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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de noviembre de 2010

Santa Sede

El Papa nombra dos obispos para Colombia

Entrevistas

El Papa impulsa la nueva evangelización en Compostela

Dos días grandes para la historia de la Iglesia

Foro

Una visita memorable

El bosque de Dios

Relación entre Iglesia y Estado


Santa Sede


El Papa nombra dos obispos para Colombia
Para Barranquilla y Facatativá
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-  Benedicto XVI ha nombrado a monseñor Jairo Jaramillo Monsalve, hasta ahora obispo de Santa Rosa de Osos, como nuevo arzobispo de Barranquilla y a monseñor Luis Antonio Nova Rocha, como nuevo obispo de Facatativá, según informa este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede.

Monseñor Jaramillo nació en Rionegro, Antioquia, el 2 de diciembre de 1940. Estudió la filosofía en el Seminario Mayor de Medellín y la teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 1966. Ha sido Vicario Parroquial, Párroco, Asistente y Coordinador diocesano para la Pastoral Juvenil y Vicario General de la Diócesis de Sonsón-Rionegro. 

Fue designado Obispo de Riohacha el 6 de julio de 1988 y recibió la Ordenación Episcopal el 9 de septiembre de ese mismo año. El 10 de junio de 1995 fue designado Obispo de la Diócesis de Santa Rosa de Osos. 

Por su parte monseñor Nova nació en Subachoque el 30 de julio de 1943. Estudió la filosofía en el Seminario Mayor de Tunja y en el de Medellín. Estudió la teología en el Colegio Aloisiano y en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Obtuvo la licenciatura en teología moral en la Academia Alfonsiana de Roma.

Fue ordenado sacerdote por el Papa Pablo IV el 22 de agosto de 1968 durante el 39° Congreso Eucarístico internacional. Ha sido Vice párroco en Nocaima, párroco en La Vega y en Madrid, Vicario Episcopal para la administración, ecónomo diocesano y profesor y rector del Seminario Mayor de Facatativá. 

Fue designado obispo auxiliar de Barranquilla el 15 de febrero de 2002, recibiendo la ordenación episcopal el 9 de marzo de ese mismo año. 

Sucede a monseñor Luis Gabriel Romero Franco, cuya renuncia al gobierno pastoral de la diócesis fue aceptada por el Papa por haber llegado al límite de edad de 75 años.

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Entrevistas


El Papa impulsa la nueva evangelización en Compostela
Entrevista a “Alfa y Omega” del arzobispo Julián Barrio
SANTIAGO DE COMPOSTELA, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- "El Papa nos ha hecho muy felices a todos", confiesa el arzobispo de Compostela. "Y bueno, también hay que decir que el Papa se ha encontrado a gusto entre nosotros...". Queda en monseñor Julián Barrio un profundo sentimiento de gratitud hacia Benedicto XVI, por haber tenido «la disponibilidad de venir hasta nosotros en medio de no pocas ocupaciones». Ahora, toca trabajar en la nueva evangelización, como explica en esta entrevista concedida a Ricardo Benjumea de la Vega, redactor jefe de "Alfa y Omega" (http://www.alfayomega.es).

--Se les vio a usted y al Papa muy contentos en el Papamóvil, camino a la catedral, desde el aeropuerto...

--La verdad es que fue entrañable recibirle. Se le veía contento de haber podido realizar el deseo, que tenía desde hacía mucho tiempo, de venir a Santiago. Llegó -como él manifestó- como peregrino, como un peregrino más, dentro de ese mar de tantos y tantos peregrinos que en este Año Santo han llegado a la tumba del Apóstol... La conversación con él fue muy agradable. Se sintió muy acogido por todas las personas que, a lo largo del trayecto, le esperaban junto al camino, y me hizo varias preguntas sobre ellas.
 


--En la catedral, era visible la emoción de quienes pudieron saludarle; como si tuvieran la urgencia de mostrarle su afecto, de hablarle...

 

--Sí, ha habido testimonios muy entrañables. El Papa realmente es un referente hoy en todos los ámbitos. Pudimos verlo, pero, además, no dejan de llegarnos testimonios de agradecimiento por haber tenido al Papa entre nosotros. Se ve que hay un gran amor al Papa, a lo que él representa, a la Iglesia, que aflora claramente en una ocasión como ésta.

--¿Y la comida con los obispos en el palacio arzobispal? ¿Cómo transcurrió?

