ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 9 de octubre de 2010

Foro

Gaudí, una gran catequesis en piedra

Convivir con la naturaleza

Idil: milagro viviente

¿Iglesia 2.0?


Foro


Gaudí, una gran catequesis en piedra
Cardenal Lluís Martínez Sistach
BARCELONA, sábado 9 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, en preparación de la consagración del templo de la Sagrada Familia en Barcelona, el 7 de noviembre, por Benedicto XVI.



 

* * *

Los que conocen la vida de Gaudí nos dicen que uno de sus libros de cabecera era el titulado El Año Litúrgico, del abad Dom Prosper Guéranger, libro que tuvo gran divulgación entre los estudiosos y los fieles a inicios del siglo XX en Cataluña.

Gaudí era un admirador de la liturgia cristiana y de su estética. Esto explica que proyectara el templo de la Sagrada Familia como una gran catequesis de la Iglesia, tal como ésta se expresa a lo largo del año litúrgico.

Si contemplamos el templo por fuera, con sus dieciocho campanarios y sus fachadas y muros, nos hallamos ante la realidad de la Iglesia: la torre más alta o campanario dedicado a Jesucristo; la rodean los cuatro evangelistas; en el ábside, como seno materno, la Virgen María; y los doce apóstoles, distribuidos en grupos de cuatro en cada una de las tres fachadas principales: Nacimiento, Pasión y Gloria.

Se ha dicho que una de las innovaciones geniales de Gaudí consistió en sacar el contenido de los retablos interiores, pasándolo al exterior, a las fachadas. Por eso cada una de ellas es como un gran retablo que ofrece al visitante o al fiel la contemplación de los misterios de la infancia, pasión y resurrección del Señor, su mensaje de vida en las bienaventuranzas y los sacramentos, la profesión de fe y la creación y la glorificación de la humanidad (fachada de la Gloria). La contemplación continúa en los muros y los ventanales, donde vemos las figuras de los santos y santas, decorados como frutos del Espíritu Santo. Y en los ventanales mayores se pueden contemplar los símbolos eucarísticos.

Si observamos el templo por dentro, que es el espacio de la celebración, también hallamos el misterio de la Iglesia. La construcción de la nave está inspirada en la visión del profeta Ezequiel -en el capítulo 47- y en la visión de la Jerusalén celestial, que se encuentra en el capítulo 22 del libro del Apocalipsis.

Cuando el visitante entre en la nave se hallará como ante un bosque de palmeras. Pero cada uno de estos árboles -las columnas- está dedicado a una Iglesia particular. Están así representadas todas las diócesis, tanto las de aquí como las del mundo entero. Gaudí pensó un templo de verdad católico y universal, por ello simbolizó en él los cinco continentes del mundo y tiene tanto sentido que sea el Papa quien presida su dedicación.

Por lo que se refiere a las columnas, podemos añadir que son un conjunto de cincuenta y dos. Son todos los domingos del año. Las que rodean el presbiterio están dedicadas al Adviento y a la Cuaresma; las cuatro del crucero, a la Navidad, Ramos, Pascua de Resurrección y Pentecostés; las del transepto, al tiempo pascual; y el espacio de las cinco naves a los domingos de todo el año.

Todo lo cual, aunque sea dicho en forma de sumario, justifica que podamos afirmar que la Sagrada Familia es un templo único en el mundo a causa de su simbología bíblica y litúrgica, y también por las innovaciones propiamente técnicas utilizadas en su construcción. Su simbología religiosa explica que un nuncio del Papa en España, monseñor Rangonesi, al visitar en el año 1915 el templo y escuchar las explicaciones de boca de Gaudí en persona, cuando acabaron la visita, le dijera entusiasmado: "¡Usted es el Dante de la arquitectura!"

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Convivir con la naturaleza
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado 9 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Convivir con la naturaleza".


 

* * *


 

VER

¿En qué lugares ha habido más daños por las inundaciones recientes? ¿Dónde han acontecido más deslaves de cerros, obstrucción de caminos y carreteras? ¿En qué viviendas se han perdido más enseres domésticos? ¿A qué se deben las defunciones que lamentamos?

No se debe generalizar ni culpar a todos los pobres, pues no tuvieron otras alternativas mejores y más seguras para vivir. Sin embargo, la experiencia acumulada de años nos dice que los problemas por las lluvias se han agudizado donde se han talado más árboles, donde se construyen viviendas en lugares bajos o en terrenos que pertenecen a los ríos. Y hemos de aprender de lo que ha pasado, para que no sigamos expuestos a unos daños que pueden evitarse, o al menos disminuirse.

