El sacerdote experto en el Islam habla de la situación de los cristianos en Oriente Medio

P. Samir Khalil: «Quisiéramos ser tratados como ciudadanos con una Constitución que trascienda a todas las religiones»

 

Los cristianos en Oriente Medio no son víctimas de una persecución sistemática, pero su vida y sus derechos sufren una discriminación similar a una lenta eutanasia que está apagando poco a poco su presencia milenaria en la región. El Sínodo de los Obispos tiene una responsabilidad crucial en proponer un remedio a este fenómeno que el arzobispo caldeo de Kirkuk, monseñor Louis Sako, no ha tardado en definir «la hemorragia de los cristianos de Oriente Medio». En esta entrevista a Zenit, el padre jesuita Samir Khalil, experto en islam e historia de Oriente Medio, ofrece un cuadro histórico-religioso de la situación actual en la región, analiza los desafíos más urgentes y propone algunas posibles soluciones concretas.

22/10/10 9:31 AM


 

(Zenit) Entrevista al P. Samir Khalil, sj:

- Aun no siendo el único argumento tratado por los padres sinodales, se nota sin embargo que se ha dedicado una gran atención al aspecto geopolítico de la presencia cristiana en Oriente Medio y en particular a su relación con el Islam. ¿Este es quizás el aspecto más importante y verdaderamente decisivo para su existencia y permanencia en Oriente Medio?

No hay duda de que siendo una minoría que no supera el 10% de la población de Oriente Medio – mientras que la gran mayoría es de religión musulmana – nuestra existencia depende del beneplácito de esta mayoría, sobre todo porque el islam se concibe como Estado y religión. Y dado que hace más de 30 años ya la gran mayoría de los Estados medioorientales ha adoptado un punto de vista islamista a la realidad estatal, donde la religión decide todos los detalles de la vida cotidiana, social y política, está claro que en estas condiciones nuestra situación depende de la buena voluntad de los musulmanes y del sistema islámico. No hay que sorprenderse, entonces, si la cuestión ha ocupado una gran relevancia, como usted observa justamente.

- Usted es de origen egipcio, pero vive en el Líbano, y siendo experto en el islam se encuentra a menudo en contacto directo con los musulmanes. ¿Cómo describiría su relación con ellos?

Hago rápidamente una distinción entre los musulmanes tomados individualmente y los sistemas islámicos, sencillamente porque con los musulmanes tomados de forma individual es posible instaurar un bellísimo diálogo y un intercambio cultural y religioso.

Permítame contar una anécdota que confirma de cuanto digo: ayer por la noche me contactó en Skype un musulmán sunní del norte del Líbano, a quien encontré por casualidad en un avión hace un mes. Nuestro diálogo se concentro en la Trinidad y en la oración. Durante la conversación me dijo: “doctor, quisiera presentarle a mi esposa”. En Oriente, este gesto quiere decir que ya formas parte de la familia. Por tanto, tomado singularmente el musulmán – paradójicamente – es mucho más cercano a nosotros los cristianos orientales que un ciudadano europeo. Hay un sentido religioso que nos asemeja y nos une.

Pero si tenemos que hablar del islamismo, el discurso cambia radicalmente, porque se trata de un proyecto político de trasfondo religioso. Como cristianos orientales, quisiéramos ser tratados sencillamente como ciudadanos con una Constitución que trascienda a todas las religiones. Pero en la mayor parte de los casos en nuestros países la Constitución se basa esencialmente – si no totalmente – en la ley islámica. Y este es nuestro problema. Aparte de pocos casos como el Líbano, los Estados incluso constitucionalmente laicos, como sería el caso de Túnez, de Siria o de Turquía, son culturalmente países islámicos y privilegian a los ciudadanos de religión musulmana.

- El revival islámico es un fenómeno muy complejo que tiene diversos orígenes: las corrientes del ressourcement como el Wahhabismo; la lectura antagonista de Occidente presentada a mitad del siglo XX por personajes como Sayyed Kotb, fundador de los hermanos musulmanes; los distintos prejuicios culturales que hacen coincidir erróneamente Occidente y cristianismo; las últimas guerras americanas, consideradas como cruzadas contra el islam; la grave parcialidad occidental en el entre palestinos e israelíes. Pero ¿cuál es según usted el cuál es el eje de este desarrollo exponencial del islamismo político y del fundamentalismo islámico?

Por una parte hay una oleada islamista que nace a principios de los años 70. A partir de 1973 tuvo lugar un fenómeno económico a continuación de la guerra entre Israel y los países árabes, que ha visto el precio del crudo cuadriplicarse en pocos meses. Así, los países petrolíferos se encontraron de improviso con una montaña de petrodólares. Arabia Saudita, no sabiendo qué hacer de esta inmensa fortuna, empleó una parte amplia de ella en la construcción de mezquitas y escuelas islámicas. Arabia Saudita financió a los Hermanos Musulmanes en Egipto y su proyecto era claro: islamizar la sociedad egipcia porque no era bastante musulmana. A continuación, hizo la misma operación en todos los países de Oriente Medio. Así, a principios de los años 80, los Hermanos Musulmanes se han convertido en tan numerosos que han empezado a ser considerados como un peligro en Siria, y el presidente sirio Hafiz al-Asad los subyugó con la fuerza.

