17.10.10

Santos contra brujas

A las 9:05 PM, por J. Fernando Rey
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Se ha sumado la Conferencia Episcopal Española, en la persona del secretario de la Comisión Episcopal de Liturgia, Juan María Canals, a la propuesta de la Conferencia Episcopal Británica para que, en la víspera del 1 de noviembre, los niños se vistan de santos y realicen otro tipo de actividades lúdicas de carácter religioso. Se trata, en definitiva, de contrarrestar la propagación en Europa de la americana costumbre del ‘Halloween’. En alguna otra ocasión me he explayado sobre el carácter antirreligioso y satánico de esa anti-fiesta llamada ‘Halloween’; no me detendré en ello ahora. La iniciativa de los obispos británicos me parece loable y digna de la mejor acogida, aunque me temo que vaya a cosechar unos frutos muy escasos. Por desgracia, a día de hoy, nuestros niños están para pocos santos.
Lo siento por quien no conozca a “Los Simpson”, pero en esa serie de televisión, cuyas excelencias ha cantado el propio “L’Osservatore Romano” tenemos una de las mejores radiografías de la sociedad occidental moderna. Cuando uno de sus personajes más emblemáticos, el Reverendo Lovejoy, anuncia la llegada a su iglesia del grupo de rock cristiano ‘Covenant’ (“Alianza”), Bart Simpson se recuesta en su asiento y se queja, en tono de aburrimiento: “¡Bah! ¡Los mejores grupos están con Satanás!”. Diez minutos antes de escribir estas líneas, he estado hablando con una madre de cuatro hijos, que desde su infancia están recibiendo una formación religiosa exquisita; el tercero de ellos, que apenas cuenta siete años, lleva varios días pidiendo incesantemente a sus padres que le dejen disfrazarse de demonio cuando llegue ‘Halloween’. Decirle a ese niño que, en lugar de a Satanás, va a tener como sastre a San Tarsicio Bendito no creo que le alegre la fiesta. Es obediente y se vestirá de San Tarsicio o de San Juan Crisóstomo si se lo piden sus padres, pero seguirá envidiando a los demonietes que visten sus compañeros de colegio.

Las cosas están como están, por desgracia. Y los modelos de nuestros niños no son los santos, sino los futbolistas, los actores, los cantantes, y las físicas y las químicas de las bodrio-series con que se los educa desde la caja boba. Podemos conseguir que Bart Simpson haga la Primera Comunión, podemos conseguir que venga a misa, e incluso que se aliste como monaguillo en la parroquia, se enfunde un alba durante la celebración eucarística, y se mantenga con las manos juntitas como un angelote desde el saludo inicial hasta el “Ite, missa est”. Pero no podemos conseguir que le guste ir disfrazado de San Trasicio Bendito mientras su amigo, revestido con los ornamentos de Lucifer, le pincha con el tridente en el culo mientras a él le corroe la envidia porque quisiera ir también vestido de demoniete y emprenderla a tridentazos con todo bicho viviente.

Ya saben lo que sucede cuando uno rueda pendiente abajo por un barranco: alcanzar el fondo de la pendiente puede tomarle a uno dos minutos, pero recuperar el terreno perdido ascendiendo por la ladera puede ser cuestión de días. Hace apenas cincuenta años, las vidas de los santos eran modelo y paradigma en la educación de los niños. Pero lograr recuperar a esos mismos santos como ejemplo de conducta para los infantes, entretenidos ahora con los adolescentes del ‘Disney Channel’ y con ‘Física y química’ será cuestión de varias generaciones. Y, hasta que ese momento vuelva a llegar, el camino será cuesta arriba, muy cuesta arriba.

Por eso, desde esta modesta tribuna, les animo a que vistan a sus niños, el próximo 1 de noviembre, como a los santos Justo y Pastor, mártires de Alcalá, como a Santa María Goretti, como a santa Bernardita y como a los beatos Francisco y Jacinta, videntes de la Virgen. Pero no les regañen si descubren al pequeño haciendo prácticas de esgrima con el tenedor de la cocina o a la niña subida en la escoba del cuarto de limpieza; las cuestas arriba son duras para los chiquitines. Bastante tienen, los pobres, con ser niños en la era de ‘Halloween’. Y, por cierto, si le dan permiso a la niña que han vestido de Santa Catalina para que atice algún rosariazo en el culete a la bruja piruja de su clase… pues tampoco pasa nada, oiga. Eso sí, con cariño.

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es