23.11.10

El preservativo y el «consecuencialismo»

A las 5:45 PM, por Juanjo Romero
Categorías : Contracepción
 

Iba a tomarme una semana de holganza en el blog, de hecho, no publiqué el resumen semanal, ni creo que lo haga. Hay algunos temas a los que tengo que dedicar tiempo, y no es plan publicar post y no atender a los comentarios, al menos no me gusta ser de esos.

Pero lo del «libro del Papa» empieza a tomar proporciones có[s]micas, que diría una ministra española. Y porque no se diga que escurro el bulto, como me sugiere algún lector por correo.

Un caso con distintas facetas de las que me gustaría destacar dos:

Primero, la actuación de L’Osservatore Romano, LOR para los amigos. No estoy de acuerdo con las feroces críticas que se están vertiendo sobre su director, Giovanni Maria Vian. Está consiguiendo sus objetivos:

Informar cada vez mejor sobre el Papa y la Santa Sede. Respirar cada vez más internacionalmente. Participar cada vez más en el debate intelectual y servir al crecimiento del entendimiento entre mujeres y hombres de nuestro tiempo; entre católicos, entre cristianos, entre hombres creyentes y también entre los que no se reconocen como tales. Los objetivos son muchos, el problema, el reto principal es difundirlo cada vez más, y en eso estamos.

¿No estáis de acuerdo en que los está consiguiendo? Sois unos estrechos. Además ha puesto al LOR a la altura del resto de la prensa escrita internacional, ya comparten el mismo grado de descrédito. Le sugiero una edición electrónica con la posibilidad de votar las noticias o decir “me gusta/no me gusta".

E, ironías aparte, no se trata de matar al mensajero, pero el grado de caos que ha causado la publicación truncada del párrafo más polémico del libro creo que conseguirá ocultar las bobadas sobre Homero Simpson, Los Beatles o Mario Vargas Llosa.

Seamos serios, si publicas una noticia, y acto seguido tiene que salir tu jefe —a la sazón Lombardi— para matizarla y contextualizarla, es que las cosas no se han hecho muy bien, ¿no? La traca final es de hoy, en la que Lombardi nos cuenta que ha hablado con el Papa y que da igual prostituta que prostituto. Espero que no sea para no tener que retrasar las versiones basadas en la traducción italiana.

 

Y segundo, también quería fijarme en la respuesta de blogueros católicos de todo pelaje. Creo que a la larga el efecto será positivo: muchos por fin se han enterado de lo que dice la Iglesia del condón y de la práctica sexual. Yo he tenido ocasión de hablar de Dios con gente que hasta ahora no lo había hecho, es una gozada. Y he impreso más de veinte copias de la Humanae Vitae. La gente la lee y se maravilla, ¿sorprendente?

Hay que reconocer que parte del desconcierto está causado por el primer aspecto, que nos ha dejado titulares tan graciosos como el de Religión en Libertad: El Papa dice que solo en algunos casos como el de las prostitutas, se justificaría el preservativo. Sin comentarios.

Sin embargo, también los está habiendo más papistas que el Papa y que por defender no-se-qué doctrina moral se han pasado de frenada. Y de gente que aprecio y que considero bien formada, que en un ejercicio de buenismo están cayendo en el consecuencialismo o en el proporcionalismo, una versión mejor armada de que «el fin justifica los medios». Y eso sí que está condenado expresa y magisterialmente en la encíclica Veritatis Splendor, os dejo con un trozo del número 75, pero recomiendo vivamente su lectura, sobretodo a aquellos que consideran que hay actos que más que añadir maldad añaden bondad porque sus efectos son buenos:

75. […]Y así, según estas teorías, la voluntad libre no estaría ni moralmente sometida a obligaciones determinadas, ni vinculada por sus elecciones, a pesar de no dejar de ser responsable de los propios actos y de sus consecuencias. Este «teleologismo», como método de reencuentro de la norma moral, puede, entonces, ser llamado —según terminologías y aproches tomados de diferentes corrientes de pensamiento— «consecuencialismo» o «proporcionalismo». El primero pretende obtener los criterios de la rectitud de un obrar determinado sólo del cálculo de las consecuencias que se prevé pueden derivarse de la ejecución de una decisión. El segundo, ponderando entre sí los valores y los bienes que persiguen, se centra más bien en la proporción reconocida entre los efectos buenos o malos, en vista del bien mayor o del mal menor, que sean efectivamente posibles en una situación determinada.

[…]

En un mundo en el que el bien estaría siempre mezclado con el mal y cualquier efecto bueno estaría vinculado con otros efectos malos, la moralidad del acto se juzgaría de modo diferenciado: su bondad moral, sobre la base de la intención del sujeto, referida a los bienes morales; y su rectitud, sobre la base de la consideración de los efectos o consecuencias previsibles y de su proporción. Por consiguiente, los comportamientos concretos serían calificados como rectos o equivocados, sin que por esto sea posible valorar la voluntad de la persona que los elige como moralmente buena o mala. De este modo, un acto que, oponiéndose a normas universales negativas viola directamente bienes considerados como pre-morales, podría ser calificado como moralmente admisible si la intención del sujeto se concentra, según una responsable ponderación de los bienes implicados en la acción concreta, sobre el valor moral considerado decisivo en la circunstancia. La valoración de las consecuencias de la acción, en virtud de la proporción del acto con sus efectos y de los efectos entre sí, sólo afectaría al orden pre-moral. Sobre la especificidad moral de los actos, esto es, sobre su bondad o maldad, decidiría exclusivamente la fidelidad de la persona a los valores más altos de la caridad y de la prudencia, sin que esta fidelidad sea incompatible necesariamente con decisiones contrarias a ciertos preceptos morales particulares. Incluso en materia grave, estos últimos deberán ser considerados como normas operativas siempre relativas y susceptibles de excepciones. En esta perspectiva, el consentimiento otorgado a ciertos comportamientos declarados ilícitos por la moral tradicional no implicaría una malicia moral objetiva.

Según esto algunos, sin saberlo, habrán iniciado el camino del principio de la pendiente resbaladiza del que ahora abominan. Según esta teoría se podría justificar que mejor cualquier método anticonceptivo para no traer al mundo a un ser fuera del matrimonio (supongo que en sentido lato, porque como lo circunscribamos al canónico aviados vamos), al fin y al cabo, como la acción mala ya está hecha el resto es buena por su fin. O para que no lo aborten, por ejemplo, ¿no?

Lo dicho, que me vuelvo a mis tareas.


 


Nota

Dada la deriva de los comentarios, el objeto del post no es comentar la licitud o no del preservativo fuera del acto conyugal, ya hay buenos y malos artículos estos días. Sólo quería reseñar que por intentar hacer la cuadratura del círculo algunos están derrumbando, sin saberlo, todo el edificio moral aplicando una metodología y unos principios éticos inadecuados.

Rogaría que os ciñéseis al tema.