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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de septiembre de 2010

Foro

La luz amable, secreto de Benedicto XVI en el Reino Unido

México, hacia una nueva independencia

La Cruz de los jóvenes

Espiritualidad

El más rico del cementerio

Documentación

Elecciones en Venezuela y paz


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La luz amable, secreto de Benedicto XVI en el Reino Unido
Por Giovanni Maria Vian, director de “L
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Giovanni Maria Vian, director del diario de la Santa Sede "L'Osservatore Romano" sobre la visita de Benedicto XVI al Reino Unido que culminó con la beatificación de John Henry Newman.

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Una Iglesia que tratara de ser atractiva a los ojos del mundo iría por el camino equivocado, porque su deber es dejar transparentar la luz de Cristo. Que los cristianos de Oriente llaman "alegre" (phós hilarón) en la oración de la tarde y John Henry Newman sintió y describió como "amable" (kindly light) implorando que lo guiara. 
En esta clave -que de hecho el Papa anunció a los periodistas en el vuelo hacia Escocia- el itinerario británico de Benedicto XVI ha sido un éxito total, como han reconocido y contado muchos medios de comunicación, sobre todo en el Reino Unido, pero no exclusivamente. Superando los análisis recelosos y llenos de prejuicios que anunciaban días difíciles, y también las distorsiones informativas, con miras a ensombrecer el significado del viaje.


El vuelco de las previsiones, evidente en la acogida y en la atención de cuantos han visto y escuchado en estos días al Pontífice, hay que atribuirlo precisamente a cómo Benedicto XVI se ha presentado, también en esta visita: con sencillez y apertura. Que se percibían con inmediatez en su rostro y en sus palabras, que han seguido las hcuellas de la tradición de enseñanza benévola (gentle scholarship) nacida en el Medievo y que llega hasta Newman.

Gracias a los medios de comunicación que han relanzado ampliamente, en un gran país caracterizado por una sociedad actualmente multiétnica, gestos y momentos de un itinerario perfectamente organizado, muchísimas personas han podido ver al Papa Benedicto dirigirse a los ancianos y estar con ellos "sobre todo como un hermano", acariciar con dulzura a los niños -como el último día, saliendo de la nunciatura, a un niño ciego en brazos de su madre, conmovida hasta las lágrimas y que no dejaba de dar las gracias- y adorar el Santísimo en el silencio impresionante de los ochenta mil jóvenes reunidos para la vigilia pocas horas antes de la beatificación del cardenal Newman.

Y precisamente la ternura de Benedicto XVI para con los pequeños y los débiles explica sus palabras fuertes -renovadas y repetidas- frente a los delitos de los abusos de menores por parte de miembros del clero, su encuentro con algunas víctimas y con un grupo dedicado a la protección de los niños.


En esto el Episcopado británico, que colabora con las autoridades civiles, es ejemplar, en línea con una tradición larguísima de cuidado y educación de los jóvenes que históricamente es mérito innegable de la Iglesia católica y de sus numerosas instituciones en todas las partes del el mundo.


En definitiva, se ha tratado de un viaje histórico, marcado por la visita oficial y cordial a Isabel II, soberana universalmente estimada; por el encuentro solemne con las autoridades civiles en Westminster Hall, donde el Papa rindió honores a la institución parlamentaria británica; y por los coloquios con algunos líderes políticos y con el primer ministro David Cameron, que en el discurso de despedida subrayó la contribución positiva de la religión al debate público.


Al concluir una visita de Estado que ha resultado ser -también por la amistad con el arzobispo Rowan Williams- muy importante para el desarrollo de las relaciones con los anglicanos, con los exponentes de otras confesiones cristianas y de otras religiones. Y en la cual sobre todo Benedicto XVI ha dejado transparentar la amable luz que, como iluminó a Newman, guía a toda persona humana. 




 

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México, hacia una nueva independencia
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 25 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Méxio, hacia una nueva independencia".

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VER

Estamos en plenas fiestas bicentenarias por nuestra independencia nacional. Son legítimas las celebraciones, pues fue un acontecimiento histórico con repercusiones en el presente. Son innegables los méritos de los héroes de aquellos tiempos, sin dejar de reconocer sus errores y limitaciones. Son un estímulo para nuestros días, pues la lucha por la vida digna de nuestros pueblos no es algo sólo del pasado, sino un reto de cada día. Construir la justicia y la libertad es una tarea de todos, no sólo de las autoridades, pues sigue habiendo muchas cadenas, que nos piden empeñarnos en promover una renovada independencia.

