ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 20 de noviembre de 2010

Especial

Las palabras del Papa sobre la sexualidad y el preservativo

Santa Sede

El Papa invita a los nuevos cardenales a no caer en la lógica del poder

Foro

Cristo Rey

¿La Iglesia no cambia?

“Verbum Domini”, un documento para la historia

Un emocionante año desde el nombramiento del obispo de San Sebastián

Documentación

Episcopado uruguayo en el Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental


Especial


Las palabras del Papa sobre la sexualidad y el preservativo
En el libro entrevista que se publicará el próximo martes
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Medios de comunicación de todo el mundo publican en estos momentos comentarios y noticias sobre la posición moral de Benedicto XVI ante el preservativo a partir del adelanto de algunos pasajes de su libro entrevista "Luz del mundo". El libro, realizado junto al periodista alemán Peter Seewald, será publicado el próximo 23 de noviembre. En España, la obra saldrá a las librerías con el sello de la editorial Herder.

Presentamos una traducción de trabajo sobre el pasaje sobe "La sexualidad" adelantado este sábado por "L'Osservatore Romano".


 


 

* * *



 

Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad.

Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.



 



 

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Santa Sede


El Papa invita a los nuevos cardenales a no caer en la lógica del poder
Veinticuatro nuevos purpurados para la Iglesia
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó a no caer en la lógica el poder, sino a vivir la del servicio este sábado al crear a 24 cardenales en el tercer consistorio ordinario público de su pontificado.

En la celebración de la Palabra, que tuvo lugar en la Basílica de San Pedro, recibieron la birreta cardenalicia dos purpurados de lengua español: el español, José Manuel Estepa Llaurens, arzobispo emérito castrense; y el ecuatoriano Raúl Eduardo Vela Chiriboga, arzobispo emérito de Quito. 

 

"En la Iglesia nadie es patrón, todos somos llamados, todos somos invitados, todos somos alcanzados y guiados por la gracia divina. ¡Y ésta es también nuestra seguridad!", aseguró el pontífice durante la homilía.

 

Recordando que Jesús no vino a ser servido sino a servir. "Es un mensaje que vale para los apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para quienes tienen la tarea de guía en el Pueblo de Dios", aclaró.

"No es la lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica de arrodillarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la Cruz que es la base de todo ejercicio de la autoridad", subrayó.

"En todo tiempo la Iglesia está comprometida en conformarse a esta lógica y a testimoniarla para hacer transparentar el verdadero 'Señorío de Dios' el del amor", siguió diciendo

Por este motivo, Benedicto XVI se dirigió directamente a los nuevos purpurados: "la misión a la que Dios os llama hoy y que os habilita para un servicio eclesial aún más cargado de responsabilidad, requiere una voluntad siempre mayor de asumir el estilo del Hijo de Dios, que ha venido en medio de nosotros como el que sirve".

"Por esto es necesario un arraigamiento aún mayor y fuerte en Cristo. La relación íntima con Él, que transforma siempre más la vida hasta poder decir con san Pablo 'no vivo yo, es Cristo quien vive en mí', constituye la exigencia primaria para que nuestro servicio sea sereno y alegre y pueda dar el fruto que espera el Señor de nosotros".

Tras el consistorio, el Colegio Cardenalicio cuenta con 203 miembros, de los cuales 121 son electores. Hay 111 cardenales europeos, 21 de América del Norte, 31 de América Latina, 17 de África, 19 de Asia y 4 de Oceanía.

Mañana, en la misma Basílica de San Pedro, en la solemnidad de Cristo Rey, el Papa entregará a los nuevos cardenales el anillo.



 

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Foro


Cristo Rey
Por monseñor Rodrigo Aguilar Martínez
TEHUACÁN, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org-El Observador).-   Con una reflexión sobre la fiesta de Cristo Rey, el obispo de Tehuacán, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, continuó sus reflexiones semanales compartidas con Zenit-El Observador.

