ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 17 de septiembre de 2010

El Papa en Gran Bretaña

El Papa invita a la fidelidad y a no dejarse llevar por las modas

Benedicto XVI: la religión no debe marginarse de la vida pública

Un supuesto atentado no preocupa al Papa

Benedicto XVI: Iglesia inclusiva, pero no a costa de la verdad cristiana

Diálogo interreligioso requiere respeto recíproco y libertad, dice el Papa

Benedicto XVI a los estudiantes católicos: no seáis mediocres, sed santos

La escuela católica debe ser coherente con la doctrina, dice el Papa

Rowan Williams, todo un primado anglicano por descubrir

Inglaterra, el Papa y el matrimonio

Santa Sede

“El secreto de la serenidad del Papa: transparentar a Jesucristo”

Espiritualidad

Evangelio del domingo: La fidelidad de lo pequeño

Documentación

El Papa en Gran Bretaña: lo que nos une es más que lo que nos separa

Comunicado conjunto tras el encuentro del Papa y el primado anglicano

El Papa en Gran Bretaña: Discurso en la Westminster Hall

El Papa en Gran Bretaña: Discurso ante el arzobispo de Canterbury

El Papa en Gran Bretaña: la religión es indispensable para la vida

El Papa en Gran Bretaña: jóvenes, sed los santos del siglo XXI

El Papa en Gran Bretaña: la educación no debe ser utilitaria


El Papa en Gran Bretaña


El Papa invita a la fidelidad y a no dejarse llevar por las modas
Dijo en encuentro ecuménico que la fidelidad exige obediencia
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org) Benedicto XVI advirtió a los cristianos sobre una mentalidad promovida por “las modas del momento”, diciendo que la fidelidad a la palabra de Dios implica una actitud obediente para comprender más profundamente los designios de Dios.

El Papa hizo este llamado durante la celebración ecuménica que se realizó en la abadía de Westminster. Allí rezaron vísperas con la presencia Arzobispo Rowam Williams, líder de la Comunión Anglicana.

Esta fue la última actividad del segundo día del Papa en Inglaterra, luego de una apretada agenda que incluyó un discurso sobre educación, otro sobre la sociedad civil, el diálogo interreligioso, las relaciones ecuménicas y una reunión formal con el obispo Williams.

Durante las vísperas, el Papa destacó la celebración de los 100 años del movimiento ecuménico moderno, que comenzó con el llamamiento de la Conferencia de Edimburgo a la unidad cristiana. Benedicto XVI dijo que es necesario “dar gracias por los notables progresos realizados en este noble objetivo” y aseguró que “somos conscientes de lo mucho que todavía queda por hacer”.

Señaló que la proclamación cristiana y el testimonio son cada vez más importantes en un mundo marcado no sólo por el individualismo, sino que es también “indiferente o incluso hostil al mensaje cristiano”.

El Papa aseguró que la fidelidad exige obediencia para poder alcanzar “una comprensión más profunda de la voluntad del Señor”, y advirtió que esta obediencia debe estar “libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento”.

“Ésta es la palabra de aliento que deseo dejaros esta noche, y lo hago con fidelidad a mi ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro, encargado de cuidar especialmente de la unidad del rebaño de Cristo”.

Fiel y abierta

El Papa citó el ejemplo de un santo inglés: Beda el Venerabe: “En los albores de una nueva era para la sociedad y la Iglesia, Beda comprendió tanto la importancia de ser fiel a la palabra de Dios transmitida por la tradición apostólica, como la necesidad de apertura creativa a los nuevos desarrollos y exigencias de una adecuación correcta del Evangelio al lenguaje contemporáneo y a la cultura”, dijo.

La nación y el continente, están una vez más “en el umbral de una nueva etapa”, reflexionó el Papa. “Que el ejemplo de San Beda inspire a los cristianos de estas tierras a redescubrir su herencia común, a reforzar lo que tienen en común y a proseguir en el esfuerzo de crecer en la amistad”.

El Papa dijo que la unidad de la Iglesia “jamás puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica, en la fe confiada a cada nuevo miembro del Cuerpo de Cristo durante el rito del Bautismo”.

“Queridos amigos”, dijo “todos somos conscientes de los retos, las bendiciones, las decepciones y los signos de esperanza que han marcado nuestro camino ecuménico. Esta noche, encomendamos todo esto al Señor, confiando en su providencia y el poder de su gracia”.

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Benedicto XVI: la religión no debe marginarse de la vida pública
Reclama el respeto a la libertad de los católicos a actuar según su conciencia
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “La religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”, afirmó el Papa Benedicto XVI, a los representantes del mundo político, social, académico, cultural y empresarial británico.

Su esperado discurso en la Westminster Hall, lugar emblemático donde fue juzgado y condenado santo Tomás Moro por oponerse al rey Enrique VIII en nombre de su conciencia, se centró en defender la necesidad de que la religión no sea marginada del debate público.

Expresó especialmente su preocupación por “la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo”, en naciones “tradicionalmente tolerantes”, y reclamó un diálogo entre la fe y la razón.

“El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”, dijo el Papa a los presentes.

El Pontífice reconoció y mostró su estima por el papel que el parlamentarismo inglés ha tenido en la instauración de la democracia.

“La tradición parlamentaria de este país – afirmó – debe mucho al instinto nacional de moderación, al deseo de alcanzar un genuino equilibrio entre las legítimas reivindicaciones del gobierno y los derechos de quienes están sujetos a él”.

Gran Bretaña, afirmó el Papa, “se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”.

En esto, aunque con otro lenguaje, tiene mucho en común con la doctrina social de la Iglesia, “en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común”, afirmó el Papa.

Ética y política

A pesar de estos logros, afirmó Benedicto XVI, “las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy”, y es “en nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales”.

“Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”, afirmó el Papa.

En este sentido, afirmó, “la reciente crisis financiera global ha mostrado claramente la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo”, pues “la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo”.

Igualmente, subrayó, “la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar”.

“La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación”, afirmó el Papa.

Fe y razón

“En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”.

Este papel "corrector" de la religión respecto a la razón, afirmó el Papa, “no siempre ha sido bienvenido”, en parte debido a “expresiones deformadas de la religión, como el sectarismo y el fundamentalismo”, que surgen cuando “se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión”.

“Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana”.

Por ello, subrayó el Papa, la religión “no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”.

Libertad religiosa

El Papa expresó su preocupación “por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia”.

“Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna”.

“Hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia”, añadió.

Todo esto son “signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública”.

En este sentido, apreció hondamente “la invitación sin precedentes que se me ha brindado hoy” de hablar ante la clase política, así como la colaboración que Gran Bretaña y la Santa Sede mantienen en muchos ambitos, como la ayuda al tercer mundo y la supresión del comercio de armas.

Por ello, el Papa invitó a las autoridades británicas a colaborar más con las comunidades cristianas locales, convencido de que “también dentro de este país, hay muchas áreas en las que la Iglesia y las autoridades públicas pueden trabajar conjuntamente por el bien de los ciudadanos”.

Sin embargo, añadió, “para que dicha cooperación sea posible, las entidades religiosas -incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia católica- necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia”.

“Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación”, concluyó, invitándoles “a reconocer la contribución vital que la religión ha brindado y puede seguir brindando a la vida de la nación”.



 

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Un supuesto atentado no preocupa al Papa
Arresto de seis presuntos terroristas contra la visita pontificia
LONDRES, viernes, 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI está viviendo con serenidad y entusiasmo su viaje al Reino Unido, a pesar del anuncio del arresto por parte de Scotland Yard  de seis personas que supuestamente preparaban un atentado contra la visita papal

El padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha explicado que "el Papa está feliz con este viaje y está sereno".

El portavoz vaticano describió el estado de ánimo del Santo Padre con las palabras que el mismo pontífice compartió en el avión con los periodistas este jueves para explicar que visita Gran Bretaña "con gran valentía y con alegría".

Scotland Yard ha confirmado que una sexta persona fue arrestada en la tarde de este viernes, después de que otras cinco hubieran sido detenidas las 5.45 de la mañana, "con la sospecha de cometer, preparar e instigar actos de terrorismo".

Los hombres arrestados en la mañana tienen 26, 27, 36 40 y 50 años y el arrestado en la tarde 29.

La Policía Metropolitana de Londres en su comunicado explicó que el itinerario de la visita del Papa no se ha cambiado, pues se pueden garantizar las condiciones de seguridad.

"No hay cambios en el grado de amenaza para el Reino Unido", concluye Scotland Yard.  

Los cinco arrestados en la mañana fueron detenidos en el Westminster, el barrio donde se encuentra el Parlamento Británico, en el que el Papa pronunció un discurso histórico. El sexto arresto tuvo lugar en el norte de Londres.

Un portavoz del Westminster City Council explicó que eran empleados de una empresa privada de limpieza encargada de las calles de la ciudad

El padre Federico Lombardi ha añadido: "Tenemos plena confianza en la policía, no es necesario cambiar el programa".

"La policía toma las medidas necesarias, la situación no es particularmente peligrosa", ha explicado.

 



 

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Benedicto XVI: Iglesia inclusiva, pero no a costa de la verdad cristiana
Satisfacción por el camino recorrido en las últimas décadas
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Los cristianos no deben dudar en proclamar la unicidad de Cristo, dijo hoy Benedicto XVI al líder de la Comunión Anglicana. Pero aunque la Iglesia está llamada a ser inclusiva, esto no debe hacerse a expensas de la verdad cristiana.

El Papa hizo esta reflexión durante su encuentro hoy con el arzobispo Rowan Williams de Canterbury en el Palacio de Lambeth. El Santo Padre está en el segundo de su viaje de cuatro días al Reino Unido, que comenzó con una entusiasta bienvenida ayer jueves en Escocia.

A pesar de hablarse de las tensiones entre anglicanos y católicos durante el período previo al viaje, la reunión de hoy entre ambos líderes puso de manifiesto su amistad y compromiso ecuménico común.

El Pontífice, de hecho, señaló su intención de no "hablar de las dificultades que el camino ecuménico ha encontrado y sigue encontrando".

“Más bien, quiero unirme a ustedes en acción de gracias por la profunda amistad que ha crecido entre nosotros y por el notable progreso llevado a cabo en muchos ámbitos del diálogo durante los cuarenta años transcurridos desde que la Comisión Internacional Anglicano-Católica comenzó su labor”.

“Encomendemos los frutos de ese trabajo al Señor de la mies, confiando en que bendiga nuestra amistad con un crecimiento significativo adicional”, añadió el Papa.

