ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 5 de junio de 2010

El Papa en Chipre

Abrazo del Papa a un líder musulmán en la “línea verde” de Chipre

La visita del Papa a Chipre, esperanza para los maronitas

El Papa pide a los políticos respetar la “verdad moral”

Benedicto XVI asegura que el diálogo interreligioso es necesario para la paz

Benedicto XVI exige apoyo para los cristianos de Oriente Medio

El Papa presenta la Cruz como triunfo del amor sobre el mal

Documentación

Homilía de Benedicto XVI en la misa con la comunidad católica de Chipre

Discurso del Papa ante el Arzobispo ortodoxo de Chipre

Discurso de Benedicto XVI en la Escuela Primaria "St. Maron" de Nicosia

Discurso del Papa a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático de Chipre

Entrevista del Papa a los periodistas durante el vuelo a Chipre


El Papa en Chipre


Abrazo del Papa a un líder musulmán en la “línea verde” de Chipre
El jeque Mohammed Nazim Abil Al-Haqqani, de 89 años

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Este sábado por la tarde, en Nicosia, Benedicto XVI tuvo un encuentro con una personalidad islámica, el jeque Mohammed Nazim Abil Al-Haqqani, de 89 años, líder espiritual de un movimiento sufí, comprometido en el diálogo interreligioso.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha revelado que el encuentro tuvo lugar cuando el Papa salía de la nunciatura para ir a celebrar misa a la iglesia de la Santa Cruz, en la llamada "línea verde" de Nicosia, es decir, la zona controlada por los soldados de las Naciones Unidas y que separa el norte ocupado por los turcos de la República de Chipre.

Cuando Benedicto XVI se acercó a él, el representante musulmán pidió disculpas por estar sentado. "Es que soy muy viejo", le dijo. "Yo también soy viejo", le respondió el Papa.

El jeque regaló al Papa un bastón y una placa en la que estaba escrita la palabra "paz" en árabe. "Por favor, rece por mí", le pidió. "Rezaré por usted, pero por favor rece también usted por mí", respondió Benedicto XVI, quien le entregó una medalla de su pontificado.


 

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La visita del Papa a Chipre, esperanza para los maronitas
Visita este sábado una de sus escuelas
NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El cedro del Líbano en forma de luz de neón señala el camino hacia el barrio maronita de Nicosia, capital de Chipre. Las puertas de hierro frente a la entrada de la Catedral de "Nuestra Señora de las Mercedes", con su fachada elegante y estuco gris están todavía cerradas.

En el café libanés, que se encuentra al lado, se ve una pared enorme llena de trofeos y en la ventana destaca una foto del Papa con un saludo en árabe. En una mesa frente a un estante de dulces un feligrés, Elías Scoullos está merendando. "Estamos muy contentos de la llegada del Papa. Así el mundo por lo menos se entera de que existimos", dice comentando la foto de Benedicto XVI mientras va poniendo otra en la maceta del mostrador. 

Explicando los demás retratos en la pared dice: "En el medio está nuestro arzobispo Youssef Soueif, a la derecha nuestro representante en el Parlamento, Antonis Hatsiroussos, y este es Rogiros Koumetou, que ha 'desaparecido'. Durante la invasión violenta de los turcos en 1974, muchas personas murieron, otros simplemente desaparecieron, sus cuerpos nunca fueron encontrados y sus familias viven desde entonces  en la incertidumbre. Especialmente en una comunidad tan pequeña como es la de los maronitas en Chipre, cada pérdida se siente con mucho pesar".  

Durante su viaje a Chipre Benedicto XVI está manteniendo encuentros con los representantes de los Maronitas : En la mañana del sábado visitó la escuela maronita de "San Maron" para reunirse con la pequeña comunidad católica chipriota y el domingo por la tarde visitará la catedral maronita.

Cerca de 5.000 miembros de la comunidad maronita procedentes de Líbano viven en la isla del Mediterráneo, en este puente entre Oriente y Occidente. Han tomado su nombre del San Marón, un monje sirio del siglo V. Este brote cristiano de Oriente Medio ha permanecido siempre fiel a Roma.

Simplemente su presencia aquí es una gracia para nosotros", dice su vicario general, monseñor Ioannis Orphanou a ZENIT. Tenemos ocasión de encontrar al Protonotario Apostólico en la Vicaria que queda cerca de la catedral. 

Para Orphanou es un honor  que el Papa en su primer viaje apostólico a la isla se tome tanto tiempo para los maronitas. "Él se preocupa muchísimo por los maronitas. Ya no tenemos que explicarle nuestra situación, porque la conoce bien", dice Orphanou con voz segura.

Es un momento verdaderamente histórico: "Es nuestro padre". "Los maronitas en Chipre han vivido durante muchos siglos en paz con los ortodoxos", dice Orphanou. "Por supuesto viene a un país, donde de acuerdo a las Escrituras viajaron en su tiempo San Pablo y Bernabé ya que son ellos los que  fundaron la Iglesia de Chipre", afirma el vicario general mientras sus ojos marrones brillan con más intensidad. .

A Benedicto XVI también le tocará ver la división real que causó la expulsión de los maronitas del norte de Chipres después de  la opción forzada por los turcos.

"Amamos la paz, vivimos en paz con todos". Pero hasta ahora los turcos siguen manteniendo ocupado cuatro de las aldeas maronitas en el norte de la isla. Dos quedan en la zona militar y es imposible llegar ahí", afirma. "Sólo los domingos entre las 10 y las 12 de la mañana se permite entrar a los visitantes. A las otras dos comunidades se puede visitar en cualquier momento, pero sólo tras haber pedido permiso a los encargados turcos".

"Para nosotros, para nuestra historia y nuestras vidas es muy importante afirmar que queremos regresar a vivir allí, queremos recuperar nuestras iglesias y nuestros monasterios, nuestros cementerios, escuelas y centros. Todo sigue ahí."

Kormakitis es la más grande de las aldeas maronitas, de las cuales fueron expulsados los habitantes cristianos. Sólo 150 de los residentes, en su mayoría ancianos,  siguen viviendo por allí. En una época fue el centro cultural de un dialecto propio, el árabe-maronita de Chipre, que está en peligro de desaparecer. La ONG  "Hki Fi Sanna (Habla nuestro idioma) está trabajando por la revitalización del idioma, y también recibe ayuda del exterior.

Todos saben que parte esencial de la identidad cultural de los maronitas está en inminente peligro por la desaparición del propio dialecto. Se estima  de que sólo uno de cada cinco maronitas aún es capaz de hablarlo. Bajo la presión del Consejo Europeo en Bruselas, el idioma fue reconocido ahora como una lengua de población minoritaria. En su culto, utilizan el maronita-sirio, que es parecido al arameo, la lengua de Jesús. 

Hace falta mucho conocimiento mutuo concluye el vicario general. Orphanou se ha dado cuenta de todo esto durante los preparativos para la visita del Papa. "Durante cuatro meses, hemos respondido a preguntas como: '¿quién es el Papa?'. '¿Qué papel ha desempeñado el papado en la historia?'. '¿Por qué los maronitas son católicos?'". Las respuestas que han dado los maronitas son ya los primeros frutos de la primera visita apostólica de un obispo de Roma a Chipre.



