9.06.10
John Henry Newman, precursor del Concilio Vaticano II (1)
1. Introducción
En su primera versión (de 1998), este trabajo no era más que un resumen (que preparé para un grupo de estudio) de: Charles Stephen Dessain, Vida y pensamiento del cardenal Newman, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990. La segunda versión fue el texto utilizado en una conferencia que dicté en la Universidad de Montevideo en 2001, con motivo del bicentenario del nacimiento de Newman. La tercera versión fue la empleada en mi tercer libro (véase la nota final). Incluso esta actual versión sigue dependiendo mucho de esa excelente biografía de Newman, aunque por simplicidad yo no haya indicado a cada paso las referencias correspondientes. Aquí, pues, dejo constancia de que utilicé ampliamente la obra de Dessain, sobre todo en los apartados biográficos, pero también en la descripción de los aportes teológicos de Newman.
Mi interés por Newman proviene de un comentario efectuado por el Papa Pablo VI en una entrevista. Pablo VI sostuvo que a menudo la obra de un teólogo sólo da frutos plenos en la Iglesia mucho tiempo después de su muerte. Así, por ejemplo, la teología de Santo Tomás de Aquino fue asumida plenamente en el Concilio de Trento, tres siglos después de la muerte del santo doctor. Enseguida Pablo VI añadió esta afirmación que en su momento me pareció asombrosa: cuando se analice la cuestión con profundidad, se verá que el Concilio Vaticano II fue el Concilio de Newman.
La presente exposición tiene dos objetivos:
• Contribuir a la difusión del conocimiento de la vida y la obra de Newman. Por ello incluiré algunas secciones biográficas.
• Analizar los principales aportes del pensamiento de Newman al Concilio Vaticano II, que permiten caracterizar a éste como “el Concilio de Newman”.El orden que seguiré en esta exposición combina estos dos objetivos. Dedicaré un capítulo a cada una de las tres grandes etapas del itinerario espiritual seguido por Newman hasta su adhesión plena a la fe católica, relacionando cada etapa con uno de los tres grandes principios del pensamiento teológico de Newman. Además, procuraré asociar los mayores aportes teológicos de Newman a cada uno de esos principios, empleando un criterio sistemático, no cronológico. Por último, trataré de mostrar en cada caso cómo esos aportes de Newman prefiguraron algunas de las características principales del único Concilio ecuménico del siglo XX.
Mi punto de partida es un texto en el cual el propio Newman resumió los tres principios básicos de sus ideas religiosas hacia 1833:
“El primero era el principio del dogma. Mi batalla era contra el liberalismo; y por liberalismo entiendo el principio antidogmático y sus consecuencias… Desde los quince años, el dogma ha sido el principio fundamental de mi religión. No conozco otra; no puedo hacerme a la idea de otra especie de religión; la religión como mero sentimiento es para mí un sueño y una burla. Sería como haber amor filial sin la realidad de un padre, o devoción sin la realidad de un ser supremo… En segundo lugar, yo tenía confianza en la verdad de cierta enseñanza religiosa definida, basada sobre los cimientos del dogma, a saber: que hay una Iglesia visible, con sacramentos y ritos que son los canales de la gracia invisible… En cuanto al tercer punto,… -mi opinión [negativa] sobre la Iglesia de Roma-…” (Apologia pro vita sua, pp. 42-45).
Newman mantuvo hasta el final de su vida una firme adhesión a sus dos primeros principios (el dogma y el “sistema sacramental”). Por el contrario, su tercer principio (la oposición a la Iglesia de Roma) se fue diluyendo gradualmente, hasta que en 1845 renunció a él y lo sustituyó por su contrario: la comunión con Roma.