Oración

La Comunión Anglicana se enfrenta a profundas desavenencias internas sobre dos cuestiones principales: el papel de la mujer, especialmente en el ministerio episcopal, y los problemas morales relacionados con la actividad homosexual, incluida la posibilidad de "matrimonios" homosexuales, y de homosexuales activos en el ministerio.

En noviembre del año pasado, Benedicto XVI escribió una constitución apostólica, Anglicanorum Coetibus, que permite crear ordinariatos personales para los anglicanos que desean entrar en grupos en la plena comunión con la Iglesia católica.

Sin embargo, el discurso del Papa hoy se centró en el recorrido hacia una mayor unidad entre las dos confesiones cristianas.

Señaló una referencia del arzobispo Williams a una reunión de hace casi 30 años entre sus predecesores, el papa Juan Pablo II y el arzobispo Robert Runcie.

“Allí, en el mismo lugar donde Santo Tomás de Canterbury dio testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre, rezaron juntos por el don de la unidad entre los seguidores de Cristo. Continuamos hoy orando por este don, conscientes de que la unidad que Cristo deseó fervientemente para sus discípulos sólo llegará en respuesta a la oración, a través de la acción del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia y la conduce a la plenitud de la verdad”, dijo el Pontífice.

Batallas comunes

Benedicto XVI reflexionó sobre la evolución del contexto del diálogo ecuménico desde que el Papa Juan XXIII y el arzobispo Geoffrey Fisher se reunieron en 1960.

La propia cultura se distancia cada vez más de sus raíces cristianas, observó, y hay una “creciente dimensión multicultural de la sociedad”, que trae consigo la oportunidad de encontrar otras religiones.

“Para los cristianos, esto nos abre la posibilidad de explorar, junto a los miembros de otras tradiciones religiosas, formas de dar testimonio de la dimensión trascendente de la persona humana y de la vocación universal a la santidad, poniendo en práctica la virtud en nuestra vida personal y social”, reflexionó el Papa.

Pero advirtió contra el riesgo de diluir la verdad cristiana.

“Los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo”, afirmó. “En fidelidad a la voluntad de Dios – aclaró – reconocemos que la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana”.

Ahí está, señaló, “el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico”.

El ejemplo de Newman

Benedicto XVI se refirió a continuación al cardenal John Henry Newman como un ejemplo para las relaciones ecuménicas. El cardenal Newman creció como anglicano y pasó la mitad de su vida en esa Comunión antes de convertirse a la Iglesia católica. El Papa beatificará al cardenal el domingo, en su último día en el Reino Unido.

En Newman, afirmó el Papa, “celebramos a un pastor, cuya visión eclesial creció con su formación anglicana y maduró durante sus muchos años como ministro ordenado en la Iglesia de Inglaterra”.

“Él nos enseña las virtudes que exige el ecumenismo: por un lado, seguía su conciencia, aun con gran sacrificio personal; y por otro, el calor de su constante amistad con sus antiguos compañeros le condujo a investigar con ellos, con un espíritu verdaderamente conciliador, las cuestiones sobre las que diferían, impulsado por un profundo anhelo de unidad en la fe”.

El Papa pidió al arzobispo Williams, en ese "espíritu mismo de la amistad", renovar “nuestra determinación de perseguir el objetivo de la unidad en la fe, la esperanza y el amor, de conformidad con la voluntad de nuestro único Señor y Salvador Jesucristo".



 

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Diálogo interreligioso requiere respeto recíproco y libertad, dice el Papa
En su discurso a los líderes de las religiones con mayor presencia en el Reino Unido
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI afirmó que el diálogo y la colaboración entre miembros de distintas religiones requiere reciprocidad en cuantos dialogan, lamentando que en algunos lugares del mundo falta respeto recíproco y libertad religiosa.

Lo hizo en el discurso que dirigió a líderes religiosos esta mañana en la Waldegrave Drawing Room de la St Mary’s University College de Twickenham (en el barrio londinense de Richmond).

El Papa se refirió a “la situación de algunas partes del mundo donde la colaboración y el diálogo interreligioso necesita del respeto recíproco, la libertad para poder practicar la propia religión y participar en actos públicos de culto, así como la libertad de seguir la propia conciencia sin sufrir ostracismo o persecución, incluso después de la conversión de una religión a otra”.

Y aseguró que “establecido dicho respeto y apertura, las personas de todas las religiones trabajarán juntas de manera efectiva por la paz y el entendimiento mutuo, y serán así un testimonio convincente ante el mundo”.

Tres niveles de diálogo

A continuación, el Pontífice destacó a los líderes de las confesiones cristianas y de las religiones con mayor presencia en el Reino Unido -judíos, musulmanes, hindúes i sikhs- que el diálogo interreligioso “no se debería limitar a discusiones formales”.

En concreto, explicó que “este tipo de diálogo necesita llevarse a cabo en distintos niveles” e identificó “el diálogo de vida”, “el diálogo de acción” y las “conversaciones formales”.

“El diálogo de vida -explicó- implica sencillamente vivir uno junto al otro y aprender el uno del otro de tal forma que se crezca en el conocimiento y el respeto recíproco”.

“El diálogo de acción -continuó- nos reúne en formas concretas de colaboración, y aplicamos nuestra dimensión religiosa a la tarea de la promoción del desarrollo humano integral, trabajando por la paz, la justicia y la utilización de la creación”.

Benedicto XVI explicó que este diálogo de la acción “puede incluir la búsqueda conjunta de maneras de defender la vida humana en todas sus etapas y también la manera de asegurar que no se excluya de la vida social la dimensión religiosa de individuos y comunidades”.

Finalmente, destacó que “en el ámbito de las conversaciones formales, existe no sólo la necesidad de coloquios teológicos, sino también la de compartir nuestra riqueza espiritual, hablando sobre nuestra experiencia de oración y contemplación y expresando la alegría mutua del encuentro con el amor divino”.

Compromiso

En este contexto, el Papa animó a los líderes de las distintas religiones con mayor presencia en el Reino Unido “a continuar con el diálogo con vuestros hermanos y hermanas cristianos”.

“Me alegra ver tantas iniciativas positivas emprendidas en este país para promover este diálogo en distintos niveles”, dijo.

Por su parte, aseguró, “los católicos, en Inglaterra y en todo el mundo, seguirán trabajando para construir puentes de amistad con otras religiones, para sanar los errores del pasado y promover la confianza entre individuos y comunidades”.

Benedicto XVI destacó que, “desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica ha dado especial relieve a la importancia del diálogo y la colaboración con los miembros de otras religiones”.

E indicó que “la Iglesia católica sigue por este camino de compromiso y diálogo en el genuino respeto hacia vosotros y vuestras creencias”.

Gran alegría del Papa

El encuentro, además de reunir a destacados líderes, congregó a representantes del clero y fieles de otras religiones.

El Baron Sacks de Aldgate, rabino jefe de la United Hebrew Congregations of the Commonwealth, y del director de la Prince’s School of Traditional Arts, Khaled Azzam, dirigieron al Papa unas palabras de saludo.

Después, el Papa empezó su discurso destacando su gran alegría por poderse encontrar con los representantes de las diversas comunidades religiosas presentes en Gran Bretaña.

Y deseó a la comunidad judía en Gran Bretaña y en todo el mundo una feliz y santa celebración del Yom Kippur.

Lo primero que señaló a continuación fue “el aprecio que la Iglesia Católica tiene por el importante testimonio de todos vosotros, hombres y mujeres de espíritu, en un momento donde las convicciones religiosas no siempre son bien entendidas o apreciadas”.

“La presencia de creyentes comprometidos en diversos ámbitos de la vida social y económica habla por sí misma de que la dimensión espiritual de nuestras vidas es fundamental en nuestra identidad como seres humanos”, declaró.

También subrayó “la gran importancia de nuestra cooperación en común, que complementa el aspecto personal de nuestro continuo diálogo”.

Lo único necesario

Benedicto XVI destacó el compromiso de todos los presentes en el acto en la búsqueda espiritual y les dijo: “Vuestra presencia y testimonio en el mundo recuerdan la importancia fundamental que tiene para la vida de cada hombre esta búsqueda espiritual en la que estamos comprometidos”.

Citando a san Agustín, señaló que “el anhelo por lo sagrado es la búsqueda de la cosa necesaria y la única que puede satisfacer las aspiraciones del corazón humano”.

Y explicó que en esta búsqueda “la iniciativa no depende de nosotros, sino del Señor: no se trata tanto de que le buscamos a Él, sino que es Él quien nos busca a nosotros; más aún es quien ha puesto en nuestros corazones ese anhelo de Él”.

El Papa reconoció que “las ciencias humanas y naturales nos proporcionan unos conocimientos asombrosos”, pero constató que “aun así, estas disciplinas no dan, ni pueden, una respuesta a la pregunta fundamental”.

Y añadió que “la búsqueda de lo sagrado no devalúa otros campos de investigación humana; al contrario, los sitúa en un contexto que acrecienta su importancia como medios del ejercicio responsable de nuestro dominio sobre la creación”.

Explicó que, en la Biblia, Dios “nos confió la tarea de explorar y aprovechar los misterios de la naturaleza al servicio de un bien superior” y que en la fe cristiana, ese bien superior “se expresa como amor a Dios y amor al prójimo”.

“De este modo -declaró-, nos comprometemos con el mundo con entusiasmo y de corazón, pero siempre con la vista puesta en servir a ese bien superior, a fin de no desdibujar la belleza de la creación explotándola por motivos egoístas”.

“Es así como, la genuina creencia religiosa nos sitúa más allá de la utilidad presente, hacia la trascendencia”, explicó.

Benedicto XVI destacó diversos aspectos positivos de la creencia religiosa: “Nos recuerda la posibilidad y el imperativo de la conversión moral, el deber de vivir en paz con nuestro prójimo y la importancia de llevar una vida íntegra”, dijo.

“Entendida de forma adecuada, nos ilumina, purifica nuestros corazones e inspira acciones nobles y generosas, en beneficio de toda la familia humana -añadió-. Nos mueve a la práctica de la virtud y nos lleva al amor de los unos para con los otros, con el mayor respeto a las tradiciones religiosas distintas de las nuestras.

Después del discurso del Papa, el arzobispo de Liverpool, monseñor Patrick A. Kelly, pronunció unas palabras de agradecimiento.