JUZGAR

Dios ha puesto un orden en la naturaleza. Los huracanes, las tormentas tropicales, las depresiones pluviales, los frentes fríos, los terremotos, las erupciones de volcanes, las heladas y las nevadas, son fenómenos de equilibrio en nuestro planeta tierra. Todo tiene su razón de ser. Lo malo es que desconocemos todavía muchos de sus mecanismos, y no sabemos convivir con ellos. Si los tuviéramos en cuenta, los veríamos hasta necesarios. Si no hay huracanes, la lluvia no llega a lugares más distantes de los océanos y a los desiertos. Si no hay terremotos y erupciones, nuestra tierra sería un planeta muerto, sin movimiento, sin vida. Si no hubiera heladas y nevadas, no morirían muchos gérmenes nocivos, ni habría agua suficiente en los subsuelos. Lo malo también es que estamos influyendo para que sucedan en forma desordenada, con más daños que beneficios. Hay responsabilidad común por no saber vivir en lugares y condiciones que tomen en cuenta esos fenómenos; por no cuidar ni respetar la naturaleza; por el despilfarro de energía y por el exceso de contaminación, sobre todo de los países más ricos.

Dice el Papa Benedicto XVI en su Mensaje del 1 de enero de 2010: "El ser humano se ha dejado dominar por el egoísmo, perdiendo el sentido del mandato de Dios, y en su relación con la creación se ha comportado como explotador, queriendo ejercer sobre ella un dominio absoluto. Pero el verdadero sentido del mandato original de Dios, perfectamente claro en el Libro del Génesis, no consistía en una simple concesión de autoridad, sino más bien en una llamada a la responsabilidad. Por lo demás, la sabiduría de los antiguos reconocía que la naturaleza no está a nuestra disposición como si fuera un montón de desechos esparcidos al azar, mientras que la Revelación bíblica nos ha hecho comprender que la naturaleza es un don del Creador, el cual ha inscrito en ella su orden intrínseco para que el hombre pueda descubrir en él las orientaciones necesarias para «cultivarla y guardarla» (Gn 2,15). Todo lo que existe pertenece a Dios, que lo ha confiado a los hombres, pero no para que dispongan arbitrariamente de ello. Por el contrario, cuando el hombre, en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios, lo suplanta, termina provocando la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él. Así, pues, el hombre tiene el deber de ejercer un gobierno responsable sobre la creación, protegiéndola y cultivándola.

La humanidad necesita una profunda renovación. Las situaciones de crisis por las que está actualmente atravesando obligan a replantear el camino común de los hombres. Obligan, en particular, a un modo de vivir caracterizado por la sobriedad y la solidaridad".

ACTUAR

Sigamos siendo solidarios con quienes han sufrido por las inundaciones, haciéndoles llegar nuestra ayuda solidaria, y estemos preparados para las lluvias que puedan todavía sobrevenir, pues no ha terminado el ciclo de huracanes.

Hagamos campañas de sembrar árboles, o al menos cuidar los que nacen en forma natural, evitando talarlos, hacer negocios ilícitos con ellos e incendiarlos.

Evitemos construir viviendas en las cercanías de los ríos, porque éstos tarde o temprano exigen y recuperan sus derechos. Tampoco en lugares bajos, ni en montañas sin árboles, porque con mucha lluvia, se reblandecen y se derrumban, con riesgos de todo tipo.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Idil: milagro viviente
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
OVIEDO, sábado 9 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito para esta semana monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. 



 

* * *



 

Comienzo mi carta con un dato que la semana pasada daban distintas agencias de noticias: «una joven somalí, de 28 años, que se encuentra en coma irreversible por un tumor cerebral, ha dado hoy a luz un bebé de 760 gramos, que se encuentra en perfectas condiciones, en el Hospital Santa Ana de Turín (Italia). La pequeña Idil, el mismo nombre que su madre, nació prematuramente a las 28 semanas de gestación después de que los médicos decidieran practicar a la madre una cesárea debido a un notable empeoramiento de las condiciones en las que se encontraba. El padre, había solicitado que la intervención se realizara con anestesia total para evitar cualquier posible sufrimiento de la madre. Tras el alumbramiento, aseguró que la pequeña es un "milagro viviente". La madre murió a continuación».