 

 

JUZGAR

Los obispos mexicanos, en la reciente carta pastoral "Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra patria",exhortamos a celebrar este feliz aniversario, pero insistimos en atender los pendientes del país, para no reducir los festejos patrios a eventos pasajeros. Enumeramos algunos:

 

"Nuestra conciencia debe mantenerse sensible frente a los nuevos rostros de pobreza y a los rezagos históricos de nuestro País. Son muchos los mexicanos que han quedado excluidos del desarrollo. Su situación se ha visto agravada por el actual proceso de globalización que, en su dimensión económica ha promovido una concentración de poder y de riqueza en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos que no están suficientemente capacitados e informados.

 

Dentro de los nuevos rostros de pobreza, nos afligen y preocupan sobre todo los millones de migrantes que no han encontrado las oportunidades para una vida mejor y se ven obligados a dejar lo más propio, una familia, un pueblo, o incluso la Patria que los vio nacer. Los desempleados, víctimas de la economía utilitarista; los campesinos desplazados por no pertenecer al mundo de la tecnología y del mercado global, y los indígenas, que siguen siendo los grandes excluidos del progreso y objeto de múltiples discriminaciones. Los niños en condición de calle en las ciudades y la situación de muchos jóvenes y adolescentes que desde su temprana edad son reclutados por el crimen organizado para participar en actividades ilícitas, sembrando en ellos gérmenes de maldad.

 

Los ideales de libertad, justicia e igualdad, por los que lucharon nuestros compatriotas en la Independencia y la Revolución Mexicana, nos siguen interpelando hoy con mayor fuerza, dado que las exigencias actuales son mucho más amplias y profundas. Somos una sociedad marcada por graves y escandalosas desigualdades sociales y por nuevos rostros de violencia criminal que impiden nuestra reconciliación. No basta un desarrollo unilateral que beneficia de manera inmediata sólo a unos pocos y pospone casi indefinidamente el progreso de las mayorías. Es necesario encontrar caminos de solidaridad que incluyan a todos los mexicanos" (Nos. 112-114).

 

 

ACTUAR

¿Qué proponemos? "Ante esta realidad que nos apremia en el tiempo presente, proponemos a todos los sectores que conforman nuestra sociedad asumir tres prioridades fundamentales en el camino de nuestro desarrollo como Nación:

 

a) Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad; por lo que necesitamos entrar decididamente en un combate frontal a la pobreza.

 

b) Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral y de calidad para todos.

 

c) Queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros.

 

¿Qué nos toca a ti y a mí? Si haces algo por ti y por los demás, consolidamos la independencia.

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La Cruz de los jóvenes
Por monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián
SAN SEBASTIÁN, sábado, 25 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos un resumen de las palabras que dirigió este viernes monseñor José Ignacio Munilla, en la ceremonia de bienvenida que ofrecieron este viernes jóvenes de San Sebastián a la Cruz y el Icono de la Virgen de la Jornada Mundial de la Juventud.

 

 

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Esta cruz que tenéis ante vosotros, lleva más de 26 años de peregrinación... La mayoría de vosotros sois más jóvenes, y no habéis conocido personalmente muchas páginas de la historia de las que esta cruz ha sido testigo. Voy a empezar por aquí... Será bueno que nos enriquezcamos compartiendo nuestras experiencias.

Cuando yo tenía vuestra edad, el marxismo se presentaba ante la juventud como la ideología del futuro. Se nos decía que era el pensamiento científico que ponía las bases de un mundo justo.

Un punto de partida incuestionable del marxismo era que "la religión es el opio del pueblo". Era necesario arrancar la fe religiosa del corazón del hombre, para que el mundo pudiese progresar.

Pero al otro lado del telón de acero, en los países comunistas, sucedían cosas que a nosotros -los jóvenes de Europa Occidental- nadie nos contaba. Más tarde supimos que en Lituania había un lugar llamado "El Monte de las Cruces" (Kryzu Kalnas), donde el pueblo trabajador acudía para clavar en sus laderas, pequeñas o grandes cruces de madera, como signo de su esperanza en Dios... Los soldados soviéticos arrancaban  con odio, una y otra vez, todo aquel inmenso bosque de cruces, pero los lituanos volvían por la noche, para sembrar de nuevo el "Kryzu Kalnas" con aquel signo de esperanza....