 

Por Michaela Koller

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El Papa pide a los políticos respetar la “verdad moral”
Encuentro con las autoridades civiles y el Cuerpo Diplomático en el Palacio Presidencial de Nicosia
NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI exigió este sábado a los políticos vivir y respetar la "verdad moral" en el encuentro que mantuvo con las autoridades civiles y con el Cuerpo Diplomático en el jardín del Palacio Presidencial de Nicosia.

Con ese acto el Papa rindió homenaje a los cincuenta años de independencia de Chipre, después de haber depositado una ofrenda floral en el monumento en memoria del difunto arzobispo Makarios,  que fue el primer presidente de la República de Chipre tras la independencia, a quien se deben las relaciones diplomáticas con la Santa Sede en 1973.

Recogiendo el patrimonio filosófico griego que forma parte de las raíces de Chipre, el obispo de Roma se preguntó: "¿qué significa en términos prácticos respetar y promover la verdad moral en el mundo de la política y la diplomacia, en los planos nacional e internacional? ¿Cómo puede la búsqueda de la verdad lograr una mayor armonía en las regiones atribuladas de la Tierra?".

El Papa sugirió que se puede hacer de tres maneras.

En primer lugar, aclaró, "la promoción de la verdad moral significa actuar con responsabilidad sobre la base del conocimiento de los hechos". En medio de las tensiones, aseguró, es necesario "examinar desapasionadamente las preocupaciones de todos los involucrados en un conflicto determinado".

"Cuando los partidos se elevan encima de su propia visión particular de los acontecimientos, adquieren una visión objetiva y completa. Aquellos que son llamados a resolver estas disputas son capaces de tomar decisiones justas y promover la reconciliación genuina cuando captan y reconocen la plena verdad de una cuestión específica", afirmó.

Una segunda manera de promover la "verdad moral", según el Papa, "consiste en la deconstrucción de las ideologías políticas que quieren suplantar a la verdad. Las trágicas experiencias del siglo XX han puesto al descubierto la falta de humanidad que se deriva de la supresión de la verdad y la dignidad humana".

"En nuestros días, estamos siendo testigos de los intentos de promover supuestos valores con el pretexto de la paz, del desarrollo y de los derechos humanos", denunció. En este sentido, alertó ante "los intentos de algunos sectores de reinterpretar la Declaración Universal de los Derechos Humanos para dar satisfacción a intereses particulares que podrían comprometer la unidad interna de la Declaración y alejarla de su propósito original".

En tercer lugar, "la promoción de la verdad moral en la vida pública exige un esfuerzo constante en basar el derecho positivo en los principios éticos de la ley natural. El recurso a esta última fue una vez considerado evidente, pero la marea del positivismo en la teoría jurídica contemporánea requiere la actualización de este axioma importante".

"Los individuos, las comunidades y los Estados, sin la guía de verdades objetivamente morales, se convertirían en egoístas y sin escrúpulos y el mundo sería un lugar más peligroso para vivir", aseguró.


 

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Benedicto XVI asegura que el diálogo interreligioso es necesario para la paz
En el encuentro con la comunidad católica de Chipre en una escuela maronita

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó este sábado a la pequeña comunidad católica de Chipre (el 3,15% de sus 800.000 habitantes) que el diálogo interreligioso es necesario para alcanzar una paz duradera.

"En cuanto al diálogo interreligioso, todavía queda mucho por hacer en todo el mundo", afirmó ante un auditorio que convive no sólo con el 81,5% de los chipriotas que son de religión ortodoxa, sino también con el 18% que es musulmana.

"Sólo a través del trabajo paciente puede construirse la confianza mutua, superarse el peso de la historia, y las diferencias políticas y culturales entre los pueblos sean un motivo para trabajar en una mayor comprensión", les dijo el pontífice hablando en el Campo de Deportes de la escuela de San Marón de Nicosia, dirigida por la Iglesia de rito maronita.

Por eso invitó a los católicos a "crear esa confianza mutua entre cristianos y no cristianos como base para la consolidación de la paz duradera y la armonía entre los pueblos de diferentes religiones, regiones políticas y bagajes culturales".

El obispo de Roma alentó a los católicos chipriotas a buscar "una mayor unidad en la caridad con los demás cristianos y el diálogo con quienes no son cristianos".

"Especialmente desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia se ha comprometido a avanzar por el camino de un mejor entendimiento con nuestros hermanos cristianos con el fin de unir cada vez más fuertemente en el amor y la amistad a todos los bautizados", recordó.

En este sentido, aseguró, los católicos chipriotas podrán ofrecer una "contribución personal" al objetivo de la unidad entre los cristianos.



 

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Benedicto XVI exige apoyo para los cristianos de Oriente Medio
“Nadie puede permanecer indiferente” ante sus necesidades

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Al visitar este sábado a Su Beatitud Crisóstomos II, arzobispo ortodoxo de Nueva Justiniana y de todo Chipre, Benedicto XVI lanzó un llamamiento a la solidaridad con los cristianos en Oriente Medio, víctimas de situaciones de conflicto, que corren el riesgo de abandonar tierras en las que han vivido durante dos mil años.

Al visitar al pastor ortodoxo en su catedral, el Papa recordó que "Chipre se considera tradicionalmente parte de Tierra Santa, y la situación de conflicto permanente en Oriente Medio debe ser un motivo de preocupación para todos los seguidores de Cristo".

"Nadie puede permanecer indiferente ante la necesidad de apoyar en todo lo posible a los cristianos de esa región en conflicto, de modo que sus antiguas iglesias puedan vivir en paz y prosperar. Las comunidades cristianas de Chipre pueden encontrar un área más fructífera para la cooperación ecuménica en la oración y en trabajar juntos por la paz, la reconciliación y la estabilidad en las tierras bendecidas por la presencia terrenal del Príncipe de la Paz", aseguró.

Este domingo el Papa publicará el "Documento de trabajo", ("Instrumentum laboris") del primer sínodo de los obispos de Oriente Medio de la historia que se celebrará en Roma en el mes de octubre, con la participación de "delegados fraternos" de las Iglesias ortodoxas.

Con su visita a Chipre Papa el Papa ha devuelto al arzobispo Crisóstomos II la visita que realizó al Vaticano en 2007, pocos meses después de haber sido elegido para esta misión, y le agradeció el que haya acogido a la Comisión Conjunta Internacional para el Diálogo Teológico con ocasión del encuentro del año pasado en Pafos, que discutió sobre el papel del obispo de Roma, tema decisivo para la plena unidad entre católicos y ortodoxos.

"Que el Espíritu Santo dirija y consolide esta gran iniciativa eclesial, que pretende restaurar la comunión plena y visible entre las Iglesias de Oriente y Occidente, una comunión que debe ser vivida en fidelidad al Evangelio y a la tradición apostólica, apreciando las legítimas tradiciones de Oriente y Occidente, y abierta a la diversidad de dones con los que el Espíritu edifica la Iglesia en unidad, santidad y paz", deseó el Papa.


