21.09.10

Gente de pocas palabras

A las 12:29 PM, por J. Fernando Rey
Categorías : Espiritualidad
 

“En las muchas palabras no faltará pecado” (Pr 10, 19)… “Los sueños vienen de las muchas tareas; la voz necia, de las muchas palabras” (Ecl 5, 2)… “Cuando te llame un poderoso, no te fíes de sus muchas palabras” (Ecclo 13, 11)… “Cuando oréis, no uséis muchas palabras” (Mt 6, 7).

No es extraño que estos consejos provengan de un Dios cuyos labios, al abrirse para hablar a los hombres, han pronunciado una sola Palabra: “la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Por eso, cuando nos referimos a la Sagrada Escritura, nunca decimos “palabras de Dios”, sino “Palabra de Dios”; porque su Palabra sólo es una: Jesucristo. En Él nos lo ha dicho todo.

- ¿Cuántas palabras cuesta una la conversión de un hombre? - Una sola: “Sígueme” (Mt 9, 9). - ¿Cuántas palabras hacen falta para relatar la respuesta a la gracia de un alma generosa? - Sólo cinco, y tres de ellas, monosilábicas: “se levantó y lo siguió” (ibid.). El publicano Leví era, desde luego, hombre de palabra.

Por contraste, contad todas las palabras que los fariseos obligaron a decir a Jesús: miles y miles. Le preguntaban, le repreguntaban, le acosaban, le argumentaban… Todo ello no sirvió para nada. Fue más eficaz una sola palabra con Mateo que diez mil con todos aquellos corazones endurecidos. Por eso, cuando fue llevado a juicio ante el Sanedrín, Jesús decidió callar… ¿Para qué seguir gastando saliva? En verdad, fuimos redimidos, entonces, cuando, en la Cruz, la Palabra de Dios se agotó hasta el silencio. Ha sido el silencio el que nos ha traído la salvación, no las muchas palabras.

Desconfía de la gente de muchas palabras. Son un tesoro para las compañías de telefonía móvil, pero son un estorbo para quien quiera encontrar sabiduría. Las almas de Dios, como Mateo, son sencillas; su mirada y sus silencios están cargados de más vida que todas las palabras de los necios juntas. Por ellos sabemos que quien ora mucho habla poco, y quien mucho habla poco ora.

“Fiat”, “Hágase”, una palabra le bastó a María para traer al mundo al Verbo encarnado. ¿Por que, entonces, empeñarnos en inundar el mundo con nuestra palabrería?

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es