12.11.09

A la espera de Obispo

Permalink 23:19:27, por Guillermo Juan Morado, 647 palabras
Categorías : General
 

La situación que viven otras diócesis, la estamos viendo también en la nuestra. No es que no haya obispo, que lo hay, pues pese a que nuestro Obispo ha presentado la renuncia por edad, todavía no se la han aceptado. Aunque él no oculta, en absoluto, el deseo de que se la acepten cuanto antes. Ha cumplido ya veinticinco años de episcopado, en tres diócesis diferentes. La última, la nuestra. Y es un buen obispo, aunque no está bien que yo me exceda en elogios – por si alguien lo interpreta como adulación -, pero sí es justo que lo reconozca. Y estoy convencido de que no soy el único en reconocerlo.

¿Qué esperamos los católicos de un nuevo obispo? O, si me lo permiten, ¿qué espero yo que, siendo católico, soy sacerdote? Soy muy modesto en mis aspiraciones. Yo no espero a un nuevo obispo como parte de la opinión pública parece que ha esperado a Obama – y no critico, ahora, a Obama - ; como si fuese una especie de mesías, de salvador, de pacificador. No. Yo sé que el Salvador es sólo Cristo. Y que, en dependencia de Cristo, está la Iglesia. Y que en la Iglesia está, junto a los demás cristianos, el obispo. No aguardo a un “súper-obispo”, a un ídolo de masas, a un líder que se imponga por su carisma arrastrador. Si un obispo tiene ese don, bien para él – como lo tuvo, y en tan destacada medida, mi admirado Papa Juan Pablo II - , pero no es, a mi modo de ver, absolutamente imprescindible.

Para mí el obispo es un cura, en el más noble sentido de la palabra “cura”, tan denostada. Es decir, alguien que “cuida” de sus fieles. Uno de los primeros gestos que recuerdo de mi actual Obispo fue parar el coche en el que iba y detenerse a saludar a mi madre, y a mí de paso, cuando él se dirigía a confirmar en una parroquia próxima y, casualmente, nos vio a la entrada de nuestra casa. Ya sé que sólo eso no es la cura pastoral, pero es un signo de la misma. El obispo guía y sirve a sus hermanos, es diácono y ministro.

Es también un sacerdote. Más sacerdote que yo. Es, aunque no como Anás y Caifás, - un “sumo sacerdote”. Es decir, alguien que como maestro, sacerdote y pastor hace que la diócesis – la iglesia local – se ordene a la catolicidad de la Iglesia universal. “Cum Petro et sub Petro”, garantizando ese amable vínculo que nos une a todos los católicos al Obispo de Roma, Sucesor de Pedro.

Es un ministro de la Palabra, un Liturgo, y un Pastor. Que ejerce ese triple ministerio de anunciar la Buena Noticia, de celebrar los sacramentos y de regir, gobernando, como vicario y legado de Cristo, la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada. Un gobierno que nunca es despótico, sino que siempre escucha. Como hace mi Obispo: si está – y suele estar siempre – uno, sea quien sea, va a ser escuchado. Al menos escuchado. Y no es poco.

Y un obispo es responsable – con el Papa y con los demás obispos – de la Iglesia entera; es decir, jamás se puede conformar con que “su” diócesis vaya bien. Es un obispo de la Iglesia, de toda la Iglesia, al servicio de la totalidad de los cristianos y, de este modo, de la totalidad de los hombres.

Que quien venga, sea quien sea, ame mucho a Cristo, ame a su Iglesia y sirva, en consecuencia, a sus hermanos. Será, no lo dudo, bienvenido. Como lo ha sido quien, dentro de poco, nos dejará. A pesar nuestro.

Guillermo Juan Morado.