Crisóstomos II desde su elección, en noviembre de 2006, se ha convertido en una de las figuras más importantes para el ecumenismo entre las Iglesias ortodoxas y en varias ocasiones ha manifestado públicamente su deseo de propiciar el primer encuentro de la historia entre el obispo de Roma y el patriarca ortodoxo de Moscú.



 



 

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El Papa presenta la Cruz como triunfo del amor sobre el mal
Al celebrar la misa en Nicosia
NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó la Cruz de Cristo como el "triunfo definitivo del amor de Dios sobre todo el mal en el mundo" al celebrar en la tarde de este sábado la santa misa con los sacerdotes, religiosos, diáconos, catequistas y movimientos eclesiales de Chipre en la iglesia de la Santa Cruz de Nicosia.

El Papa centró su homilía en la Cruz al dirigirse a esta pequeña comunidad católica, así como a representantes de la Iglesia católica de Oriente Medio.

"Muchos podrían estar tentados de preguntar por qué nosotros los cristianos celebramos un instrumento de tortura, un signo de sufrimiento, de derrota y de fracaso. Es cierto que la Cruz expresa todas estas cosas. Y, sin embargo, a causa del que fue levantado en la Cruz por nuestra salvación, también representa el triunfo definitivo del amor de Dios sobre todo el mal en el mundo", explicó el Papa hablando en inglés.

Por eso, añadió, "el mundo necesita la Cruz. La cruz no es sólo un símbolo privado de devoción, no es sólo un símbolo de pertenencia a un determinado grupo dentro de la sociedad, y, en su sentido más profundo, no tiene nada que ver con la imposición de un credo o una filosofía por la fuerza".

"Habla de la esperanza, habla de amor, habla de la victoria de la no violencia sobre la opresión, habla de que Dios eleva a los humildes, da fuerza a los débiles, vence la división, y supera el odio con el amor. Un mundo sin la Cruz sería un mundo sin esperanza, un mundo en el que la tortura y la brutalidad estarían fuera de control, donde el débil sería explotado y la codicia tendría la última palabra", subrayó.

"La inhumanidad del hombre hacia el hombre se manifestaría en formas cada vez más espantosas, y no habría fin al círculo vicioso de la violencia. Sólo la Cruz pone fin a la misma. Si bien ningún poder terrenal puede salvarnos de las consecuencias de nuestros pecados, y ningún poder terrenal puede derrotar a la injusticia en su origen, sin embargo, la intervención salvadora del Dios del amor ha transformado la realidad del pecado y la muerte en su contrario. Eso es lo que celebramos cuando nos gloriamos en la cruz de nuestro Redentor", aclaró.

Dirigiéndose en particular a los sacerdotes, religiosos, y catequistas, el Papa reconoció que "cuando proclamamos a Cristo crucificado, no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Él. No ofrecemos nuestra propia sabiduría al mundo, no proclamamos ninguno de nuestros méritos, sino que actuamos como instrumentos de su sabiduría, de su amor y de méritos redentores".

"Sabemos que somos simplemente vasijas de barro y, sin embargo, hemos sido sorprendentemente elegidos para ser mensajeros de la verdad redentora que el mundo necesita escuchar --añadió--. Jamás nos cansemos de admirarnos ante la gracia extraordinaria que se nos ha dado, nunca dejemos de reconocer nuestra indignidad, pero, al mismo tiempo, esforcémonos siempre para ser menos indignos de nuestra noble llamada, de manera que no pongamos en entredicho la credibilidad de nuestro testimonio con nuestros errores y caídas".

El Papa concluyó hablando en griego: "Sí, queridos hermanos y hermanas en Cristo, lejos de nosotros gloriarnos si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Gal 6,14). Él es nuestra vida, nuestra salvación y nuestra resurrección; a través de él somos salvados y liberados".

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Documentación


Homilía de Benedicto XVI en la misa con la comunidad católica de Chipre
“El mundo necesita la Cruz”
NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI al celebrar en la tarde de este sábado en la tarde  la santa misa con los sacerdotes, religiosos, diáconos, catequistas y movimientos eclesiales de Chipre en la iglesia de la Santa Cruz de Nicosia.

 



 

* * *



 



 


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El Hijo del Hombre debe ser elevado, para que todo aquel que crea en él tenga vida eterna (cf. Jn 3,14-15). En esta Misa votiva adoramos y alabamos a nuestro Señor Jesucristo, porque con su Santa Cruz redimió al mundo. A través de su muerte y resurrección ha abierto las puertas del cielo y ha preparado un lugar para nosotros, para que nosotros, sus seguidores, podamos obtener una participación en su gloria.

En la alegría de la victoria salvadora de Cristo, os saludo a todos los que estáis aquí en la Iglesia de la Santa Cruz y os agradezco por vuestra presencia. Estoy muy agradecido por la calidez de la acogida que me habéis dado. Estoy especialmente agradecido a Su Beatitud el Patriarca Latino de Jerusalén por sus palabras de bienvenida en el comienzo de la misa, y por la presencia del Padre Custodio de Tierra Santa. Aquí, en Chipre, una tierra que fue el primer puerto de escala en los viajes misioneros de san Pablo a través del Mediterráneo, vengo entre vosotros hoy, siguiendo los pasos del gran Apóstol, para fortaleceros en vuestra fe cristiana y para predicar el Evangelio que ofrece la vida y la esperanza al mundo.

La atención de nuestra celebración hoy es la Cruz de Cristo. Muchos podrían estar tentados de preguntar por qué nosotros los cristianos celebramos un instrumento de tortura, un signo de sufrimiento, de derrota y de fracaso. Es cierto que la Cruz expresa todas estas cosas. Y, sin embargo, a causa del que fue levantado en la Cruz por nuestra salvación, también representa el triunfo definitivo del amor de Dios sobre todo el mal en el mundo.

Existe una antigua tradición de que la madera de la Cruz fue tomada de un árbol plantado por el hijo de Adán, Set, sobre el lugar donde fue enterrado Adán. En ese mismo lugar, conocido como el Gólgota, el lugar de la calavera, Set plantó una semilla del árbol del conocimiento del bien y del mal, el árbol que estaba en medio del Jardín del Edén. A través de la providencia de Dios, la obra del Maligno, se deshace volviendo sus propias armas contra él.

Seducido por la serpiente, Adán había abandonado su confianza filial en Dios y pecó comiendo del fruto del árbol del jardín que estaba prohibido para él. Como consecuencia de ese pecado, el sufrimiento y la muerte vinieron al mundo. Los trágicos efectos del pecado, el sufrimiento y la muerte eran demasiado evidentes en la historia de los descendientes de Adán. Vemos esto en nuestra primera lectura de hoy, con sus ecos de la Caída y su prefiguración de la redención de Cristo.