Cabe mencionar que la fiesta que se celebra mañana domingo, tiene hondas dimensiones en México, pues la rebelión de los campesinos católicos mexicanos, sucedida entre 1926 y 1929, tiene como centro la propuesta de Cristo Rey del Universo contra la confiscación de la religión que el Estado mexicano intentaba generar en ese tiempo. 

Tanto en el nuevo santuario de los Mártires Mexicanos en Guadalajara, como en el colosal Cristo Rey que corona el Cerro del Cubilete, en el corazón geográfico de México, se habrán de llevar a cabo ceremonias conmemorativas no tanto de la lucha armada sino, sobre todo, de la entronización de México a Jesucristo Rey del Universo propuesta por el Episcopado Mexicano recientemente.

El mismo monseñor Aguilar Martínez señala este acontecimiento en la parte final de su mensaje: "Viva Cristo Rey", gritaron nuestros mayores. Así gritemos nosotros. No es grito de guerra, sino de fe convencida, humilde y firme de quien quiere ser discípulo, testigo y apóstol de Cristo Jesús en el mundo de hoy.

 


 

Fiesta de Cristo Rey

 

El próximo domingo 21 de noviembre celebramos la fiesta de Cristo Rey, con la cual culminamos el Año Litúrgico.

Hemos de advertir que, de ordinario, la imagen de rey que nos viene a la cabeza es de alguien vestido de manera elegante, con corona, rodeado de lujos y de poder. No es ésta la imagen de Cristo, Rey del Universo, pues Él proclama y vive un Reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz.

En ese sentido nos ha ido formando Cristo Jesús cuando lo hemos ido siguiendo con el evangelio de san Lucas a lo largo de muchos domingos, en su prolongado e importante camino hacia Jerusalén. Efectivamente, Jerusalén es la meta donde Jesús culmina su misión; es el lugar de su misterio pascual, o sea de su muerte en la cruz y su resurrección.

De modo que celebramos a Cristo Rey, pero en un trono singular, que es la cruz. Ciertamente es la cruz iluminada por la resurrección; pero ésta, la resurrección de Jesús, no cancela el momento de la muerte en cruz, sino que le da sentido.

Esta es nuestra fe: en Cristo Rey del Universo, crucificado y resucitado. De esta manera, nuestra fe nos lleva a aceptar y llevar nuestra propia cruz, y esto con paz, con esperanza e incluso como experiencia de gloria, según lo vive el mismo Jesús. La cruz no asfixia, sino que libera. Es la cruz de la verdad, de la vida, de la justicia, del amor, de la paz. Cuesta, pero vale la pena.

Uniéndonos de alguna manera a la petición del ladrón arrepentido y colgado también junto a Cristo crucificado, digamos cada uno y juntos: "Señor Jesús, tú que estás ya en tu Reino, acuérdate de nosotros" y ayúdanos a sostenernos en tu seguimiento cargando con paz y con gozo nuestras propias cruces.

La exposición que los grupos, las asociaciones y los movimientos laicales harán en el atrio de catedral (de Tehuacán) el próximo domingo, sea como una expresión de unión a Cristo, Rey del Universo.

"Viva Cristo Rey", gritaron nuestros mayores. Así gritemos nosotros. No es grito de guerra, sino de fe convencida, humilde y firme de quien quiere ser discípulo, testigo y apóstol de Cristo Jesús en el mundo de hoy.

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¿La Iglesia no cambia?
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "¿La Iglesia no cambia?".


 

* * *

VER

Un comentarista de un diario nacional de izquierda publicó un artículo al que tituló: La Iglesia no cambia. Y para legitimar su aserto, trae a colación la inquisición y la cercanía con algunas dictaduras, así como la oposición del Papa y de nuestra jerarquía al aborto, los anticonceptivos, el condón, la homosexualidad, los "matrimonios" entre personas del mismo sexo, las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la libertad de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, etc. Dice: La Iglesia católica sigue insistiendo en la imposición de sus obsoletos valores religiosos en la esfera pública... No ha querido entender lo que la mayoría de la gente desea en su vida cotidiana..., razón por la cual pierde adeptos y aceptación entre las nuevas generaciones".

