10.06.10

La verdadera reparación

A las 12:43 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

“El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron”, anota el Catecismo de la Iglesia Católica . La devoción al Sagrado Corazón de Jesús entrańa la voluntad de reparación, de satisfacción, de penitencia.

En la segunda oración colecta de la Misa del Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que “al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida reparación” . Existe, pues, un vínculo entre amor y reparación. Reparar implica dejarse atraer por el dinamismo del Corazón de Cristo y dejarse transformar por esta fuerza, que es la única capaz de vencer el mal, el pecado y la muerte.

La fuerza del amor de Dios es el Espíritu Santo (cf Hechos 1, 8) , que Dios ha derramado en nuestros corazones (cf Romanos 5, 5) para la remisión de los pecados, haciendo posible en nosotros la vida nueva en Cristo. El amor de Dios no es, de este modo, un principio exterior, sino interior aunque trascendente . Gracias al poder del Espíritu Santo podremos dar frutos de “caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5, 22-23) .

Esta fuerza del amor, que brota del Corazón de Cristo, transforma a los hombres y capacita para construir “sobre las ruinas acumuladas del odio y la violencia” la civilización del amor, el reino del Corazón de Cristo. Esta es – afirma Juan Pablo II – “la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador” . Y este es también el servicio que la Iglesia está llamada a prestar a la humanidad: construir un mundo animado por la ley del amor; una civilización del amor .

La base de esta civilización se encuentra en el reconocimiento de la soberanía de Dios , el Padre misericordioso, que es el manantial inagotable de amor. Sin referencia a Dios, la ciudad de los hombres queda privada de fundamento y corre el riesgo de convertirse en una ciudad contra los hombres. El primer servicio de la caridad, virtud que nos lleva a “reconocer a Cristo presente en los hermanos” , es ayudarles a encontrar a Dios, revelado en Cristo, presente y actuante en la historia por el Espíritu .

El secularismo y la indiferencia religiosa, al prescindir de Dios, dańan al hombre, pues le hacen olvidar el origen del amor.

La civilización del amor se configura como creadora de una cultura de la solidaridad y de la vida, que se caracteriza por la lógica del reconocimiento y del respeto del otro; de todo “otro”, también del extranjero, del emigrante, del enfermo, del minusválido o del aún no nacido .

La civilización del amor tiene su eje en el reconocimiento del valor de la persona humana , que es comprendida desde Dios, desde la comunión trinitaria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y desde el misterio de la Encarnación, por el cual Jesucristo, consustancial con el Padre, se hace consustancial con los hombres.

La civilización del amor crea una ciudad y un mundo no “desalmados”, faltos de conciencia, crueles e inhumanos, sino una ciudad y un mundo “con alma”, donde no son ignoradas la dimensión espiritual de la persona ni las exigencias de la ley de Dios.

Guillermo Juan Morado.