Como castigo por su pecado, los israelitas, languideciendo en el desierto, fueron mordidos por serpientes y sólo podrían ser salvados de la muerte dirigiendo la mirada al emblema que Moisés levantó, prefigurando la Cruz que pondría fin al pecado y la muerte de una vez por todas. Vemos claramente que el hombre no puede salvarse de las consecuencias de su pecado. Él no puede salvarse de la muerte. Sólo Dios puede liberarlo de su esclavitud moral y física. Y porque amaba tanto al mundo, envió a su Hijo unigénito, no para condenar al mundo - como la justicia parecía exigir - sino para que a través de él el mundo se salve. El Hijo unigénito de Dios tenía que ser levantado como Moisés levantó la serpiente en el desierto, para que todos los que le miraran con fe tuviesen vida.

La madera de la Cruz se convirtió en el vehículo para nuestra redención, así como el árbol del que estaba formado había ocasionado la caída de nuestros primeros padres. El sufrimiento y la muerte, que habían sido una consecuencia del pecado, se convirtieron en el mismo medio por el cual el pecado fue vencido. El inocente Cordero fue inmolado en el altar de la cruz, y sin embargo, de la inmolación de la víctima surgió adelante una nueva vida: el poder del mal fue destruido por el poder del amor que se sacrifica a sí mismo.

La Cruz, por tanto, es algo mucho más grande y más misterioso de lo que parece a primera vista. De hecho, es un instrumento de tortura, de sufrimiento y de derrota, pero al mismo tiempo expresa la transformación completa, la reversión definitiva de estos males: esto es lo que la convierte en el símbolo más elocuente de la esperanza que el mundo haya visto jamás. Ésta habla a todos los que sufren - los oprimidos, los enfermos, los pobres, los marginados, las víctimas de la violencia - y les ofrece la esperanza de que Dios puede transformar su sufrimiento en alegría, su aislamiento en comunión, su muerte en vida. Ofrece esperanza ilimitada a nuestro mundo caído.

Por eso, el mundo necesita la Cruz. La cruz no es sólo un símbolo privado de devoción, no es sólo un símbolo de pertenencia a un determinado grupo dentro de la sociedad, y, en su sentido más profundo, no tiene nada que ver con la imposición de un credo o una filosofía por la fuerza. Ella habla de la esperanza, habla de amor, habla de la victoria de la no violencia sobre la opresión, habla de que Dios eleva a los humildes, da fuerza a los débiles, vence la división, y supera el odio con el amor. Un mundo sin la Cruz sería un mundo sin esperanza, un mundo en el que la tortura y la brutalidad estarían fuera de control, donde el débil sería explotado y la codicia tendria la última palabra. La inhumanidad del hombre hacia el hombre se manifiestaría en formas cada vez más espantosas, y no habría fin al círculo vicioso de la violencia. Sólo la Cruz pone fin a la misma. Si bien ningún poder terrenal puede salvarnos de las consecuencias de nuestros pecados, y ningún poder terrenal puede derrotar a la injusticia en su origen, sin embargo, la intervención salvadora del Dios del amor ha transformado la realidad del pecado y la muerte en su contrario. Eso es lo que celebramos cuando nos gloriamos en la cruz de nuestro Redentor. Con razón san Andrés de Creta describía la Cruz como "lo más noble, más precioso que cualquier cosa en la tierra [...] pues en ella, a través de ella y por ella, todas las riquezas de nuestra salvación fueron guardadas y restauradas para nosotros" (Oratio X; PG 97, 1018-1019).

Queridos hermanos sacerdotes, queridos religiosos, queridos catequistas, se nos ha confiado el mensaje de la cruz para que podamos ofrecer esperanza al mundo. Cuando proclamamos a Cristo crucificado, no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Él. No ofrecemos nuestra propia sabiduría al mundo, no proclamamos ninguno de nuestros méritos, sino que actuamos como instrumentos de su sabiduría, de su amor y de méritos redentores. Sabemos que somos simplemente vasijas de barro y, sin embargo, hemos sido sorprendentemente elegidos para ser mensajeros de la verdad redentora que el mundo necesita escuchar. Jamás nos cansemos de admirarnos ante la gracia extraordinaria que se nos ha dado, nunca dejemos de reconocer nuestra indignidad, pero, al mismo tiempo, esforcémonos siempre para ser menos indignos de nuestra noble llamada, de manera que no pongamos en entredicho la credibilidad de nuestro testimonio con nuestros errores y caídas.

En este Año Sacerdotal, permitidme que me dirija de modo especial a los presbíteros aquí presentes, y a quienes se preparan para la ordenación. Meditad las palabras que el Obispo dirige al ordenando cuando le hace entrega del cáliz y la patena: "Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor". A la vez que proclamamos la cruz de Cristo, esforcémonos siempre por imitar el amor gratuito de quien se ofreció a sí mismo por nosotros en el altar de la cruz, de quien es al mismo tiempo sacerdote y víctima, de aquel en cuyo nombre hablamos y actuamos cuando ejercemos el ministerio que hemos recibido. Mientras pensamos en nuestras faltas, tanto individual como comunitariamente, reconozcamos humildemente que hemos merecido el castigo que Él, Cordero inocente, ha sufrido por nosotros. Y si, en consonancia con cuanto nos merecemos, participamos en el sufrimiento de Cristo, alegrémonos porque tendremos una felicidad mucho más grande cuando se revele su gloria.

En mi pensamiento y oración, me acuerdo particularmente de muchos sacerdotes y religiosos de Oriente Medio que están sintiendo en estos momentos una llamada especial a configurar su vida con el misterio de la cruz del Señor. Donde los cristianos son minoría, donde sufren dificultades por tensiones religiosas y étnicas, muchas familias toman la decisión de huir, y también los pastores tienen la tentación de hacer lo mismo. En situaciones de este tipo, sin embargo, un sacerdote, una comunidad religiosa, una parroquia que se mantiene firme y continúa dando testimonio de Cristo es un signo extraordinario de esperanza, no sólo para los cristianos sino también para todos los que viven en la región. Su presencia es ya de por sí una manifestación elocuente del Evangelio de la paz, de la voluntad del Buen Pastor de cuidar de todas las ovejas, del inquebrantable compromiso de la Iglesia en favor del diálogo, la reconciliación y la aceptación amorosa del prójimo. Abrazando la cruz que se les presenta, los sacerdotes y religiosos de Oriente Medio pueden irradiar realmente la esperanza que está en el centro del misterio que celebramos en la liturgia de hoy.


Que nos consuelen las palabras de la segunda lectura de hoy, que expresan magníficamente el triunfo reservado a Cristo después de su muerte en cruz, triunfo que estamos invitados a compartir: "Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el 'Nombre-sobre-todo- nombre'; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo" (Flp 2,9-10).



 

[En griego]

Sí, queridos hermanos y hermanas en Cristo, lejos de nosotros gloriarnos si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Gal 6,14). Él es nuestra vida, nuestra salvación y nuestra resurrección; a través de él somos salvados y liberados.

[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa ante el Arzobispo ortodoxo de Chipre
 

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el discurso pronunciado este sábado por Benedicto XVI dentro de la catedral ortodoxa de san Juan, en Nicosia, tras la visita de cortesía a Su Beatitud Crisóstomo II, arzobispo de Nueva Justiniana y de todo Chipre.