2. El principio del dogmaLa primera conversión: de la religiosidad convencional al anglicanismo evangélico
John Henry Newman nació el 21 de febrero de 1801 en el centro de Londres, en el seno de una familia anglicana acomodada. Fue el mayor de seis hermanos. Su padre era un banquero, bastante liberal en materia religiosa. Su madre, de antepasados hugonotes, lo educó desde niño en el gusto por la lectura de la Biblia. Sin embargo, aunque conocía muy bien su Biblia y su catecismo anglicano, hasta los quince años no tuvo convicciones religiosas precisas. De niño y de adolescente era imaginativo y algo supersticioso. Desde 1808 hasta 1816 asistió al colegio privado de Ealing, donde se destacó como alumno brillante. Hacia 1815 pensaba que le gustaría ser virtuoso, pero no religioso, y no veía el sentido de amar a Dios. Por esa época tuvo una crisis de fe producida por la lectura de algunos autores incrédulos del siglo XVIII. Entonces ocurrió el hecho decisivo de su vida: su primera conversión. Él mismo la describe así:
“A mis quince años (en el otoño de 1816) un gran cambio hubo lugar en mi pensamiento. Caí bajo la influencia de un credo definido y recibí en mi inteligencia impresiones de lo que es un dogma que, por la misericordia de Dios, nunca se han borrado ni oscurecido” (Apologia pro vita sua, p. 5).En marzo de 1816 el banco del padre de Newman hizo suspensión de pagos y posteriormente cerró, terminando así la prosperidad de la familia Newman. Entretanto John sufrió una grave enfermedad, por lo que se le permitió permanecer en el colegio durante las vacaciones de verano. También permaneció entonces en el colegio el reverendo Walter Mayers, quien fue el instrumento humano para el comienzo de la fe divina en Newman. Más que las palabras y el ejemplo de Mayers, influyeron en Newman los libros calvinistas que él puso en sus manos. El escritor que más lo impresionó fue Thomas Scott. Éste, partiendo del deísmo y pasando por el unitarismo, después de un largo proceso de búsqueda ardiente de la verdad, llegó al cristianismo en su forma calvinista más moderada. La lectura de sus obras imprimió profundamente en el alma de Newman la fe en las doctrinas de la Santísima Trinidad, la Encarnación y la Redención. Otros dos libros que leyó poco después produjeron en él tendencias contrarias: Milner lo hizo enamorarse de los Padres de la Iglesia, mientras que Newton lo convenció firmemente de que el Papa era el Anticristo predicho por San Pablo y San Juan.
Esta primera conversión introdujo a Newman en la tendencia evangélica dentro del anglicanismo y lo impulsó a estudiar a fondo la religión revelada y a aceptar el ideal de santidad según el Evangelio. Poco después llegó a discernir que era voluntad de Dios que él se mantuviera célibe de por vida.
Aportes teológicos de Newman vinculados al principio del dogmaLa expresión newmaniana “principio del dogma” equivale a “principio de la revelación sobrenatural". La negación de este principio fue conocida bajo el nombre de “liberalismo” en la teología protestante del siglo XIX y de “modernismo” en la teología católica de principios del siglo XX.
Después de su primera conversión, Newman aceptó con fe firme la revelación de Dios en Jesucristo. Por consiguiente, en este apartado presentaré los principales aportes teológicos de Newman relacionados con la revelación y la salvación cristianas, la fe y su fundamentación, y la Sagrada Escritura.
a) La fe como asentimiento real
En 1870 Newman publicó su obra filosófica principal, el “Ensayo para contribuir a una gramática del asentimiento”, en el que había trabajado durante veinte años. El objetivo del libro es doble: en la primera parte demuestra que se puede creer lo que no se puede comprender totalmente. En la segunda parte demuestra que se puede creer lo que no se puede probar estrictamente. Newman distingue entre la inferencia y el asentimiento, y entre dos clases de asentimiento que denomina asentimiento nocional y asentimiento real. La fe, según Newman, no es un asentimiento nocional, sino un asentimiento real. Newman muestra cómo, a partir de nuestro sentido de la obligación moral, podemos llegar a prestar un asentimiento firme a la realidad de Dios como presencia viviente y personal, no como una simple noción intelectual. El ser humano dispone de un “sentido ilativo” que permite llegar a la certeza en materia de fe, a partir de una convergencia de probabilidades.
El Concilio Vaticano I insistió sobre todo en el aspecto intelectual de la fe; por eso presentó la fe como aceptación de las verdades reveladas, en función de la autoridad de Dios. En esa misma época la apologética católica tendía a buscar una demostración racional del hecho y del contenido de la revelación cristiana.