Indonesia, hace un par de décadas, estaba considerada como el paraíso de la libertad religiosa en un país musulmán, muchos sacerdotes eran ex conversos del islam. Ahora este fenómeno es imposible. Lo mismo en Nigeria: en la última década el número de provincias que aplican la ley islámica ha aumentado de 4 a 12. Europa, con casi un 5% de musulmanes, se siente ya invadida y amenazada. Así la canciller alemana Angela Merkel lanzó la alarma hace pocos días anunciando el fracaso del modelo de integración, porque son precisamente ellos los que no se quieren integrar. ¿Y por qué no se integran? Porque tienen un proyecto religioso, mientras que los Estados en los que viven tienen proyectos nacionales no religiosos.

- Frente a esta situación tan compleja y crítica, ¿qué ha hecho el Sínodo de los Obispos y que pretende hacer?

Nosotros los cristianos de Oriente vivimos en medio de este fenómeno en curso, donde el islam gana terreno día tras día, hasta el punto de que en la Liga Árabe el primer argumento es siempre este: cómo afrontar el islamismo. Y el Sínodo está dedicando particular atención a la relación con el islam.

Las sesiones sinodales se preguntan sobre por qué la gente deja su propia tierra, la cuna del cristianismo. En el mundo árabe no hay persecución contra los cristianos, pero hay discriminación. Los cristianos no son tratados de la misma forma que los musulmanes. Los musulmanes son ciudadanos normales destinatarios de las leyes. Los demás, constitucionalmente son ciudadanos, pero concretamente las leyes – en cuanto que están hechas a partir del sistema musulmán – dejan a los cristianos en una condición desventajosa. Además, la libertad de conciencia es inexistente, existe sólo la tolerancia que consiste en soportar que el cristiano permanezca en tierra islámica pero con muchas limitaciones. No es posible, sin embargo, dejar el islam por otra religión. Todas estas situaciones han estado en los últimos días en el centro de la atención de los padres sinodales.

- El diagnóstico ofrecido toca diversas causas de sufrimiento para los cristianos de Oriente, pero entonces la pregunta que se plantea es: ¿hay un camino de salida, o más bien las propuestas y los propósitos son sólo utopía y se quedarán sólo como pronóstico reservado?

Sólo hay un camino de salida, el de apuntar a ciertos conceptos compartidos, como el de “ciudadanía” o el de “pertenencia árabe”, ambos reconocidos por gran parte de los musulmanes. Los movimientos que promovieron estos valores a principios del siglo XX tuvieron tanto éxito porque llevaban consigo un soplo de novedad que invitaba a salir de la visión tribal; pero últimamente esta visión ha sido arrinconada y sustituida por el concepto de la Umma [la nación] islámica. Durante la presidencia de Nasser, hasta la mitad de los años 70, el concepto era la Umma al-Arabiyya [la nación árabe], pero desde la mitad de los años 70 en adelante ha prevalecido el concepto de la Umma al-Islamiyya [la nación islámica], que no deja espacio a los no musulmanes. La solución es intentar proponer, musulmanes y cristianos, un concepto moderno de Estado, no sólo a nivel político, sino también a nivel cultural.

-La propuesta es concreta, pero también irrealizable en el escenario cultural de Oriente. ¿Cómo se puede hacer para que lo no factible se convierta en factible?

Precisamente aquí entra la propuesta del Sínodo para Oriente Medio: no se trata de hacer un proyecto cristiano, y mucho menos de un proyecto de los cristianos o para los cristianos, porque así reflexionamos como si fuésemos una minoría que intenta protegerse. Nosotros no intentamos protegernos, sino que lo que decimos refleja la palabra también de muchos musulmanes que reconocen como nosotros que la nación árabe está mal porque sufre de una defaillance en el ejercicio de la democracia, en la distribución de las riquezas y en el establecimiento de la justicia social y de un Estado de derecho, en la reforma del sistema sanitario.

El islam es muy sensible a estas dimensiones. La libertad de conciencia y de expresión es augurada por muchos, y esto no porque la gente quiera alejarse del islam, sino porque quiere vivir el islam de un modo más personal. En el mundo islámico hay un sentido de modernidad y de libertad que no se atreve a manifestarse. Un cristiano puede escribir criticando a su patriarca u obispo, mientras que es difícil que un musulmán lo haga. No porque alguien en particular se lo prohíba, sino porque la propia cultura se lo impide. Los imam son los ulema [los doctos] y su saber no se discute. Y reafirmo que con estas propuestas no se trata de hacer a los musulmanes menos musulmanes o a los cristianos menos cristianos, sino de decir que la fe es una cuestión personal aunque tiene su dimensión social, y que cada uno debe vivir la propia fe como le viene inspirada por Dios.