31.08.10

Había estado (III)

A las 10:11 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

(Escrito por Norberto)

Cuando Ana, la hija de Isaac ben Simón, el carnicero de Antioquía, e Isabel, tuvo la confirmación de que, al fin, volvería a Jerusalén, sus ojos se llenaron de lágrimas, se dirigió al patio de la casa y, allí, bajo la higuera se recogió interiormente, se arrodilló, se golpeó, suavemente, por tres veces, el corazón, acto seguido se levantó, miro al cielo, alzó los brazos y dijo: Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad (Oye, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno).

Su vecino, y primo, Eliecer, le había dado la noticia y devuelto el dinero que sobró tras el pago del pasaje, mejor dicho de los pasajes, para ella y su hijo Eulogio – ella le llamaba Lev (corazón) – al que deseaba presentar a Yahvé, con tres años de retraso, aunque los judíos de la diáspora tenían dispensa, en su Templo sagrado de Yerushaláyim. Guardó las tablillas con la cabeza de toro grabada a fuego, así era la forma del mascarón de proa de la embarcación que habría de conducirles al puerto de Joppe, tras una escala en Tiro para estiba y desestiba; desde allí, una vez desembarcados, se agregarían a una de la caravanas que, formadas sobre la marcha, recorrían el trayecto entre Joppe y Jerusalén, excepto el Sabbath - si había alguna no era de judíos, por lo que, además de no cumplir la Ley, podría meterse en problemas – de ahí que hubiera escogido el día de llegada cuidadosamente: ante diem tertium nonas maii, pues ésta, 7 de mayo, era la fecha de celebración, ese año, del Shabuot (Pentecostés) 50 días después de Pésaj (Pascua).

La primera etapa cubría una distancia, entre Seleucia y Tiro, de unas 200 millas romanas (1 milla= 1,5 Km), que a una velocidad de 7 nudos (1 nudo = 1,8552 Km/h) llevaría a nuestros pasajeros al atraque en Tiro pasadas, casi, 24 horas, la estadía en Tiro no llevaría más de tres o cuatro horas, por lo que a la hora sexta zarparían para Joppe, que estaba a una distancia de unas 100 millas, por tanto, si mantenían la velocidad de crucero, arribarían a la sexta hora del siguiente día, justo a tiempo de negociar la incorporación a una de las últimas caravanas que les permitiría llegar a Lidda, a unas 15 millas de Joppe, al atardecer.

No esperaban alcanzar Emaús, 10 millas más allá, para la pernocta, lo que les hubiera dejado a unas 20 millas de Yerushaláyim, conseguirían llegar a su meta a la hora sexta; pues bien, todo les salió a pedir de boca, a nuestros viajeros: en efecto, la vela cuadrada no dejó de mostrarse convexa al sur, henchida de un suave y constante viento del norte que hacía deslizar la nao de cabotaje sobre las aguas mediterráneo-orientales en busca de sus puertos. No tuvieron, los tripulantes, necesidad de desplegar los remos, por lo que la faena en Tiro fue completa en menos de dos horas, no precisaron, pues, descanso, aunque repusieron fuerzas, así pues, la llegada a Joppe se produjo con tres horas de antelación.

Una vez desembarcados Ana, Eulogio y Eliecer se dirigieron a la puerta este de Joppe, se les acercó un comerciante que había venido provisto de carro y cabalgadura, enterado, por uno de los marineros portador del recado, de que su mercancía no llegaría hasta la siguiente semana, les ofreció el carro, en alquiler hasta Yerushaláyim, el comerciante se desplazaría en su borriquillo y cedería a buen precio su carro tirado por una mula joven a los viajeros. Tras el regateo por el precio - de no haberse dado hubiera significado desconsideración y, casi, menosprecio – sin más dilación emprendieron la marcha, alternándose Eulogio y Eliecer al pescante, a fin de repartir la llevanza, así el que quedaba libre podía apurar los últimos alimentos que les quedaban, pan empapado en aceite, almendras y unos dátiles, bebieron agua de un pequeño botijo de arcilla roja y se dirigieron a Emaús.

Ana estaba tan cansada que apenas articuló palabra, se acurrucó en un rincón del pequeño carruaje, y durmió, más bien dormitó, un rato, sus bellos ojos negros resaltaban en su rostro algo demacrado por la agotadora travesía, sin embargo cuando despertó, un brillo refulgente ocultaba las ojeras y lo dilatado de sus pupilas: estaba muy feliz, no había llegado a Yerushaláyim pero ¡qué poco faltaba!; había dejado esposo y padres en Antioquía, pero ellos sabían que el propósito del viaje no era solo la presentación de Eulogio en el Templo, sino que a semejanza de aquella Ana, conocida en el pueblo de Israel como la madre de Samuel, ofrecería su hijo al servicio de Yahvé, como agradecimiento por su embarazo tras varios intentos fallidos, dos de ellos con aborto, tras embarazo de varias semanas, que a punto estuvieron de acabar con su vida; cuando su petición de un embarazo, culminó con el nacimiento de Eulogio su alegría desbordante le llevó a emitir una promesa: dedicaría su hijo al servicio del Adonai .

La caravana se detuvo al llegar a Emaús, todos llegaron sin percance alguno, más allá de alguna rozadura, y, sobre todo el cansancio de los que iban a pié o portaban carga, desde la cabeza a la cola de la misma habría casi media hora de diferencia, tras dar descanso a las cabalgaduras y acampar en las afueras de la ciudad, dando antes novedad a la guardia romana, el comerciante se les acercó preguntando si se añadían a un grupo que saldría a la tertia vigilia hacia Yerushaláyim, a fin de llegar con las primeras luces del día, aceptaron la propuesta y lo consiguieron. Eligieron para entrar la Puerta de los Peces que admitía, con amplitud, la entrada de carruajes, y al cruzarla el comerciante se detuvo y, a punto de la despedida, les requirió:

- ¿A dónde os dirigís?, puedo esperar para recuperar el carro.

- Eliecer va a casa de sus padres, yo y mi hijo vamos a casa de Mohse el carnicero, primo de mi padre, ¿le conoces?.

El comerciante sonrió pues eran vecinos, así pues, iban en la misma dirección, Eliecer algo más desviado, pero no más de 100 pasos; tras completar la mitad, pendiente, del pago y llegando a casa de Mohse se despidieron con la intención de verse en el Templo para el Shabuot, habían llegado tres días antes.

Norberto.