Hasta aquí la noticia con su claroscuro perfil de una muerte y una vida que se esconden en un titular de prensa común. Me ha llamado la atención esta historia casi anónima y desconocida, que ha dado la vuelta al mundo suscitando el pasmo más lleno de asombro que cabe imaginar.

Idil madre e Idil hija, han protagonizado sin pedirlo ni poderlo pedir ninguna de ellas un canto a la vida que es siempre, como el amor, más fuerte que la muerte. La vida es soberana y no entiende de leyes que la cercenan y aniquilan, porque su Creador, Dios mismo, la hizo así de rebelde, así de indómita, así de incorrecta políticamente. No sólo no entiende de las leyes injustas, leyes legales que cuentan con el apoyo cínico de los parlamentos humanos, sino que las contradice en silencio con la más irrebatible argumentación: la verdad, el amor y la libertad, sin subvenciones y sin siglas.

Un tumor cerebral podía haber llevado a una especie de aborto invertido si aquella pequeña no hubiese aceptado a su madre terminal, malformada, sin posibilidad de salida. Pero la vida de aquella niña existente y no nacida siguió el dictado sabio de Quien la creó, y sencillamente esperó la hora de seguir viviendo fuera de la cuna de amor donde estuvo concebida. Y la madre que engendró, hasta el final más último prestó su cuerpo casi muerto para que no se truncase la vida que llevaba en sus adentros.

Sabemos que a las pocas horas la madre murió pero la vida de la que fue portadora podrá testimoniar a quien quiera escucharlo, que es fruto de un milagro, del milagro de la espera, del milagro del respeto de la hermana madre tierra como gustaba cantar San Francisco de Asís, del milagro con el que discreto y tenaz Dios sigue contándonos que le importamos tanto, que nos ha dado un destino de eternidad que nace en el tiempo.

Han intervenido muchas gentes buenas. Primero la propia madre que se fue hasta Turín desde su Somalia natal para intentar sacar adelante su vida y la de su pequeña. Luego el padre, en todo momento al lado de este suceso en su lado más hermoso y el más duro de interpretar. La comunidad sanitaria de personas que han puesto lo mejor de su ciencia y de su conciencia, para que esta historia sea una historia que nos humaniza, que nos abre a Dios y nos abraza a los hermanos. Los periodistas que han querido narrarlo con respeto y con verdad. Cuánta buena gente en el reparto de esta escena conmovedora y llena de bondad.

Sí, es un milagro viviente, no un milagro de acuarela naïf, de música adormecedora o de fábula infantil para noches de insomnio. No. Es un milagro viviente, como tantos otros trazos y retazos que suceden a diario en nuestro entorno y en lo mejor de nuestro interior. Dichosos nosotros si vivimos así la vida. Dichosos si acertamos a mirarla como la miran los ojos de Dios.



 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


¿Iglesia 2.0?
Por Jesús Colina
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 9 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos una síntesis de la intervención que presentó Jesús Colina, director editorial de ZENIT, presidente de H2onews, corresponsal en Roma del semanario "Alfa y Omega", y consultor del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, en el congreso mundial de la prensa católica, organizado por ese dicasterio vaticano del 4 al 7 de octubre en Roma. El argumento afrontado es la interactividad en los medios de comunicación católicos.

* * *

Internet ha cambiado radicalmente en los últimos seis años y quizá en la prensa católica no nos hemos enterado. La interactividad, o más bien, la producción de contenidos realizados directamente por los usuarios, ha generado los servicios de mayor éxito en los últimos años: Wikipedia, Youtube, Facebook, Twitter. Flicker, Google News... Incluso el Open Source es una forma de interactividad y de producción comunitaria. Y sin embargo, si vamos a ver las páginas web de la Iglesia católica, en general, podremos ver cómo la inmensa mayoría siguen igual que en 2004: ¡planas! Sin interactividad o con una interactividad marginal. Todo parece indicar que los comunicadores en la Iglesia hemos perdido el tren del web 2.0.


 

1. Web 2.0 y relativismo

¿Qué ha pasado? Hay ante todo una explicación que permite comprender el motivo por el que la interactividad no ha penetrado en la comunicación de la Iglesia. El modelo de producción de contenidos, sean vídeos, fotos, o artículos, se basa en un concepto implícito: el relativismo. Dado que no hay una verdad, entonces lo que diga uno u otro es indiferente, y todo es válido, todo está al mismo nivel.