 

--También fue muy entrañable. La verdad es que el Papa es un hombre de una gran sencillez, tal vez por la hondura espiritual y por su dimensión intelectual. Tuvimos una conversación muy distendida sobre distintos aspectos: le comenté algunos asuntos, él hizo varias preguntas... Yo me senté a su derecha, el señor cardenal de Madrid a su izquierda..., y con todos los que estábamos en la mesa mantuvo en un momento determinado alguna conversación.

--No ha habido esta vez, como sí ocurrió en Valencia, un encuentro público del Papa con los obispos españoles. ¿Pero les ha dejado algún mensaje en especial?

 

--Sí, y creo que lo ha hecho de manera muy clara en diversas oportunidades durante su Visita. Tanto en la homilía de la plaza del Obradoiro, como en su discurso por la mañana en la catedral, el Papa manifestó su gran preocupación por la nueva evangelización, en la que, de una u otra manera, debemos implicarnos todos los cristianos, pero de manera especial los pastores. Los obispos debemos comprometernos de lleno. Así lo ha puesto el Santo Padre de relieve con el nuevo Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, con el que se va a ayudar a llevar adelante esta inquietud y esta preocupación.

 

Este mensaje a la Iglesia en España tiene una resonancia especial desde Santiago; es un ámbito propicio para recordar la preocupación evangelizadora de Santiago, para que también nosotros hoy, sucesores de los apóstoles, la asumamos.

--La noche anterior, en la Vigilia, ante varias decenas de obispos, usted insistió en la importancia de la comunión en la Iglesia en España.

 

--Desde el primer momento, he intentado también que, de alguna manera, aviváramos ese aspecto. Y no porque la comunión sea algo que tengamos olvidado o descuidado, pero de alguna forma, sobre todo en estos momentos, creo que tenemos que subrayar este aspecto de manera especial, y más aún con el Papa, cuya presencia ha sido sin duda providencial para avivar esa comunión.

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Dos días grandes para la historia de la Iglesia
El cardenal Rouco hace un balance de la visita papal a España
MADRID, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- "Dos días grandes para nuestra historia eclesial", así define el cardenal Antonio María Ruoco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, la visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona, que tuvo lugar entre el 6 y el 7 de noviembre, en esta entrevista concedida al semanario "Alfa y Omega" (http://www.alfayomega.es).

--Una vez que ha partido ya el Santo Padre a Roma, después de concluir su Viaje apostólico a Santiago y a Barcelona, ¿qué valoración hace de esta Visita de Benedicto XVI a España?

 

--Ha sido un acontecimiento muy gozoso. No sólo se ha cumplido el programa previsto; en la medida humana de los éxitos pastorales, se cubrió hasta rebosar, pero lo más importante, lo más bello ha sido la experiencia de Iglesia que hemos vivido en estos sitios con nuestro Santo Padre; primero, por él, por su presencia, pero luego, también por la respuesta del pueblo cristiano y por la respuesta de la jerarquía. De nuevo fueron dos días en los que la Iglesia como comunión en la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en torno a su Señor y a su Pastor, el Señor y Pastor invisible de las almas, y como comunidad que reza, que ora, que celebra, que es testigo de esperanza y de alegría, cumplió también, de forma muy hermosa. Nos ha dejado el alma y el corazón satisfechos y con más ánimo y más ilusión, para ser de nuevo servidores de la Iglesia, en el sentido más hondo de la expresión, en cuanto ella es el Sacramento de la salvación para el hombre de todos los tiempos; y para nuestros pueblos y nuestras gentes, porque la hemos podido cumplir en estos días, con el Papa. Él hizo un trabajo excepcional, incluso desde el punto de vista más elemental, el físico: el Papa es una persona mayor y se sometió a un programa agotador. Lo ha cumplido, y lo ha cumplido bien. Y, luego, siempre por su magisterio. Él se presentó para este Viaje, de una forma explícita, como testigo de Jesucristo resucitado, y realmente ese testimonio lo dio con su palabra, con su magisterio, con su forma de celebrar, con la forma en que tuvo contacto con la gente. En Barcelona, por ejemplo, en la institución que cuida a niños y a personas discapacitadas, la ternura del Papa con ellos fue realmente conmovedora; nos emocionó a todos, él y los niños.
Creo que han sido dos grandes días para la historia de Iglesia en España, para su presente, e irá proyectándose hacia el futuro; y, ciertamente, siempre ha sonado Madrid, hasta en los gritos, en las despedidas de los chicos, de la gente: «A Madrid; nos veremos en Madrid». El rey hizo alusión a ello, el Papa también. Ha sido una especie de gran introducción; dejarlo en pórtico, sería poco. Ha sido una gran obertura de esperanza, de gozo de la fe, de alegría humana que se desborda y se refleja. Cuando se ve a fondo la cercanía del Señor y la comunión de fraternidad y en fraternidad de la Iglesia, eso se despliega y se manifiesta como una gran sinfonía espiritual y humana. La música, por cierto, en Santiago fue espléndida. En Barcelona se notaba menos que fue espléndida, porque las condiciones acústicas no eran las mejores. En cualquier caso, el nivel también de lo estético, de lo celebrativo, fue alto; y lo más hermoso de todo fue la acogida del Papa por parte de la gente y la participación intensa: en Barcelona mucho, en Santiago también, en las dos grandes celebraciones. En un contexto más limitado, la visita a ese hogar de acogida y de educación de niños y de personas discapacitadas; y también en Santiago por la mañana, en la visita a la catedral, el rito del peregrino; luego, el saludo al pueblo que estaba concentrado en la plaza del Obradoiro. En fin, el conjunto ha sido hermoso, bello, gozoso, y damos gracias.

