


Santa Sede


El Papa afronta la vida ordinaria con el brazo inmovilizado

Lo que más le cuesta, no poder escribir a mano

 

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org).- Benedicto XVI comenzó este sábado su primer día de convivencia con el brazo inmovilizado, tras la fractura en la muñeca de la que fue operado el viernes y, como han reconocido sus colaboradores, lo que más le cuesta es el no poder escribir.

Una declaración emitida este sábado por el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, explica que "el Papa ha transcurrido la noche tranquilamentr y sus condiciones generales son buenas".

"Esta mañana ha celebrado misa y ha desayunado. El dia se desarrolla de manera prácticament e normal. El Papa está 'aprendiendo' a vivir con la muñeca derecha 'escayolada' y con los inconvenientes que esto supone".

"El más doloroso para él es tener que renunciar a escribir a mano, algo que pretendía hacer con frecuencia en estos días".

"El programa del Ángelus de mañana, en Romano Canavese, queda confirmado. El traslado está previsto en helicóptero y el Papa pretende quedarse también en Romano Canavese para almorzar".

"Para los días siguientes tampoco están previstos cambios de programa. El Papa permanece en Les Combes durante el período programado. Este viernes están prevsitas las vísperas en la catedral de Aostra y el domingo el Ángelus en Les Combes".



 



 


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Nuevo obispo para la diócesis española de Cartagena

Monseñor Juan Antonio Reig Plà

 

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado nuevo obispo de la diócesis de Cartagena en España a monseñor José Manuel Lorca Planes, hasta ahora obispo de Teruel y Albarracín, según ha informado este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede.

La sede de Cartagena estaba vacante tras el traslado de monseñor Juan Antonio Reig Plà a la diócesis de Alcalá de Henares, de la que tomó posesión el pasado 25 de abril.

Monseñor Lorca Planes nació en la localidad murciana de Espinardo, diócesis de Cartagena, el 18 de octubre de 1949. Curso los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor "San Fulgencio" de Murcia. Es licenciado en Teología Bíblica por la Facultad de Teología de Granada. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1975.

Mons. Lorca Planes regresa como Obispo a su diócesis originaria y en la que vivió su ministerio sacerdotal, que inició como Coadjutor de la Parroquia de "Santiago el Mayor" de Totana, de 1975 a 1980. Ha ejercido entre otros los cargos de Secretario del entonces Obispo de Cartagena, Mons. D. Javier Azagra Labiano, y Consiliario Diocesano del Movimiento Junior de Acción Católica (1980-1985); Rector del Seminario Mayor y Menor de Cartagena (1984-1989); Vicario episcopal de la zona pastoral de Lorca y párroco de "San Mateo" de Lorca (1989-1999); Párroco de "San Nicolás de Bari y Santa Catalina" (1999-2002); Vicario General (1999-2004) y Párroco de "San Miguel Arcángel". Además, fue profesor de religión en las escuelas públicas; docente de "Orígenes del cristianismo" en el Centro de Estudios Teológicos "San Fulgencio" de Murcia; profesor de Introducción a la Sagrada Escritura, Historia de Israel, Cristología y Eclesiología en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas a distancia "San Agustín", y Director y fundador de la Escuela de Teología de Lorca.

El 15 de enero de 2004 se hacía público su nombramiento como Obispo de Teruel y Albarracín. Recibió la ordenación episcopal en Teruel el 6 de marzo de 2004. En la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades.


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Mundo


Ante la violencia que flagela a México

Comunicado de la Oficina de Prensa de la Conferencia del Episcopado

 

MÉXICO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos el comunicado que ha emitido la Oficina de Prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano anter la violencia que flagela al país.



 

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La Sagrada Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia consecuencias del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes.

La Escritura precisa lo que el quinto mandamiento prohíbe: "No quites la vida del inocente y justo" (Ex 23,7). La ley que proscribe el homicidio posee una validez universal: que obliga a todos y a cada uno, siempre y en todas partes a acatarla; entonces, ¿qué está pasando hoy en México?, ¿hasta dónde nos va a llevar la situación de inseguridad y violencia?

Ríos de tinta están corriendo en los periódicos y en otros medios que no dejan de hablar de muerte y venganza pero, ¿dónde comienza todo esto?, la raíz de ésta y otras violencias radica en el seno familiar.

