12.11.09

El sacerdote en el Día del Divino Maestro

Permalink 08:14:51, por Tomás de la Torre Lendínez, 624 palabras
Categorías : General
 

Hoy, en la Congregación de Religiosas Misioneras del Divino Maestro, es la fiesta del Divino Maestro. Las varias casas existentes en España y América del Sur son el fruto de la fundación del instituto que estuvo a cargo del Siervo de Dios, don Francisco Blanco Nájera, (1889-1952), junto a la Madre Soledad.

Monseñor Blanco Nájera llegó como obispo a la diócesis de Orense, en mitad de los años cuarenta del siglo pasado, y se encontró que el seminario existente era poco apto para la formación de los futuros sacerdotes. Se empeñó y lo consiguió levantar un Seminario nuevo al otro lado del río Sil, atravesando la ciudad, que lo puso bajo el titulo del Divino Maestro.

Del Boletín editado por la Congregación número 78, donde se expresan los favores del Siervo de Dios, se presenta, con motivo del año de la espiritualidad sacerdotal, un extenso texto de la pastoral que monseñor Blanco Nájera escribió sobre el Seminario orensano. En él habla del sacerdote en estos términos:

“El sacerdote es la estampa exacta de Jesucristo, su silueta inconfundible es Jesucristo, que continúa viviendo en el mundo merced al ministerio que le presta el sacerdote. En el altar es Cristo que habla por su sacerdote y reitera su sacrificio del Calvario. En el púlpito es Cristo, porque no pude predicar más doctrina que la suya. Cristo es en el confesionario. Cristo es quien bautiza, quien visita al enfermo, quien consuela al afligido, quien con el corazón y las manos rebosantes de gracias acude a todas partes, a la ciudad, a la aldea, al pobre y al rico, al sabio y al ignorante, para realizar la aspiración suprema de llevar la redención a todos los rincones de la vida humana y elevarlo todo a Dios.

Porque todos necesitamos continua redención. Lo necesita el niño cuando en su impotencia recibe de él el agua bautismal, blancura de inocencia, reverbero de gracia infusa; lo necesita el pecado, cuando se postra bañado en lágrimas, a sus pies, para oír las palabras consoladoras que, al impulso de la cruz trazada en el aire sobre su frente, lleva la paz a su conciencia por el perdón de los pecados; lo necesita el joven, para que bendiga los amores humanos o consagre los amores divinos, que han de llevarle al matrimonio, o al claustro; lo necesita el viandante, que día tras día, para no desfallecer y caminar con paso firme hasta llegar a los collados de la luz eterna, ha de recibir de sus manos el Pan de los ángeles y el Vino de la fortaleza; lo necesita el enfermo, para pedirle y obtener de él el salvoconducto que le franquee las puertas del cielo; lo necesita hasta el cadáver que desde el fondo del sepulcro, donde esperar el alborear de la resurrección, suspira por las preces, los responsos y el agua lustral del sacerdote…”

Con esta recia literatura castellana, propia de un hombre formado en el mundo clásico en la Facultad de Comillas, donde obtuvo sus grados académicos más altos, monseñor Blanco Nájera nos deja una brillante página de lo que era, es y será siempre el sacerdote de Cristo y de la Iglesia Católica.

Hoy rogamos a todos que recen al Siervo de Dios, Francisco Blanco Nájera, para que aumenten las vocaciones sacerdotales y también las religiosas, que el instituto formado por él tanto necesita para seguir enseñando en los colegios de la congregación a imitación del Divino Maestro.

Tomás de la Torre Lendínez