Hace como dos años, una organización que se califica a sí misma como católica, sin serlo, hizo una encuesta sobre qué tantos católicos aceptan los preceptos morales que predicamos. Como un buen porcentaje respondió negativamente, deduce que debemos cambiar esas normas y ajustarnos a lo que la gente vive y piensa en la actualidad.

JUZGAR

¿Podemos cambiar la fe y la moral católicas al gusto de la gente? ¿Lo que hace hoy la mayoría es norma de conducta? ¿Qué podemos y debemos cambiar, y qué no?

Sí debemos cambiar nuestras conductas inconformes con el Evangelio. Ser más justos, prudentes, sabios, servidores, amables y pacientes, es una exigencia permanente de nuestra vocación. Luchar más por la vida digna de los pobres, por el cambio de estructuras sociales y políticas injustas, por los derechos fundamentales de hombres y mujeres, es un signo de coherencia con nuestra consagración. Si en algún momento, pasado o presente, nos hemos atado a personas o sistemas opresores, al abuso de poder, hemos de convertirnos. Si hemos cometido injusticias, infidelidades, arbitrariedades, vamos en contra de lo que predicamos. En esto sí debemos cambiar; si no cambiamos, traicionamos a Jesucristo y la misión que nos encomendó.

Pero lo que no podemos cambiar es lo prescrito directamente por Dios. Nunca aprobaremos el aborto provocado, ni la eutanasia, pues Dios ordenó explícitamente no matar a ningún ser humano. No aplaudiremos la homosexualidad, pues Dios hizo sólo dos sexos bien diferenciados y en la Biblia se la considera como una aberración antinatural. Debemos respetar a quienes abortan y tienden tendencias homosexuales, pues son seres humanos, pero no podemos ni debemos considerar esto como un derecho, como algo normal, por encima de una moral natural, que está en la base de la moral social. San Pablo considera estas tendencias como fruto de haberse alejado de Dios, como una pretensión de hacerse dioses, criterio último y definitivo de moralidad, sólo por justificar las propias pasiones.

Si por mantenernos fieles a los dictados de Dios, que todos son para el bien de la humanidad, algunos se alejan de la Iglesia, nos duele y nos preocupa, pero no es razón para que debamos cambiar de camino. Si por insistir en la propuesta de Dios para la vida, para la familia, para la sexualidad y para la sociedad, muchos critican al Papa, le ofenden durante sus viajes, le ridiculizan y le tildan de reaccionario, nosotros le aplaudimos y le agradecemos por su valentía y su firme decisión de proponer al mundo la persona y los valores de Jesucristo, como verdadero y único camino de Vida plena. Si por lo mismo nos critican a nosotros, eso no nos arredra, sino que nos confirma que vamos por el buen camino. Si buscáramos el aplauso de la opinión pública, o de los abortistas y homosexuales, entonces sí deberíamos cambiar de ministerio, pues habríamos traicionado el Evangelio.

ACTUAR

Profundicemos más nuestra fe, arraigados y cimentados en Jesucristo. Que nada ni nadie nos aparte de El. Aunque no seamos populares, aunque nos ofendan, mantengámonos firmes en el camino de felicidad que El nos ha mostrado. Soportemos la cruz de las burlas y del rechazo mediático, para que quienes en verdad anhelan una vida digna, los pobres y sencillos de corazón, encuentren, por nuestro servicio, un camino seguro de paz y de plenitud.

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“Verbum Domini”, un documento para la historia
La exhortación apostólca postsinodal, según monseñor Francisco Gil Hellín

BURGOS, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha enviado monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, sobre la exhortación apostólica postsinodal de Benedicto XVI "Verbum Domini".

