22.09.10

Análisis del viaje del Papa al Reino Unido

A las 1:18 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Benedicto XVI, Sociedad siglo XXI
 

Aunque sea un poco tarde, no puedo dejar pasar el análisis del reciente viaje del Papa Benedicto XVI a Gran Bretaña. No creo que baste con decir que ha sido un éxito, cosa bastante evidente incluso a los ojos de los enemigos del papado y del catolicismo. Hay un factor que va más allá del éxito temporal de un viaje papal y que consiste en saber qué frutos deja de cara al futuro. Aún es pronto para averiguarlo, pero de momento lo que sí se aprecia es que los medios de comunicación británicos, especialmente anticatólicos por razones que no hace falta explicar, se han rendido a la bondad del “anciano” alemán que ocupa la Cátedra de San Pedro. Que no es poco.

Sus discursos y homilías han seguido la línea de lo que es más característico del actual pontificado. Van en una doble línea. A saber, un mensaje hacia el exterior de la Iglesia en la que se advierte al mundo de la necesidad de que el ámbito de lo religioso no sea dejado a un lado de cara al devenir de la sociedad. En Occidente el cristianismo en general y el catolicismo en particular empieza a ser una especie de elemento exógeno, que molesta a la hora de configurar los valores de la sociedad. Como quiera que lo que se ofrece a cambio es una ética y una moral sin otra base que un consenso de mínimos marcado por una izquierda anticlerical y una derecha sin principios, y que además puede variar según las modas del momento, es evidente que estamos ante un monstruo con pies de barro que, como ocurrió en el siglo pasado, puede volver a ser barrido y aniquilado en cuanto surjan nuevas formas de totalitarismos ajenas al ethos cristiano en el que nuestros antepasados nacieron, vivieron y murieron.

Por otra parte, el Papa habla a la Iglesia para pedir a los fieles un compromiso real con su fe de forma que el mundo note que son católicos y no elementos decorativos más del sistema. También ha hablado el Santo Padre para reconocer los errores del pasado más reciente y para recordar que sólo la santidad nos puede librar de un destino que hoy aparenta ser cuanto menos incierto y peligroso.

La beatificación de Newman ha debido ser una de los momentos más gratificantes para Benedicto XVI desde que es Papa, pues el beato inglés ha sido para él un verdadero maestro en la fe. Estoy convencido de que antes o después Newman será nombrado Doctor de la Iglesia, pues su influencia, muy destacada en algunos aspectos del Concilio Vaticano II, no hará sino crecer. El beato inglés podría ser también perfectamente el patrón de los apologetas católicos, pues no conozco a ninguno que hoy en día se dedique a esa necesaria -aunque con cierta mala fama- labor, que no tenga a Newman como una de sus referencias fundamentales.

En el ámbito ecuménico, la visita no ha supuesto ni grandes avances ni ha traído grandes retrocesos. Con una comunión anglicana en pleno proceso de crisis y descomposición interna, la presencia de un Papa en el centro mismo del anglicanismo no ha cambiado nada. Las formas se han cuidado exquisitamente, cosa típica en los británicos, pero aparte del hecho notorio de ver a un primado anglicano arrodillándose cuando el Papa consagraba en la Santa Misa celebrada Westminster, poco más cabe señalar. Eso sí, espero que una vez terminada esta visita, se acelere la recepción en la Iglesia de aquellos anglicanos que quieran acogerse al Anglicanorum coetibus. Cuanto antes esté normalizado el camino de regreso de los fieles anglicanos que lo deseen a la comunión con Roma rota por un rey adúltero, mejor.

El tratamiento de los medios de comunicación generalistas ha sido el esperado. La cuestión de los abusos sexuales del clero, puesta otra vez en el candelero tras el cirio montado en Bélgica, ha marcado gran parte de las noticias. Supongo que es una especie de penitencia menor por la que tiene que pasar la Iglesia debido a lo que el mismo Papa ha denunciado como mala gestión y nefasto tratamiento pastoral del escándalo provocado por los sacerdotes que se valieron de su posición para abusar de los más débiles. Digo penitencia menor porque comparado con el sufrimiento de las víctimas de esas alimañas al servicio de Satanás y su carnalidad corrupta y pecadora, todo por lo que la Iglesia pase ahora es poco. El hecho de que en una sociedad donde la hipersexualización es en sí misma una fuente de corrupción de menores constante, el dedo acusador contra la Iglesia es un dedo marcado por la hipocresía más burda, no cambia las cosas. No podemos usar la corrupción del mundo para disminuir la gravedad de la corrupción de quienes entre nosotros debieron ser pastores y no abusadores de cuerpos y almas. Sí podemos, y debemos, rogar al Señor con más fuerza lo que en cada Misa repetimos: “No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia".

Es también destacable la desproporción dada en los medios de comunicación a las manifestaciones contrarias al Papa por un lado, frente al éxito evidente de sus encuentros con los fieles. Los cientos de miles de católicos, y también no católicos, que han salido a saludar y estar con Benedicto XVI en esta visita no han tenido tanto eco mediático como los pocos miles que hicieron lo contrario. Pero ya sabemos que para buena parte de los medios de comunicación, en especial los escorados a la izquierda, la verdad es una señora a la que sólo cabe agasajar cuando hay de por medio intereses ideológicos. Cuando no coincide con esa ideología, se la pone un velo de silencio o se la tapa con la mentira más absurda.

En definitiva, hemos asistido a un buen viaje, que sin duda será recordado como uno de los más importantes de este pontificado. Quiera Dios conservarnos a Benedicto XVI por muchos años. Tantos, al menos, como para poder superar los de León XIII, el Papa que, precisamente, creó cardenal a John Henry Newman.

Luis Fernando Pérez