El Concilio Vaticano II, a la vez que mantuvo la doctrina del Vaticano I, subrayó que la misma persona de Jesucristo es la plenitud de la revelación y que la fe es una adhesión a su persona. La Palabra de Dios encarnada nos comunica verdades, pero sobre todo se nos auto-comunica en una entrega amorosa, que tiene su cumbre en el misterio pascual.
b) La vía de la conciencia
Newman fue un gran defensor de los derechos de la conciencia, en una época en que la Iglesia católica todavía miraba con desconfianza la “libertad de conciencia”. Él consideraba a la conciencia como el principio esencial y la confirmación de la religión en nuestro espíritu. La conciencia es la base de la religión natural y conduce hasta la idea de un Dios personal y hasta la fe cristiana. En el caso de la religión revelada, la conciencia puede extraer de la convicción moral una certeza más fuerte que la que proviene de los puros razonamientos lógicos. La siguiente cita sintetiza el pensamiento de Newman sobre la conciencia como camino para el conocimiento de Dios:
“Nuestro gran maestro interior de religión es nuestra conciencia. La conciencia es una guía personal, y la uso porque tengo que usarme a mí mismo. Soy tan incapaz de pensar con una mente que no sea la mía como de respirar con los pulmones de otro. La conciencia está más cerca de mí que cualquier otro medio de conocimiento. Y del mismo modo que se me ha dado a mí, también se le ha dado a otros; y puesto que es llevada consigo por cada individuo en su propio corazón y no requiere nada además de ella misma, está por consiguiente adaptada para comunicar a cada uno separadamente ese conocimiento que es lo más decisivo para el individuo… La conciencia, por otra parte, nos enseña no sólo que Dios es, sino qué es; proporciona al espíritu Su imagen real, como medio para su adoración; nos da la regla dictada por Él de lo correcto y lo incorrecto, y un código de deberes morales. Además, está constituida de tal manera que, si se la obedece, se hace más clara en sus mandatos, y su campo se amplía, y corrige y completa la fragilidad accidental de sus enseñanzas iniciales.” (Gramática del asentimiento, p. 10).
La teología contemporánea ha continuado la tendencia de revalorización de la conciencia, aunque algunos autores (sobre todo moralistas) han caído en el subjetivismo o el relativismo.
El Concilio Vaticano II subrayó la dignidad de la conciencia moral, presentándola como el santuario inviolable en el que se produce el encuentro y el diálogo entre Dios y el hombre (cf. Gaudium et Spes, n. 16). No es lícito impedir al hombre que obre según su conciencia ni forzarlo a obrar en contra de ella, principalmente en materia religiosa (cf. Dignitatis Humanae, nn. 3.10).
Por otra parte, la filosofía escolástica tendía a privilegiar las pruebas cosmológicas de la existencia de Dios. En cambio los filósofos cristianos contemporáneos, siguiendo las huellas de Newman, suelen partir del hombre para llegar a Dios.
c) La inhabitación divinaUno de los aspectos más destacados de la predicación de Newman fue su insistencia en la doctrina de la inhabitación en el alma del Espíritu Santo y, por medio de Él, del Padre y del Hijo. El verdadero cristianismo es presencia de personas: conocer al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. Esta inhabitación es el fundamento de la vida nueva de unión con Dios que la religión cristiana ofrece a la humanidad. Newman recordaba a sus oyentes que eran templos de Dios e insistía en la presencia personal de Nuestro Señor Jesucristo en el alma, además de su presencia otorgada en la eucaristía.
La doctrina de la inhabitación divina, de tanto relieve en la teología patrística, que subrayaba la divinización del hombre por la gracia de Dios, había sido algo descuidada por la escolástica. Por lo común esta última insistía más en la gracia creada (las virtudes y los dones del Espíritu Santo) que en la gracia increada (el don del mismo Dios uno y trino). Este descuido fue una de las causas del escaso desarrollo de la pneumatología y de la escasez de referencias al Espíritu Santo en la piedad católica corriente.
La teología del siglo XX, siguiendo los pasos de Newman, continuó el desarrollo de la doctrina de la gracia increada y reflexionó sobre la relación del cristiano con cada una de las tres personas divinas.