 

 

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La historia se escribe con hechos. Todos ellos configuran la historia y pueden llamarse históricos. Pero cuando calificamos con ese apellido a ciertos acontecimientos, estamos indicando que no todos los hechos tienen la misma relevancia y marcan la historia del mismo modo. A nadie se le ocurre dudar, por ejemplo, que el mayo francés del 68 o la caída del muro de Berlín, en 1989, tienen más peso que la elección de un concejal de pueblo. Otro tanto cabe decir de los actos que realiza el Papa: no tiene la misma trascendencia el discurso de una audiencia de un miércoles que un documento de alto rango y, dentro de éstos, no todos son iguales.

El pasado 11 de noviembre Benedicto XVI ha publicado un documento de gran importancia y que puede calificarse reduplicativamente como histórico. Está firmado por él, pero, de alguna manera, lleva también la firma de todo el episcopado, en cuanto que es fruto del último Sínodo de Obispos, celebrado en Roma en octubre de 2008, sobre "La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia". Precisamente por eso se titula "La Palabra del Señor" (Verbum Domini) y va destinado a toda la Iglesia y, aunque no sea de modo explícito, a todos los hombres de buena voluntad. La Palabra de Dios, en efecto, es el diálogo que el Dios invisible, en su gran designio de amor, entabla con los hombres, sus amigos, para invitarles y admitirles a la comunión con él.

A los cuarenta y cinco años del último Concilio el Papa ha querido recordar, actualizar y ampliar la constitución Dei Verbum, con un objetivo que él mismo expone con toda nitidez: "Deseo indicar algunas líneas fundamentales para revalorizar la Palabra divina en la vida de la Iglesia, deseando que ella sea cada vez más el corazón de toda la actividad eclesial". El documento tiene una estructura muy clara: se abre con una introducción, sigue con tres grandes partes y una conclusión. No es excesivamente extenso, pero tampoco breve. El estilo es característico del Papa Ratzinger: profundo, claro y relativamente sencillo de comprender. Por eso, podrán leerlo todas las personas que poseen una formación media, aunque haya cosas que requieren una notable formación teológica y bíblica.

Como era previsible, Benedicto XVI da una excepcional importancia al papel que juega la Palabra de Dios en la liturgia y en la pastoral de la Iglesia y, dentro de ella, en lo que respecta a la nueva evangelización. En este sentido su pensamiento es inequívoco: "Tantos hermanos están bautizados, pero no suficientemente evangelizados. La exigencia de una nueva evangelización, fuertemente sentida por mi venerado Predecesor, ha de ser confirmada sin temor, con la certeza de la eficacia de la Palabra divina".

Parte de esa nueva evangelización es el compromiso por la justicia, la paz y la salvaguarda de la Creación, así como el diálogo interreligioso, la libertad religiosa y las nuevas formas de comunicación. De ahí que el Papa afronte todas estas realidades. Así, remitiéndose a la ecología, señala que "la Palabra de Dios nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo", por lo cual no se la puede "explotar y deteriorar" de modo arrogante y al margen de Dios. Por lo que se refiere a la paz, no duda en afirmar que "en el contexto actual, es necesario más que nunca redescubrir la Palabra de Dios como fuente de reconciliación y paz", pues ella nos revela que Jesucristo "derriba todos los muros de división" y "reconcilia en sí todas las cosas".

Animo pues a los sacerdotes a difundirla con todo empeño e ilusión. Y me agradaría que todos los fieles la lean, mediten y se dejen iluminar por ella en su vida de cada día.

 
 

 

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Un emocionante año desde el nombramiento del obispo de San Sebastián
Testimonio de monseñor José Ignacio Munilla
SAN SEBASTIÁN, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito monseñor José Ignacio Munilla al cumplirse un año de su nombramiento como obispo de esa diócesis.