--Usted ha estado constantemente al lado del Santo Padre. Él ¿qué impresión se ha llevado del Viaje?


--Muy buena, muy buena; yo creo que no ha tenido tiempo para hacer la más mínima anotación crítica de lo que estaba ocurriendo. Tampoco había mucha razón para ello, pero él se manifestaba gozoso, interesándose por el contexto humano en general, e histórico, cultural, en particular, tanto en Santiago como en Barcelona. Yo estuve más cerca de él en Santiago que en Barcelona, porque me tocó estar a su lado en el almuerzo de Santiago, pero a él se le notaba gozoso. A veces un poquito cansado, al final del día, pero gozoso.

--Ha habido por parte de los medios de comunicación una reacción un tanto destemplada a las declaraciones del Papa en el avión cuando venía, que han querido convertir la propuesta que el Papa hace de encuentro con la laicidad en un desencuentro. ¿Cuál es su criterio al respecto?


--No conozco mucho esas declaraciones, pero el Papa lo que ha hecho, como hilo conductor de fondo, ha sido una especie de exposición, de propuesta, o mejor dicho, un anuncio y un testimonio de la importancia de Dios en la vida, no sólo del hombre en particular, sino en la vida de la Humanidad, vertebrada a través de las sociedades, de los pueblos. Por ejemplo, nos dijo que él pedía al Señor y recomendaba que en España pudiéramos vivir como una gran familia, no sólo los católicos, sino toda España. «Los católicos -nos dijo- tenéis que vivir como una gran familia». No recuerdo que dijera nada en estos días que se distancie de lo que él viene enseñando en su magisterio pastoral como pastor de la Iglesia universal, ni tampoco de lo que él en los últimos años, sobre todo de su tiempo como cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, expresaba y subrayaba siempre, cuando se hablaba del diálogo entre cristianos, y entre el mundo cristiano y católico en Europa y un mundo laico abierto a un diálogo de fe y razón serio, noble. En el fondo, ha venido a decir lo mismo.


 

--El Papa tenía el anhelo de haber peregrinado a Compostela, incluso antes de ser Papa, con su hermano, a nivel personal. ¿Ha podido percibir cómo ha experimentado el peregrinaje?

 

--Él lo ha subrayado varias veces en sus intervenciones: «He venido a Santiago como un peregrino en Año Santo». Naturalmente, podríamos decir que es el peregrino que va a la cabeza de la peregrinación de la Iglesia a través de la Historia, y en este caso reproducida o traducida a la experiencia de una peregrinación real, en el sentido físico, piadoso y cristiano de la expresión, hasta la tumba del Apóstol. Ha vuelto a hacer alusión a la Europa que era también una gran familia en los tiempos en que se inicia el gran río de peregrinos a Santiago: podían ser peregrinos que venían de distintas naciones, realidades sociales, culturales y políticas, pero todos vivían de una misma fe en Dios, en el Dios anunciado por Jesucristo, un Dios que se revela en la plenitud de su verdad, y que se revela también en la humildad real, y en la cercanía de la carne que hace suya el Hijo de Dios. Y, entonces, en ese lenguaje nos entendíamos todos en Europa; era una Europa que hablaba el lenguaje más profundo del alma, el lenguaje más sólido del hombre, lo hablaba con los mismos términos, con los mismos conceptos, con las mismas verdades, las mismas afirmaciones y las mismas convicciones. Lo evocó él como una especie de dirección que hay que seguir, también en el presente, como mojón espiritual, o una nueva indicación de luz para saber cómo tenemos que vivir el presente y el futuro Europa.

