11.11.09

La tentación de volver a meter a los mercaderes en el Templo

Permalink 11:06:29, por Luis Fernando, 733 palabras
Categorías : Actualidad
 

Uno de los pasajes más sorprendentes de los evangelios es en el que Cristo aparece con un látigo en la mano echando por las bravas a los mercaderes del Templo. Siendo nuestro Señor el Príncipe de la Paz, cuesta imaginarle haciendo uso de la violencia, siquiera fuera solo con animales y mesas. Pero así ocurrió. Y en nuestras biblias suele aparecer ese pasaje con el título de “purificación del templo". Efectivamente, la purificación del mal a veces va acompañada de dolor, de cierto tipo de violencia. Ocurre a nivel personal y debe de ocurrir también a nivel eclesial.

Si algo quedó claro con esa intervención de Cristo, es que a Él le repatea que en lo sagrado intervengan intereses espureos de tipo económico-comercial: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2,16). En realidad lo que aquellos mercaderes vendían era el “material” necesario para que los judíos cumplieran con uno de los preceptos de la ley. Un precepto que cumplieron incluso la Madre de Cristo y san José:

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señory para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor” (Luc 2,22-24)

Parecería por tanto que no era condenable el hecho de que se facilitara el mercadeo de animales destinados al sacrificio para cumplir la ley. Pues hete aquí que a nuestro Señor no le gustó ver semejante exhibición de capitalismo “pata negra” para hacer negocio con aquello que es sagrado. Y menos que tal cosa se hiciera dentro del territorio santo del Templo.

Inmediatamente Cristo se identificó a sí mismo con el Templo (Jn 2,19). Él es el verdadero Templo de Dios pues en Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad (Col 2,9). Y siendo que la Iglesia es su Cuerpo y su plenitud (Ef 1,22-23), no hace falta ser muy agudo para entender que al Señor no le debe de hacer ninguna gracia que en la misma haya quien se entregue a un tipo de actividad más propia de los mercaderes expulsados que de pastores o fieles de la Iglesia.

Es por ello que cuando hace unos días supe que para la próxima JMJ de Madrid 2011 se ha buscado la colaboración de empresas del IBEX-35 (Telefónica, Santander, etc), tuve una sensación extraña. Y no mejoró nada la cosa cuando vi al alcalde de Madrid prometiendo todo el apoyo económico e institucional a dicha Jornada. Más que nada porque es el mismo alcalde que financia los días del orgullo gay y que da gratuitamente la píldora del día después.

Yo entiendo que la Iglesia debe de llevarse bien con las autoridades y con la sociedad civil, lo cual incluye a los empresarios. Si alguien quiere donar desinteresadamente dinero para financiar la JMJ, me parece fenómeno. Si se hace a cambio de publicidad, de prestigio social, de interés político, me temo que estamos ante una nueva re-edición de lo que se nos cuenta en los evangelios. Prefiero una JMJ 2011 más modesta si a cambio logramos librarla de cualquier sospecha de connivencia con los nuevos mercaderes del templo. Se me dirá que soy muy ingenuo, muy talibán y muy etc, etc. Me da lo mismo. Puede que la simonía no consista solamente en vender la gracia de Dios, prebendas y cargos eclesiásticos. La Iglesia debe buscar más las dos monedas de la viuda pobre que los millones de los que se exhiben públicamente como benefactores económicos de la Esposa de Cristo. Así que, insisto en que si quieren dar dinero, que lo den con una mano sin que se entere la otra. Que ya se lo pagará Dios. Pero no está nuestra Iglesia para servir de cartel-anuncio de empresas privadas ni tampoco para bendecir a gobernantes que tan pronto se quieren aliar con Dios como con el diablo.

Luis Fernando Pérez