Tras la presentación individual de los líderes religiosos, y la vuelta de Benedicto XVI a la nunciatura apostólica de Wimbledon para una comida en privado, tuvo lugar en la Waldegrave Grawing Room una recepción para los líderes religiosos en la que participó el presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, monseñor Kurt Koch.

A las 16 horas el Papa tiene previsto realizar una visita de cortesía al arzobispo de Canterbury en el Palacio de Lambeth, durante la cual ofrecerá un discurso.

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Benedicto XVI a los estudiantes católicos: no seáis mediocres, sed santos
“Todos quieren la felicidad, pero muchísima gente nunca la encuentra”
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “ Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI”, dijo el Papa Benedicto XVI hoy a cerca de 4.000 estudiantes católicos británicos.

“Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila”, afirmó, sino aspirar a un “horizonte mayor”. “No os contentéis con ser mediocres”, les exhortó.

Acompañado por el obispo de Nottingham y presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, monseñor Malcolm P. McMahon, el Papa presidió, en el campo deportivo del St Mary’s University College la Fundación John Paul II para el Deporte, ante miles de estudiantes y en conexión on line con todas las escuelas católicas británicas.

“No es frecuente que un Papa u otra persona tenga la posibilidad de hablar a la vez a los alumnos de todas las escuelas católicas de Inglaterra, Gales y Escocia”, comenzó su discurso el Papa. “Y como tengo esta oportunidad, hay algo que deseo enormemente deciros. Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI”.

“Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad”, añadió.

“Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto”, admitió, invitándoles a preguntarse “qué tipo de persona” les gustaría ser de verdad.

“Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices”.

“La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados”, afirmó Benedicto XVI.

Por ello, recordó, “la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón”.

El Papa quiso invitar a los jóvenes a “ser amigos de Dios”. “Cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida”.

“Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad”, afirmó el Papa.

En este sentido, les invitó a ser “no sólo buenos estudiantes, sino buenos ciudadanos, buenas personas”.

“Recordad siempre que cuando estudiáis una materia, es parte de un horizonte mayor”, añadió.

“No os contentéis con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo”.

“Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por mal camino”, explicó el Papa.

También se dirigió a los alumnos no católicos que estudian en estas escuelas, exhortándoles a “sentirse movidos a la práctica de la virtud” y crecer “en el conocimiento y en la amistad con Dios junto a vuestros compañeros católicos”.

“Sois para ellos un signo que les recuerda ese horizonte mayor, que está fuera de la escuela, y de hecho, es bueno que el respeto y la amistad entre miembros de diversas tradiciones religiosas forme parte de las virtudes que se aprenden en una escuela católica”, concluyó.

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La escuela católica debe ser coherente con la doctrina, dice el Papa
Al encontrarse con los religiosos y profesores católicos británicos
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- No sólo lo que se enseña en las escuelas católicas debe ser concorde con la doctrina, sino que los religiosos que se dedican a la enseñanza deben ser modelo con su propia vida.

Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI a los representantes de las escuelas católicas britanicas, a quienes encontró hoy por la mañana en la St Mary’s University College de Twickenham (en el barrio londinense de Richmond), procedente de la Nunciatura Apostólica de Londres, donde se encuentra alojado durante su viaje.

El Papa habló en la capilla del College a cerca de 300 religiosos y profesores de las escuelas católicas, a quienes recordó que su presencia “es un signo que recuerda intensamente el tan discutido ethos católico que debe permear todos los aspectos de la vida escolar”.

“Esto va más allá de la evidente exigencia de que el contenido de la enseñanza concuerde siempre con la doctrina de la Iglesia. Se trata de que la vida de fe sea la fuerza impulsora de toda actividad escolar, para que la misión de la Iglesia se desarrolle con eficacia”, afirmó el Papa.

Benedicto XVI recordó a los presentes, entre quienes se encontraba también el Ministro de Instrucción británico, Nick Gibb, que ya desde la entrada del cristianismo en Inglaterra, éste llevó a cabo una importante labor educativa.

“Los monjes percibieron con claridad esta dimensión trascendente del estudio y la enseñanza, que tanto contribuyó a la evangelización de estas islas. Me refiero a los benedictinos que acompañaron a San Agustín en su misión a Inglaterra; a los discípulos de San Columbano, que propagaron la fe por Escocia y el norte de Inglaterra; a San David y sus compañeros en Gales”, afirmó el Papa.

También quiso recordar a la Venerable María Ward y sus Damas Inglesas. Mary Ward (1585 - 1645), nacida durante la persecución anticatólica posterior a la Reforma, fundó una original obra educativa que se extendió por todo el continente, conocida en España como las Madres Irlandesas.

“Yo mismo, siendo niño, fui educado por las 'Damas Inglesas', y tengo hacia ellas una profunda deuda de gratitud”, reconoció el Papa.

En este sentido, quiso también recordar a los presentes que “la tarea de un maestro no es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad”.

“La educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario – advirtió –. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. En una palabra, se trata de impartir sabiduría. Y la verdadera sabiduría es inseparable del conocimiento del Creador”.

El Papa quiso animar a los religiosos de forma concreta a no abandonar su presencia en el ámbito educativo.

“Como los papeles respectivos de la Iglesia y el Estado en el ámbito de la educación siguen evolucionando, nunca olvidéis que los religiosos tienen una única contribución que ofrecer a este apostolado, sobre todo a través de sus vidas consagradas a Dios y por medio de su fidelidad: el testimonio de amor a Cristo, el Maestro por excelencia”, afirmó.

Por último, destacó la importancia de que las escuelas católicas sean “lugares seguros” para niños y jóvenes, e incluso que este “clima de confianza” sea un distintivo de estos centros, en referencia a los casos de abusos sexuales a menores.

“Nuestra responsabilidad hacia aquellos que nos han confiado su formación cristiana no puede exigir menos”, afirmó. “De hecho, la vida de fe se puede cultivar con eficacia cuando prevalece un clima de confianza respetuosa y afectuosa”.

Al finalizar su discurso, el Papa obsequió a la St. Mary University, en la persona de monseñor Stack, obispo auxiliar de Westminster y presidente de la Junta de Gobierno, un mosaico de la Virgen María.



 

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Rowan Williams, todo un primado anglicano por descubrir
Hablará con Benedicto XVI de reconciliación en Gran Bretaña
Por Renzo Allegri


ROMA, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Este viernes, Benedicto XVI realizó una visita de cortesía al arzobispo de Canterbury, que es el Primado de la Comunión Anglicana, Su Gracia Rowan Williams, en el Lambeth Palace. Este es un encuentro que tendrá ciertamente un gran peso en el futuro, aunque no inmediatamente.

El actual viaje a Inglaterra del Papa Ratzinger tiene, en su esencia, el objetivo de la unidad, de la reconciliación con la Iglesia Anglicana. Este ha sido ciertamente el tema de las conversaciones de Benedicto XVI, sobre todo con Rowan Williams, actual arzobispo de Canterbury y desde hace siete años Primado de la Comunión Anglicana.

El arzobispo Williams no es un personaje muy conocido fuera de Inglaterra. Galés de 60 años, es considerado uno de los hombres más cultos de nuestro tiempo. Conoce y habla ocho lenguas.

Licenciado en Filosofía y en Teología, ha pasado gran parte de su vida como profesor en dos de las universidades inglesas más importantes, la de Cambridge y la de Oxford.

Desde 1981 está casado con Jane Paul, también teóloga y profesora universitaria, con la que ha tenido dos hijos.

La formación religiosa del arzobispo tiene características muy especiales. Es fruto de amor y conocimiento de las distintas formas en las que, a lo largo de los siglos, ha estado dividida la religión cristiana.

Procede de una familia de luteranos-jansenistas, que han dado las bases a su fe religiosa. Pero de joven quiso ser educado en la tradición anglo-católica, y después, de adulto, se apasionó por el estudio de la tradición ruso-ortodoxa. El ecumenismo es, por tanto, un elemento connatural de su espíritu.

Una característica bastante sorprendente de este personaje la constituye el hecho de que él es, también, uno de los grandes poetas de nuestro tiempo. Se le cuenta entre los clásicos modernos como Thomas Stearns Eliot, por ejemplo. Sus obras forman parte ya de la historia de la literatura inglesa.

En Italia no hay más que una sola recopilación de sus poesías, publicada recientemente por la Editorial Ancora, con el título La dodicesima notte [La duodécima noche, n.d.t.], un librito que muestra de una manera magnífica el gran talento de este autor.

Las poesías están precedidas por una amplia y documentada nota introductoria del padre Antonio Spadaro, jesuita, experto del sector Literatura de Civiltà Cattolica, la prestigiosa revista de los jesuitas, que cumple este año 140 años y es la más antigua de las que existen actualmente en el panorama cultural italiano.

En su ensayo, que se titula Cómo leer la poesía de Rowan Williams, el padre Spadaro muestra inmediatamente que no se trata de “una poesía religiosa o teológica en sentido estricto”.

“La teología recoge la experiencia del mundo del autor y la compenetra de significados y de resonancias profundas”.

Leer los versos del arzobispo de Canterbury es una “empresa ardua y difícil”, explica el padre Spadaro, pero precisamente porque el autor es un verdadero artista, que usa un lenguaje rico en símbolos y afronta las temáticas más dramáticas de la humanidad de nuestro tiempo, reviviéndolo en el enfoque de lo sobrenatural.

El resultado es una mezcla de encanto extraordinario, que turba, impresiona, implica. Un verdadero poeta, por tanto.

Y este artista se encontrará frente a otro gran intelectual, Joseph Ratzinger, que ya en el tiempo del Concilio Vaticano II, cuando tenía poco más de 35 años, era considerado uno de los hombres más cultos de Europa.

Gran teólogo, pero también gran humanista. Apasionado de la música clásica, profundo conocedor y amante de las obras maestras sinfónicas de los compositores europeos, y él mismo pianista.

Dos teólogos, que son dos artistas, debatirán sobre los problemas que afectan al hombre y a Dios. Y lo harán como teólogos, pero ciertamente también como artistas. Con un estilo, por tanto, inédito, como sugiere la palabra escogida por Benedicto XVI para su visita a Gran Bretaña: El corazón habla al corazón.

¿Cuál será el resultado? Quizás no lo sabremos por las crónicas de los eventos de estos días. Pero podría ser sorprendente y bastante superior a toda expectativa.



 

[Traducción del italiano por Patricia Navas]

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Inglaterra, el Papa y el matrimonio
Entrevista al director de la pastoral de Westminster
LONDRES, jueves 16 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Inglaterra, meta de la visita de Benedicto XVI del 16 al 19 de septiembre, representa el epicentro geopolítico de la cultura de la muerte, pero también es conocida como Dos Mariae, dote de María.

