9.06.10

Jesús es el Revelador y la Revelación del Padre. En toda su “presencia y manifestación” se expresa humanamente el “ser” de Dios (cf Dei Verbum, 4); se hace visible la profundidad de su amor .
Su corazón “manso y humilde” es descanso y alivio para quienes están cansados y agobiados. El mismo cansancio, en lo que tiene de falta de fuerzas, de hastío, de tedio, remite, por contraste, al descanso. Puede ser un síntoma, el cansancio, que haga despertar en el corazón del hombre esa huella de la creación que es la nostalgia de Dios . Sólo Jesús, que conoce al Padre (cf Mateo 11, 25-30), que es uno con el Padre, puede ser verdaderamente el descanso, porque sólo en Dios encontramos el cumplimiento del deseo, la única realidad que basta .
El corazón del Redentor, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf Juan 19, 31-37) , es el corazón sufriente de Dios que, no por debilidad o por imperfección, sino por amor, elige libremente padecer con nosotros, y mucho más que nosotros, todo el mal que asola la tierra . También el lado oscuro de la condición humana, el dolor y el sufrimiento, el mal y el pecado, es asumido para ser redimido en “ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical” (Benedicto XVI) .
La fecundidad del amor se expresa en la sangre y el agua que brotan del costado del Señor . Esa fecundidad se llama “Iglesia”, pues mediante ella Cristo “manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre” . No es de extrañar que Pablo VI definiese a la Iglesia como “el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad” . Este amor fecundo que nace de la compasión de Dios compromete a todos los que han renacido por el Bautismo y la Eucaristía a ser signos vivos de la clemencia y de la misericordia, testimoniando así la verdadera justicia de Dios, la rectitud de su amor .
El corazón de Cristo es el del Buen Pastor que va tras la oveja descarriada y, al encontrarla, la carga sobre los hombros (cf Lucas 15, 3-7). La caridad de Jesucristo, Pastor de los hombres, refleja así la imposible indiferencia de Dios; su indeclinable compromiso.
Guillermo Juan Morado.