La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse  también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. El d erecho y el deber de la educación, son para los padres primordiales e inalienables.

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. Los padres han de enseñar a los hijos que lo material no lo es todo en la vida, hay valores y principios que son imprescindibles para la vida de la persona. El ejemplo y el saber reconocer los errores por parte de los padres ayudarán a los hijos a diferenciar lo que es importante y dejar lo superfluo.

Cuando hablamos de inseguridad y violencia, fácilmente nos escudamos y echamos este compromiso al gobierno y a las fuerzas policiales adjudicándoles el fracaso de operativos y la falta de respeto a los Derechos Humanos por las fuerzas del orden. No dudamos que se cometan abusos y es obligaci&oacut e;n del poder político y policías respetar los derechos de la persona, pero, tenemos que hacer hincapié que la familia y la educación en la escuela es la llave para encontrar la clave de este rompecabezas. 

La solución no está afuera, todos somos parte de ella y debemos comprender que, trabajando en conjunto la sociedad civil y los Poderes de la Unión, nada ni nadie nos podrán vencer en la lucha por la paz y la concordia en México.

México necesita de grandes reformas estructurales y dejar atrás complejos que nos estancan en la mediocridad y el fracaso, echando la culpa a los demás sin caer en cuenta que todos somos parte de esta situación.

Ante tantas muertes sin sentido, nos queda decir que sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano.



 



 



 


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Espiritualidad


Evangelio del domingo: Descansar con Jesús

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca

 

HUESCA, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio de este domingo (Marcos 6,30-34) XVI del tiempo ordinario, ofrecido por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca.



 

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Al regreso de aquella correría apostólica, los discípulos debieron volver tan cansados como pletóricos de alegría. Eran muchas las cosas que habían dicho y hecho "en Nombre de Jesús", sabiéndose enviados por él. Pero estaban cansados. Jesús los tomó aparte y dirá a aquellos que le seguían más de cerca: "venid un poco aparte, a un lugar solitario, y descansad un poco".

No es sólo un momento de relax el que les propone Jesús, sino un descanso con Él. Por eso se los lleva un poco aparte, aún a costa de no atender en el entretanto a toda la muchedumbre que andaba de acá para allá. Ellos tendrían necesidad de contarle al Maestro tantas cosas, y éste, a su vez, querría conocer qué tipo de resonancia o reacción había producido en ellos esta primera salida misionera. Para poder luego seguir subiendo hacia Jerusalén, era imprescindible pararse con el Señor a solas, gustando lo único que es necesario, como el mismo Jesús explicará a Marta en el célebre diálogo en su casa de Betania.

Porque si el discípulo habla sin haber escuchado antes la Palabra necesaria, y si actúa sin haber contemplado previamente la Presencia imprescindible, corre el riesgo de convertirse en jaleador de sus inventos, en vendedor de sus ideas, en urgidor de sus prisas, en imponedor de sus visiones, sea cual sea la clave ideológica desde la que lo haga; si la misión del evangelizador cristiano no nace de otra Palabra escuchada y de otra Presencia acogida, se arriesga a no ser una misión cristiana.

Y en este Evangelio, como siempre en la historia cristiana, cuando de verdad se ha descansado con Jesús bebiendo en las fuentes de su Palabra y su Presencia, entonces Él no retiene ni se queda privadamente con los que más de cerca le seguían. No ha actuado así el Señor jamás, sino todo lo contrario: "cuando llegaron a la otra orilla, se conmovió por la gente que andando había ido a esperarlos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarlos&q uot;.

Este es el gesto de Jesús y el gesto de sus discípulos: Pedro, ¿me amas? Pues apacienta mis ovejas (Jn 21). Siempre así. Apacentar las ovejas de Cristo, curar sus heridas, vendar sus quebrantos, consolar sus pesares e infundir la esperanza, pero no antes de haber amado al mismo Cristo. No son rivales Dios y los hombres. Son dos amores fundidos aunque no confundidos, diversos pero inseparables. Toda una lección y todo un programa para quienes por compromiso con nuestro bautismo hemos de evangelizar, descansando junto a Jesús y conmoviéndonos por los hermanos.



 



 


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Documentación


La “Caritas in veritate” y la mujer

Por Ana Cristina Villa Betancourt

 

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito sobre la encíclica "Caritas in veritate" Ana Cristina Villa Betancourt, miembro de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, quien trabaja en la Oficina para la Mujer del Consejo Pontificio para los Laicos.


 

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El pasado 7 de julio fue dada a conocer la muy esperada encíclica social de Benedicto XVI, publicada cuarenta y dos años después de la Populorum Progressio (1967) y dieciocho después de la última encíclica social de Juan Pablo II, Centessimus Annus (1991). La Caritas in Veritate lleva fecha del 29 de junio de 2009. Era, pues, hora de un nuevo pronunciamiento del Magisterio en temas sociales y más aún en medio de la situación de incertidumbre generada por la actual crisis económica.

Leyendo la encíclica desde nuestra "Sección Mujer" varias reflexiones vienen a la mente. No encontramos parágrafos ni ideas referidas directamente a la mujer; la palabra mujer (mujeres) aparece seis veces en una encíclica de 31.278 palabras. De estas seis veces, cinco aparece haciendo parte de la frase "hombre y mujer", "hombres y mujeres". La palabra femenino no aparece, ni tampoco la palabra feminista. Sin embargo, en contraste, el término familia aparece 32 veces, una de ellas como título del quinto capítulo: "La colaboración de la familia humana". ¿Qué puede decirnos es ta simple constatación numérica?

La Caritas in Veritate es una encíclica riquísima. Sus propuestas sociales se basan en una profunda visión antropológica que es patrimonio de la Iglesia, experta en humanidad. No teme proponer al mundo de la economía y la política ciertas "verdades de humanidad" que el Santo Padre ve necesarias para construir una sociedad más justa, en la caridad; una sociedad más "a la medida del hombre, de su dignidad y vocación" (Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate, 9) y no duda en afirmar que éste y no otro es el camino para un verdadero desarrollo.

No cabe duda de que esta visión "a la medida del hombre" es una visión que encontrará eco en las mentes y los corazones de las mujeres, por esa conciencia particular de que "Dios le confía de un modo especial el hombre " (Juan Pablo II, Carta apostólica Mulieris Dignitatem sobre la dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano, 30). La llamada del Santo Padre es la llamada a entender nuestro compromiso y acción social en "clave de humanidad". Es una llamada que resuena fuerte en las mujeres, que conocemos nuestra particular vocación a crear un espíritu de familia allí donde nos encontremos.

Leyendo la encíclica parecería estar escuchando ecos de las palabras que el Santo Padre dirigió en su encuentro con los movimientos católicos para la promoción de la mujer en Luanda, en marzo. Allí dijo: "En un mundo como el actual, dominado por la técnica, se siente la exigencia de esta complementariedad de la mujer, para que el ser humano pueda vivir sin deshumanizarse del todo". El modelo de desarrollo que la encíclica plantea, centra do en el ser humano y construido para él, parece hacer sentir más fuerte aún la exigencia de una colaboración de hombres y mujeres en relación de complementariedad.

En otro aparte de este mismo discurso africano, el Santo Padre dijo "las mujeres, sobre la base de su igual dignidad con los hombres, "tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario [...]» pero a la vez «la presencia materna dentro de la familia es tan importante para la estabilidad y el desarrollo de esta célula fundamental de la sociedad, que debería ser reconocida, alabada y apoyada de todos los modos posibles" (Benedicto XVI, Discurso en el encuentro con los movimientos católicos para la promoción de la mujer, Luanda, 22 de marzo de 2009). Algún comen tador notaba el hecho de que, al hablar del mundo del trabajo (n.63), la Encíclica parece asumir como un hecho la presencia de la mujer en este mundo y no ofrece ninguna reflexión crítica al respecto. La presencia de la mujer parece ser aceptada como parte de la realidad del mundo contemporáneo. Y es que es verdad que las mujeres estamos ya en el mundo, participando plenamente de él, dando nuestra contribución en la sociedad. Esta nueva Encíclica es ocasión de cuestionamiento: es hora de profundizar en nuestra identidad y de preguntarnos si al estar ahí presentes estamos siendo, en todo, fieles al "genio femenino", al "carisma profético" (MD, 30, 31). de nuestra feminidad. Si estamos dando todo lo mejor de nosotras mismas. Si estamos contribuyendo, cada una en la medida de sus posibilidades, a que el mundo sea una gran familia.