Lo afirma el director de la pastoral de la diócesis de Westminster, Edmund Adamus, para quien el extraordinario patrimonio cristiano inglés y su actual cultura anticatólica de vanguardia hacen de Inglaterra un lugar altamente significativo para la visita del Papa.

Adamus destaca que el matrimonio constituye un elemento central, tanto de la primera evangelización de la nación como de los actuales conflictos culturales.

En este sentido, ha trabajado activamente para promover el magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio, a través de iniciativas como la peregrinación por todo el territorio nacional de una imagen de la Virgen de Guadalupe durante la visita papal, una misa en honor a unos 600 matrimonios, la creación de un instrumento para una mayor conciencia de la fecundación natural y una serie de lecciones anuales sobre la teología del cuerpo.

Las lecciones de este año tuvieron lugar el 14 de septiembre, con la participación de Brian Gail, autor de Fatherless, que habló sobre el tema Al servicio de las mujeres – Los hombres están llamados a lo grande.

En la siguiente entrevista concedida a ZENIT, Adamus habla sobre el estado de la Iglesia y del matrimonio en el Reino Unido, la esperanza de los católicos en la visita del Papa y la función de Inglaterra en la evangelización de la cultura global.

- ¿Qué aires se respiraban cuando Inglaterra se preparaba para la visita de Benedicto XVI?

Adamus: Si hubiera que tomar por bueno lo que se oía y veía en los principales medios de comunicación, podría pensarse que el Santo Padre estaba a punto de ser envestido por un torbellino de controversias y actitudes beligerantes.

Es verdad que existe una tendencia anticatólica agresiva frente a la Iglesia y el Pontífice. Pero la mayoría de la gente aprecia el valor del testimonio del Santo Padre sobre cuestiones morales fundamentales (aunque esto rara vez acabe en los medios de comunicación) y, más recientemente, sobre cuestiones sociales surgidas de la amenaza de una época de austeridad del nuevo Gobierno de coalición.


En general creo que muchas personas, sobre todo católicas -que un reciente sondeo muestra que son más de las que se imaginaba- esperan la visita papal con la esperanza y la expectativa de que su presencia y sus palabras sean una “luz gentil” (kindly light, en palabras del cardenal Newman) en un tiempo de sombras que amenazan especialmente la célula fundamental de la sociedad -la familia- y los derechos de los padres.

- ¿Qué esperanzas tiene usted en la visita papal?

Adamus: Personalmente espero una renovación del sentido y de la claridad sobre lo que los católicos entendemos, en términos de misión, por auténtica dignidad de la persona.

Espero que este amor auténtico -verdaderamente auténtico- y personal que Cristo tiene por cada miembro de la sociedad británica se manifieste de alguna manera en una mejor comprensión, por parte de la opinión pública, de la realidad de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, y no como mera entidad política (o institución jerárquica).

El arzobispo Fulton Sheen decía que no hay más de 200 personas en toda la nación que realmente odien la Iglesia católica, y que en cambio son millones las que odian lo que creen que es la enseñanza de la Iglesia católica.

Rezo para que la visita del Papa Benedicto traiga consigo algo milagrosamente significativo contra este elevado nivel de percepción errónea.

- ¿Qué función ve para Inglaterra en el ámbito de la evangelización de la cultura en la escena global?

Adamus: Es normal que la atención de los medios de comunicación en el Papa, en su mensaje y en la Iglesia católica se haga frenética en la nación que es meta de una visita papal.

Desde este punto de vista, Gran Bretaña no es una excepción, pero existe una cierta agitación respecto al tipo de atención que la visita suscitará en los medios locales y en la conciencia pública.

¿Por qué? Porque, nos guste o no como ciudadanos británicos y residentes en este país -y estemos más o menos preparados como católicos para aceptar esta realidad y todo lo que implica-, históricamente, y todavía hoy, Gran Bretaña, y en particular Londres, ha sido y es todavía el epicentro geopolítico de la cultura de la muerte.

Nuestras leyes y nuestros legisladores, desde hace 50 años o más, han actuado de una manera muy permisiva contra la vida y fuertemente contra la familia y el matrimonio.

Esencialmente hemos sido uno de los terrenos culturalmente más anticatólicos, todavía más que aquellos lugares en los que los católicos sufren una abierta persecución.

La misma Inglaterra, a pesar de su extraordinario patrimonio cristiano: San Agustín, el apóstol de los ingleses, nombrado por el papa Gregorio, desafió a la tentación de la desesperación de quien había intentado convertir a los paganos británicos, recordándoles la belleza, la verdad y la dignidad del matrimonio.

Las crónicas de san Beda sobre el cristianismo inglés hablan de esta estrategia, tras la cual -como él mismo afirma- “se recuperó Inglaterra”.

Inglaterra es también la Dos Mariae, (la dote de María), un antiguo título que se remonta al siglo XIV e incluso antes, en el lenguaje espiritual del pueblo.

Este título representaba el hecho de que, desde los primerísimos tiempos, los católicos ingleses veneraban a la persona de la Madre de Cristo con una devoción tan única y honesta que se creía que la misma nación tenía una especia de función sobrenatural (en sentido metafórico) en el “matrimonio” entre el Espíritu Santo y su esposa, la Virgen de Nazaret.

En otras palabras, el cristianismo inglés, en el proyecto de Dios, tiene una función extraordinaria, como fundamento sólido (como la dote en el matrimonio) de la obra de redención y salvación desde el punto de vista histórico y global.

Inglaterra ha sido la primera nación cristiana que invistió formalmente la Iglesia del solemne rito del matrimonio, cosa que reencontramos en el rito matrimonial de Sarum.

En este antiguo rito, las palabras “y con mi cuerpo te rindo culto” (todavía usado por nuestros hermanos anglicanos), desde la Edad Media en adelante, se han convertido, en cierto sentido, en la primordial teología del cuerpo.

Si los esposos están llamados por Dios a honrarse mutuamente con el cuerpo, entonces ciertamente está claro el mayor respeto a la presencia divina en la corporeidad de cada uno de nosotros, ya que todos nosotros, en virtud del bautismo, somos como hombres casados con la Iglesia y como mujeres casadas con Cristo.
 

Sobre la puerta principal de la catedral católica de Westminster de la Preciosísima Sangre, hay un mosaico dedicado a Cristo triunfante. A su lado están representados la madre y el padre putativo, María y José, que a su vez están cerca de san Pedro y de san Eduardo el confesor.
 

Pedro y Eduardo están de rodillas frente a la escena, ambos en sus funciones simbólicas: uno como evidente cabeza de la Iglesia, el otro como rey, que personifica el reino de Inglaterra. Están arrodillados ante el tríptico de la Sagrada Familia.

Rezo para que la visita papal pueda inspirar a todos los ingleses, en la Iglesia y en el Estado, a arrodillarse interiormente frente a este inestimable icono de la Trinidad: matrimonio y familia.

- La lección que preparó para la visita papal estaba centrada principalmente en la identidad y en la función de los hombres y de las mujeres, y sobre todo de los hombres. ¿Por qué es importante destacar este tema en un momento como el actual?

Adamus: Existe una verdad fundamental que subyace en la antropología de Juan Pablo II, en su teología del cuerpo: la llamada de todo hombre es la dignidad de toda mujer; la vocación de toda mujer es la integridad de todo hombre.

En otras palabras -asediados como hemos estado durante muchas décadas y todavía más hoy a causa de la globalización de la teoría de género-, las personas están empezando a entender que la feminización de la masculinidad y la cultura machista que afecta al desarrollo de las jóvenes no representa una respuesta válida a las cuestiones más profundas de la vida.

Juan Pablo II, como sabemos, en su catequesis nos invita a “volver al principio” para captar, en la verdad del orden de la creación, algo que osaremos llamar de “divina imaginación”.
 

Ese sueño de Dios Padre y Creador es que sus hijas y sus hijos, en toda relación y sobre todo en la conyugal y sexual, estén infundidos por la serenidad y la tranquilidad de nuestros primeros padres.

Esto no significa sólo estar abiertos a la procreación, sino también respetar la expresión de la vida divina en el otro: verse recíprocamente con los ojos de Dios mismo.

La “mirada interior”, como la ha llamado Juan Pablo II, es fundamental para la relación hombre-mujer, sobre todo para el hombre porque nuestro ADN nos dice que somos atraídos primero por la belleza y por la bondad de lo que vemos, y después por lo que oímos, percibimos o sentimos.

Es por tanto imprescindible para el hombre alegrarse, en su propio carisma masculino, al ver en la mujer, y precisamente en cuanto mujer, su valor y su belleza intrínsecos.

En este sentido, el hombre expresa en sus acciones un signo que va a contracorriente respecto al desierto del egoísmo, del hedonismo y de la instrumentalización de la mujer para la satisfacción sexual.

Gran Bretaña en particular, con su creciente comercialización del sexo, por no hablar de sus permisivas leyes que responden a la agenda de los grupos de presión de los homosexuales, representa precisamente ese tipo de desierto.

El fenómeno de la pornografía es algo que debe afrontarse urgentemente y pastoralmente, aquí como en otros lugares, porque los niveles de consumo por parte de hombres y mujeres están aceptándose gradualmente como normales.

En esencia, es tarea del hombre prestar el debido honor y respeto a la mujer, en toda circunstancia (sobre todo a nuestras mujeres e hijas).

De esta manera, los hombres crecemos en la plenitud de nuestra humanidad en Cristo, nos convertimos en héroes y beneficiamos a las mujeres.

- ¿Cómo le han ayudado estas lecciones y la enseñanza de la teología del cuerpo en general, en su trabajo de preparación al matrimonio y de vida matrimonial?

Adamus: Me han permitido (al menos una vez al año) darme cuenta de nuevo de la gran necesidad de integrar con sabiduría una auténtica lectura de la teología del cuerpo en toda catequesis, pero sobre todo en las relacionadas con la formación de los novios, los esposos y las personas cuyo matrimonio se encuentra en dificultad.

Creo que una de las citas más infravaloradas de la enseñanza del papa es la incluida en el párrafo 29 de su Sacramentum Caritatis del 2007:

“Debido a la complejidad del contexto cultural en que vive la Iglesia en muchos países, el Sínodo recomienda tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del Matrimonio. Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar. El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal”.

La serie de lecciones, en las que hemos sido honrados con la presencia de eminentes teólogos expertos en el ámbito del matrimonio y de la familia, ha permitido que mi trabajo se concentrara en lo que considero que es el mejor nivel de preparación al matrimonio trazado por el mismo Juan Pablo II cuando dice:

“Continuad dando gran énfasis al matrimonio como vocación cristiana a la que están llamadas las parejas y dándoles los instrumentos para vivirlo plenamente, a través de cursos de preparación al matrimonio que deben realizarse con seriedad, contenidos óptimos, suficiente duración y obligatoriedad”.

En mi opinión, la preparación al matrimonio no es suficiente para cumplir con estos estándares.
 

Si Dios quiere, el estudio nacional sobre la preparación al matrimonio, que se está desarrollando a cargo de los obispos, afrontará esta carencia, con la ayuda también de un vademécum sobre el tema, que el Consejo Pontificio para la Familia está a punto de publicar.
 

Su urgencia no será nunca destacada suficientemente.

- ¿Cuáles considera los mayores desafíos del matrimonio hoy?

Adamus: Entre los mayores desafíos figuran los falsos “frutos” de la convivencia de hecho. Hay montañas de pruebas hoy que desvelan los enormes riesgos de los matrimonios precedidos por la convivencia.

La experiencia de varias parejas sexuales, antes y fuera del matrimonio, unida a la anticoncepción y al aborto, está produciendo enormes daños a largo plazo en la capacidad humana (inscrita por el Creador) de fundar un vínculo permanente.

Esto crea enormes problemas a los esposos para mantener vínculos emotivos, psicológicos y sexuales.

Los crecientes niveles de fertilidad reducida y de infertilidad crónica, debida al prolongado uso de anticonceptivos hormonales, representan un elemento crucial que debe afrontarse, porque el sufrimiento derivado de la incapacidad para tener hijos puede generar un estrés insostenible al matrimonio.
 

Por eso es tan importante reformar las parejas infundiéndoles ese sentido sacramental del matrimonio, para ayudar a comprender que la gracia del sacramento actúa siempre, sobre todo cuando se está abierto a la vida.
 

Queremos darles esa mentalidad de “Caná”, en la que “el agua” de su creencia en el matrimonio sea transformada en el “vino” de su permanente certeza de ser uno en Cristo.

[Por Genevieve Pollock, traducción del italiano por Patricia Navas]

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Santa Sede


“El secreto de la serenidad del Papa: transparentar a Jesucristo”
Según el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI ha viajado al Reino Unido “con valor y alegría”, y esta serenidad ya es un primer mensaje y ejemplo para los creyentes.

Así lo afirma hoy el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, en el editorial de esta semana de Octava Dies, el semanario informativo del Centro Televisivo Vaticano.

A pesar de las anunciadas polémicas y oposiciones, el Papa sigue dando razón de la esperanza cristiana “con dulzura y respeto”, afirma Lombardi.

Refiriéndose al coloquio del Papa con los periodistas del vuelo papal, el portavoz vaticano explica que “a la pregunta de si estaba preocupado por las críticas y las oposiciones que le esperaban en el Reino Unido, respondió que no estaba preocupado, que seguía adelante con valor y con alegría”.

“Dijo que la Iglesia no debe preocuparse tanto de mostrarse fuerte y atractiva, como de transparentar totalmente la persona y las palabras de Jesucristo”. Si lo hace, “ha hecho su deber, ha llevado a cabo su misión, y no tiene algún motivo para tener miedo”.

Aquí, señala Lombardi, “está el sencillísimo secreto del Papa incluso en situaciones difíciles”. Esta serenidad “por sí misma ya es mensaje y ejemplo para los creyentes”.

“El secreto es, de hecho, la fe en Jesucristo”, añade el portavoz; una fe que el Papa “propone con inteligencia, con confianza y con alegría, sabiendo y respetando las preguntas y las dificultades de sus interlocutores”.

Según el padre Lombardi, el Papa, al evocar la figura del cardenal Newman, “pone de relieve su modernidad y su continua búsqueda de la verdad”.

Benedicto XVI “sabe bien que hoy el encuentro con Dios y con la fe cristiana no son fáciles y no deben darse por descontado”, y que “es necesaria una voz y una mano amiga que proponga con claridad y acompañe con amor a descubrir la belleza y el valor de la propuesta cristiana”.

Será escuchada o no esta propuesta, concluye Lombardi, “pero la prpuesta es bella: es lo mejor que el Papa puede ofrecer. Por eso la hace con alegría, y quien la acoge participa en esta alegría”.

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Espiritualidad


Evangelio del domingo: La fidelidad de lo pequeño
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

OVIEDO, viernes, 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 19 de septiembre, XXVdel tiempo ordinario (Lucas  16,1-13), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. 

 

* * *

Aparentemente Jesús ensalza la habilidad de un administrador infiel. Pero hay que ser cautos y afinar en aquello que viene ensalzado: no es la infidelidad, la corrupción, sino la habilidad, la astucia de aquel administrador avispado. El que es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho. Que viene a decir: todo aquello que te gustaría cambiar de un mundo demasiado cruel, empieza por cambiarlo en tu propia casa, en tu corazón.

Y en verdad, ¿quién no se ha quejado alguna vez de cómo va nuestro mundo a tantos niveles? La política, la economía, la paz, la justicia, la familia, los ancianos, los jóvenes, y un largo etcétera en donde ponemos contra las cuerdas a nuestra sociedad bastante inmoralizada y desmoralizada. En todo lo cual no falta razón: se ha perdido el rumbo de muchas cosas, se han abandonado impunemente muchos principios básicos, se han destruido tantos valores que no eran negociables, se ha deshumanizado tanto nuestra humanidad.

Pero caben dos salidas: caer tanto en pesimismos deprimentes (todo es malo, "y cualquier tiempo pasado fue mejor" que decía el poeta en su elegía) como en optimismos irresponsables (lo importante es cambiar, arrasar, que no quede nada de lo anterior), o más bien, tener una mirada serena sobre el mundo, sobre la vida, sobre el dolor, sobre el amor, sobre tantas cosas que no van, y empezar a arreglarlas en uno mismo. El mundo nuevo, la tierra nueva, empieza por mi casa, por mi propio corazón. Empecemos por lo poco, por lo pequeño, por lo cotidiano, por lo nuestro. No es el gobierno de turno, ni los organismos mundiales de vanguardia, ni el vaticano, ni los banqueros, ni los periodistas, ni los sindicatos... quienes tienen que dar el pistoletazo de salida. El mundo nuevo empieza más cerca de mí, en mis actitudes, en mis opciones, en mi modo de escuchar, de atender, de proponer, de vivir.

La llamada de Jesús es clara: no podemos tener dos patrones, dos amos. O nos adherimos al diseño de Dios, a su proyecto de humanidad, de civilización del Amor, o nos apuntamos a la barbarie en la que termina siempre toda pretensión que censura algún aspecto del corazón del hombre. Sin Dios, sin este "amo" tan especial que nos hace libres, es muy difícil hacer un mundo que sepa a justicia, a limpieza, a paz, a respeto, a libertad, a felicidad. Metamos al Señor en nuestras cosas y en nuestras casas, sin fanatismos pero sin complejos. Porque sólo quien ama de verdad a Dios llega a no despreciar al hombre hermano.



 



 

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Documentación


El Papa en Gran Bretaña: lo que nos une es más que lo que nos separa
Discurso a los líderes cristianos británicos
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy en la Abadía de Westminster, durante una celebración ecuménica de Vísperas junto con el arzobispo de Canterbury, el arzobispo católico de Westminster y otros líderes cristianos.

* * * * *

[Al entrar]

Vuestra Gracia, Señor Deán,

Queridos amigos en Cristo

Os agradezco vuestra amable acogida. Este noble edificio evoca la larga historia de Inglaterra, tan profundamente impregnada de la predicación del Evangelio y la cultura cristiana que este alumbró. Vengo hoy aquí desde Roma como peregrino, para rezar ante la tumba de San Eduardo, Confesor, y unirme a vosotros para implorar el don de la unidad de los cristianos. Que estos momentos de oración y amistad nos confirmen en el amor a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, y en el testimonio común de la constante capacidad del Evangelio para iluminar el futuro de esta gran Nación.

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[Tras el rezo de los himnos]

Queridos amigos en Cristo

Doy gracias al Señor por esta oportunidad de unirme a vosotros, representantes de las confesiones cristianas presentes en Gran Bretaña, en esta magnífica iglesia de la abadía de San Pedro, cuya arquitectura e historia hablan de manera tan elocuente de nuestra herencia común de fe. No podemos dejar de recordar aquí en qué gran medida la fe cristiana configuró la unidad y la cultura de Europa y el corazón y el espíritu del pueblo inglés. Aquí también se nos recuerda necesariamente que lo que nos une a Cristo es más que lo que aún nos separa.

Agradezco a Su Gracia el Arzobispo de Canterbury su amable saludo, y al Deán y al Cabildo de esta venerable Abadía su cordial bienvenida. Doy gracias al Señor por permitirme, como Sucesor de San Pedro en la Sede de Roma, realizar esta peregrinación a la tumba de San Eduardo, el Confesor. Eduardo, rey de Inglaterra, sigue siendo un modelo de testimonio cristiano y un ejemplo de la verdadera grandeza a la que el Señor llama a sus discípulos, tal y como acabamos de escuchar en la Escritura: la grandeza de una humildad y obediencia fundadas en el propio ejemplo de Cristo (cf. Flp 2,6-8), la grandeza de una fidelidad que no duda en abrazar el misterio de la cruz por amor eterno al divino Maestro y la inquebrantable esperanza en sus promesas (cf. Mc 10,43-44).

Como sabéis, este año se cumple el centenario del movimiento ecuménico moderno, que comenzó con el llamamiento de la Conferencia de Edimburgo a la unidad cristiana como condición previa para un testimonio creíble y convincente del Evangelio en nuestro tiempo. Al conmemorar este aniversario, debemos dar gracias por los notables progresos realizados en este noble objetivo a través de los esfuerzos de cristianos comprometidos de todas las confesiones. Al mismo tiempo, sin embargo, somos conscientes de lo mucho que todavía queda por hacer. En un mundo caracterizado por una creciente interdependencia y solidaridad, tenemos el desafío de proclamar con renovada convicción la realidad de nuestra reconciliación y liberación en Cristo, y proponer la verdad del Evangelio como la clave de un desarrollo humano auténtico e integral. En una sociedad cada vez más indiferente o incluso hostil al mensaje cristiano, todos estamos obligados a dar una explicación convincente de la alegría y la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 P 3,15), y a presentar al Señor Resucitado como respuesta a los interrogantes más profundos y las aspiraciones espirituales de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.