Más tarde, cuando Juan Pablo II fue hecho Papa y cuando cayó el Muro de Berlín, supimos que en Polonia se había intentado construir una ciudad sin Dios (Nowa Huta), contra la voluntad de los obreros, en la que se prohibía la construcción de Iglesias. Quería ser el símbolo de una sociedad sin Dios y sin tradiciones religiosas. Pero los obreros se revelaron, llegando a celebrar la Noche de Navidad una Misa, en torno a su obispo, Karol Wojtyla... ante la amenaza de la policía comunista que exigía la disolución de aquellos revolucionarios de la Cruz... Como no tenían Iglesia donde refugiarse, levantaron una gran cruz en una explanada de los exteriores de la ciudad...

Queridos jóvenes, el Muro de Berlín se desmoronó, ante la sorpresa del mundo, como fruta podrida... Esta cruz fue testigo del derrumbamiento de la ideología marxista, y después que había pasado cuasi furtivamente al otro lado del telón de acero, terminó por cruzar la misma puerta de Brandeburgo...

La experiencia de la vida, a la luz del Evangelio, nos ha enseñado que no era verdad que la religión fuese el opio del pueblo. El opio del pueblo es otro: El opio del pueblo es el materialismo. El materialismo es una droga que crea una adicción tan grande, que nos impide ser libres, e incluso, que nos impide conocer a Dios y hasta conocernos a nosotros mismos. Y, que nos quede claro, el materialismo estaba a los dos lados del telón de acero, en oriente y en occidente, en el marxismo y en el capitalismo.

La verdadera droga que nos impide ser libres y maduros es ésta: el materialismo. Lo comprobamos día a día: la tentación del dinero, el consumismo, la tiranía de la moda, las envidias y las codicias, la utilización de los demás para nuestro provecho...

Pero el materialismo esconde una gran mentira: el hombre no es feliz con la mera satisfacción material de sus necesidades. Lo vemos diariamente: Hay gente tan pobre, tan pobre, que sólo tiene dinero. ¡Cuando tenemos un corazón materialista, rápidamente aflora en nosotros la amargura y terminamos condenados a la infelicidad!

Y, por el contrario, los pobres del mundo suelen darnos una auténtica lección de esperanza... ¡A cuántos misioneros les he oído contar la emoción que les produce comprobar que a los pobres del Tercer Mundo, no se les borra la sonrisa de los labios!

Por ello, esta Cruz es un signo de santa rebeldía y de insumisión frente al materialismo. Jesús nos dijo: "no solo de pan vive el hombre"... "¿de qué te sirve ganar el mundo entero si pierdes tu vida?"....

Esta Cruz es el signo de la verdadera revolución, la que no fue capaz de hacer el marxismo, porque se asentaba en unas bases falsas; la que este mundo capitalista y materialista necesita urgentemente. La Cruz es la imagen de la revolución del amor; pero no de un amor romántico (en el que terminamos utilizando al prójimo para buscarnos a nosotros mismos), sino de un amor crucificado, a imagen del de Cristo. "Nadie tiene amor más grande que el que entrega su vida por sus amigos". He aquí el mensaje de la Cruz: Jesucristo ha entregado su vida por amor a nosotros, y nosotros estamos llamados a entregar nuestra vida por los demás.

 



 



 



 



 

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Espiritualidad


El más rico del cementerio
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, sábado, 25 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 26 de septiembre, XXVI del tiempo ordinario (Lucas  16,19-31), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. 

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¿De qué sirve ser el más rico del cementerio? Jesús propone esta parábola a unos fariseos celosos de la Ley y los profetas, amigos de Moisés y de Abrahán, pero que vivían con una cierta esquizofrenia moral y espiritual.

Jesús en primer lugar relativiza el valor del dinero apelando a su poderío fugaz y a su gloria caduca. El dinero y todo lo que lo rodea, no tiene la última palabra en esta vida, porque esa palabra postrera la pronunciamos todos por igual, con la misma indigencia y fragilidad con la que igualmente nacimos: Epulón y Lázaro eran iguales ante su origen y ante su destino. El dinero y sus adláteres, no son la moneda para comprar el acceso en la vida perdurable, sino que más bien será una gracia de Dios al alcance de cualquiera que haya tenido corazón de pobre (hayan sido cuales hayan sido sus arcas monetarias).

Lo segundo que destaca Jesús es la infinita diferencia entre el modo de valorar que tiene Dios y aquellos fariseos burlones. Sólo quien entra en la mirada de Dios puede descubrir su secreto, y sólo quien se adentra en su Corazón comprende su riqueza, como el mismo Pablo descu brió (Filp 3,7-8).

No bastaba saberse al dedillo las consejas de la Ley y los Profetas. Hay un modo de ser creyente que es inútil: saber cosas de Dios y no vivir conforme a lo que sabemos, encender una vela a Dios en su día, reservándonos para nosotros y nues tros diablos el resto de la semana. Epulón comprendió ya tarde la inutili dad de la basura de su vida, y quiso enviar a un muerto a los suyos para hacerles ver la engañifa en la que vivían. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena. A lo más, queda uno asustado una breve temporada. Curiosamente, Dios desde "sus valores", lejos de ser un rival de los nuestros, es su mejor exponente. Tenemos la experiencia cotidiana de cómo cuando nos alejamos de la visión que Dios tiene de la vida, ésta se deshumaniza.

Por eso no es extraño que quienes aman el dinero y se bur lan de los enviados de Dios, no entiendan nada, se irriten e indignen, y hasta decidan matar al mensajero. No, nuestro mundo no necesita que vengan los muertos para darnos un susto incontestable, sino más bien está necesitado de vivos, de cristianos vivos que desde la trama diaria de su existir enseñan a ver las cosas desde los Ojos de Dios, y amar la vida desde y como Él, ritmando nuestros latires con los de su Corazón, valorando aquello que tiene valor para Él, lo que enajena y enfrenta, lo que adormece e in hibe, y relativizando lo que corrompe y deshumaniza.

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Documentación


Elecciones en Venezuela y paz
Comunicado de los obispos de Caracas
CARACAS, sábado, 25 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comunicado que han emitido los obispos de Caracas ante las elecciones parlamentarias que se celebran este domingo, 26 de septiembre, en Venezuela.



 

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1.- Ante las inminentes elecciones parlamentarias nosotros, el Cardenal Arzobispo de Caracas y los Obispos Auxiliares, pastores del Pueblo de Dios y promotores de la paz en nuestra querida Ciudad de Caracas, hacemos un llamado a participar activamente en este proceso electoral decisivo para el futuro de Venezuela.

2.- Los venezolanos estamos ante una encrucijada histórica en la que debemos actuar con decisión por la paz, en el marco de valores humanos fundamentales: el pluralismo democrático, y los derechos humanos, sociales, económicos y políticos que nos garantiza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

3.- No podemos abstenernos. Se trata de fortalecer la democracia y garantizar el futuro del país. Es la hora de la participación activa, decidida y solidaria para promover la fraternidad, la inclusión de todos sin discriminación alguna, la libertad y la justicia. ¡Es la hora de votar!

4.-El voto es secreto. Solo Dios sabrá por quien votaremos. Por lo tanto, no hay razón para el temor ante amenazas indebidas. El voto libre y en conciencia es un derecho y al mismo tiempo una obligación cívica y también cristiana.

5.- Hacemos un llamado a que estas elecciones se realicen sin violencia alguna y con sujeción a las normas constitucionales y legales que regulan los procesos electorales. Y por último, insistimos en el respeto a la voluntad de los electores. Los resultados deben ser acatados y aceptados por todos los actores políticos y por todos los venezolanos.

6.- En esta hora decisiva encomendamos nuestra querida Patria a la maternal intercesión de María Santísima, Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela, para que Dios nos conceda trabajar y vivir siempre en paz.

Caracas, 16 de septiembre de 2010

Cardenal Jorge Urosa Savino,
Arzobispo de Caracas

Mons. Saúl Figueroa A. 
Obispo Auxiliar de Caracas

Mons. Luis Tineo R
Obispo Auxiliar de Caracas

Mons. Jesús González de Zárate 
Obispo Auxiliar de Caracas

Mons. Fernando Castro A.
Obispo Auxiliar de Caracas



 



 

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