--¿Qué le han parecido las palabras del Papa sobre la familia?

 

--Han sido clarísimas y las agradecemos mucho, porque la presión que experimentamos todos los que tenemos la responsabilidad de ejercer el ministerio de la Palabra en la Iglesia, con autoridad y con misión apostólica, es muy grande en estos momentos, ante una opinión pública marcada tanto por corrientes de pensamiento; basta pensar sólo en la teoría del género, que quieren imponer por encima de todo, y a veces a costa de libertades fundamentales, no digo yo cristianas, sino laicas, noblemente laicas del Estado y de la comunidad política. Agradecemos que el Papa vuelva a enseñarnos con claridad lo que es el matrimonio, lo que es la familia en torno a la entrega mutua del varón y la mujer, que se aman y realizan en sus vidas esa primera célula, ese primer núcleo de humanidad, y de humanidad en este caso, si es matrimonio, fundado en la visión del hombre según la ley de Dios, según la verdad del hombre medida por la verdad de Dios, abierta a la vida. Ha sido precioso lo que ha dicho sobre el derecho de todos a la vida, lo que ha dicho a los niños: «Vuestra vida es preciosa; aunque la vean tantos como sin valor, es de un valor enorme». Por cierto, uno de los discapacitados dijo: «Nosotros sabemos querer, y también deseamos ser amados y ser queridos»; es una forma muy bella de expresar lo que significa vivir la fraternidad cristiana y el amor en cristiano.

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Foro


Una visita memorable
Por el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona
BARCELONA, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha enviado el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, tras la visita que Benedicto XVI realizó a Barcelona entre el 6 y el 7 de noviembre.


 


 

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Durante la reciente estancia del Santo Padre en Barcelona tuve el honor de estar mucho rato junto a él y pude constatar sus reacciones. Benedicto XVI sigue los acontecimientos con una atención especial, diría que casi contemplativa. Y en el curso del almuerzo en la sede del arzobispado me dirigió esta frase, refiriéndose a la dedicación de la Sagrada Familia: "Ha sido una celebración que nunca olvidaré".

También para nosotros la visita del Santo Padre ha sido un hecho memorable. Ha sido un verdadero don de Dios. Pienso que se ha cumplido el objetivo principal de los viajes apostólicos del Santo Padre: confirmarnos en la fe y animarnos a revitalizar nuestra identidad cristiana. La acogida que entre todos hemos dispensado al Papa ha sido admirable. Quedé gratamente impresionado al ver el entusiasmo con que fue recibido por las calles de Barcelona al dirigirse al templo de la Sagrada Familia y al regresar desde ese templo a la sede del arzobispado. Lo mismo he de afirmar de la entusiasta acogida la noche del sábado, cuando llegó al arzobispado. Los jóvenes estuvieron presentes de forma especial en esta acogida como también en la despedida que le hicimos en el aeropuerto.

Otro fruto de las visitas apostólicas del sucesor de San Pedro consiste en percatarnos de que cada Iglesia local es un santuario vivo, un grupo de personas que en la confesión de la fe visibilizan la presencia de Cristo en medio de los hombres. Esto comporta que todos amemos y sirvamos con renovada generosidad y fidelidad a la Iglesia diocesana en la que está presente y operante la Iglesia entera de Cristo.

Benedicto XVI nos ha dado pruebas de una especial estima por el hecho de haber aceptado la invitación que le hice. Y, a lo largo de su estancia entre nosotros, nos ha manifestado su estima mediante el generoso reconocimiento que ha hecho de nuestra realidad cultural y religiosa. El uso que ha hecho de nuestra lengua catalana -junto con el castellano y el latín- ha sido un signo bien evidente de este reconocimiento y de esta estima. Por ello, con la confirmación en la fe cristiana, la visita del santo Padre es una invitación a tomar mayor conciencia de lo que es la Iglesia diocesana. Nuestra Iglesia de Barcelona es la Iglesia que está en comunión con la Iglesia de Roma y con toda la Iglesia católica, extendida de Oriente a Occidente. La misma presencia del Papa nos confirma como Iglesia y manifiesta que nuestra Iglesia no es una Iglesia aislada, solitaria, autosuficiente, sino que es una Iglesia en comunión católica y apostólica; el pastor diocesano es de verdad un miembro del Colegio episcopal, en comunión con la cabeza, el obispo de Roma y sucesor del apóstol Pedro.

