21.10.10

Había estado (VII). Escrito por Norberto

A las 9:34 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General
 

Mientras Mohse llevaba el mulo a la caballeriza Eulogio, entusiasmado con el recorrido que había hecho, buscaba a su madre para contarle todo lo admirado y encantado que estaba, traspasó el umbral de la puerta, y cruzando en rápidos pasos el porche que llevaba a la entrada a la vivienda se sorprendió al no encontrarla, siguió adelante, hasta el patio posterior, donde, junto a la higuera, estaba con Judith.

Allí estaban con un semblante diferente: Judith, se aplicaba en hermosear el jazmín plantado en el arriate limpiándolo de hojas secas, procedentes de la higuera, y , ahuecando la tierra, con las manos, para airearla, esponjarla, y, así, empapara mejor el agua que posteriormente recibiría, tanto el jazmín como su vecino el geranio, bueno, los geranios, pues había tres, uno de cada color: rojo, rosáceo y blanquirrojo.

Ana, sin embargo, parecía abstraída, al menos eso le pareció a Eulogio, ella sonrió, y besó a su hijo, cambiando la expresión al verle tan contento, le respondió que estaba pensando en su padre, y, era cierto, pero solo un poco, todavía estaba asimilando la tempestad que se habia originado en su espíritu y la sacudida tremenda de todo lo conocido por medio de Judith; de momento calló y no dijo nada al respecto.

La tarde avanzaba y Judith, dado el intenso trabajo de los varones decidió adelantar la cena, pues observó cómo a Eulogio se le iban los ojos sobre un queso de oveja, curado en aceite de oliva y una hogaza de pan tierno, de la hornada vespertina y que, aun, dejaba un olor a horno que estimulaba los jugos gástricos; así pues cogió unos tomates del huerto, los troceó, y, aliñados con sal los dispuso en una fuente de cerámica a los que añadio el queso loncheado, unas aceitunas conservadas en salmuera, bien enjuagadas. Una jarra de miel y unos buñuelos caseros, de los que cada uno se sirvió a voluntad, pusieron fin a la cena, estaba oscureciendo, y, Judith le dijo a Mohse que la acompañara a dar un recado a “sus primos”, Ana entendió a quien se refería: los seguidores de Ioshua bar Iosef.

Cuando quedaron solos Ana llamó a Eulogio, que había ido al gallinero a recoger la puesta vespertina de las gallinas, y, ya entraba con media docena de huevos, era un muchacho muy diligente pues estaba deseoso de contar y contar su recorrido, sin embargo se contuvo por la tarea.

- Lev (Corazón), sientate, ¿cómo ha ido todo?.

El muchacho se explayó, entusiasmado, relatando todo lo que había visto, cómo se había cruzado con parientes y amigos de Mohs a los que había sido presentado, Antioquía era una gran ciudad, pero cuando pasó al lado del templo se le puso la carne de gallina y no pudo contener una lágrima de emoción. Ana le escuchaba, muy complacida, Eulogio recordaba los nombres de todos los viandantes con los que se había cruzado, y, sí, la mayoría eran parientes, algunos muy cercanos. Pasaba el tiempo, empezaba a oscurecer y Ana, mientras escuchaba, rezó, mentalmente, para que sus palabras no fueran motivo de escándalo o contrariedad para Eulogio.

Cuando el relato perdía fogosidad, o bien, “eso ya te lo conté”, Ana, tomó la mano de Eulogio, y, poniendo en su voz y en su mirada toda la determinación y el cariño, no solo de madre sino de creyente, que era capaz, alzando, un parpadeo, los ojos al cielo y poniendo los ojos en su hijo, le dijo con ternura:

- Lev (Corazón), ha pasado algo, y, debo contártelo porque lo que nos ha traído aquí ha cambiado, al menos para mi, y, tengo que decírtelo porque pudiera ser que también supusiera algo relevante para ti.

El muchacho miró a su madre con avidez, queriendo con la mirada averiguar por anticipado de qué se trataba, sus ojos negros brillaban de felicidad y su expresión era muy serena, muy sosegada; con mucha paz,y, con decisión dijo :

- Se trata del Maschíaj, es Ioshua Nátzrat, nuestro pariente, ha muerto y ha resucitado al tercer día. Fue crucificado con dos malhechores, su cuerpo enterrado, pusieron guardias, y, sin embargo cuando fueron a su tumba el cuerpo, al tercer día, no estaba.

Había costado un gran esfuerzo de contención y aplomo, por lo que Ana, inclinando un cántaro de agua, de la alhacena, tomó un trago de agua que le aflojara el nudo que estaba formándose en la garganta.

- En distintas ocasiones te hablé de que algún día vendríamos a Yerushaláyim, aunque no te conté todo: mi propósito, hijo de mis entrañas, pero hijo de YHVH, eres fruto de la plegaria que el Adonaí escuchó, era ofrecerte en servicio del Templo, como sacerdote, si así te aceptaban, tienes todos los requisitos, pues tu familia es reconocida aquí, eres digno miembro de la estirpe de “los nazarenos”. Sin embargo ahora tengo dudas de todo, ¿me he explicado Lev (corazón)?.

El muchacho notó que la emoción embargaba su corazón, que la lengua dejaba de tener saliva en la que bañarse, que los ojos se humedecían, no perdió la mirada a su madre, la tomó de las manos, y, levantándola, la abrazó como un hijo abraza a su madre en los momentos importantes de la vida, por toda respuesta comenzó a sollozar, solo pudo decir, una y otra vez:

- V’ahav’ta eit Adonai Elohekha b’khol l’vav’kha uv’khol naf’sh’kha uv’khol m’odekha (Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.)

Madre e hijo no pudieron hablar más, cuando llegaron Mohse y Judith, que deliberadamente habían demorado, estaban profundamente dormidos, con una extraña expresión parecía como si sonrieran, sí, esa especial sonrisa que tienen los pequeñuelos dormidos en brazos de su padre o madre.

Norberto.