* * *

Ha pasado ya un año desde aquel 21 de noviembre de 2009, en el que recibí del Santo Padre el nombramiento como obispo de San Sebastián. La llamada "toma de posesión" tuvo lugar a penas un mes y medio más tarde, el 9 de enero del presente año.

Me habéis pedido un testimonio sobre mi experiencia en este primer año, y no he dudado en hacerlo, porque siento que tengo una deuda de gratitud muy grande hacia muchísimos de vosotros, no sólo hacia los que sois diocesanos de San Sebastián, sino también hacia los fieles de muchos lugares de España. Soy consciente de que se ha orado con mucha intensidad por mí y por la diócesis que se me ha encomendado. Me parece que es de justicia expresarlo públicamente y agradecerlo.

En este sentido, lo primero que quiero destacar es el poder de la oración. Los católicos creemos en la "comunión de los santos"; que es un misterio que nos recuerda al principio de los vasos comunicantes, de forma que resultamos ser corresponsables del destino del destino de los demás, y actores activos en los problemas del mundo y de la Iglesia.

Sí, no lo dudemos, la oración tiene mucho, muchísimo poder. Yo he sido -¡estoy siendo!- testigo de ello. A muchas personas que en numerosas ocasiones se me han acercado para manifestarme su compromiso de oración intercesora, les he respondido: "Sepa usted que su oración no se ha perdido por el camino, sino que "me ha llegado" puntualmente".

Otro gran don de Dios en este año ha sido el ejercicio de la paciencia y de la aceptación de las deficiencias con las que uno se encuentra, incluidas sus propias limitaciones. Recientemente he leído en el diario de Unamuno lo siguiente: "El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiere. ¡Omnipotencia humana por aceptación!". Para poder ayudar a transformar cualquier situación, lo primero que se necesita es abrazarla y amarla. Difícilmente podemos contribuir a la sanación de las heridas y a la comunión de la Iglesia, si antes no hemos asumido las circunstancias como una realidad de la que hay que partir. Lo principal es abrazar por encima de todo la voluntad de Dios, que comienza por un amor personal a cada uno de los que se nos han encomendado.

También me parece importante destacar cuánto me ha ayudado en todo momento la fuerza liberadora de la obediencia. Desde el mismo momento en que recibí el nombramiento del Santo Padre, me percaté de que hay que ser mucho más valiente para mandar que para obedecer. Da mucha paz y mucha tranquilidad el ser consciente de que uno no ha buscado nada por su cuenta, sino que se limita a responder a la llamada de la Iglesia. El principio de la obediencia en el seno de la Iglesia nos hace auténticamente libres: ¡Libres de ambiciones, libres de dudas, libres de temores...! Citando nuevamente el diario íntimo de Unamuno, recuerdo otro de sus pensamientos: "Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente".

Y, finalmente, quiero dar testimonio de que la realidad es muy diferente a lo que la distorsión mediática nos hace llegar. Por lo general, en los medios de comunicación se tiende a destacar el morbo, el escándalo y la división en el seno de la Iglesia... Y ocurre que la vida interna real de la Iglesia es la gran desconocida para quienes solamente la conocen a través de los "mass media". Cualquier polémica suele alcanzar unas proporciones mediáticas desorbitadas, siendo así que la comunión interna de la Iglesia está muy por encima de las dificultades, que tanto gustan de destacarse, casi siempre de forma distorsionada.

Si un obispo quisiera tener la máxima resonancia mediática, no necesitaría otra cosa que convocar una rueda de prensa anunciando su contestación contra el Papa. ¡La sala de prensa se quedaría pequeña, y el trato privilegiado de la mayoría de los medios estaría asegurado!

Pero la "fotografía" que se transmitiría a la sociedad sobre la vida real de la Iglesia sería falsa. Es obvio que la "comunión en la Iglesia" no es noticia; y, sin embargo, es muchísimo más firme y consistente que el disenso y la división. Si es verdad que las olas agitan la nave de Pedro (Mc 4, 35ss), mucho más impresionante es comprobar cómo ni los embates externos, ni nuestros propios pecados han sido capaces de acabar con la travesía bimilenaria de la Iglesia de Cristo.  