Este domingo celebramos la jornada de "Germanor", que pone de relieve la misión de la Iglesia diocesana, su actividad pastoral y la responsabilidad que todos los cristianos tenemos para mantener los gastos que la Iglesia necesita para llevar a cabo su misión evangelizadora y de ayuda fraterna.

Hemos acogido muy bien al Santo Padre. Y deseo dar las gracias a todos los que han colaborado de muchas y variadas maneras. Démosle gracias a Dios. Y dispongámonos a continuar trabajando al servicio de Dios y de nuestra sociedad. La visita, como decimos en lenguaje coloquial, "no ha de quedar en fuego de artificios". Ahora, como comunidad diocesana, nos queda un trabajo que, con la ayuda de Dios, esperamos hacer en los próximos meses: reflexionar sobre los mensajes que el Papa nos ha dejado, con sus gestos y sus palabras, y buscar la mejor manera de ponerlos en práctica. Así lo exige la calidad de una visita considerada por muchos como histórica de verdad.

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El bosque de Dios
Por Giovanni Maria Vian
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano" sobre la visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona, que tuvo lugar entre el 6 y el 7 de noviembre.


 

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Un viaje histórico por su importancia y simbólico por su significado el que Benedicto XVI ha realizado a España, por segunda vez en menos de cinco años. Gracias a la visita de dos ciudades que expresan la realidad diversificada de un gran país, fuertemente arraigado en la tradición cristiana y que hoy, aunque ampliamente secularizado, ha sabido acoger al Papa con simpatía y escucharlo con atención. Una simpatía y una atención demostradas de modo público por el soberano y por la reina, por los príncipes de Asturias, por el presidente del Gobierno y por las autoridades nacionales y regionales. Además de, naturalmente, por toda la Iglesia, que se confirma una realidad vital y viva en la sociedad española.

El itinerario del Romano Pontífice, que tocó Santiago de Compostela y Barcelona, quiso unir simbólicamente la historia del país y sostener su apertura actual ante todo a Europa, pero también a los demás continentes. A los españoles, pero hablando a todo el mundo, el Papa recordó con fuerza sobre todo el significado de la fe cristiana, en cuyo punto de partida no se halla un proyecto humano sino Dios mismo, que habita en lo íntimo del corazón de toda persona. Es una tragedia -dijo Benedicto XVI en la homilía de Santiago, delante de la maravillosa catedral románica y barroca- que en el continente europeo, sobre todo a lo largo del siglo XIX, se afirmase y se divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Frente a esta negación, casi incomprensible, es necesario en cambio que Dios, "sol de las inteligencias", vuelva bajo los cielos de Europa, continente que a su vez debe abrirse a la trascendencia.Y como la imagen crucificada de Cristo está en las encrucijadas de los caminos que llevan a Compostela -donde es más que milenaria la memoria del apóstol Santiago-, así la "cruz bendita" debe brillar en las tierras europeas, exclamó el Papa, que inmediatamente después proclamó la "gloria del hombre", deseando que la Europa de la ciencia y de la cultura se abra a la trascendencia.


La apertura a Dios volvió en las palabras de Benedicto XVI en Barcelona, cuando dedicó el templo expiatorio nacido de la visión genial de Antoni Gaudí y durante la visita que quiso realizar al "Nen Déu", la obra dedicada al Niño Jesús, para abrazar con ternura a sus niños y jóvenes, alentando a quienes los asisten. El Papa definió la inmensa mole de piedra de la Sagrada Familia, casi un bosque admirable de columnas que se transforman en movimiento, como realidad sacramental, "signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz". Santuario de Dios, como lo es toda persona humana. Por esto es sagrada, y por esto -no por hostilidad hacia el hombre y su libertad- la Iglesia, que se funda únicamente en Cristo, desea medidas en apoyo de la familia y se opone a toda forma de negación de la vida.


