11.09.10

El Cardenal Newman y la lógica de la fe

A las 10:19 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Estamos en vísperas de la beatificación del Cardenal John Henry Newman. El Papa, en un gesto que merece ser destacado, presidirá esta celebración el próximo 19 de septiembre en el Cofton Park de Rednal (Birmingham).

Tengo una gran simpatía por Newman. En su momento, estudié muy a fondo alguna de sus obras – en especial la “Gramática del asentimiento” y los “Sermones Universitarios” - . Y a su pensamiento sobre el acto de fe dediqué tres capítulos de mi tesis doctoral. Incluso el título de esa tesis, que luego se publicó como libro, estaba tomado de una frase suya: “También nosotros creemos porque amamos”.

Yo no conozco un análisis más detallado y convincente sobre el carácter razonable del acto de fe que el que Newman llevó a cabo. No planea su pensamiento sobre generalidades, sino que, más bien, se remonta desde lo concreto – su propia adhesión de fe – a lo universal.

Es el suyo un pensamiento profundamente original. D.A. Pailin acierta al escribir: “La fuente [de su pensamiento] es básicamente Newman mismo”. Y el propio Cardenal lo corrobora al referirse a los “Sermones Universitarios”: “se escribieron con largos intervalos de interrupción, de manera ocasional por no decir imprevista; sin la ayuda de teólogos anglicanos y sin ningún conocimiento de los teólogos católicos”.

Sólo una inteligencia profundamente reflexiva puede alumbrar una obra tan singular. Alejado de cualquier escuela, Newman elabora una epistemología muy atenta a la experiencia. El papel que reconoce a la conciencia muestra la relevancia concedida al carácter personal y concreto del conocimiento humano: “No puedo pensar con otra mente que no sea la mía, como no puedo respirar con otros pulmones que no sean los míos. La conciencia está más próxima a mí que cualquier otro medio de conocimiento”.

Su comprensión de la fe tiene como núcleo central la realidad de la Encarnación. El Cristianismo es una enseñanza y una interpelación, un magisterio autorizado que da testimonio de sí mismo y que remite a “una historia sobrenatural casi escenificada: nos dice lo que es su Autor diciéndonos qué es lo que ha hecho”. Y esta historia tiene su centro y su plenitud no en un concepto, sino en una Persona: Cristo.

La fe, como respuesta a Cristo, no vulnera la lógica humana, aunque la supere. Es, desde la perspectiva humana, una “presuposición”, un acto intelectual en el que el hombre pone en juego la totalidad de lo que es. Propiamente la fe es “asentimiento”, un asentir sin dudar, una certeza. Un asentimiento “real”, que compromete la razón, la imaginación, los sentimientos y la acción.

El amor impide que la fe degenere en lo que no puede ser, superstición o fanatismo: “Es la santidad, o la observancia del deber, o la nueva creación, o el alma inhabitada por el Espíritu Santo – llamémosle como queramos - , el principio vivificante e iluminador de la fe verdadera, el que le da ojos, manos y pies”.

La fe tiene su propia racionabilidad, que encuentra su fundamento en la revelación, portadora de las credenciales que la atestiguan como tal. La fe es razonable, incluye motivos para creer, aunque su fundamento formal sea uno solo: la revelación divina.

El hombre puede descubrir, para apuntalar esta racionabilidad, la convergencia o acumulación de probabilidades que inclinan a la mente, sin forzarla, a reconocer la verosimilitud del Cristianismo.

Gran ocasión, la beatificación de Newman, para seguir pensando sobre la lógica de la fe.

Guillermo Juan Morado.