La aplicación de este modelo interactivo, pero relativista, se realiza según objetivos editoriales propios de cada realidad editorial. La mayoría de las empresas web 2.0 tienen un objetivo: un plan de negocios que realizar para devolver la confianza puesta por los inversionistas. Es un nuevo modelo de negocio en Internet: de un lado, los usuarios, y su trabajo con frecuencia voluntario, con contenidos que en ocasiones están en contradicción, y del otro lado, los editores, que han encontrado la máquina de ganar dinero.

Es fácil comprender que un modelo de comunicación así tiene muy poco que ver con la Iglesia católica y explica, en parte, su rechazo.

2. El pecado original

Ahora bien, no es ésta la única razón que explica la falta de interactividad en tantos servicios informativos católicos. Se han hecho varios estudios, tanto en los Estados Unidos como en Francia, sobre los motivos por los que con frecuencia las páginas web de denominaciones protestantes logran un mayor impacto. Los que he leído llegan a la misma conclusión: los católicos "hablan"; los protestantes "escuchan". El pecado original de muchos comunicadores católicos suele estar muy extendido: el obispo, el párroco, el periodista católico tiene una "idea", encuentra financiación (ya sea una subvención con el presupuesto de la estructura eclesial, ya sea un donativo) y lanza una publicación, canal de televisión, página web... ¿Es esto comunicar? Los católicos, ¿estamos atentos a lo que la gente realmente está buscando en Internet? Antes, durante, y después del lanzamiento de un proyecto en Internet no es sólo necesario "escuchar" a la audiencia, hay que hacer que la audiencia participe. De hecho, cuando se piensa a la interactividad, en las web católicas, suele venir siempre a la mente el espacio en el que la gente puede enviar consultas a un sacerdote. Que está muy bien. Pero hay que preguntarse, los católicos y los mismos navegantes, ¿sólo saben hacer preguntas a un sacerdote? ¿Es esa su vocación como cristianos en la era digital?

3. Una Iglesia-comunión

Si hemos visto que el modelo de Web 2.0 tiene un margen de riesgo por así decir "relativista", ¿cómo deberían entonces los comunicadores católicos adoptar el modelo de interactividad? Está en juego sencillamente la misma presencia de la Iglesia en Internet. Si no superamos el "pecado original", hablar mucho y escuchar poco, la evangelización misma quedará gravemente condicionada.

Creo que el modelo de interactividad que pueden seguir las páginas web debe estar marcado por el modelo de Iglesia-comunión, al que está dedicando su pontificado Benedicto XVI. Una diócesis en la que sólo su obispo tiene una presencia en Internet, no es una Iglesia-comunión plena, pues el resto de sus ministerios y carismas quedarán ausentes. En la vida diaria de una diócesis hay, también, catequistas, hay párrocos, hay grupos juveniles, hay diáconos, ¿dónde están en Internet? Sería caer en el relativismo o en una Iglesia "plana", sin ministerios ni carismas, poner a todos en el mismo nivel, y hacer que todos hagan lo mismo y con el mismo lenguaje. Eso no es la Iglesia. Internet debería ser un reflejo de la vida de la diócesis, y no simplemente un instrumento de comunicación institucional de la oficina de comunicación y relaciones públicas de la diócesis. La interactividad auténtica tiene lugar cuando la vida real queda fielmente reflejada en la realidad virtual.

Es curioso, pero la industria del Web 2.0 ha "robado" al lenguaje cristiano el modelo de comunicación que persigue: la comunidad. Y comunidad es comunión. La Iglesia ha creado comunidades desde hace dos mil años. Ahora, el gran éxito de marketing en la Web 2.0 depende de la capacidad de crear "comunidades", que son luego reducidas a grupos de interés común a las que es posible venderles productos de anunciantes especializados, que son hoy quienes mejor pagan.

Si la Iglesia, al comunicar en Internet, lo hace como Iglesia-comunión, si su vida de "comunidad" se refleja en la web, entonces también será capaz de hacer "comunidad" en Internet. Para el navegante que visite sus servicios, se convertirá en algo casi evidente entrar en contacto con la realidad más cercana de la diócesis, que puede ser su misma parroquia, el servicio de Cáritas, o el coro diocesano...

Cuando una Iglesia comunica en Internet como comunión, en comunidad, la realidad deja de convertirse en virtual para hacerse algo muy real, pues pone en contacto al navegante con la vida real de la diócesis, parroquia o comunidad. Y entonces es cuando se logra la mayor interactividad, cuando de la realidad virtual se pasa al "encuentro", que es lo que al fin y al cabo cambia la vida de las personas.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba