20.08.09
Descortesía informática
¿Se imaginan que alguien sale a la calle y, sin más, se dedica a insultar a un desconocido? Pensaríamos que quien así se comporta no está en sus cabales, que algo falla en su mente y mucho, por supuesto, en su educación.
Pues bien, lo que, afortunadamente no suele suceder en la vía pública – aunque todo puede pasar – se da en Internet; por ejemplo en los comentarios a ciertos blogs. Aquí, en InfoCatólica, las cosas se mantienen dentro de un cierto orden. Pero no en todos los lugares virtuales sucede lo mismo.
Cualquier cretino, amparado en el relativo anonimato de un nick, se permite mentir, insultar, difamar o calumniar. Una conducta que pone de manifiesto la maldad que anida en tantos corazones.
La primera muestra de caridad con los demás es la cortesía, el respeto que, en todo momento, debemos mantener hacia las demás personas. La cortesía es compatible con la sana crítica y hasta con la discrepancia. No lo es con los infundios, con las patrañas, con las sugerencias malintencionadas.
También la comunicación virtual necesita su ética, porque la Red no tiene por qué ser una jungla. Es un espacio abierto para la libertad, para el intercambio de opiniones, hasta para la disidencia civilizada. No debería serlo para la descalificación gratuita e inmotivada.
La violencia de las palabras es un antecedente de otras formas más burdas de violencia. Aunque, sin duda, es preferible que los amargados, que los permanentemente ácidos y avinagrados descarguen su veneno en las pacíficas aguas de los blogs antes de que salgan a la calle armados con una ametralladora y se líen a tiros con los viandantes.
¿Hasta dónde llega el resentimiento de algunos? ¿Por qué lo muestran con aquellos que jamás les han hecho nada? He aquí uno de los misterios de la condición humana y hasta de la psiquiatría.
El permanentemente resentido está enfadado con la humanidad. Proyecta la bilis de su enojo contra cualquiera. Imagina, en su delirio, motivos rastreros y bastardos en los que no son como él; es decir, en el resto del mundo.
A los lectores y comentaristas de “La Puerta de Damasco”, mi agradecimiento. Si cada día tuviese que borrar comentarios escritos por individuos de esa calaña terminaría por cerrar el blog. Afortunadamente, no es el caso.
Guillermo Juan Morado.