En la procesión al presbiterio, al comienzo de esta celebración, el coro ha cantado que Cristo es nuestro "seguro fundamento". Él es el Hijo eterno de Dios, de la misma naturaleza del Padre, que se encarnó, como dice el Credo, "por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación". Sólo Él tiene palabras de vida eterna. Como enseña el Apóstol, «todo se mantiene en él» ... «porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud» (Col 1,17.19).

Nuestro compromiso por la unidad de los cristianos nace nada menos que de nuestra fe en Cristo, en este Cristo, resucitado de entre los muertos y sentado a la derecha del Padre, que de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Es la realidad de la persona de Cristo, su obra de salvación y sobre todo el hecho histórico de su resurrección, lo que configura el contenido del kerigma apostólico y las fórmulas del credo que, a partir del Nuevo Testamento mismo, han garantizado la integridad de su transmisión. En una palabra, la unidad de la Iglesia jamás puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica, en la fe confiada a cada nuevo miembro del Cuerpo de Cristo durante el rito del Bautismo. Ésta es la fe que nos une al Señor, que nos hace partícipes de su Espíritu Santo, y por lo tanto, incluso ahora, partícipes de la vida de la Santísima Trinidad, el modelo de la koinonía de la Iglesia en este mundo.

Queridos amigos, todos somos conscientes de los retos, las bendiciones, las decepciones y los signos de esperanza que han marcado nuestro camino ecuménico. Esta noche, encomendamos todo esto al Señor, confiando en su providencia y el poder de su gracia. Sabemos que la amistad que hemos forjado, el diálogo que hemos iniciado y la esperanza que nos guía nos dará fuerza y orientación, para que perseveramos en nuestro camino común. Al mismo tiempo, con realismo evangélico, también debemos reconocer los retos a que nos enfrentamos, no sólo en el camino de la unidad de los cristianos, sino también en nuestra tarea de anunciar a Cristo en nuestros días. La fidelidad a la palabra de Dios, precisamente porque es una palabra verdadera, nos exige una obediencia que nos lleve juntos a una comprensión más profunda de la voluntad del Señor, una obediencia que debe estar libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento. Ésta es la palabra de aliento que deseo dejaros esta noche, y lo hago con fidelidad a mi ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro, encargado de cuidar especialmente de la unidad del rebaño de Cristo.

Reunidos en esta antigua iglesia monástica, recordamos el ejemplo de un gran inglés y hombre de Iglesia, a quien honramos en común: San Beda el Venerable. En los albores de una nueva era para la sociedad y la Iglesia, Beda comprendió tanto la importancia de ser fiel a la palabra de Dios transmitida por la tradición apostólica, como la necesidad de apertura creativa a los nuevos desarrollos y exigencias de una adecuación correcta del Evangelio al lenguaje contemporáneo y a la cultura.

Esta nación, y la Europa que Beda y sus contemporáneos ayudaron a construir, una vez más se sitúa en el umbral de una nueva etapa. Que el ejemplo de San Beda inspire a los cristianos de estas tierras a redescubrir su herencia común, a reforzar lo que tienen en común y a proseguir en el esfuerzo de crecer en la amistad. Que el Señor Resucitado dé vigor a nuestros esfuerzos para reparar las rupturas del pasado y afrontar los retos del presente con esperanza en el futuro que, en su providencia, depara a nosotros y nuestro mundo. Amén.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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Comunicado conjunto tras el encuentro del Papa y el primado anglicano
 
LONDRES, viernes, 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comunicado conjunto emitido tras el encuentro que mantuvieron este viernes el Papa Benedicto XVI y Su Gracia Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, en Lambeth Palace.



 

* * *



 

Cincuenta años después del primer encuentro de un Papa y un arzobispo de Canterbury en los tiempos modernos --el del Papa Juan XXIII y el arzobispo Geoffrey Fisher, en diciembre de 1960--, Benedicto XVI ha realizado una fraterna visita al arzobispo Rowan Williams.

En la primera parte de su encuentro ambos han dirigido su palabra a los obispos diocesanos anglicanos y católicos de Inglaterra, Escocia y Gales, en la gran sala de la biblioteca del arzobispo, antes de pasar al encuentro privado.

En su conversación privada, han afrontado muchas cuestiones de mutua preocupación para anglicanos y católicos. Han afirmado la necesidad de proclamar el mensaje evangélico de salvación en Jesucristo, de una manera tanto razonada como convincente en el contexto contemporáneo de profunda transformación cultural y social, y con una vida de santidad y de transparencia de Dios.

Han estado de acuerdo en subrayar la importancia de mejorar las relaciones ecuménicas y de continuar el diálogo teológico ante los nuevos desafíos que se plantean a la unidad tanto desde la comunidad cristiana en su interior, como más allá de ella.

El Santo Padre y el arzobispo reafirmaron la importancia de continuar el diálogo teológico sobre la noción de la Iglesia como comunión, local y universal, y sobre las implicaciones de este concepto para el discernimiento de la enseñanza ética.

Juntos reflexionaron sobre la seriedad y dificultad de la situación de los cristianos en Oriente Medio, e hicieron un llamamiento a todos los cristianos a rezar por sus hermanos y hermanas y a apoyar su continuo testimonio de paz en Tierra Santa. A la luz de sus recientes intervenciones públicas, hablaron también sobre la necesidad de promover un compromiso valiente y generoso en el campo de la justicia y de la paz, especialmente las necesidades de los pobres, apremiando a los líderes internacionales a luchar contra el hambre y las enfermedades.

Tras el encuentro, viajaron juntos al Palacio de Westminster y a la Vigilia de Oración en la Abadía de Westminster.

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El Papa en Gran Bretaña: Discurso en la Westminster Hall
“La religión no es un problema, sino una contribución vital al debate nacional”
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los representantes del mundo político, social, académico, cultural y empresarial británico, así como a los miembros del Cuerpo Diplomático y los líderes religiosos.

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Señor Orador

Gracias por sus palabras de bienvenida en nombre de esta distinguida asamblea. Al dirigirme a ustedes, soy consciente del gran privilegio que se me ha concedido de poder hablar al pueblo británico y a sus representantes en Westminster Hall, un edificio de significación única en la historia civil y política del pueblo de estas islas. Permítanme expresar igualmente mi estima por el Parlamento, presente en este lugar desde hace siglos y que ha tenido una profunda influencia en el desarrollo de los gobiernos democráticos entre las naciones, especialmente en la Commonwealth y en el mundo de habla inglesa en general. Vuestra tradición jurídica –"common law"- sirve de base a los sistemas legales de muchos lugares del mundo, y vuestra visión particular de los respectivos derechos y deberes del Estado y de las personas, así como de la separación de poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.

Al hablarles en este histórico lugar, pienso en los innumerables hombres y mujeres que durante siglos han participado en los memorables acontecimientos vividos entre estos muros y que han determinado las vidas de muchas generaciones de británicos y de otras muchas personas. En particular, quisiera recordar la figura de Santo Tomás Moro, el gran erudito inglés y hombre de Estado, quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano de quien era un "buen servidor", pues eligió servir primero a Dios. El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político.

La tradición parlamentaria de este país debe mucho al instinto nacional de moderación, al deseo de alcanzar un genuino equilibrio entre las legítimas reivindicaciones del gobierno y los derechos de quienes están sujetos a él. Mientras se han dado pasos decisivos en muchos momentos de vuestra historia para delimitar el ejercicio del poder, las instituciones políticas de la nación se han podido desarrollar con un notable grado de estabilidad. En este proceso, Gran Bretaña se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común.

Con todo, las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy en términos que varían según las nuevas condiciones sociales. Cada generación, al tratar de progresar en el bien común, debe replantearse: ¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener? ¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones nos conducen directamente a la fundamentación ética de la vida civil. Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia.

La reciente crisis financiera global ha mostrado claramente la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. Ya que "toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral" (Caritas in veritate, 37), igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en uno de los logros particularmente notables del Parlamento Británico: la abolición del tráfico de esclavos. La campaña que condujo a promulgar este hito legislativo estaba edificada sobre firmes principios éticos, enraizados en la ley natural, y brindó una contribución a la civilización de la cual esta nación puede estar orgullosa.

Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Este papel "corrector" de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe -el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas- necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización.

En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional.

Vuestra disposición a actuar así ya está implícita en la invitación sin precedentes que se me ha brindado hoy. Y se ve reflejada en la preocupación en diversos ámbitos en los que vuestro gobierno trabaja con la Santa Sede. En el ámbito de la paz, ha habido conversaciones para la elaboración de un tratado internacional sobre el comercio de armas; respecto a los derechos humanos, la Santa Sede y el Reino Unido se han congratulado por la difusión de la democracia, especialmente en los últimos sesenta y cinco años; en el campo del desarrollo, se ha colaborado en la reducción de la deuda, en el comercio justo y en la ayuda al desarrollo, especialmente a través del International Finance Facility, del International Immunization Bond, y del Advanced Market Commitment. Igualmente, la Santa Sede tiene interés en colaborar con el Reino Unido en la búsqueda de nuevas vías de promoción de la responsabilidad medioambiental, en beneficio de todos.

Observo asimismo que el Gobierno actual compromete al Reino Unido a asignar el 0,7% de la renta nacional a la ayuda al desarrollo hasta el año 2013. En los últimos años, ha sido alentador percibir signos positivos de un crecimiento mundial de la solidaridad hacia los pobres. Sin embargo, para concretar esta solidaridad en acciones eficaces se requieren nuevas ideas que mejoren las condiciones de vida en muchas áreas importantes, tales como la producción de alimentos, el agua potable, la creación de empleo, la educación, el apoyo a las familias, sobre todo emigrantes, y la atención sanitaria básica. Donde hay vidas humanas de por medio, el tiempo es siempre limitado: el mundo ha sido también testigo de los ingentes recursos que los gobiernos pueden emplear en el rescate de instituciones financieras consideradas "demasiado grandes para que fracasen". Desde luego, el desarrollo humano integral de los pueblos del mundo no es menos importante. He aquí una empresa digna de la atención mundial, que es en verdad "demasiado grande para que fracase".