 

* * * * *



 

Su Beatitud,

[En griego]

Le saludo con afecto fraterno en el Señor resucitado y le doy las gracias por su atenta bienvenida.

[En inglés]

Recuerdo con gratitud su visita a Roma hace tres años, y me llena de alegría que hoy nos encontremos otra vez en su querida tierra natal. A través de usted, saludo al Santo Sínodo, y a todos los sacerdotes, diáconos, monjes, monjas y fieles laicos de la Iglesia de Chipre.

Ante todo, deseo expresar mi gratitud por la hospitalidad que la Iglesia de Chipre tan generosamente ofreció a la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico con motivo de su reunión el año pasado en Paphos. Estoy igualmente agradecido por el apoyo que la Iglesia de Chipre, a través de la claridad y la apertura de sus aportaciones, siempre ha dado a la labor del diálogo. Que el Espíritu Santo guíe y confirme esta gran empresa eclesial, que tiene por objeto restablecer la comunión plena y visible entre las Iglesias de Oriente y Occidente, una comunión que debe vivirse en la fidelidad al Evangelio ya la tradición apostólica, en la estima por las tradiciones legítimas de Oriente y Occidente, y la apertura a la diversidad de dones por los que el Espíritu edifica a la Iglesia en la unidad, la santidad y la paz.

Este espíritu de fraternidad y comunión también se expresa en la generosa contribución que Su Beatitud envió en nombre de la Iglesia de Chipre a los que sufren desde el año pasado por el terremoto en l'Aquila, cerca de Roma, cuyas necesidades llevo en mi corazón. Con ese mismo espíritu, ahora me uno a usted en la oración para que todos los habitantes de Chipre, con la ayuda de Dios, encuentren la sabiduría y la fuerza necesaria para trabajar juntos por una solución justa de las cuestiones que quedan por resolver, para procurar la paz y la reconciliación, y construir para las generaciones futuras una sociedad que se distinga por el respeto de los derechos de todos, incluidos los derechos inalienables a la libertad de conciencia y la libertad de culto.

Chipre se considera tradicionalmente parte de Tierra Santa, y la situación de conflicto permanente en Oriente Medio debe ser un motivo de preocupación para todos los seguidores de Cristo. Nadie puede permanecer indiferente ante la necesidad de apoyar en todo lo posible a los cristianos de esa región en conflicto, de modo que sus antiguas iglesias puedan vivir en paz y prosperar. Las comunidades cristianas de Chipre pueden encontrar un área más fructífera para la cooperación ecuménica en la oración y en trabajar juntos por la paz, la reconciliación y la estabilidad en las tierras bendecidas por la presencia terrenal del Príncipe de la Paz.

Con estos sentimientos, Su Beatitud, le agradezco una vez más por su fraternal acogida y le aseguro mis oraciones por usted y por todo el clero y los fieles de la Iglesia de Chipre.

[En griego]

¡Que la alegría de Cristo Resucitado esté siempre con vosotros!



 

[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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Discurso de Benedicto XVI en la Escuela Primaria "St. Maron" de Nicosia
 

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el discurso pronunciado este sábado por Benedicto XVI, durante el encuentro con la comunidad católica de Chipre en la Escuela Primaria St. Maron de Nicosia.

* * * * *



 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

[En griego]

Me da gran alegría estar con vosotros, los representantes de la comunidad católica de Chipre.

[En inglés]

Agradezco al arzobispo Soueif por sus amables palabras de bienvenida en vuestro nombre y agradezco de forma especial a los niños por su bonita representación. También saludo a Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal, y saludo el grande y paciente trabajo de la Custodia Franciscana de Tierra Santa en la persona del padre Pizzaballa, hoy aquí con nosotros.

En esta ocasión histórica de la primera visita del Obispo de Roma a Chipre, vengo a confirmaros en vuestra fe en Jesús Cristo y a animaros a seguir siendo un solo corazón y una sola alma en fidelidad a la tradición apostólica (cf. Hch 4, 32). Como Sucesor de Pedro, estoy entre vosotros hoy para ofreceros el testimonio de mi apoyo, mi afectuosas oraciones y mi aliento.

Acabamos de escuchar en el Evangelio de Juan cómo algunos griegos, que habían sabido de las grandes obras que Jesús hacía, se acercaron al apóstol Felipe y le dijeron: "Queremos ver a Jesús" (cf. Jn 12,21). Estas frases nos tocan a todos nosotros profundamente. Al igual que los hombres y mujeres en el Evangelio, queremos ver a Jesús, conocerle, amarle y servirle, con "un solo corazón y alma".

Por otra parte, como la voz del cielo en el Evangelio de hoy declaró a la gloria del nombre de Dios, la Iglesia proclama su nombre no sólo por su propio bien, sino por el bien de la humanidad en su conjunto (cf. Jn 12,30). También vosotros, los seguidores de Cristo de hoy, estáis llamados a vivir vuestra fe en el mundo añadiendo vuestras voces y acciones para la promoción de los valores del Evangelio transmitidos a vosotros por generaciones de cristianos chipriotas. Estos valores, profundamente arraigados en vuestra propia cultura, así como en el patrimonio de la Iglesia universal, debe continuar inspirando vuestros esfuerzos para promover la paz, la justicia y el respeto de la vida humana y la dignidad de vuestros conciudadanos. De esta manera, vuestra fidelidad al Evangelio sin duda beneficiará a toda la sociedad chipriota.

Queridos hermanos y hermanas, teniendo en cuenta vuestras circunstancias únicas, también me gustaría llamar vuestra atención sobre una parte esencial de la vida y misión de nuestra Iglesia, a saber, la búsqueda de una mayor unidad en la caridad con los demás cristianos y el diálogo con quienes no son cristianos. Especialmente desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia se ha comprometido a avanzar por el camino de un mejor entendimiento con nuestros hermanos cristianos con el fin de unir cada vez más fuertemente en el amor y la amistad a todos los bautizados. Teniendo en cuenta vuestras circunstancias, sois capaces de realizar vuestra contribución personal al objetivo de una mayor unidad entre los cristianos en vuestra vida cotidiana. Permitidme animaros a hacerlo, confiando en que el Espíritu del Señor, que oró para que sus discípulos fuesen uno (cf. Jn 17,21), os acompañará en esta importante tarea.

En cuanto al diálogo interreligioso, todavía queda mucho por hacer en todo el mundo. Esta es otra área donde los católicos en Chipre a menudo viven en circunstancias que se les brindan oportunidades para una acción correcta y prudente. Sólo a través del trabajo paciente puede construirse la confianza mutua, superarse el peso de la historia, y las diferencias políticas y culturales entre los pueblos sean un motivo para trabajar en una mayor comprensión. Os insto a que ayudéis a crear esa confianza mutua entre cristianos y no cristianos como base para la consolidación de la paz duradera y la armonía entre los pueblos de diferentes religiones, regiones políticas y bagajes culturales.

