10.11.10

La visita del Papa y sus críticos

A las 10:36 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Oyendo algunas críticas a la visita del Papa uno se pregunta si merece la pena escuchar y, sobre todo, si merece la pena responder. Es evidente que determinadas personas van a lo que van, a la carga contra todo lo que suene a “católico”. Son, en este propósito, incansables. Cualquier pretexto les basta y si no hay pretexto se lo inventan.

Algunos críticos obvian un dato fundamental: El Papa ha venido a Santiago de Compostela y a Barcelona porque ha sido invitado. Y no una ni dos veces, sino muchas veces. Y esa invitación no ha sido revocada. Invitado por las autoridades de la Iglesia y por las del Estado. Que yo sepa, el embajador del Reino de España ante la Santa Sede no se ha dirigido al Papa diciéndole: “Lo siento, Santidad, España está tan pobre que no podemos hacer frente a los gastos que ocasionará su viaje”. Si le hubiesen dicho esto, el Papa no vendría. Es más, es muy probable que se organizase una colecta en San Pedro para socorrer nuestra miseria.

Algunos críticos obvian una evidencia: Los católicos – que también somos ciudadanos – pagamos impuestos. Exactamente igual que los no católicos y que los anticatólicos. Pagamos el IRPF, el IVA y las demás tasas establecidas. No nos hacen ni una rebaja. Bueno, pues parece que sólo valemos para pagar. ¿Que viene el Papa a España y que hay que hacer frente a unos gastos a cargo del erario público? ¿Y? ¿De dónde sale el dinero público sino del bolsillo de los ciudadanos, también de los ciudadanos católicos? Todos los contribuyentes nos rascamos el bolsillo hasta para pagar lo que no nos gustaría en absoluto pagar, pero que nos obligan a hacerlo: la limpieza de los residuos que siguen a cada botellón; las subvenciones al cine, a los sindicatos, a los partidos; el coste de determinadas acciones presuntamente sanitarias que nos repugnan profundamente – abortos incluidos -. Pero, en la estricta aplicación de una misteriosa ley del embudo, no tenemos derecho a nada. Nosotros, a pagar y a callar como si fuésemos ciudadanos de segunda.

Algunos críticos obvian una constatación: La misma Iglesia que recibe al Papa es la que destina la mayor parte del dinero que ingresa en atender a las personas necesitadas, por ejemplo a través de Caritas. ¿Quién sostiene este permanente – y silencioso – despliegue de esfuerzo, de recursos y de tiempo? La muy sufrida “minoría” que cada domingo acude a Misa. Sí, esas personas que en lugar de enarbolar pancartas con un “Yo no te espero” se privan de caprichos para compartir con quien tiene menos lo poco que ellos tienen. Puedo constatar al final de año que la mayor partida de los siempre escasos fondos parroquiales corresponde a la atención a los pobres. Y luego, casi por añadidura, la colaboración a los países más desfavorecidos con colectas para el hambre, el DOMUND y demás. No se trata de que nos aplaudan – sólo hacemos lo que tenemos que hacer -, pero tampoco es admisible que mientan.

Del interés real que ha suscitado la visita del Papa dan fe las audiencias de las televisiones. Uno de cada tres españoles ha seguido, al menos por un momento, la retransmisión de los actos. Una audiencia en realidad universal: Hoy son muchos más que hace una semana los que saben, en todo el mundo, qué es la Plaza del Obradoiro o los que han podido contemplar la belleza de la Sagrada Familia.

Yo tengo mucha paciencia. Comprendo que la Iglesia tiene, por ser Iglesia, enemigos. Lo que más me indigna y me cansa son los nuevos “fariseos”, esos que pretenden convertir en “fastos” la cuidada celebración de una Misa, los que intentan presentar como “lujos” lo que sólo es dignidad, los que intentan arrebatar a los más sencillos el gozo de la belleza cuando se trata de dar culto a Dios. Esos nuevos “fariseos” lanzan sus ataques desde la comodidad más burguesa. No les importan los pobres, por quienes no hacen nada. Sólo se miran a sí mismos, prisioneros de sus prejuicios y de su soberbia.

Una altanería que se niega a ver lo real y, en su obcecación, inventa, pongamos por caso, que los zapatos del Papa son de una marca carísima cuando todos sabemos que los fabrica un artesano de Roma. A la hora de profundizar en el mensaje del Papa, en lo que en realidad ha dicho, enmudecen. Hartos de pan piensan que sólo de pan vive el hombre.

Guillermo Juan Morado.