¡¡Es mucho más lo positivo que lo negativo!! Doy fe de ello por mi experiencia en este primer año como pastor de la Diócesis de San Sebastián. Sólo me resta agradeceros vuestro amor y apoyo a los pastores de la Iglesia. Simplemente, ¡gracias!



 



 



 

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Documentación


Episcopado uruguayo en el Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental
Mensaje de la Conferencia Episcopal

MONTEVIDEO, sábado, 20 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de la Conferencia Episcopal Uruguaya con motivo del Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental.


 


 

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A todos los fieles católicos y a todo el pueblo oriental:
¡Gracia y paz con ustedes!


 

1. En 2011 celebramos en el Uruguay el Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental. Recordamos los principales hechos de 1811: Grito de Asencio, Batalla de Las Piedras, Éxodo del Pueblo Oriental. De esta forma asumimos juntos la memoria de nuestro pasado, a fin de hacer crecer la unión y el afecto social de nuestro pueblo en el presente, y responsabilizarnos de nuestra marcha hacia el futuro.

2. Hace doscientos años, la Banda Oriental era una provincia del imperio español, de contornos no del todo definidos. Entonces comenzó nuestro pueblo a configurar su identidad, expresando su autonomía y reconociendo como líder a uno de los suyos: José Artigas.

3. Así se iniciaba el difícil camino que llevaría finalmente a la conformación de una nación independiente, hermana entre las Repúblicas de América Latina, patria de quienes nos reconocemos en el añejo nombre de "orientales" y en el más moderno de "uruguayos".

4. Como creyentes reconocemos la Providencia de Dios, Señor de la Historia, en los avatares de los acontecimientos vividos. Son éstos ocasión de dar gracias a Dios e invocar su ayuda, de reconocer errores, pedir perdón y buscar nuevos caminos.

5. Los hombres y mujeres que participaron en el proceso de emancipación eran en su inmensa mayoría católicos. La visión que tenían acerca del hombre y su existencia, de los pueblos y sus derechos, de la vida y de la muerte, estaba profundamente iluminada por la fe católica y su cultura, con diversos enfoques y diferentes aportes ideológicos. La Iglesia, tanto en sus fieles laicos como en sus sacerdotes, formó parte activa del proceso de forja de nuestro pueblo desde el principio de su constitución en el período colonial, durante la gesta emancipadora y a lo largo de los dos siglos siguientes.

6. Hoy como ayer, la Iglesia con todos sus miembros, participa activamente en la construcción de la Patria.

7. Creemos que la mirada al pasado es ocasión para reafirmar nuestra identidad nacional, considerar el patrimonio que nuestro pueblo ha construido en estos doscientos años, rescatar nuestros más auténticos valores fundacionales y discernir, junto con todos nuestros conciudadanos, cómo seguir construyendo nuestra historia en la verdad, la justicia, la libertad y el amor.

8. Nos animan las palabras de Juan Pablo II en la multitudinaria Misa celebrada en Tres Cruces, el 1 de abril de 1987: "Vuestra patria nació católica. Sus próceres se valieron del consejo de preclaros sacerdotes que alentaron los primeros pasos de la nación uruguaya con la enseñanza de Cristo y de su Iglesia, y la encomendaron a la protección de la Virgen de los Treinta y Tres. El Uruguay de hoy encontrará los caminos de la verdadera reconciliación y del desarrollo integral que tanto ansía, si no aparta los ojos de Cristo, Príncipe de la Paz y Rey del universo".

9. Desde Florida, unidos a los peregrinos, invocamos para todo nuestro pueblo la protección de nuestra "Capitana y Guía", Santa María, la Virgen de los Treinta y Tres.

14 de noviembre de 2010
Los Obispos del Uruguay


 

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