Queridos amigos, os invito a mirar a la profunda comunión que ya compartís entre vosotros y con la Iglesia católica en todo el mundo. Con respecto a las necesidades inmediatas de la Iglesia, os animo a orar y a promover las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. En este Año Sacerdotal que llega a su fin, la Iglesia ha adquirido una renovada conciencia de la necesidad de buenos sacerdotes, santos y bien formados. Ella necesita hombres y mujeres religiosos totalmente comprometidos con Cristo y con la difusión del reino de Dios en la tierra. Nuestro Señor prometió que quienes den la vida a imitación suya les llevará a la vida eterna (cf. Jn 12,25). Pido a los padres que reflexionen sobre esta promesa y que alienten a sus hijos a responder generosamente a la llamada del Señor. Insto a los pastores a que asistan a los jóvenes, a sus necesidades y aspiraciones, y que les formen en la plenitud de la fe.

Aquí, en esta escuela católica, también quisiera dirigir una palabra a quienes trabajan en las escuelas católicas de la isla, especialmente a los profesores. Su trabajo es parte de una larga tradición y estima de la Iglesia católica en Chipre. Seguid sirviendo pacientemente al bien de toda la comunidad mediante la consecución de la excelencia educativa. Que el Señor os bendiga abundantemente en la sagrada tarea que es la formación del don más precioso de Dios Todopoderoso a nosotros - nuestros niños.

Os dirijo ahora a una palabra especial a vosotros, mis queridos jóvenes católicos de Chipre.

[En griego]

¡Sed fuertes en la fe, alegres en el servicio de Dios y generosos con vuestro tiempo y talento! Ayudad a construir un futuro mejor para la Iglesia y para vuestro país poniendo del bien de los demás antes que el vuestro propio.

[En inglés]

Queridos católicos de Chipre, fomentad vuestra propia armonía, en comunión con la Iglesia universal y con el Sucesor de Pedro, y construir lazos fraternales con los demás en la fe, esperanza y amor. De manera especial, deseo consignar este mensaje a los presentes que vienen de Kormákiti, Asómatos, Karpásha y Aída Marina. Conozco vuestros deseos y sufrimientos, y por ello os pido que llevéis mi bendición, mi cercanía y mi afecto a todos los que vienen de vuestros pueblos. Nosotros, los cristianos somos un pueblo de esperanza. Por mi parte, espero fervientemente y rezo para que, con el compromiso y la buena voluntad de los interesados, se asegure rápidamente una vida mejor para todos los habitantes de la isla.

Con estas breves palabras, os confío a todos a la protección de la Beata Virgen María y a la intercesión de los santos Pablo y Bernabé.

[En griego]

¡Que Dios os bendiga a todos!

[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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Discurso del Papa a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático de Chipre
 

NICOSIA, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación l discurso pronunciado este sábado por Benedicto XVI en el jardín del Palacio presidencial de Nicosia frente a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático de Chipre.



 

* * * * *



 

Señor Presidente,

Excelencias,

Señoras y Señores,

Estoy agradecido, como parte de mi viaje apostólico a Chipre, de tener esta oportunidad de reunirme con las autoridades políticas y civiles de la República, así como con los miembros de la comunidad diplomática. Doy las gracias al Presidente Christofias por las amables palabras de saludo que expresó en vuestro nombre, y yo correspondo de buen grado con mis propios respetuosos buenos deseos para vuestra importante labor, recordando en particular la feliz ocasión del 50 aniversario de la Constitución de la República.

Acabo de depositar una ofrenda floral en el monumento en memoria del difunto arzobispo Makarios, primer Presidente de la República de Chipre. Como él, cada uno de vosotros en vuestra vida de servicio público debéis estar comprometidos en servir al bien de los demás en la sociedad, ya sea a nivel local, nacional o internacional. Esta es una noble vocación que la Iglesia estima. Cuando se lleva a cabo fielmente, el servicio público nos permite crecer en sabiduría, integridad y realización personal. Platón, Aristóteles y los estoicos daba mucha importancia a dicho cumplimiento – eudemonia – como objetivo para todo ser humano, y vieron en el carácter moral la forma de alcanzar ese objetivo. Para ellos, y para los grandes filósofos islámicos y cristianos que siguieron sus pasos, la práctica de la virtud consiste en actuar de conformidad con la recta razón, en la búsqueda de todo lo que es verdadero, bueno y hermoso.

Desde una perspectiva religiosa, somos miembros de una misma familia humana creada por Dios y estamos llamados a promover la unidad y a construir un mundo más justo y fraterno basado en valores perdurables. En la medida en que cumplimos con nuestro deber, servimos a los demás y nos adherimos a lo que es correcto, nuestras mentes se vuelven más abiertas a las verdades más profundas y nuestra libertad crece fuerte en la fidelidad a lo que es bueno. Mi predecesor, el Papa Juan Pablo II escribió una vez que la obligación moral no debe ser vista como una ley que se impone desde fuera y exigiendo la obediencia, sino más bien como una expresión de la sabiduría de Dios a la que la libertad humana se somete fácilmente (cf. Veritatis splendor, 41) . Como seres humanos encontramos nuestra realización última en referencia a esa Realidad Absoluta cuyo reflejo es se encuentra tan frecuentemente en nuestra conciencia como una apremiante invitación a servir a la verdad, la justicia y el amor.

A nivel personal, como servidores públicos, vosotros conocéis la importancia de la verdad, la integridad y el respeto en vuestras relaciones con los demás. Las relaciones personales son a menudo los primeros pasos hacia la construcción de la confianza y – a su debido tiempo – de sólidos lazos de amistad entre individuos, pueblos y naciones. Esta es una parte esencial de vuestra función, tanto como políticos que como diplomáticos. En los países con delicadas situaciones políticas, estas relaciones personales honradas y abiertas puede ser el comienzo de un bien mucho mayor para sociedades y pueblos enteros. Permitidme que os anime a todos vosotros, presentes aquí hoy, para que aprovecheis las oportunidades que se os ofrezcan, tanto personal como institucionalmente, para construir estas relaciones y, al hacerlo, para promover el mayor bien del acuerdo entre las naciones y del verdadero bien de aquellos a quienes representáis.

Los antiguos filósofos griegos también nos enseñan que el bien común se sirve precisamente por la influencia de personas dotadas de una clara visión moral y coraje. De esta manera, las políticas se purifican de los intereses egoístas o presiones partidistas y se colocan sobre una base más sólida. Por otra parte, las aspiraciones legítimas de aquellos a los que representamos se protegen y fomentan. La rectitud moral y el respeto imparcial a los demás y a su bienestar son esenciales para el bien de toda sociedad, ya que establecen un clima de confianza en la que todas las interacciones humanas, sean religiosas o económicas, sociales y culturales, o civiles y políticas, adquieren fuerza y sustancia. Pero ¿qué significa en términos prácticos respetar y promover la verdad moral en el mundo de la política y la diplomacia, en los planos nacional e internacional? ¿Cómo puede la búsqueda de la verdad lograr una mayor armonía en las regiones atribuladas de la Tierra? Yo sugeriría que se puede hacer de tres maneras.