El Concilio Vaticano II, recogiendo reflexiones semejantes, destacó el origen trinitario de la Iglesia (cf. Lumen Gentium, nn. 2-4) y de su actividad misionera (cf. Ad Gentes, nn. 2-4) y enseñó que, por su Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre (cf. Gaudium et Spes, n. 22).
d) La historia cristocéntrica de la salvación
Otro aspecto importante de la predicación de Newman fue su insistencia en el carácter histórico de la revelación y en el puesto central de Jesucristo en la historia de la revelación y la salvación. El Dios invisible se reveló en la condición e historia del hombre. El Espíritu Santo hizo que la historia se convirtiera en doctrina. Todas las etapas de la economía divina tienden a la manifestación de su centro: el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. La encarnación del Hijo de Dios es la promesa y el comienzo de nuestro nacimiento como hijos de Dios en el Espíritu Santo. Para ilustrar este punto, citaré uno de los sermones de Newman:
“La revelación nos sale al encuentro con hechos sencillos y acciones claras, no con laboriosas inducciones a partir de ciertos fenómenos que se dan en el mundo, no con leyes generalizadas o conjeturas metafísicas, sino con Jesús y la resurrección… La vida de Cristo reúne y concentra verdades que se refieren al bien principal de nuestro ser y a las leyes que lo rigen, verdades que andan sueltas, baldías y abandonadas en la superficie del mundo moral, y que a menudo dan la impresión de discrepar entre sí.” (Sermones Universitarios, p. 2).El enfoque histórico-salvífico y cristocéntrico es una de las características principales de la doctrina del Concilio Vaticano II y de la teología contemporánea. Este enfoque se puede encontrar en todos los documentos del Concilio, particularmente en la constitución dogmática Dei Verbum. El Concilio enseña que la revelación no es un simple conjunto de proposiciones, sino que resplandece en la persona de Cristo (cf. Dei Verbum, n. 2). Él mismo, en todos los momentos y aspectos de su vida, es la gran manifestación del misterio de Dios y del misterio del hombre, el gran don salvífico de Dios a la humanidad (cf. Dei Verbum, n. 4).
e) La centralidad del misterio pascual
Newman enfatizó el puesto central del misterio pascual en el cristianismo, en una época en que muchos cristianos descuidaban su importancia. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo es la clave de la interpretación cristiana de la vida y el origen de la regeneración del hombre. De ella emana la fuerza de los sacramentos. Todos los discípulos de Cristo resucitado debemos ser elevados y transfigurados con Él. Después de su Ascensión, Cristo envió su Espíritu para consumar su presencia en los fieles cristianos.
La primacía del misterio pascual es otra de las características más marcadas de la enseñanza del Concilio Vaticano II y de la teología actual. Este aspecto se puede descubrir particularmente en la constitución Sacrosanctum Concilium (cf. nn. 5-6), entre otros documentos conciliares. Poner de relieve la centralidad de la Pascua en la vida cristiana fue uno de los objetivos fundamentales de la reforma litúrgica anterior y posterior al último Concilio.
f) La inerrancia bíblicaDesde el siglo XVII el avance de las ciencias y el surgimiento del estudio crítico de la Biblia llevaron a un número creciente de intelectuales a cuestionar el dogma de la inerrancia bíblica. En la segunda mitad del siglo XIX la “cuestión bíblica” pasaba por su fase más candente, sobre todo a partir de la divulgación de la teoría evolucionista de Charles Darwin. Aunque Newman, después de su conversión al catolicismo, no se sintió llamado a resolver los problemas pendientes de la teología católica, en definitiva no se abstuvo de hacer un aporte importante en torno a la cuestión referida. A una edad muy avanzada, Newman publicó en 1884 un artículo sobre la inspiración bíblica, en el que opinó que la inerrancia de la Sagrada Escritura no incluía necesariamente los obiter dicta (“cosas dichas de paso”) científicos e históricos, aunque sí incluía los asuntos de fe y moral y la historia vinculada a ellos. Aunque Newman ya era cardenal, su artículo le valió duras críticas y su tesis fue mayoritariamente rechazada en aquel entonces.
A pesar de la formulación defectuosa de su tesis, Newman se había aproximado notablemente a la solución de la cuestión bíblica. La Biblia transmite sin error una verdad religiosa salvífica, por medio de diversos géneros literarios y en el seno de contextos culturales que deben ser tenidos en cuenta para su correcta interpretación. Este enfoque fue asumido finalmente por el Concilio Vaticano II, tras prolongadas y ardorosas discusiones, en el Capítulo 3 de la constitución dogmática Dei Verbum.
Daniel Iglesias Grèzes
El presente artículo es una nueva versión de: Daniel Iglesias Grèzes, Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio. Exposición de algunos puntos de la doctrina católica, Montevideo 2008, Capítulo 11 – John Henry Newman, un precursor del Concilio Vaticano II, pp. 116-134.
Este libro está disponible aquí.