Esta visión general de la cooperación reciente entre el Reino Unido y la Santa Sede muestra cuánto progreso se ha realizado en los años transcurridos desde el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales, promoviendo en todo el mundo los muchos valores fundamentales que compartimos. Confío y rezo para que esta relación continúe dando frutos y que se refleje en una creciente aceptación de la necesidad de diálogo y de respeto en todos los niveles de la sociedad entre el mundo de la razón y el mundo de la fe. Estoy convencido de que, también dentro de este país, hay muchas áreas en las que la Iglesia y las autoridades públicas pueden trabajar conjuntamente por el bien de los ciudadanos, en consonancia con la histórica costumbre de este Parlamento de invocar la asistencia del Espíritu sobre quienes buscan mejorar las condiciones de toda la humanidad. Para que dicha cooperación sea posible, las entidades religiosas -incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia católica- necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación. Los ángeles que nos contemplan desde el espléndido cielo de este antiguo salón nos recuerdan la larga tradición en la que la democracia parlamentaria británica se ha desarrollado. Nos recuerdan que Dios vela constantemente para guiarnos y protegernos; y, a su vez, nos invitan a reconocer la contribución vital que la religión ha brindado y puede seguir brindando a la vida de la nación.

Señor Orador, le agradezco una vez más la oportunidad que me ha brindado de poder dirigirme brevemente a esta distinguida asamblea. Les aseguro mis mejores deseos y mis oraciones por ustedes y por los fructuosos trabajos de las dos Cámaras de este antiguo Parlamento. Gracias y que les Dios bendiga a todos ustedes.

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El Papa en Gran Bretaña: Discurso ante el arzobispo de Canterbury
En Lambeth Palace, con los obispos anglicanos y católicos
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy, durante su visita a Lambeth Palace, al reverendo Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, y a los obispos anglicanos y católico-romanos presentes.

* * * * *

Vuestra Gracia:

Me complace poder corresponder a la cortesía de las visitas que me ha hecho en Roma con una visita fraterna aquí, en su residencia oficial. Le doy las gracias por su invitación y por la hospitalidad que tan generosamente me ha brindado. Saludo también a los Obispos anglicanos llegados de diferentes partes del Reino Unido, a mis hermanos Obispos de las Diócesis Católicas de Inglaterra, Gales y Escocia, y a los asesores ecuménicos presentes.

Vuestra Gracias se ha referido al histórico encuentro que tuvo lugar en la catedral de Canterbury, hace casi treinta años, entre dos de nuestros predecesores, el Papa Juan Pablo II y el arzobispo Robert Runcie. Allí, en el mismo lugar donde Santo Tomás de Canterbury dio testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre, rezaron juntos por el don de la unidad entre los seguidores de Cristo. Continuamos hoy orando por este don, conscientes de que la unidad que Cristo deseó fervientemente para sus discípulos sólo llegará en respuesta a la oración, a través de la acción del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia y la conduce a la plenitud de la verdad.

No es mi intención hablar hoy de las dificultades que el camino ecuménico ha encontrado y sigue encontrando. Dichas dificultades son bien conocidas por todos los presentes. Más bien, quiero unirme a ustedes en acción de gracias por la profunda amistad que ha crecido entre nosotros y por el notable progreso llevado a cabo en muchos ámbitos del diálogo durante los cuarenta años transcurridos desde que la Comisión Internacional Anglicano-Católica comenzó su labor. Encomendemos los frutos de ese trabajo al Señor de la mies, confiando en que bendiga nuestra amistad con un crecimiento significativo adicional.

El contexto del diálogo entre la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica ha evolucionado de forma espectacular desde la reunión privada entre el Papa Juan XXIII y el Arzobispo Geoffrey Fisher en 1960. Por un lado, la cultura que nos rodea se distancia cada vez más de sus raíces cristianas, a pesar de una profunda e intensa hambre de espiritualidad. Por otro lado, la creciente dimensión multicultural de la sociedad, especialmente marcada en este país, trae consigo la oportunidad de encontrar otras religiones. Para los cristianos, esto nos abre la posibilidad de explorar, junto a los miembros de otras tradiciones religiosas, formas de dar testimonio de la dimensión trascendente de la persona humana y de la vocación universal a la santidad, poniendo en práctica la virtud en nuestra vida personal y social. La cooperación ecuménica en esta tarea sigue siendo esencial, y ciertamente dará frutos en la promoción de la paz y la armonía en un mundo que, con tanta frecuencia, corre el riesgo de fragmentarse.

Al mismo tiempo, los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo, y en explorar juntos una comprensión más profunda de los medios que Él nos ha dado para alcanzar dicha salvación. Dios «quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), y la verdad no es otra que Jesucristo, Hijo eterno del Padre, quien reconcilió consigo todas las cosas con la fuerza de su Cruz. Fieles a la voluntad del Señor, tal como se expresa en este pasaje de la Primera Carta de San Pablo a Timoteo, reconocemos que la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana. En esto radica el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico.

En la figura de John Henry Newman, que será beatificado el domingo, celebramos a un pastor, cuya visión eclesial creció con su formación anglicana y maduró durante sus muchos años como ministro ordenado en la Iglesia de Inglaterra. Él nos enseña las virtudes que exige el ecumenismo: por un lado, seguía su conciencia, aun con gran sacrificio personal; y por otro, el calor de su constante amistad con sus antiguos compañeros le condujo a investigar con ellos, con un espíritu verdaderamente conciliador, las cuestiones sobre las que diferían, impulsado por un profundo anhelo de unidad en la fe.

Vuestra Gracia, con ese mismo espíritu de amistad, renovemos nuestra determinación de buscar la unidad en la fe, la esperanza y la caridad, de acuerdo con la voluntad de Jesucristo, nuestro único Señor y Salvador.

Con estos sentimientos, me despido de vosotros. Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros (cf. 2 Co 13,13).

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El Papa en Gran Bretaña: la religión es indispensable para la vida
Discurso a los líderes de otras religiones
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los líderes de las comunidades judía, musulmana, hindú y sikh en la Waldegrave Drawing Room del St Mary’s University College, en Twickenham (Londres).

* * * * *

Distinguidos invitados, queridos amigos

Me alegra mucho tener la oportunidad de encontrarme con vosotros, representantes de las diversas comunidades religiosas presentes en Gran Bretaña. Quisiera saludar tanto a los ministros religiosos como a las personas que trabajan en la política, los negocios o la industria. Agradezco al Dr. Azzam y al Rabino Jefe Lord Sacks los saludos que me han dirigido en vuestro nombre. En este saludo, permitidme igualmente desear a la comunidad judía en Gran Bretaña y en todo el mundo una feliz y santa celebración del Yom Kippur.

Me gustaría comenzar señalando el aprecio que la Iglesia Católica tiene por el importante testimonio de todos vosotros, hombres y mujeres de espíritu, en un momento donde las convicciones religiosas no siempre son bien entendidas o apreciadas. La presencia de creyentes comprometidos en diversos ámbitos de la vida social y económica habla por sí misma de que la dimensión espiritual de nuestras vidas es fundamental en nuestra identidad como seres humanos o, en otras palabras, que el hombre no sólo vive de pan (cf. Dt 8, 3). Como seguidores de tradiciones religiosas diferentes que trabajamos juntos por el bien de toda la comunidad, ponemos de relieve la gran importancia de nuestra cooperación en común, que complementa el aspecto personal de nuestro continuo diálogo.

En el plano espiritual, todos nosotros, por caminos diferentes, estamos personalmente comprometidos en un recorrido que da una respuesta al interrogante más importante: el relativo al sentido último de nuestra existencia humana. El anhelo por lo sagrado es la búsqueda de la cosa necesaria y la única que puede satisfacer las aspiraciones del corazón humano. En el siglo quinto, San Agustín describió esta búsqueda con las siguientes palabras: "Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (Confesiones, libro I, 1). Cuando nos embarcamos en esta aventura, nos damos cuenta cada vez más de que la iniciativa no depende de nosotros, sino del Señor: no se trata tanto de que le buscamos a Él, sino que es Él quien nos busca a nosotros; más aún es quien ha puesto en nuestros corazones ese anhelo de Él.

Vuestra presencia y testimonio en el mundo recuerdan la importancia fundamental que tiene para la vida de cada hombre esta búsqueda espiritual en la que estamos comprometidos. Desde su propio ámbito, las ciencias humanas y naturales nos proporcionan unos conocimientos asombrosos sobre algunos aspectos de nuestra existencia y enriquecen nuestra comprensión sobre el funcionamiento del universo físico, y de esta manera se pueden aprovechar para el mayor beneficio de la familia humana. Aun así, estas disciplinas no dan, ni pueden, una respuesta a la pregunta fundamental, porque su campo de acción es otro. No pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón del hombre; no pueden explicar plenamente nuestro origen y nuestro destino, por qué y para qué existimos; ni siquiera pueden darnos una respuesta exhaustiva a la pregunta: "¿Por qué existe algo en vez de nada?".

La búsqueda de lo sagrado no devalúa otros campos de investigación humana. Al contrario, los sitúa en un contexto que acrecienta su importancia como medios del ejercicio responsable de nuestro dominio sobre la creación. En la Biblia, leemos que, concluido el trabajo de la creación, Dios bendijo a nuestros primeros padres y les dijo: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla" (Gn 1, 28). Nos confió la tarea de explorar y aprovechar los misterios de la naturaleza al servicio de un bien superior. ¿Cuál es este bien superior? En la fe cristiana se expresa como amor a Dios y amor al prójimo. De este modo, nos comprometemos con el mundo con entusiasmo y de corazón, pero siempre con la vista puesta en servir a ese bien superior, a fin de no desdibujar la belleza de la creación explotándola por motivos egoístas.

Es así como, la genuina creencia religiosa nos sitúa más allá de la utilidad presente, hacia la trascendencia. Nos recuerda la posibilidad y el imperativo de la conversión moral, el deber de vivir en paz con nuestro prójimo y la importancia de llevar una vida íntegra. Entendida de forma adecuada, nos ilumina, purifica nuestros corazones e inspira acciones nobles y generosas, en beneficio de toda la familia humana. Nos mueve a la práctica de la virtud y nos lleva al amor de los unos para con los otros, con el mayor respeto a las tradiciones religiosas distintas de las nuestras.

Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica ha dado especial relieve a la importancia del diálogo y la colaboración con los miembros de otras religiones. Y para que sea fecundo, es necesario que haya reciprocidad en cuantos dialogan y en los seguidores de otras religiones. En concreto, pienso en la situación de algunas partes del mundo donde la colaboración y el diálogo interreligioso necesita del respeto recíproco, la libertad para poder practicar la propia religión y participar en actos públicos de culto, así como la libertad de seguir la propia conciencia sin sufrir ostracismo o persecución, incluso después de la conversión de una religión a otra. Establecido dicho respeto y apertura, la gente de todas las religiones trabajarán juntos de manera efectiva por la paz y el entendimiento mutuo, y serán así un testimonio convincente ante el mundo.

Este tipo de diálogo necesita llevarse a cabo en distintos niveles y no se debería limitar a discusiones formales. El diálogo de vida implica sencillamente vivir uno junto al otro y aprender el uno del otro de tal forma que se crezca en el conocimiento y el respeto recíproco. El diálogo de acción nos reúne en formas concretas de colaboración, y aplicamos nuestra dimensión religiosa a la tarea de la promoción del desarrollo humano integral, trabajando por la paz, la justicia y la utilización de la creación. Este tipo de diálogo puede incluir la búsqueda conjunta de maneras de defender la vida humana en todas sus etapas y también la manera de asegurar que no se excluya de la vida social la dimensión religiosa de individuos y comunidades. Después, en el ámbito de las conversaciones formales, existe no sólo la necesidad de coloquios teológicos, sino también la de compartir nuestra riqueza espiritual, hablando sobre nuestra experiencia de oración y contemplación y expresando la alegría mutua del encuentro con el amor divino. En este contexto, me alegra ver tantas iniciativas positivas emprendidas en este país para promover este diálogo en distintos niveles. Como los Obispos católicos de Inglaterra y Gales han subrayado en su reciente documento: "Encontrar a Dios en el amigo y en el desconocido", el esfuerzo por reunir de manera amistosa a los miembros de otras religiones se está convirtiendo en parte natural de la misión de la Iglesia local (cf. n. 228), un aspecto característico del panorama religioso de esta nación.

Queridos amigos, al concluir mi reflexión, deseo aseguraros que la Iglesia católica sigue por este camino de compromiso y diálogo en el genuino respeto hacia vosotros y vuestras creencias. Los católicos, en Inglaterra y en todo el mundo, seguirán trabajando para construir puentes de amistad con otras religiones, para sanar los errores del pasado y promover la confianza entre individuos y comunidades. Deseo reiteraros mi gratitud por vuestra acogida y por haber tenido la oportunidad de animaros a continuar con el diálogo con vuestros hermanos y hermanas cristianos. Invoco sobre todos la abundancia de las bendiciones divinas. Muchísimas gracias.

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El Papa en Gran Bretaña: jóvenes, sed los santos del siglo XXI
Discurso a los estudiantes de las escuelas católicas británicas
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los más de 4.000 estudiantes de escuelas católicas inglesas, galesas y escocesas, a quienes se dirigió durante su visita al St. Mary's University College de Twickenham, tras saludar a los religiosos y profesores.

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Queridos jóvenes

Quiero manifestaros ante todo mi alegría por estar con vosotros hoy aquí. Os saludo con cariño a todos los que habéis venido a la Universidad de Saint Mary desde las diversas escuelas y facultades católicas de todo el Reino Unido, y a los que seguís este encuentro a través de la televisión o internet. Agradezco al Obispo McMahon su amable bienvenida. Doy las gracias también al coro y a la orquesta por la preciosa música que ha dado comienzo a nuestra celebración, e igualmente deseo expresar mi gratitud a la Señorita Bellot por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos los jóvenes aquí presentes. Con vistas a los próximos Juegos Olímpicos en Londres, me ha sido grato inaugurar esta fundación deportiva, llamada así en honor del Papa Juan Pablo II, y rezo para que cuantos vengan aquí den gloria a Dios con sus actividades deportivas y disfruten ellos mismos y los demás.

No es frecuente que un Papa u otra persona tenga la posibilidad de hablar a la vez a los alumnos de todas las escuelas católicas de Inglaterra, Gales y Escocia. Y como tengo esta oportunidad, hay algo que deseo enormemente deciros. Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI. Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad.

Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto. Quizás, alguno opina que la santidad no es para él. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede que sea alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tenemos una gran estima. O puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad?

Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.

Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.

En vuestras escuelas católicas, hay cada vez más iniciativas, además de las materias concretas que estudiáis y de las diferentes habilidades que aprendéis. Todo el trabajo que realizáis se sitúa en un contexto de crecimiento en la amistad con Dios y todo ello debe surgir de esta amistad. Aprendéis a ser no sólo buenos estudiantes, sino buenos ciudadanos, buenas personas. A medida que avanzáis en los diferentes cursos escolares, debéis ir tomando decisiones sobre las materias que vais a estudiar, comenzando a especializaros de cara a lo que más tarde vais a hacer en la vida. Esto es justo y conveniente. Pero recordad siempre que cuando estudiáis una materia, es parte de un horizonte mayor. No os contentéis con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo. Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por mal camino.

Una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a todos sus alumnos a ser santos. Sé que hay muchos no-católicos estudiando en las escuelas católicas de Gran Bretaña, y deseo incluiros a todos vosotros en mi mensaje de hoy. Rezo para que también vosotros os sintáis movidos a la práctica de la virtud y crezcáis en el conocimiento y en la amistad con Dios junto a vuestros compañeros católicos. Sois para ellos un signo que les recuerda ese horizonte mayor, que está fuera de la escuela, y de hecho, es bueno que el respeto y la amistad entre miembros de diversas tradiciones religiosas forme parte de las virtudes que se aprenden en una escuela católica. Igualmente, confío en que queráis compartir con otros los valores e ideas aprendidos gracias a la educación cristiana que habéis recibido.

Queridos amigos, os agradezco vuestra atención; os prometo que rezaré por vosotros, y os pido que recéis por mí. Espero veros a muchos de vosotros el próximo agosto, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid. Mientras tanto, que Dios os bendiga.

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El Papa en Gran Bretaña: la educación no debe ser utilitaria
Discurso a los religiosos dedicados a la enseñanza
LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto del discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los religiosos y profesores que se dedican a la enseñanza en escuelas católicas, durante su visita al St. Mary's University College de Twickenham.

* * * * *



 

Excelentísimo Secretario de Estado de Educación,

Señor Obispo Stack,

Doctor Naylor,

Reverendos Padres, Hermanos y Hermanas en Cristo:

Me complace tener esta oportunidad para rendir homenaje a la destacada contribución, brindada por religiosos y religiosas en esta tierra, a la noble tarea de la educación. Doy las gracias a los jóvenes por sus magníficas canciones, y agradezco a la Hermana Teresa sus palabras. A ella y a todos los hombres y mujeres que dedican sus vidas a enseñar a los jóvenes, deseo manifestarles mis sentimientos de profundo agradecimiento. Formáis a las nuevas generaciones no sólo en el conocimiento de la fe, sino en cada aspecto de lo que significa vivir como ciudadanos maduros y responsables en el mundo actual.

Como sabéis, la tarea de un maestro no es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. En una palabra, se trata de impartir sabiduría. Y la verdadera sabiduría es inseparable del conocimiento del Creador, porque «en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras y toda la prudencia y destreza de nuestras obras» (Sab 7,16).

Los monjes percibieron con claridad esta dimensión trascendente del estudio y la enseñanza, que tanto contribuyó a la evangelización de estas islas. Me refiero a los benedictinos que acompañaron a San Agustín en su misión a Inglaterra; a los discípulos de San Columbano, que propagaron la fe por Escocia y el norte de Inglaterra; a San David y sus compañeros en Gales. Ya que la búsqueda de Dios, que está en el corazón de la vocación monástica, requiere un compromiso activo con los medios por los que Él se da a conocer -su creación y su Palabra revelada-, era natural que el monasterio tuviera una biblioteca y una escuela (cf. Discurso a los representantes del mundo de la cultura en el "Colegio de los Bernardinos" en París, el 12 de septiembre de 2008). La dedicación monacal al aprendizaje como senda de encuentro con la Palabra de Dios encarnada sentó las bases de nuestra cultura y civilización occidentales.

Al mirar a mi alrededor hoy en día, veo a muchos religiosos de vida activa cuyo carisma incluye la educación de los jóvenes. Ello me ofrece la oportunidad de dar gracias a Dios por la vida y obra de la Venerable María Ward, originaria de esta tierra, cuya visión de la vida religiosa apostólica femenina ha dado tantos frutos. Yo mismo, siendo niño, fui educado por las "Damas Inglesas", y tengo hacia ellas una profunda deuda de gratitud. Muchos pertenecéis a congregaciones dedicadas a la enseñanza, que han llevado la luz del Evangelio a tierras lejanas, como parte de la gran obra misionera de la Iglesia. También doy gracias a Dios por esto y le alabo. A menudo, pusisteis las bases de la previsión educativa mucho antes de que el Estado asumiera la responsabilidad de este servicio vital tanto para el individuo como para la sociedad. Como los papeles respectivos de la Iglesia y el Estado en el ámbito de la educación siguen evolucionando, nunca olvidéis que los religiosos tienen una única contribución que ofrecer a este apostolado, sobre todo a través de sus vidas consagradas a Dios y por medio de su fidelidad: el testimonio de amor a Cristo, el Maestro por excelencia.

En efecto, la presencia de los religiosos en las escuelas católicas es un signo que recuerda intensamente el tan discutido ethos católico que debe permear todos los aspectos de la vida escolar. Esto va más allá de la evidente exigencia de que el contenido de la enseñanza concuerde siempre con la doctrina de la Iglesia. Se trata de que la vida de fe sea la fuerza impulsora de toda actividad escolar, para que la misión de la Iglesia se desarrolle con eficacia, y los jóvenes puedan descubrir la alegría de participar en "el ser para los demás", propio de Cristo (cf. Spe Salvi, 28).

Antes de concluir, deseo añadir una palabra especial de aprecio hacia quienes tienen la tarea de garantizar que nuestras escuelas ofrezcan un entorno seguro para niños y jóvenes. Nuestra responsabilidad hacia aquellos que nos han confiado su formación cristiana no puede exigir menos. De hecho, la vida de fe se puede cultivar con eficacia cuando prevalece un clima de confianza respetuosa y afectuosa. Rezo para que ello siga siendo un sello distintivo de las escuelas católicas en este país.

Con estos sentimientos, queridos hermanos y hermanas, os invito ahora a poneros en pie y orar.

* * *

Señor Obispo Stack, le ruego, como Presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad de Santa María, que reciba, en nombre del Colegio, este mosaico de la Santísima Virgen María, que obsequio.



 

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