8.06.10

Religión para laicistas: lo básico y lo imposible

A las 12:53 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
 

Por mucho que pueda pensarse otra cosa resulta, más veces de las que sería conveniente, necesario clarificar algún que otro concepto a personas que tienen equivocado el sentido de las cosas.

Es bien cierto que se puede pensar que con determinadas personas es mejor no intentar nada por el estilo pero aunque sea por caridad cristiana disipar la neblina que nubla muchos corazones no es poco importante.

Algo así para con la persona que ha escrito el artículo que hoy traigo a InfoCatólica. Asiduo en este blog siempre que, como suele sucederle, se deja caer, mediando ideología siniestra, por la pendiente nigérrima del Mal.

Hay cosas que son elementales, básicas; hay otras que, a lo mejor, son imposibles.

Lo básico es definir lo que son las cosas para que nadie se lleve a engaño. Hacer otra cosa es no querer alfabetizar, religiosamente hablando, a quien corresponda.

Por ejemplo, vamos a ver… sabemos que las palabras dicen muchas cosas ellas solas y que, en muchas ocasiones, basta con saber lo que indican para no tener que seguir adelante con ningún tipo de análisis. Todo, entonces, sobra y lo que se hace es, como es el caso del quien hoy traigo a InfoCatólica, adornarse en la suerte para entrar a matar y, si no puede por incapacidad, a descabellar.

Entonces resulta que hay dos palabras que, a veces, se confunden. Por mala sombra y por tratar de engañar pero se confunden: laicidad y laicismo.

Francamente tener que escribir sobre esto, a las alturas del pensamiento en las que estamos, es algo cansado porque cualquiera sabe, debería saber si es que no concurren oscuros intereses, que una cosa es una cosa y otra es otra.

Así, laicidad es expresión de comportamiento no al margen de la religión sino, contemplándola, permanecer en la esfera seglar de la vida. La sana laicidad sería, por lo tanto, un dejar que lo religioso siga su camino sin inmiscuirse en la organización, ser y doctrina de alguna confesión religiosa y respetando, por tanto, su funcionamiento.

Laicismo es, por el contrario, un comportamiento torticero que, conscientemente, actúa en contra de determinada confesión religiosa. Así, se legisla, cuando se puede, con intención de desdibujar las funciones que puedan llevar a cabo las personas que constituyen a aquella y se hace todo lo posible para sembrar cizaña entre los creyentes.

Una cosa y otra representan mundos diversos y cualquiera entendería que la laicidad y el laicismo son realidades muy distintas e incluso inversamente proporcionales: cuando más hay de uno, menos hay de la otra.

Pues parece que eso, por lo que sigue, es imposible de entender.

El laicismo no sólo está apoyado por agnósticos o ateos. En realidad, el laicismo se encuentra asimismo en el evangelio. Fue Jesús el que subrayó –acallando a los fariseos que intentaban hacerle caer en una trampa- que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En resumen de lo que se trata es de la separación de la Iglesia y el Estado

¡Vaya! Ahora resulta que Jesucristo, cuando fundó la Iglesia, luego llamada católica, tenía la intención de que el Estado la sometiese y tratara de acallar su voz por activa y por pasiva y no quería, al parecer, que, efectivamente, existiera la tal separación entre una y otra organización.

Y es que separar ha de ser, sobre todo, no inmiscuirse y no inmiscuirse ha de ser entendido como no querer que las creencias religiosas se entreguen a los dictados de una ideología contraria a los mismos que ahoga, ahoga y ahoga hasta no dejar respirar.

Todo lo demás, una vez negada la premisa principal según la cual el laicismo es cosa buena, cae por su peso: Corpus Christi de Toledo y demás manifestaciones laicistas no son, sino, expresión de redomado laicismo.

Por otra parte, había una editorial, hace años que, con relación a una enciclopedia (sólo 4 tomos) tenía una frase que, por rimada, era graciosa: “Vale la pena tener un Sopena” porque la editorial era, precisamente, la Editorial Sopena.

Pues en este caso no vale la pena, pero nada de nada, tener un tipo de persona como la que traigo hoy a InfoCatólica que, conscientemente, trata de hacernos pasar por desconocedores de los rudimentos del lenguaje aunque también es cierto que, a veces, resulta imposible que determinadas personas parecen no tener remedio porque, de por sí, se dejan perder.

Pues que con su pan se lo coman pero que, por favor, dejen de marear la perdiz para, al final, pegarle un tiro.

Eleuterio Fernández Guzmán