Con este viaje a España el Sucesor de Pedro mostró todavía con más claridad el sentido de su camino y del de la Iglesia: presentar al mundo a Dios, que es amigo de los hombres, e invitarlos a su casa. Una casa cuya belleza se ve de alguna forma reflejada por el Pórtico de la gloria que acoge a los peregrinos que llegan a Compostela, y en Barcelona por ese bosque de Dios que Gaudí, artista visionario y cristiano auténtico, quiso que se levantara en el centro de la ciudad de los hombres. Para que miren a su presencia entre ellos, contemplen su inexpresable maravilla y sepan acogerlo.


 

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Relación entre Iglesia y Estado
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, sobre la relación entre Iglesia y Estado.

 


 

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VER

Estando los obispos del país reunidos en asamblea plenaria, nos visitó el Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, con algunos de su gabinete. Nos presentó su visión sobre la inseguridad y la violencia, así como la estrategia que sigue el gobierno para combatir el narcotráfico y la corrupción. Nos habló de la situación económica, la generación de empleos, la atención a la salud y la prioridad de la educación. Por nuestra parte, se le expusieron algunos puntos que nos preocupan y ofrecimos nuestra leal colaboración para trabajar junto con todas las instancias en la reconstrucción de nuestra patria, en justicia, verdad, libertad, paz y reconciliación, teniendo como base la dignidad de la persona humana, más allá de credos políticos o religiosos.

En días pasados, el Presidente Nicolás Sarkosy dijo en Roma, después de su entrevista con el Papa: "Francia no olvida que con la Iglesia tiene una historia común de dos mil años y que hoy comparte con ella un tesoro inestimable de valores morales, de cultura, de civilización, que se han inscrito en su identidad. La Iglesia, con los medios espirituales que le son propios, la República Francesa con sus medios políticos, sirven a muchas causas comunes. Entonces, ¿por qué no se hablan? ¿Por qué no podrían trabajar juntas? Creo en la distinción de lo espiritual y lo temporal como un principio de libertad. Creo en la laicidad como un principio de respeto. Pero la Iglesia no puede quedar indiferente ante los problemas de la sociedad a la que pertenece, así como la política no puede quedar indiferente ante el hecho religioso y los valores espirituales y morales. No hay religión sin responsabilidad social, no hay política sin moral".

JUZGAR

No faltará quien critique que el Presidente de nuestro país dialogue con los obispos, alegando que se viola el laicismo del Estado y se atenta contra la separación. No tengan temor. No buscamos alianzas estratégicas con fines electorales, ni bendecir todo lo que haga un gobierno, sino juntos enderezar las baterías contra los enemigos comunes, como dijo el Papa Benedicto XVI al recibir al nuevo Embajador de Chile ante la Santa Sede:

"Quisiera subrayar que, si bien la Iglesia y el Estado son independientes y autónomos en su propio campo, ambos están llamados a desarrollar una colaboración leal y respetuosa para servir la vocación personal y social de las mismas personas. En el cumplimiento de su misión específica de anunciar la buena nueva de Jesucristo, la Iglesia busca responder a las expectativas y a los interrogantes de los hombres, apoyándose también en valores y principios éticos y antropológicos que están inscritos en la naturaleza del ser humano. Cuando la Iglesia alza su voz frente a los grandes retos y problemas actuales, como las guerras, el hambre, la pobreza extrema de tantos, la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural, o la promoción de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer y primera responsable de la educación de los hijos, no actúa por un interés particular o por principios que sólo peden percibir los que profesan una determinada fe religiosa. Respetando las reglas de la convivencia democrática, lo hace por el bien de toda la sociedad y en nombre de valores que toda persona puede compartir con su recta razón". Y agrega algo que también se puede afirmar de la Iglesia en nuestra patria: "A este respecto, el pueblo chileno sabe bien que la Iglesia en esa nación colabora sincera y eficazmente, y desea seguir haciéndolo, en todo aquello que contribuya a la promoción del bien común, del justo progreso y de la pacífica y armónica convivencia de todos los que viven en esa hermosa tierra" (7-X-2010).

ACTUAR

Escuchémonos con respeto, y no queramos imponer sólo nuestra voz, menos con demagógicos gritos estentóreos y con descalificaciones sistemáticas a quienes piensan y actúan en trincheras distintas. Todos somos corresponsables del país y debemos aprender a unir fuerzas, siendo independientes y autónomos, pero con una colaboración leal y respetuosa, buscando sólo el bien nacional.

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