La Iglesia llama a todos - hombres y mujeres - en esta hora inquietante de la historia a dar nuestra contribución particular, a trabajar por un desarrollo integral que incluya una visión trascendente de la persona, un desarrollo que suponga la libertad responsable de la persona; a crear "un ambiente de familia" atento a la persona humana; a insertar las categorías de confianza y solidaridad en el mercado para que éste cumpla mejor su función económica; a recordar que toda decisión económica tiene un peso moral; a crear un modelo de economía de mercado capaz de incluir a todos los pueblos; a abrirnos a formas de actividad económica caracterizadas por ciertos márgenes de gratuidad y comunión; a cuidar de la vida y protegerla; a ayudar a implementar una "apertura a la vida en modo moralmente responsable"; a ayudar a ver en esta apertura un "recurso social y económico". Nos llama también a test imoniar a las jóvenes generaciones la belleza del matrimonio y la familia; a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia; a ayudar a enriquecer las posibilidades de la humanidad con la mayor disponibilidad para la intercomunicación...

En uno de sus pasajes más profundos e interesantes, la Encíclica denuncia un lamentable vacío de ideas (n.53) e invita a profundizar en la categoría de la relación como clave para el futuro de la humanidad. Una humanidad que aparece mucho más interconectada que antes, pero en la que, paradójicamente, la soledad es una de las formas más hondas de pobreza que el hombre experimenta. El Santo Padre nos invita a profundizar en la comprensión de la relación entre las personas y la centralidad que tiene este tema para entender quien es el hombre y cómo debe constituirse una sociedad que vele por él y lo proteja.< /p>

La Encíclica pues llama a todos, hombres y mujeres, a re-pensar nuestra acción y compromiso en el mundo. La visión del desarrollo que nos propone, basada en una caridad informada por la verdad, tiene como centro al hombre. El llamado de esta Encíclica resuena fuerte y espera mentes y corazones dispuestos a acogerlo e implementarlo. Las mujeres nos sentiremos especialmente impulsadas a responder a este llamado desde nuestra particular vocación a la maternidad, física y espiritual, desde nuestras particulares características y sensibilidad.


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El examen de conciencia

Por monseñor Rafael Sandoval Sandoval M.N.M., obispo de Tarahumara

 

MÉXICO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org-El Observador).-  Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Rafael Sandoval Sandoval M.N.M., obispo de Tarahumara, sobre el examen de conciencia.

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1.    "VIGILAD Y ORAD"

Jesús me dice que hay que discernir cada día. Pero para hacerlo no hay recetas. Los santos nos dicen lo que a ellos les sirvió, pero la receta la necesitamos hacer cada uno y cada día.

"Vigilar y orar" es ver qué está pasando dentro y fuera de nosotros. Este mundo cambia, y nosotros también cambiamos de sentimientos. Ver es una actitud permanente y de alerta. No podemos instalarnos.

Hay que estar todos los días mirando los signos de los tiempos, lo que sucede en el mundo, lo que pasa en la Iglesia, la propia historia, las mociones interiores, etc. Para eso necesitamos tener espacios diarios.

Pero hay que saber que la seguridad no está en nosotros mismos, sino en Él. Hay que estar siempre abiertos para ver qué nos está diciendo Dios, y dispuestos a cambiar nuestros modos de pensar. Hay que ver la realidad con los ojos de la fe.

2.    EL EXAMEN DE CONCIENCIA

Existe un instrumento magnífico que nos ayuda a ser seguidores de Jesucristo: es el tradicionalmente llamado "examen de conciencia particular". Es muy sencillo y, por desgracia, poco practicado.

Tal instrumento es importan te para todo cristiano, pero especialmente para el agente de pastoral, para el seglar, para el religioso y para el sacerdote. ¡Cuántos conflictos internos y externos desaparecerían si lo practicáramos! Frecuentemente lo aprecian más algunos psicólogos que los mismos creyentes. Si el psicólogo es creyente, lo aprovechará mucho. Pero no se necesita ser muy sabio para poderlo practicar. Lo puede hacer cualquier persona que quiera tener la vida en sus manos.

¿Por qué no se practica? Entre las muchas razones hay dos que subrayo aquí: la primera es porque lo reducimos a algo contable de fallas. Hacerlo de esta manera nos llevaría a caer en el miedo y en el escrúpulo. La segunda es porque nos quedamos en un análisis psicológico que poco tiene que ver con la fe.

3.    ¿QUÉ ES EL EXAMEN?

El examen particular es una atención suave y afectiva del corazón. Es un ponerme delante del Señor para platicarle qué pasó en el día que acaba de terminar. Por eso es conveniente hacerlo antes de dormir.

Es un momento de comunicación con Dios; un encuentro y un diálogo con Él; algo así como dice el salmo: "Como están los ojos fijos en las manos de su señor, así están mis ojos fijos en el Señor" (Salmo 122, 2).

De lo que se trata es de ver por dónde y cómo está pasando el Señor en mi vida. Para eso se necesita mucho afecto. Cuando se ama a alguien, se le contempla y se ven los contenidos de su presencia, de su voz, de su paso; hasta se contempla a qué huele.

Se trata de tener una actitud constante de buscar la volun tad de Dios por un contacto ininterrumpido con Él. Esto me hará ver si estoy de lado de Dios, y me mantendrá en buena tonalidad. Así podré tener mi vida en mis manos. En pocas palabras: el examen es una especie de evaluación que me ayuda a tener mi vida bajo mi control.

Consiste en contemplar los impulsos que vienen del Señor. Estos impulsos son movimientos interiores por los que Dios me habla. Cada impulso espiritual consta de dos elementos: una frase ("no tengas miedo") y un sentimiento (paz, claridad). Si sé contemplar cada impulso, entonces tendré lo que se llama un "estado espiritual". Este último consiste en la huella o afecto que quedó después de haber tenido los impulsos.

El examen de conciencia consiste en examinar los impulsos espirituales que Dios me concedió en el día. Tal examen ya e s oración, y junta la historia y las mociones interiores. Ahí se une la oración y la vida.

Alguien puede decir que no siente nada, pero eso no es verdad. Sólo los muertos no sienten. Siempre estamos sintiendo algo. Incluso cuando no sentimos nada, pues ese "nada" ya es algo, y se llama "sequedad". También ese "nada" hay que examinarlo para ver qué me dice el Señor.

4.    ¿PORQUÉ ES BUENO HACER EL EXAMEN?

Porque así vamos aprendiendo a estar con Dios y platicarle lo que pasó en el día. De esta forma vamos contemplando lo que contemplamos. Es un contemplarme contemplándolo a Él.

Si lo hacemos diariamente, nos iremos dando cuenta del lugar central que Dios va ocupando en nuestra vida. El examen es como un puente entre la oraci&oac ute;n y la vida.

Además, nos hace más libres. Nos ayuda a tener "libertad interior". De esta forma nos iremos dando cuenta de que ya no nos importa tanto el "qué dirán", sino el "cómo estoy delante del Señor".

Son las cosas pequeñas las que más descuidamos. Estas "cosas pequeñas" son las que ni nos ponen del lado del mal, pero tampoco nos dejan poner del todo del lado del bien.

Nos daremos cuenta de lo que Dios nos está dando, pero también iremos tomando consciencia de los propios defectos. Pero hay que hacerlo con paz y sin culpabilidad enfermiza.

A veces pasamos muy distraídos en el día, y así vamos dañando a los demás con palabras y acciones sin darnos cuenta. Con frecuencia somos duros y bruscos sin percibirlo.

Si l o practicamos, iremos notando que nuestro existir va adquiriendo más calidad. Además, tiene un grande valor terapéutico o curativo, pues así vamos analizando los sentimientos (angustia, miedo, alegría, etc.).

Así vamos viendo cómo está trabajando Dios en mí y vamos viendo cómo está pasando.

5.    UN MODO DE HACERLO

1) DAR GRACIAS A DIOS

Consiste en que le dé gracias a Dios por los dones de mi vida. ¿De qué le quiero dar gracias hoy a Dios?

2) PEDIR LUZ Y ACEPTAR

Le pido luz para conocerlo, y gracia para aceptarlo como está pasando. Luz para ver la vida, y gracia para aceptarla. Así, vida y Presencia me irán volviendo contemplativo.

Por ejemplo: ¿En qué personas vi al Señor ese día? ¿En qué circunstancias o acontecimientos lo vi? ¿Lo vi en la lluvia, en el frío, en el calor, en...? Lo que importa es la Presencia del Señor.