En primer lugar, la promoción de la verdad moral significa actuar con responsabilidad sobre la base del conocimiento de los hechos. Como diplomáticos, sabéis por experiencia que ese conocimiento os ayuda a identificar las injusticias y agravios, a fin de examinar desapasionadamente las preocupaciones de todos los involucrados en un conflicto determinado. Cuando los partidos se elevan encima de su propia visión particular de los acontecimientos, adquieren una visión objetiva y completa. Aquellos que son llamados a resolver estas disputas son capaces de tomar decisiones justas y promover la reconciliación genuina cuando captan y reconocen la plena verdad de una cuestión específica.

Una segunda manera de promover la verdad moral consiste en la deconstrucción de las ideologías políticas que quieren suplantar a la verdad. Las trágicas experiencias del siglo XX han puesto al descubierto la falta de humanidad que se deriva de la supresión de la verdad y la dignidad humana. En nuestros días, estamos siendo testigos de los intentos de promover supuestos valores con el pretexto de la paz, del desarrollo y de los derechos humanos. En este sentido, hablando ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, llamé la atención sobre los intentos de algunos sectores de reinterpretar la Declaración Universal de los Derechos Humanos para dar satisfacción a intereses particulares que podrían comprometer la unidad interna de la Declaración y alejarla de su propósito original (véase Discurso a la Asamblea General de Naciones Unidas, 18 de abril de 2008).

En tercer lugar, la promoción de la verdad moral en la vida pública exige un esfuerzo constante en basar el derecho positivo en los principios éticos de la ley natural. El recurso a esta última fue una vez considerado evidente, pero la marea del positivismo en la teoría jurídica contemporánea requiere la actualización de este axioma importante. Los individuos, las comunidades y los Estados, sin la guía de verdades objetivamente morales, se convertirían en egoístas y sin escrúpulos y el mundo sería un lugar más peligroso para vivir. Por otra parte, respetando los derechos las personas y pueblos, se protege y promueve la dignidad humana. Cuando las políticas que apoyamos se promulgan en armonía con la ley natural propia de nuestra humanidad común, a continuación, nuestras acciones se vuelven más sólidas y conducen a un ambiente de comprensión, justicia y paz.

Señor Presidente, distinguidos amigos, con estas consideraciones reafirmo mi estima y la de la Iglesia por vuestro importante servicio a la sociedad ya la construcción de un futuro seguro para nuestro mundo. Invoco sobre todos vosotros las bendiciones divinas de sabiduría, fuerza y perseverancia en el cumplimiento de vuestras funciones. Gracias.

[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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Entrevista del Papa a los periodistas durante el vuelo a Chipre
 

CIUDAD DEL VATICANO, sábado 5 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación la transcripción de la entrevista concedida este viernes por Benedicto XVI a los periodistas presentes en el vuelo papal dirigido a Chipre.



 

* * *

Padre Lombardi: Santidad, nosotros le damos las gracias por estar con nosotros, como en cada viaje, y de darnos su palabra para orientar nuestra atención en estos días, que serán tan intensos. Naturalmente, por desgracia, la primera pregunta está obligada por la circunstancia que ayer nos ha afectado tan dolorosamente, el asesinato de monseñor Padovese, que para usted ha sido ocasión de un profundísimo dolor. Por tanto, en nombre todos los colegas, quisiera pedirle que nos dijese algo sobre cómo usted ha percibido esta noticia y cómo vive el comienzo del viaje a Chipre en esta atmósfera.

Papa: Naturalmente, estoy profundamente dolorido por la muerte de monseñor Padovese, que había contribuido mucho a la preparación del Sínodo; colaboró, y habría sido un elemento precioso en este Sínodo. Encomendamos a la bondad de Dios su alma. Esta sombra, con todo, no tiene nada que ver con los temas mismos y con la realidad del viaje, porque no debemos atribuir a Turquía o a los turcos este hecho. Es una cosa sobre la que tenemos pocas informaciones. Es seguro que no se trata de un asesinato político o religioso; se trata de un asunto personal. Esperamos aún todas las explicaciones, pero no queremos mezclar ahora esta trágica situación con el diálogo con el Islam y con todos los problemas de nuestro viaje. Es un caso aparte, que entristece, pero que no debería oscurecer de ninguna forma el diálogo, en todos los sentidos, que será tema e intención de este viaje.

Padre Lombardi: Chipre es una tierra dividida. Santidad, usted no se dirigirá a la parte septentrional ocupada por los turcos. ¿Tiene usted un mensaje para los habitantes de esa región? ¿Y cómo cree que su visita puede contribuir a resolver la distancia entre la parte griega y la turca, a proceder hacia una solución de convivencia pacífica, en el respeto de la libertad religiosa, del patrimonio espiritual y cultural de las diversas comunidades?

Papa: Este viaje a Chipre es, en muchos sentidos, una continuación del viaje del año pasado a Tierra Santa y también del viaje a Malta de este año. El viaje a Tierra Santa tenía tres partes: Jordania, Israel y los territorios palestinos. Para todos los tres se trataba de un viaje pastoral, religioso; no era un viaje político o turístico. El tema fundamental era la paz de Cristo, que debe ser paz universal en el mundo. El tema era por tanto: por una parte, el anuncio de nuestra fe, el testimonio de la fe, la peregrinación a estos lugares que dan testimonio de la vida de Cristo y de toda la historia santa; por otra parte, la responsabilidad común de todos cuantos creen en un Dios creador del cielo y de la tierra, en un Dios a cuya imagen hemos sido creados. Malta y Chipre añaden con más fuerza el tema de san Pablo, gran creyente, evangelizador, y también de san Bernabé, que es chipriota y que abrió la puerta para la misión de san Pablo. Por tanto, testimonio de nuestra fe en un único Dios, diálogo y paz son los temas. Paz en un sentido muy profundo: no es una añadido político a nuestra actividad religiosa, sino que la paz es una palabra del corazón de la fe, está en el centro de la enseñanza paulina; pensemos en la carta a los Efesios, donde dice que Cristo ha traído la paz, ha destruido los muros de la enemistad. Esto sigue siendo un mandato permanente, por tanto no vengo con un mensaje político, sino con un mensaje religioso, que debería preparar más a las almas para encontrar la apertura por la paz. Estas no son cosas que vienen de hoy a mañana, pero es muy importante no sólo dar los necesarios pasos políticos, sino sobre todo preparar las almas para ser capaces de dar los pasos políticos necesarios, crear esa apertura interior para la paz, que, al final, viene de la fe en Dios y de la convicción de que todos somos hijos de Dios y hermanos y hermanas entre nosotros.

Padre Lombardi: Gracias, Santidad. Esta nueva pregunta está muy en continuidad con la primera, pero yo la hago igualmente, de forma que si usted quiere añadir alguna otra cosa podrá hacerlo. Usted se dirige a Oriente Medio pocos días después de que el ataque israelí a la flotilla delante de Gaza haya añadido ulteriores tensiones al ya difícil proceso de paz. ¿Cómo cree que la Santa Sede, el Vaticano puede contribuir a superar este momento difícil para Oriente Medio?

