18.11.10

Había estado (X). Escrito por Norberto

A las 5:31 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Miryām, la madre de Ioshua bar Iosef, que había participado en la vigilia del Shavuot, junto a los seguidores de su hijo, estaba acostada en un camastro, en la estancia habilitada como dormitorio para las mujeres, giró la cabeza y abrió los ojos al sentir calor en su rostro y párpados, una cinta de luz solar se colaba por una rendija entre los visillos de la ventana alumbrando la faz de la mujer que concibió, alumbró y crió, a sus pechos al Crucificado.

Por la ventana, que daba al patio posterior de la casa, propiedad del abuelo de Ana, y, que Mohsé conservaba en usufructo, pudo contemplar como la niebla formada iba levantando, dejando un rastro de rocío que absorberían las hortalizas sembradas y las plantas de flores; las grandes hojas de unas ramas de la higuera dejaban caer gotas de agua, condensadas por efecto del naciente sol, ella miraba la aurora y vino a su mente el versículo del Tehilím 110 “…yo mismo te engendré, como rocío antes de la aurora”. Rocío tan abundante no era conocido en el mes de Sivan, habría de ser algún signo del cielo, Miryām alzó la mirada y pronunció el Shajarit (Oración de la mañana), se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el desayuno para todos los pernoctandos, varones y mujeres, unos veinte, el resto habían marchado a sus hogares, ora propios, ora de hospedaje.

Ella, había cumplido los 50 años unos meses atrás, la madre de quien Dios engendró en su seno, y, que, muerto y resucitado, semanas atrás había ascendido a los cielos, diciendo “…seréis bautizados en Espíritu Santo…seréis mis testigos hasta los confines de la tierra”, recordó aquellas palabras: “No temas, lo que tu seno concebirá es obra del Espíritu Santo”. Sintió calor y sosiego, paz y amor, se recogió un instante y poniendo la mano en su corazón, dijo desde sus adentros: Para lo que designes, estamos dispuestos, y, miró, con ternura, a todos los que, en ese momento, saciaban su hambre. Shimón bar Ioná, cruzó su mirada con Miryām, y apurando su jarra de leche con miel, acelerando la ingesta de pan mojado en aceite de oliva, se acercó, le tomó la mano y le dijo: “Madre, tienes algo que decirnos”, ella cerró sus manos sobre la de Shimón y le dijo: “¿Estás dispuesto?, espera y recuerda sus palabras”, el replicó “¿Será hoy?”, ella por toda respuesta asintió con la cabeza, y se retiro a la estancia de oración, a la que habían llegado algunos de los que habían pasado la noche fuera de la casa.

Faltaba una hora y media para la hora tertia, el Templo, recién abiertas sus puertas, llenó pronto sus espacios, cada cual, según su origen y sexo en el espacio reservado, los gentiles y las mujeres en su atrio respectivo, los judíos en el atrio preferente; los guardias mandaron esperar al resto de los congregados, pues, dentro, no cabía una brizna de paja, los “nazarenos”, por, apenas, unos pasos, tuvieron que esperar, se habían entretenido saludándose, y, más con la presencia de Ana, Eulogio y Eliecer, una alegría, que hizo derramar más de una lágrima a los ancianos, al poder ver “por última vez” a los antioquenos.

Rómulo y Melitón se habían repartido la inspección de la ciudad, así mientras el centurión estaría en la Torre Antonia, Melitón se desplazaría con una escuadra por la ciudad para tener una percepción, a pié de calle, todo había sido preparado meticulosamente, y, contaban las horas que faltaban, para, una vez despedidos del gobernador, partirían desde Cesárea Marítima hacia Damasco, sin demora, mientras observaba la escena con los ojos turbios.

Mohsé aprovechó la espera prevista, para acercarse, apretando el paso, hacia la casa donde habían iniciado la oración los seguidores de Ioshua, se habían hacinado unos 50, el resto, unos 70, o bien guardaba cola en el Templo, o, había partido para sus hogares en las poblaciones próximas, o lejanas como los paisanos de Betsaida y otras poblaciones cabe el Tiberíades.

Cuando “se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa…Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo”.

Melitón, que inspeccionaba, a pié, el barrio alto, donde estaba la casa, escuchó el estruendo, y, quedó petrificado, sacó su espada corta, desplegó a su escuadra en formación de ataque, un resplandor salía de una casa, como retazos de un arco iris, pero de un tono que producía paz, alegría, sensación de bienestar; pensando que hubiera alguna práctica denostada por el Sanedrín, mando a la escuadra orden de retén, envainó la espada y se dirigió al sitio emanante de luz, cruzándose con Mohsé que procedía de allí y había observado todo, el mismo había notado la lengua de fuego sobre sí y el calor en su corazón, entre tanto Shimón bar Ioná , en la estancia de la casa le pidió a Miryām su bendición, se inclinó y ella puso sus manos en su cabeza : la madre estaba radiante, todos lo percibían, salió fuera acompañado de todos los presentes, pidiéndole al sustituto Mattityanu que permaneciera a su lado.

Apenas, Melitón y su escuadra, hubieron llegado a veinte pasos de la casa, un tropel de hombres les rebasó - cosa insólita, al soldado romano se le cedía el paso - sin embargo “…se juntó una muchedumbre, que se quedó confusa al oírles hablar cada uno en su propia lengua…”; habían ido para el Shavuot, creyentes de YHWH, de todo el arco mediterráneo-oriental, de múltiples lenguas, sin embargo “…los oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios. Todos fuera de sí y perplejos se decían unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?…”.

Melitón mando a uno de los legionarios con un recado para Rómulo, “le dices de mi parte que el sol ha vuelto a salir”, el soldado cumplió la orden y se dirigió a paso ligero hacia la Torre Antonia, cuando las calles no podían acoger a más personas, Shimón bar Ioná tomó la palabra.

Mohsé alcanzó a su esposa,a Eliecer, Ana y Eulogio justo cuando iban a traspasar las puertas del Templo, les pidió que le siguieran, los parientes entraron quedando para verse después y se dirigieron donde se producían los hechos , explicó lo sucedido, y un pellizco en el corazón, pero apretó el paso.

Cuando concluyó “…se sintieron compungidos…Shimón les dijo: Arrepentíos y bautizaros en nombre de Ioshua Maschíaj, para remisión de vuestros pecados y recibiréis el Santo Ruaj…aquel día se bautizaron unos tres mil””.

Nota: Me tomo una pausa para investigar y compilar material sobre las nuevas entregas, si le parece bien a D.Guillermo, reiniciaré a primeros de año.

Norberto.