27.09.10

Creer en Dios es libre o Que se vaya quien quiera

A las 12:12 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
 

La Iglesia de Cádiz y Ceuta percibe un aumento de las apostasías en los últimos años”

“Argentina: Campaña de apostasía colectiva”

“Alemania: La amnistía al obispo lefebvriano multiplica el número de apostasías en el país”

“Más de mil personas celebran en Italia el Día del Desbautizo apostatando”

Estos titulares muestran que, cuando se quiere, algo se puede hacer al respecto de la situación espiritual de cada uno.

En un principio, y en un final, la creencia en Dios es libre porque el Creador dona tal posibilidad a sus criaturas. Así, a nadie se le puede obligar a creer ni a decir que cree en el Padre Eterno.

Antes, sin embargo, de apuntar hacia la libertad que, sin duda, existe para abandonar la Iglesia católica o, lo que es lo mismo, para apostatar, podemos dar una oportunidad de conocer algo de lo que, al parecer, no quieren saber.

Es más que sabido que, desde algunos sectores de la sociedad actual se defiende la posibilidad de apartar a Dios de nuestras vidas y, es más, a hacer como si no existiera. En concreto, a apostatar de la Iglesia católica y hacer como si nada hubiera sucedido en la vida espiritual de quien así actúa.

¿Por qué se pretende hacer tal cosa?

A lo mejor porque vive sin Dios quien no lo conoce o, también, quien, habiéndolo conocido, no gusta de la presencia del Creador en su vida.

En el primer caso bien podemos decir que no existe culpa alguna porque difícilmente puede saber quien no sabe de la existencia del Padre el bien que le hace la misma para su corazón y, en fin, para su vida.

Sin embargo, el segundo caso es el paradigma del olvido intencionado que tiene, casi siempre, sinrazones humanas que lo conducen. Al fin y al cabo querer vivir sin Dios es una forma clara de no sentirse hijo suyo y, entonces, de no verse implicado en lo que tal realidad espiritual supone.

Pero ¿Por qué se quiere vivir sin Dios?

Para las personas que prefieren vivir sin Dios el compromiso que supone hacer lo contrario es, seguramente, demasiado importante. Si bien Dios no obliga a nadie a llevar a cabo acciones o a realizar unas u otras cosas, no es poco cierto que la fe supone hacerla efectiva en la vida del creyente.

Así, si una persona vive con Dios y, entonces, cumple su Ley, hay realidades con las que no puede estar de acuerdo y eso, hoy día, por mucho que se diga, puede traer malas consecuencias porque la libertad religiosa de la que se predica tanta extensión es menos real de lo que parece,

Por eso algunas personas, hoy día cada vez más, prefieren vivir sin Dios y quieren apostatar. Es una forma ciega de llevar la existencia pero para algunos corazones a lo mejor es suficiente y también, creo yo, es legítima.

¿Existe, por otra parte, alguna extraña pretensión en vivir sin Dios?

Lo que se pretenda hacer al vivir sin Dios es algo que bien podemos encuadrarlo dentro del misterio personal de cada cual porque, en realidad, quien toma tal decisión ha de preferir una existencia alejada del bien y, seguramente, muy cercana a la mundanidad.

Por otra parte, el fin de vivir sin Dios está muy alejado de lo que se pretende porque, se quiera o no se quiera Dios nunca abandona a su creación y siempre está con ella. Bien podemos decir, entonces, que permanece en el plano que la persona quiera darle en su vida pero no por eso lo abandona.

A este respecto no se debería olvidar lo que escribió san Pablo en su Epístola a los Colosenses: “No os engañéis, con Dios no se juega, lo que uno siembre eso recogerá“.

Al fin y al cabo, quien quiera vivir sin Dios debería saber que Dios no puede olvidar lo mejor de Su obra. Él nos creó y, por eso, no puede hacer, como tales personas hacen, como si no existiesen. Y eso, se diga lo que se diga, es un gran gozo.

Se dice, al respecto de la apostasía, que la Iglesia católica pone muchas pegas a que se pueda hacer efectiva.

Francamente, no sé la razón de que se pongan tales pegas porque, verdaderamente, quien quiera irse de la Iglesia católica puede hacerlo sin mayor problema. Además, puede hacerlo tácitamente no acudiendo a ningún acto litúrgico ni a nada de nada.

La cosa es, pues, bastante fácil. Lo que no se entiende es el afán extremo de tener que decir que quieren irse. Adiós y hasta la eternidad porque, de ella, no se libran ni aunque quieran.

Eleuterio Fernández Guzmán