Papa: Diría que nosotros contribuimos sobre todo de forma religiosa. Podemos también ser de ayuda con consejos políticos y estratégicos, pero el trabajo esencial del Vaticano es siempre el religioso, que toca el corazón. Con todos estos episodios que vivimos, existe siempre el peligro de perder la paciencia, que se diga “ahora basta”, que ya no se quiera buscar la paz. Y aquí me viene a la mente, en este Año Sacerdotal, una bella historia del Párroco de Ars. A las personas que le decían: no tiene sentido que yo ahora vaya a la confesión y a la absolución, porque pasado mañana estoy seguro de volver a caer en los mismos pecados, el Cura de Ars respondía: no pasa nada, el Señor voluntariamente olvida que tu pasado mañana harás los mismos pecados, te perdona ahora completamente, será longánime, y seguirá ayudándote, viniendo hacia ti. Así debemos casi imitar a Dios, su paciencia. Después de todos los casos de violencia, no perder la paciencia, no perder el valor, no perder la longanimidad de volver a empezar; crear estas disposiciones del corazón para empezar siempre de nuevo, en la certeza de que podemos ir adelante, que podemos llegar a la paz, que la violencia no es la solución, sino la paciencia del bien. Crear esta disposición me parece el principal trabajo que el Vaticano y sus órganos y el Papa pueden hacer.

Padre Lombardi: ¡Gracias! Pasemos a otro tema, el del ecumenismo. Santidad, el diálogo con los ortodoxos ha dado muchos pasos adelante desde el punto de vista cultural, espiritual y de la vida. Con ocasión del reciente Concierto que le ofreció el Patriarca de Moscú de ha notado una profunda sintonía entre ortodoxos y católicos frente a los desafíos planteados al cristianismo en Europa por la secularización. Pero ¿cuál es su valoración sobre el diálogo, también desde el punto de vista más propiamente teológico?

Papa: Quisiera ante todo subrayar estos grandes progresos que hemos hecho en el testimonio común de los valores cristianos en el mundo secularizado. Esta no es sólo una coalición – digamos – moral, política, sino verdaderamente algo profundamente de fe, porque los valores fundamentales por los que vivimos en este mundo secularizado no son moralismos, sino que son la fisionomía fundamental de la fe cristiana. Cuando somos capaces de testimoniar juntos estos valores, de comprometernos en el diálogo, en la discusión de este mundo, en el testimonio para vivir estos valores, hemos dado ya un testimonio fundamental de una unidad muy profunda en la fe. Naturalmente, hay muchos problemas teológicos, pero también aquí los elementos de unidad son fuertes. Quisiera indicar tres elementos que nos unen, que nos ven cada vez más cercanos, que nos hacen cada vez más cercanos. Primero: la Escritura, la Biblia no es un libro caído del cielo, que está ahora y que cada uno lo coge, sino que es un libro crecido en el pueblo de Dios y vive es este sujeto común del pueblo de Dios y sólo aquí permanece siempre presente y real, es decir, la Biblia no es aislable, sino que la Biblia está en el nexo entre tradición e Iglesia. Esta conciencia es fundamental y pertenece al fundamento de la Ortodoxia y del Catolicismo, y nos fa un camino común. Como segundo elemento, digamos: la tradición, que nos interpreta, que nos abre la puerta de la Escritura, tiene también una forma institucional, sagrada, sacramental querida por el Señor, es decir, el episcopado; tiene una forma personal, es decir, el colegio de los obispos juntos es testigo y presencia de esta tradición. Y tercer punto: la llamada regula fidei, es decir, la confesión de la fe elaborada en los antiguos Concilios es la suma de cuanto está en la Escritura y abre la “puerta” de interpretación. Después otros elementos: la liturgia, el amor común por la Virgen nos unen profundamente y nos parece cada vez más claro que son los fundamentos de la vida cristiana. Debemos ser cada vez más conscientes y profundizar también en los detalles, pero me parece que aunque las culturas diversas, las situaciones diversas hayan creado malentendidos y dificultades, crecemos en la conciencia de lo esencial y de la unidad de lo esencial. Quisiera añadir que, naturalmente, no es la discusión teológica la que crea de por sí la unidad; es una dimensión importante, pero toda la vida cristiana, el conocerse, la experiencia de la fraternidad, aprender, a pesar de la experiencia del pasado, esta fraternidad común, son procesos que exigen también gran paciencia. Pero me parece que estamos precisamente aprendiendo la paciencia, así como el amor, y con todas las dimensiones del diálogo teológico seguimos adelante, dejando al Señor cuándo nos dará la unidad perfecta.

Padre Lombardi: Y ahora una última pregunta. Uno de los objetivos de este viaje es la entrega del documento de trabajo del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio. Cuáles son sus principales expectativas para este Sínodo, para las comunidades cristianas y también para los creyentes de otras religiones en esta región?

Papa: El primer punto importante es que los diversos Obispos, los Cabezas de las Iglesias se vean aquí, porque tenemos muchas Iglesias – varios ritos están dispersos en diversos países, en situaciones diversas – y parecen a menudo aislados, a menudo tienen también pocas informaciones del otro; verse juntos, encontrarse, y tomar así conocimiento uno del otro, de los problemas, de las diversidades y de las situaciones comunes, formar juntos un juicio sobre la situación, sobre el camino a tomar. Esta comunión concreta de diálogo y de vida es un primer punto. El segundo es también la visibilidad de estas Iglesias, es decir, que se vea en el mundo que hay una gran y antigua cristiandad en Oriente Medio, que a menudo no está ante nuestros ojos, y que esta visibilidad nos ayuda también a estar cerca de ellos, a profundizar nuestro conocimiento recíproco, a aprender unos de otros, a ayudarnos, y ayudar así también a los cristianos de Oriente Medio a no perder la esperanza, a quedarse, aunque las situaciones puedan ser difíciles. Así – tercer punto – en el diálogo entre ellos se abren también al diálogo con los demás cristianos ortodoxos, armenios, etc. y crece una conciencia común de la responsabilidad cristiana y también una capacidad común de diálogo con los hermanos musulmanes, que son hermanos, a pesar de las diversidades; y me parece que vendría también el aliento, a pesar de todos los problemas, a continuar, con una visión común, el diálogo con ellos. Todos los tentativos para una convivencia cada vez más fructífera y fraterna son muy importantes. Este por tanto es un encuentro de la cristiandad católica del Oriente Medio en sus diversos ritos, pero es un encuentro también de apertura, de capacidad renovada de diálogo, de valor y de esperanza para el futuro.

Padre Lombardi: Gracias, Santidad, por esta amplia panorámica y gracias en particular por la visión tan positiva y alentadora que nos ha dado también los objetivos de este viaje; y por tanto nosotros de auguramos verdaderamente para que este viaje se desarrolle en esta atmósfera y con estos resultados, e intentamos colaborar también a este objetivo con una buena información. Gracias, Santidad, y buen viaje!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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