13.11.09

Eppur si muove - ¿Quién levanta los muros que hay en la Iglesia católica?

Permalink 00:18:52, por Eleuterio, 1226 palabras
Categorías : General, Eppur si muove
 

Durante unos días se ha estado celebrando que el vergonzoso muro de Berlín se vino abajo y en cuya demolición tan buen papel jugó Juan Pablo II Magno, no obstante el que fuera Papa vino, precisamente, del otro lado del telón de acero que al final demostró ser de barro podrido.

Está muy bien que los seres humanos recordemos lo bueno que es que otros de la misma especie sepan qué es el ejercicio de la libertad y, por eso, no ha estado mal recordar tal momento de la historia reciente de Europa.

Sin embargo, también en el ámbito religioso existen muros. Es más, en nuestra patria (y en otras, digamos, occidentales) se está levantando un muro que va a resultar difícil de derribar porque se sustenta sobre voluntades totalitarias y, lo que es peor, con las que lo son de personas pertenecientes a la misma Iglesia católica, lo cual acrecienta la preocupación que nos motiva a escribir esto.

Y tal muro supone incomprensión hacia la fe pero una que no es, sólo, causa de minusvaloración de la misma sino, lo que es peor, pretensión de apartamiento social y desviación de la verdadera voluntad de quien cree.

Qué es lo que desde fuera levanta el muro

Cualquiera sabe qué tipo de muro se está levantando desde fuera de la Iglesia católica porque son evidentes las huellas de las piedras con las que se está construyendo.

Además, se hace con ánimo de separación entre una sociedad creyente y otra sociedad que no lo es o que, por lo menos, está siendo obligada a no creer.

Así, separa, el mismo, a las personas que ostentando el poder tratan de dificultar que la religión siga viva en la vida pública y, entonces, pueda hacerse posible su doctrina, procurando, además, legitimar la imposición de una ingeniería social transformadora de la sociedad (gaymonios, divorcios exprés, píldora del día después, aborto…)

Por ejemplo, ¿Cómo se puede llamar al hecho de limitar la presencia pública de símbolos como el crucifijo? Tan sólo levantamiento de un muro.

O, también, ¿Cómo se puede llamar a la imposición de Educación para la Ciudadanía como instrumento adoctrinador sino levantamiento de un muro? Tan sólo levantamiento de un muro.

Pero para no alargar más el análisis hasta aquí hecho, y por apuntar algunas de las circunstancias por las que está pasando nuestra fe, lo que sigue es, más o menos, a lo que se enfrenta:

1.-El desarrollo de ideologías, digamos, no cristianas, que procuran levantar un muro entre los creyentes y el mundo.

2.-El nihilismo, pues facilita la negación de toda creencia es levantar un muro entre lo que se cree y lo que se manifiesta que se cree.

3.-El relativismo, que facilita el venirse abajo en la fe levantando, así, un muro de separación entre la misma y la realidad.

Qué es lo que desde dentro levanta el muro

Pero, también, dentro de la Iglesia católica se construyen, ladrillo espiritual a ladrillo espiritual, unos muros que nos separan a unos de otros. Y eso pasa en dos sentidos o, mejor, de dos formas posibles que son, además, tan reales como la vida misma: el respeto humano y la voluntad de querer ser algo distinto (progresía eclesial)

Así, cuando alguno de nosotros, ante determinada situación, hacemos prevalecer el “qué dirán” o el “qué pensarán de mí” si pongo en práctica la fe que profeso es cuando más daño le hacemos a la misma porque, al fin y al cabo, decidimos esconderla bajo el celemín para que no se note que la tenemos.

No es tal forma de actuar adecuada para un católico.

Siendo Vicente Enrique Tarancón Obispo de Solsona, dijo, refiriéndose al respeto humano algo que no deberíamos olvidar. Es lo siguiente:

No preguntes el parecer del mundo, sino el de tu propia conciencia. Sigue el rumbo que ella te fije, sin dejarte arrastrar por el vano honor mundano. El valor se manifiesta mejor en la resistencia que en la rendición sin condiciones. No te rindas a tu enemigo. Resiste con fortaleza, apoyado en tus convicciones y en el cumplimiento de tu propio deber, aunque el mundo te murmure”.

Y es entonces cuando levantamos el muro que separa nuestra fe del testimonio que, de ella, tenemos que dar: cuando inquirimos qué piensa el mundo antes de hacer lo mismo con nuestra creencia; cuando no dejamos que nuestra conciencia, en la que Dios puso su Ley, rija nuestra vida; cuando nos rendimos al Mal con la facilidad de un “qué mas da”; cuando obviamos nuestras convicciones religiosas porque nos conviene…

Y no es poco lo aquí dicho porque supone, más que nada, la manifestación de una fe light, venida a menos, dominada, al fin y al cabo, por el mundo y por la mundanidad a la que nunca, nunca, nunca, tenemos que dar conversación.

Pero, por otra parte, qué es sino levantar el muro de la incomprensión sembrar cizaña de separación en el seno de la Esposa de Cristo.

Muy conocida es la posición ocupada por personas que, siendo católicas, prefieren manifestarse, las más de las veces, contra lo que dicen los que llevan, con legitimidad, el rebaño de Dios por los campos del Creador hasta su definitivo Reino.

Nada les parece bien: ni lo que se decide hacer según una doctrina acendrada y demostrada su veracidad ni lo que se dice de acuerdo a la Palabra de Dios interpretada por el Magisterio y que la Tradición facilita con la transmisión de una doctrina, de una narración o de una costumbre.

Se les suele llamar “progres” en el sentido de que entienden que la Iglesia católica necesita cambios que la hagan “adecuada” al mundo en el que vive y al que construye con su acción. Y esto lo hacen sin darse cuenta de que haciendo tal cosa aquella dejaría de ser aquella y devendría una organización amorfa. Ya sin doctrina propia, ya sin nada que decir distinto de las maldades, a veces, del mundo, de qué serviría, a los ojos de Dios, una tal Iglesia, podríamos preguntarnos.

Y, seguramente, responderían que, en realidad, la adaptación de la Iglesia católica es inevitable porque, de otra forma morirá. Eso es que olvidan que nunca puede suceder tal cosa porque Dios es nuestro Padre y Cristo su fundador. Por tanto, sólo manifiestan un equivocado rumbo; una, digamos, visión distorsionada de la realidad.

Por eso, cuando podemos ver y darnos cuenta de los muros que, poco a poco, se están levantando desde fuera y desde dentro de la Iglesia de Cristo, somos libres de preguntar hasta cuándo querrán olvidar que cuando no construye el Señor, en vano se afanan los albañiles que es, en palabras del salmista (127,1), una forma de recordar que Dios está con su Iglesia; con la suya y no con los muros que se levantan contra ella y contra su fe.