4.11.10

Había estado IX (escrito por Norberto)

A las 10:35 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Cuando Yitzhak bar Shimón salió de su casa, a la mitad de la prima vigilia, el cielo estaba cuajado de estrellas, estaba oscuro, pues la luna no se haría visible hasta el final de la secunda vigilia, tomó el camino de la Bet haKenéset (Sinagoga) de Antioquía, al poco se detuvo pues el resplandor, a jirones, de una lluvia de estrellas conocidas como Acuáridas se mostraba en todo su esplendor, y, con una extraordinaria actividad.

En su fuero interno elucubraba sobre qué significaba aquel derroche en la bóveda del cielo, como buen oriental su mente se nutría de toda suerte de conclusiones astrológicas, por lo que no pudo evitar una sonrisa, siguió caminado y mirando al cielo, sintió una felicidad interior reconfortante, se dijo: “Sin duda YHWH nos saluda por medio de sus estrellas”; tan absorto iba en su contemplación, que, apenas, en el último momento, pudo evitar tropezar con el rabino Ariel, ocupado en la misma tarea que Yitzhak, ambos rieron de buena gana, y sin ponerse de acuerdo previamente, coincidieron en interpretar la lluvia de estrellas, como “un saludo de YHWH a su pueblo”.

Llegaron a las puertas de la casa para la vigilia de Shavuot, donde esperaban los patriarcas, residentes, antioquenos, también estarían los nuevos cabezas de familia todos ellos vestidos de fiesta, pero dejando algo, para estrenar y lucir a la luz del día.

La Bet haKenéset estaba ornada con belleza y buen gusto con canastillas de palma o mimbre atestadas de flores, abundancia de amapolas, narcisos e iris, que no solo mostraban su flor, sino que sus hojas acompañaban al césped, traído de las montañas cercanas, recordando el milagroso verdor que crecía sobre el Sinaí cuando la Divina Presencia descansaba allí, y, otras cestas contenían unas muestras de las siete especies de Israel: trigo, cebada, uva, higo, granada, aceituna y dátil, (Dt 8,8), conseguidas, con facilidad, y donadas por los comerciantes, en el mercado de la ciudad, y dos panes, uno de cebada y otro de trigo, la cebada se cosecha antes y simboliza la inmadurez, el trigo se cosecha después y simboliza la plenitud por la recepción de la Toráh.

Las flores estaban, en la sala repartidas por toda ella, para que todos los presente tuvieran a su alcance el gozo de su vista, los panes al fondo donde se hallaba el Arón haKodesh, un armario, a semejanza de tabernáculo, el arca sagrada, conteniendo los rollos de la ley (Toráh).

Ante el tabernáculo una lamparilla, constantemente ardiente, en recuerdo de la luz perpetua (ner tamid) que brilla en el Templo de Jerusalén, un candelabro, de siete lámparas en línea, evoca el candelabro (menorah) del Templo. Una mesa de pupitre, colocada sobre una plataforma, hace las veces de altar, sobre ella se leería la Toráh.

Comienza la vigilia de Shavuot, los rollos de la Toráh son sacados para su lectura.

La lectura pública de la Toráh sigue una entonación y dicción, prescritas ritualmente, sumamente complejas, por ello, es normalmente un cantor o jazán profesional, quien la lleva a cabo, si bien todos los varones judíos mayores de edad tienen derecho a hacerlo, el vecino Menachem lo haría, sin cobrar nada, era su ofrenda de Shavuot.

Una vez leído, el rollo vuelve a guardarse reverentemente, he aquí algunos versículos.

Sh’ma Yis’ra’eil Adonai Eloheinu Adonai echad. Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno.

V’ahav’ta eit Adonai Elohekha b’khol l’vav’kha uv’khol naf’sh’kha uv’khol m’odekha. Y Amarás a YHWH tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.

V’hayu had’varim ha’eileh asher anokhi m’tzav’kha hayom al l’vavekha. Y queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.

V’shinan’tam l’vanekha v’dibar’ta bam b’shiv’t'kha b’veitekha uv’lekh’t'kha vaderekh uv’shakh’b'kha uv’kumekha. Y se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado

Uk’shar’tam l’ot al yadekha v’hayu l’totafot bein einekha. Y las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos.

Ukh’tav’tam al m’zuzot beitekha uvish’arekha. Y las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas.

Cuando el jazán cantaba estos versículos los asistentes respondían:

Barukh sheim k’vod malkhuto l’olam va’ed. Bendito sea el nombre de su Reino glorioso por siempre jamás.

La vigilia concluyó, y los asistentes se despidieron, “Shalom”, se repetían uno a uno, el rabino celebraría un servicio religioso matutino, a la hora tertia, para los demás miembros de la comunidad judía, los niños llevarían espigas, las mujeres se quedarían en el zaguán del edificio sinagogal y los varones, que no eran cabezas de familia, entrarían en ella, todos cumplirían el Shavuot.

Las escenas descritas se repetían en Yerushaláyim, allí en sus numerosas sinagogas se celebraban las vigilias que darían paso a la gran ofrenda, que desde la hora prima tendría lugar en el Templo, con la luz del día comenzaba para dar tiempo a que todos los peregrinos y los residentes hicieran su ofrenda, a la hora sexta, habría una pausa para retirar lo ofrendado y hacer sitio para las siguientes ofrendas, así hasta la hora duodécima, o la aparición de tres estrellas, lo que ocurriera antes, de ahí que la circulación de oferentes, solo los varones, fuera rápida, aunque la conversación siguiera fuera del recinto santo, los gentiles en su patio y las mujeres en el suyo.

No hubo comenzado el día, cuando los discípulos de Ioshua bar Iosef, siguiendo, según decían, un mandato del propio Ioshua, que no debían apartarse de Yerushaláyim ; estaban con su madre, algunas mujeres y otros seguidores, en la casa del abuelo de Ana, que Mohse les había prestado gratis, se disponían a a celebrar el Shavuot , a su modo, pues, temían presentarse en el Templo, sin embargo no iba a transcurrir conforme a lo previsto.

Norberto.