3) EXAMINAR

Ahora examino la vida, y miro si entró el Señor. Hago el énfasis en su Presencia. No me centro en mi mismo, sino en el Señor. No se trata de ver si prediqué bonito, si fue bueno el curso que tomé o si hice bien mi trabajo. Las siguientes preguntas pueden servir: ¿El Señor pasó? ¿Le impedí que pasara? ¿Qué le impidió?

4) CONVERSAR

Ahora le platico sobre lo que examiné. Si vi su Presencia a través del día, le doy gracias. Si no lo vis, le digo: "dispénsame& quot;.

Ese platicar ha de ser tranquilo, como cuando estoy con un amigo: "Oye, pero qué difícil fue verte en esa persona tan habladora; en esa persona tan difícil...". Ahí puedo expresarle mis disgustos o mis frustraciones. Puedo preguntarle: ¿Qué buscas con todo esto?

5) HACER ACUERDOS

Los acuerdos no son propósitos. Si hago propósitos, seguro que no los voy a cumplir. Lo mejor es que le diga: "Dime qué, y ayúdame para que sea para agradarte a Ti".


 



 


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Revalorar el ministerio presbiteral

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

 

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Revalorar el ministerio presbiteral", al inicio del Año Sacerdotal.

 

 

* * *

VER

Escribo desde Oaxaca, donde coordino los ejercicios espirituales de varios sacerdotes de esta arquidiócesis, tomando como inspiración el documento de Aparecida. No se trata de un curso o un estudio, ni de un taller pastoral, sino de ponerse en ambiente de reflexión y oración, para escuchar lo que, en ese texto, el Espíritu Santo qui ere decir a la Iglesia, en particular a los presbíteros, y hacer una revisión profunda de cómo están viviendo su vocación, pues por los malos testimonios, muchas personas desfallecen en su fe en Dios y se alejan de la Iglesia. Otros se escudan en los escándalos sacerdotales, para desprestigiar la religión y la Iglesia, y así justificar sus propios vicios y pecados. No valoran que la gran mayoría de los sacerdotes cumplen a cabalidad su ministerio, en forma humilde y callada, y son servidores fieles del pueblo, de los pobres, de los que sufren.

Estos ejercicios acontecen en el marco del Año Sacerdotal, convocado por Benedicto XVI, con ocasión del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianey, párroco de Ars, Francia, y patrono de todos los párrocos del mundo. Su finalidad, como dice el Papa en su carta, es "promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo".

JUZGAR

Son inocultables los errores que cometemos algunos clérigos. En palabras del Papa, "hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono". Quisiéramos que nunca acontecieran estas situaciones, y las lamentamos profundamente. Nos avergüenzan y nos cuestionan: ¿Qué deberíamos haber hecho, para evitarlas? Sin embargo, no se vale regodearse en echárnoslas en cara, sólo para ofendernos y para pretender quitar fuerza a nuestra predicación evangélica. Es como cuando un hijo no acepta la corrección de su padre, porque éste es alcohólico, aunque haya razón para ser corregido. Así, no maduramos; somos como adolescentes que sólo se defienden, ofendiendo. Si no nos corregimos, no avanzamos.

Por otra parte, recalco que la inmensa mayoría de los sacerdotes son confiables y nuestro pueblo se acerca a ellos con respeto y cariño. Por ello, el Papa nos invita a "reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. ¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificul tades e incomprensiones, perseveran en su vocación de ‘amigos de Cristo', llamados personalmente, elegidos y enviados por Él?... ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?"

ACTUAR

Este Año Sacerdotal sea ocasión para que los presbíteros hagan una seria revisión de su vida, para que se esfuercen por ser cada día ministros más auténticos de Cristo, quien los eligió para continuar su propia misión salvadora. Que los acompañe nuestra oración por su santificación progresiva, y nuestra gratitud por la entrega de sus vidas al servicio del Pueblo de Dios. Que los malos testimonios no nos hagan tambalear en nuestras convicciones de fe, pues los sacerdotes son sólo mediaciones para llegar a Cristo; si ellos fa llan, Cristo no falla. Hay que ser maduros en la fe, y no niños o adolescentes, que por cualquier cosa gritan y se rebelan, a veces yéndose de la casa paterna. Hay que reconocer las deficiencias, pero no por ellas perder el hilo conductor que nos enchufa con Cristo, en quien está la fuente de toda verdad, de toda vida y santidad.


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